Ojo que avanza Estados Unidos
Retomar la orientación no significa que pretendan resucitar el ALCA. Han pasado diez años, y en ese lapso Estados Unidos optó por establecer tratados bilaterales como en los casos de Chile, Colombia, Perú y de varios países centroamericanos. De lo que se trata es de estrechar las relaciones comerciales bajo una lógica más próxima al librecambio que al intervencionismo.
Los primeros pasos en ese sentido se darán durante la visita de Barack Obama que se inicia al cierre de esta columna. La presencia en la delegación de la secretaria de Comercio, Penny Pritzker, y de más de 300 empresarios y ejecutivos, muestra que la desregulación del comercio y las inversiones son objetivos prioritarios de la gira. El embajador en la Argentina, Noah Mamet, lo dijo sin ambigüedades: “Vamos en esa dirección y habrá buena sintonía para marcar el rumbo hacia un acuerdo de libre comercio que incluya al Mercosur”.
Una meta imposible en lo inmediato pero perfectamente imaginable en un horizonte que tenga en el Mercosur a un gobierno de centroderecha en la Argentina y a la oposición habiendo desplazado al PT en Brasil. La debacle del chavismo en Venezuela también alimenta esas expectativas.
Así como para Macri la visita de Obama fortalece su estrategia de estimular los negocios y la inversión como motor principal del crecimiento, para Estados Unidos el viaje también tiene importancia estratégica. Tanto que para Mariano Bertucci, investigador del Center for Interamerican Policy and Research de la Universidad de Tulane, “el viaje de Obama a la Argentina es más importante que su paso por Cuba”. Fundamenta esa exageración en que el nuevo gobierno argentino “aparece como el socio más receptivo y consecuente de los intereses de Estados Unidos en la región”.
El listado de ejecutivos y empresarios que integran la delegación de Obama refleja bastante bien los sectores de la economía local que según la AmCham (la cámara de comercio argentino-estadounidense) tienen el mayor potencial para los inversores: hidrocarburos no convencionales; agroindustria; tecnología e innovación; infraestructura; telecomunicaciones; transporte y logística.
A los que hay que sumar lo que el propio Macri adelantó: “Vienen a invertir fuerte en energías renovables”. La razón es que una ley votada el año pasado establece que para fines del año próximo un 8 por ciento de la generación eléctrica tiene que estar abastecida de fuente solar, eólica o de alguna otra forma renovable, y debe alcanzar el 20 por ciento en 2025. Estados Unidos quiere sacar rápida ventaja y provecho de esa ventana de negocios, mientras que la industria local está tratando de defender la provisión local de equipos, ingeniería y mano de obra.
En materia comercial, Estados Unidos presiona para que el gobierno de Macri levante barreras a la importación. Nuevamente, la AmCham ha sido explícita en reclamar “la flexibilización progresiva del sistema de licencias automáticas y no automáticas”, el mecanismo de administración del comercio que el nuevo gobierno reemplazó por el mucho más restrictivo sistema de las Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación (DJAI) del kirchnerismo.
Pero quien más debería exigir en cuestiones de comercio exterior es la Argentina. El intercambio comercial entre los dos países arroja desde hace diez años un saldo favorable a los Estados Unidos, que el año pasado alcanzó los 4.728 millones de dólares y que viene en una marcada tendencia ascendente desde 2006, cuando el déficit fue de 224 millones.
Además de crecientemente deficitario, el intercambio comercial con Estados Unidos se caracteriza por una fuerte disparidad en su composición de valor agregado. La Argentina exporta principalmente productos agrícolas, biodiesel, aceites y aluminio. Y si bien el año pasado la mayor importación individual fue de gasoil, generalmente lo más gravitante ha sido la compra de bienes de capital (en los últimos años muchos aviones y grupos electrógenos) y electrónica.
No hay duda de que el desequilibrio de la balanza y la diferente conformación de lo que se vende y compra es en buena medida reflejo de las capacidades competitivas de ambos países. Pero también se explica por una serie de medidas proteccionistas que impone el mismo país que agita el libre comercio como una de sus banderas. Macri mencionó días atrás los obstáculos para aumentar la colocación de limones, a lo que se suman las dificultades de acceso para carne bovina fresca, y una serie de medidas paraarancelarias que con excusa fitosanitaria restringen la posibilidad de venderles diversos productos regionales.
En materia de intercambio comercial los números indican que es la Argentina quien tiene para reclamar y avanzar más que Estados Unidos. Sin embargo, la correlación de fuerzas, el sesgo libremercadista del gobierno argentino, y la urgencia que no disimulan para atraer inversiones, pueden llegar a invertir la lógica y hacer que quien avance sea Estados Unidos.
Y cuando Estados Unidos avanza hay que tener mucho cuidado.
Revista Veintitrés - 24 de marzo de 2016