Relanzamiento del Tratado Transpacífico: la continuidad de la geoestrategia globalista a pesar de Trump

Gabriel Esteban Merino * (Especial para sitio IADE-RE) | El autor analiza el impacto, los reacomodamientos y las estrategias desplegadas ante el reciente relanzamiento del Acuerdo Transpacífico, sin Estados Unidos y ahora denominado Acuerdo Integral y Progresivo para la Asociación Transpacífico (CPTPP).

La semana pasada se conoció que los miembros del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP por sus siglas en inglés - ver también Realidad Económica Nº 313) relanzaron, sin los Estados Unidos de Donald Trump, el  ahora llamado Acuerdo Integral y Progresivo para la Asociación Transpacífico (CPTPP por sus siglas en inglés). El relanzamiento coincide con el anuncio del gobierno de los Estados Unidos del establecimiento de aranceles a la importación de acero y aluminio en un 25% y en un 10% respectivamente, en nombre de la seguridad nacional y en una clara ruptura con el espíritu de la Organización Mundial del Comercio (OMC) de la cual se especula que los Estados Unidos se podrían retirar. En este sentido, el ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Heraldo Muñoz, dijo que el acuerdo era una fuerte señal “contra las presiones proteccionistas y a favor de un mundo abierto al comercio”.[1]

Podemos interpretar el relanzamiento de CPTPP como una respuesta al avance del americanismo unilateral en Estados Unidos en detrimento del globalismo multilateral, así como también, una respuesta al avance de China y del eje Euroasiático a nivel continental y mundial, que se acelera con la fractura de Estados Unidos y el polo de poder angloamericano (asunción de Trump y Brexit). Es decir, no puede escindirse el relanzamiento del CPTPP con las luchas entre polos de poder por la configuración del orden mundial y el conflicto estratégico al interior de los Estados Unidos y del polo de poder angloamericano -todavía el principal polo de poder a nivel mundial-. 

CPTPP  

El CPTPP, sin Estados Unidos, representa el 12,9% del PIB mundial nominal (FMI) en lugar del 37,5%. Con ello se constituiría como el tercer bloque comercial mundial, con 498 millones de consumidores y 28.090 dólares de ingreso per cápita. La desgravación resultante será del 65% al 100% de la estructura arancelaria de los países signantes: Singapur eliminará todos sus aranceles, Chile desgravará el 95%, Perú el 81%, Malasia un 65% y México un 77%.[2] Los once países firmantes, que también habían acordado el TPP en enero de 2016, son Australia, Brunei, Singapur, Nueva Zelanda, Canadá, Malasia, Vietnam, México, Perú, Chile y Japón. Luego de la firma del acuerdo en Chile, Taiwan, Tailandia, Corea del Sur, Filipinas, Sri Lanka e incluso el Reino Unido son considerados incorporaciones posibles o pretendidas. Según Kazuyoshi Umemoto, principal negociador del pacto en Japón, “El acuerdo apunta a un sistema de comercio abierto, basado en normas, multilateral y liberal por lo que, si un país está interesado y quiere acatar las reglas, podemos hablar de adhesión.” (Financial Times, 9/3/2018). Las normas refieren a aranceles, empresas del Estado, compras del estado, regulación a pymes, competencia económica, protección de inversiones, establecimiento de instituciones internacionales de arbitrajes con capacidad coactiva, derechos de comunidades originarias, clima de negocios, patentes y propiedad intelectual.

Un cambio fundamental que se produjo en ausencia de Estados Unidos fue que se suspendieron un conjunto de cláusulas referidas a la propiedad intelectual, patentes e inversiones que estaban en línea con los intereses transnacionales de los Estados Unidos y su visión de la “seguridad jurídica”. Entre ellas, la protección de patentes por ocho años para los medicamentos y los productos biotecnológicos, las disposiciones relativas a sometimiento de una Reclamación de Arbitraje, las extensiones de los derechos de propiedad intelectual, los cinco años de protección para los datos de prueba no divulgados, cuestiones referidas a los requerimientos para la selección de árbitros, etc.

A pesar de estas suspensiones hasta el posible retorno de los Estados Unidos –por lo que las suspensiones presionan en este sentido—, el CPTPP no es un mero acuerdo comercial. Al igual que el TPP sigue siendo un pacto que fija importantes normas económico políticas en la región más dinámica de la economía mundial, el nuevo centro industrial y tecnológico emergente, en dónde lo que está en juego según la repetida expresión del ex presidente Barack Obama es quién pone las reglas de juego en el siglo XXI[3]. Entre otras cuestiones centrales, el CPTPP incluye un muy cuestionado mecanismo de resolución de conflictos que permite que las empresas puedan presentar demandas legales contra los gobiernos cuando ven afectados sus intereses en determinadas circunstancias.

El CPTPP continúa expresando, aunque de forma más débil que el TPP, una institucionalidad transnacional, una estatalidad globalista, que busca fijar el sistema de mediaciones (normas y organismos) que se imponen como universalidad para cada Estado particular y que están en relación con una estrategia de acumulación y apropiación de la riqueza social por parte del capital transnacional del Norte Global en competencia con nuevos jugadores emergentes –especialmente China, sus transnacionales estatales, sus alianzas, su inmenso mercado, su competencia en las ramas tecnológicas de primer orden y su influencia euroasiática donde se define el poder mundial-. De hecho, el escrito de más de 6000 páginas del TPP fue elaborado en secreto y sus redactores fueron principalmente representantes de trasnacionales y cuadros técnicos formados en sus think tank

Con el CPTPP se busca reflotar uno de los objetivos centrales del TPP que consiste en constituir un tratado similar a lo que fue el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (conocido como NAFTA por sus siglas en inglés) en los años 90’: el modelo a partir del cual se elaboran las reglas económico políticas del siglo XXI que impregnan al conjunto de tratados y acuerdos a nivel mundial. En este sentido, asegurar distintas formas de propiedad que obstaculice a los poderes emergentes constituirse como nuevos centros mundiales se vuelve crucial para el poder económico del Norte Global que se concentró cada vez más en la extracción de riqueza mediante las finanzas, los seguros y la propiedad inmobiliaria, junto con la consolidación de un régimen de derechos de propiedad intelectual, patentes, productos culturales y monopolios corporativos. A su vez, resulta crucial para estos intereses sostener la influencia en los nodos estratégicos de los flujos mundiales de mercancías, información y dinero, especialmente de la región Asia Pacífico.

CPTPP y la fractura de Estados Unidos y el polo de poder angloamericano

Si el triunfo de Donald Trump y del Brexit significaron la suspensión de los grandes acuerdos multilaterales de comercio e inversión impulsados hasta entonces por Estados Unidos –el TPP y el TTIP (Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión)— el lanzamiento del CPTPP indica que la geoestrategia globalista continúa presente aun sin contar con el gobierno “americanista” de los Estados Unidos.

El TPP como la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP por sus siglas en inglés), a lo que deberíamos sumar la Alianza del Pacífico (AP), son elementos claves de la geoestrategia de las fuerzas globalistas de Estados Unidos, el Reino Unido y el conjunto del polo de poder angloamericano. Para estas fuerzas globalistas, resulta crucial en plena transición histórica mundial dominar las periferias euroasiáticas para contener y subordinar a las polos continentales re-emergentes (especialmente China y Rusia) y crear un equilibrio de poder favorable. Ello también implica unificar geopolíticamente a Occidente y extenderlo a Turquía y Rusia como gran meta estratégica, y centralizar en la dimensión político-estratégica a lo que en términos geoeconómicos se denomina Norte global (Estados Unidos, Europa occidental y Japón).

Las fuerzas globalistas proyectaban, frente al creciente desafío de los poderes emergentes, avanzar junto al TPP, TTIP y AP, con la expansión y profundización de las alianzas militares de la OTAN y construir una suerte de OTAN en el Asia Pacífico e Índico. Allí se entrecruzan la economía política del capital (financiero) transnacional con la geopolítica del polo de poder dominante que da como resultado una geoestrategia (gestión de los “intereses” económicos y geopolíticos, lógica del capital global + lógica territorial).   

Las fuerzas globalistas del polo angloamericano buscan avanzar en una Europa occidental extendida hacia el este y el  Asia Pacífico penetrando hacia el Índico y el Asia central, siendo fundamentales para ello los nodos insulares del Reino Unido y Japón. El desarrollo de la AP en América Latina bajo el paradigma del regionalismo abierto liberal en estrecha relación con el TPP y el TTIP forma parte de esta geoestrategia, que va en detrimento del desarrollo del regionalismo autónomo y del establecimiento de un bloque de regional en relación con los poderes desafiantes del orden mundial. Sin embargo, la geoestrategia globalista sufrió un duro golpe con el triunfo del Brexit en el territorio central de la periferia occidental de Eurasia y donde se asienta la principal “city” financiera global (Londres), y con el triunfo de Donald Trump en el territorio fundamental del polo angloamericano, Occidente y el Norte global.          

La geoestrategia Americanista, resumida en el eslogan “Estados Unidos primero”, emerge de fracciones de capital y ramas industriales retrasadas en el escenario global, las fuerzas dominantes del complejo industrial del Pentágono, parte de los intereses petroleros y un conjunto de actores que ven como una amenaza la pérdida de soberanía nacional y de capacidad decisional a partir de la subordinación de Estados Unidos (y el Reino Unido) a instituciones globales, a acuerdos y tratados multilaterales.

El americanismo emergente con el gobierno de Trump, que tiene similitudes con el de George W. Bush pero con matices más nacionalistas y recubierto de un discurso contra el establishment globalista, busca entre otras cuestiones fortalecer unilateralmente el polo angloamericano comandado por Estados Unidos en términos geopolíticos, económicos, simbólicos e identitarios; impulsar una agenda proteccionista para fortalecer la producción industrial de los Estados Unidos frente a China pero también frente a aliados como Alemania y Japón, y asimismo para reequilibrar el déficit comercial y reforzar la “seguridad nacional”; establecer acuerdos económicos bilaterales, abandonar el multilateralismo, y utilizar el tamaño de la economía norteamericana como herramienta de negociación  presionar a los aliados de Europa y Japón a que aumenten sus gastos militares, gran parte de los cuales deben fluir hacia el complejo industrial militar de Estados Unidos; redefinir la geoestrategia frente a las potencias re-emergentes (China y Rusia), dejando de lado las grandes alianzas comerciales en las periferias Euroasiáticas, junto al “softpower” y la centralidad de las guerras “híbridas”, para ubicar al Medio Oriente como escenario principal de la disputa mundial, enfocar el enfrentamiento con Irán y sus aliados, apostar a un gran Israel que desequilibre la ecuación de poder en dicha región y retomar los formatos más convencionales de la guerra (lo que no implica abandonar los otros).

El lanzamiento del CPTPP, recuperando la sustancia del firmado TPP en febrero de 2016 junto al entonces presidente de Estados Unidos Barack Obama, claramente se enfrenta al americanismo dominante en Estados Unidos, indicando que las fuerzas que sostienen al gobierno de Trump no logran disciplinar a sus países aliados. Se observa, además, que más allá de la derrota momentánea a nivel político institucional de las fuerzas globalistas en Estados Unidos y en el Reino Unido, éstas (junto a fuerzas aliadas) siguen teniendo un enorme poder económico, político y estratégico, lo que incluye a varios países del polo de poder angloamericano y sus áreas de influencia. En este sentido, debe destacarse que seis de los países firmantes y principales impulsores del CPTPP son parte del Commonwealth británico que tiene como cabeza a la reina del Reino Unidos Isabel II (Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Singapur, Malasia y Brunei) y que el Reino Unido se considera como posible incorporación en un futuro cercano. En este sentido, las fuerzas conservadoras ligadas a la corona que rechazan al TTIP y a la Unión Europea con preponderancia alemana en el Reino Unido, no tienen posiciones homogéneas con el TPP y muchos son favorables.           

El CPTPP y la lucha euroasiática

Un país clave en el CPTPP es Japón. Potencia económica de primer orden (tercer PIB del mundo en términos nominales), centro de la economía del Asia-Pacífico hasta hace unos años y protectorado norteamericano luego de la derrota en la Segunda Guerra Mundial, Japón es el territorio insular fundamental que garantiza la presencia de los Estados Unidos en la periferia oriental de Eurasia. Su presencia permite proyectar el CPTPP hacia Corea del Sur y Taiwán, en la búsqueda de cercar a China e intentar impulsar las fuerzas globalistas al interior del gigante asiático.

Japón fue un actor principal en la concreción del TPP. A su adhesión en 2013 le siguió la decisión de Xi Jinping a los pocos meses de impulsar públicamente la llamada Nueva Ruta de la Seda, proyecto denominado como Un Cinturón Una Ruta (OBOR por sus siglas en inglés). La situación de Japón se encuentra tensionada frente a la geoestrategia continental euroasiática de China, reforzada por la vertiginosa expansión económica del gigante oriental, las alianzas con Rusia consolidadas en acuerdos económicos y en Organización para la Cooperación de Shanghái (una especie incipiente de OTAN paralela), la compra de empresas estratégicas en el exterior (alta tecnología, energía, alimentos y transporte), la internacionalización del remimbí, el lanzamiento de una arquitectura internacional paralela a la dominada por el Norte global, el enrome fortalecimiento de las Fuerzas Armadas (terceras a nivel mundial luego de Estados Unidos y Rusia) y las tensiones territoriales en espacios insulares (islas Senkaku/Diaoyutai). Además, China aprovechó el vacío dejado por la caída del TPP para avanzar en acuerdos comerciales y económicos que rompen el cerco costero: la Asociación Económica Integral Regional (RCEP en inglés) y el Área de Libre Comercio de Asia y el Pacífico" (FTAAP).

En este escenario, las fuerzas dominantes de Japón refuerzan la geoestrategia globalista, apostando a un equilibrio de poder Euroasiático en detrimento de China. Además, la apuesta por la CPTPP es crucial en la disputa con el Estados Unidos de Trump que, por un lado, insta a Japón a aumentar su presupuesto militar para que fluyan compras al complejo industrial militar del Pentágono y, por otro lado, lo afecta económicamente con la política proteccionista. También resulta crucial para Japón sostener un sistema de alianzas que le permita mantener su influencia en el Asia Pacífico.       

Si China rompiera el cerco costero del Asia Pacífico e Índico, y su influencia dominante se extendiera definitivamente sobre el sudeste asiático, se convertiría en el principal polo de poder mundial. Especialmente teniendo en cuenta la fractura de Estados Unidos y Occidente, y la alianza de China con Rusia (el actor dominante en el espacio medio euroasiático), que en términos militares tiene la capacidad para desafiar el poder de la OTAN, como se demostró en Siria. La relación con Irán es también clave en este sentido, como así también lo nexos cada vez más fuertes con las fuerzas continentalistas de Alemania y Europa.

En este escenario, el promocionado CPTPP por los medios de comunicación globalistas (CNN, Financial Times, BBC, New York Times, etc.) ocupa un lugar clave.   

También resulta clave para América latina. Con la asunción de Trump, las fuerzas neoliberales y afines en la región, que dominantemente apostaban por el globalismo, quedaron desorientadas. La renegociación del NAFTA, el proteccionismo de Estados Unidos y el resquebrajamiento de Europa las dejó literalmente sin Norte claro. La Alianza del Pacífico quedó en un impase y los nuevos gobiernos neoliberales de Argentina y Brasil que se asumieron en términos geopolíticos como parte de Occidente, se alinearon con Washington y Londres y querían ser parte del TPP, a la vez que avanzar en un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, se vieron sacudidos por una nueva situación en el escenario mundial. El lanzamiento del CPTPP podría tener impacto en la región, en el sentido de establecer nuevamente (y literalmente) un Norte para estas fuerzas, aunque deberán equilibrar sus intenciones con Washington y la agenda norteamericana para la región. Sin embargo, la tendencia estructural es hacia la multipolaridad, el declive relativo de Estados Unidos y la fractura del polo angloamericano, generando condiciones para una posible rearticulación de las fuerzas anti-neoliberales que proyectan un regionalismo autónomo. 

 

(IdIHCS, CONICET-UNLP).

 

[1] “CPTPP: el histórico acuerdo comercial firmado por México, Chile, Perú y otros 8 países del Pacífico para reducir sus barreras comerciales”,  BBC Mundo, 8 marzo 2018.

[2] Rodrigo Alpízar, “Del TPP11 al CPTPP”, El Sol de México, 11 de marzo de 2018.

[3] De los distintos discursos que dio Obama en relación al TPP y su sentido estratégico, podemos citar este: “Sin este acuerdo, los competidores que no comparten nuestros valores, como China, decretarán las reglas de la economía mundial (…) Cuando más del 95% de nuestros clientes potenciales viven más allá de nuestras fronteras, no podemos dejar que países como China decreten las reglas de la economía mundial.”Discurso semanal a la Nación, AFP, 10 de octubre de 2015.

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