Riesgos de la inteligencia
¿Qué es la inteligencia?
Capacidad de adaptarse. Quien no la tiene, desaparece.
¿Y la inteligencia artificial?
No hay distinción: ambas nacen y existen para servir a la evolución humana.
Pero una computadora es una máquina.
Y nuestro cerebro también. Es una máquina de adaptarse a circunstancias cambiantes: un motor para evolucionar. También lo es la computadora, de la que nos servimos como prótesis de nuestro propio cerebro para ser más inteligentes, es decir, para adaptarnos mejor.
Ahora mismo le estoy grabando con un smartphone.
Mi amigo el filósofo Daniel Dennet diría que ese smartphone sólo es una prótesis de su memoria y de su cerebro. Y usted lo lleva consigo como complemento de su cerebro. No hay diferencia pertinente entre su cerebro de carne y el de silicio.
Pero la computadora no tiene vida propia.
La vida surgió cuando ciertas moléculas empiezan a reproducirse a sí mismas y evolucionó porque la vida tiende a ocupar todo espacio disponible especializándose en hábitats. Esa forma elemental de adaptación consiste en potenciar los rasgos que sean más útiles a cada medio específico. Nosotros la hemos superado.
¿En qué sentido?
Los humanos ya no tenemos que especializarnos en un hábitat con evolución genética porque, gracias a nuestra inteligencia, desarrollamos tecnologías para adaptarnos a todos: desde el desierto hasta los polos.
Es la evolución cultural.
Lo inanimado pasó a la vida no consciente y después a la humana consciente y ahora estamos en la transhumanización: nuestra fusión con la inteligencia artificial para llegar a la posthumanidad...
¿Cuándo va a superar la inteligencia artificial a la que traemos de serie?
Kurzweil calcula que ese momento será hacia 2029. Y a mí me parece estupendo, pero no veo nada emocionante en la fecha, porque la convergencia entre nuestra inteligencia y la creada por nosotros para complementarla ya se está produciendo.
Ese momento de superioridad de la máquina da miedo a muchos.
El peligro no está en las máquinas, sino en nosotros, porque tener poder es tener la posibilidad de usarlo contra uno mismo. Es el problema filosófico de nuestro tiempo, porque nuestro poder se multiplica, como nuestra inteligencia, de forma exponencial con la capacidad de las computadoras.
La ley de Moore.
Cuando entré en Harvard había una sola computadora y era para fines militares. Ningún estudiante podía soñar con acercarse a ella. Cuando empecé el doctorado, había computadoras en todas partes y cada dos años duplicaban su capacidad.
Y van camino de superarnos.
Y de integrarse con nuestra inteligencia. Sólo hay que mirar alrededor y darse cuenta de que ya no hay límites entre nuestra inteligencia y las computadoras. Todo el día pegados a ellas: las llevamos en el bolsillo a todas partes.
¿Hasta dónde llegará el hombre?
No tenemos límites excepto el que impusiera un mal uso de nuestro cada vez más inmenso poder. Podemos usarlo para el suicidio en masa, como demostró la Guerra Fría o como podría demostrar el calentamiento global ahora. Y aun así... Hay planetas habitables. Si ese suicidio no lo cometemos antes de desarrollar la tecnología necesaria, no habrá nada que impida que los habitemos y que la especie cambie de planeta... Y aún más allá.
¿Qué hay más allá?
Hay universos paralelos...
Habla más como un escritor de ciencia ficción que como un científico.
Lo tomo como un gran cumplido. Porque fui amigo y además vecino de Isaac Asimov y muy amigo de Arthur C. Clarke...
Asimov dijo que usted y Carl Sagan son los humanos más inteligentes.
Mi ciencia seguía a la ficción de Asimov y no al revés.
Clarke dijo que podía o no haber vida en el resto del universo: las dos opciones eran igual de terroríficas.
Si antes no nos suicidamos como especie, esa vida la podríamos llegar a poner nosotros.
¿Ha leído a Kurzweil, pensador de Google: el mejor pagado del mundo?
Es amigo mío, pero me da igual lo que le paguen. Asimov era mejor escritor.
¿Por qué?
Porque no escribía monólogos: al escribir dejaba espacio para puntos de vista distintos del suyo que recogía con respeto. Una habilidad que los escritores de ciencia ficción parecen haber olvidado.
Revista Ñ - 7 de julio de 2014