“Sin tensión no hay revolución”
En realidad, las barreras buscaban ordenar la entrada del público al Centro de Cultural de la Cooperación (CCC), donde se estaba clausurando el ciclo de charlas titulado “La Patria Grande” con la visita del vicepresidente boliviano Álvaro García Linera. Líder de una organización guerrillera indigenista en los ’70, reconocido sociólogo y ensayista, y principal autor intelectual de la revolución plurinacional en Latinoamérica, García Linera llegó al país para recibir una nueva distinción como Doctor Honoris Causa en la Universidad Nacional de La Plata pero, antes, ofreció en la Sala Solidaridad de la CCC una charla con más código militante que académico.
El horario del encuentro con García Linera no era el habitual para este tipo de disertaciones. Pero, la “apretada” agenda del número dos del Palacio Quemado no daba margen para otra cosa, según contaron los organizadores. Por ese motivo, la comitiva boliviana no habilitó contactos con la prensa. Igualmente, el ex cuadro rebelde de la formación maoísta Túpac Katari diagramó su encuentro con la muchísima gente que asistió con un criterio, podría decirse, finamente político. A sabiendas de que, en los últimos meses, algunas organizaciones indigenistas, ambientales y la poderosa central sindical COB se movilizaron en su país con reclamos contra el presidente Evo Morales, García Linera entendió que tenía una oportunidad en Buenos Aires para explicar a la dirigencia y al “activo” militante que se reunió en el CCC por qué “la tensión creativa” es “parte de la revolución”. Es decir, lejos de denostar o minimizar el grito de los sectores del campo popular boliviano que están algo molestos con algunas decisiones del gobierno, Linera explicó que estas “contradicciones” son parte necesaria de la etapa. Fiel a su formación política, García Linera no se escudó en frases políticamente correctas o en consignas desabridas cocinadas en agencias de publicidad postmoderna. El vice boliviano citó a Marx, Lenin, Mao Tsé Tung y, con un ojo en la platea, cuando leyó que la atención disminuía, bromeó, utilizó al politólogo Atilio Borón –uno de los presentadores de la charla junto al diputado nacional Juan Carlos Junio– como sparring para improvisar una especie de stand up sobre qué “significan en realidad los bonos verdes con los que buscan privatizar los bosques bolivianos”. En definitiva, Álvaro García Linera no decepcionó y dio cátedra en Buenos Aires.
Paradójicamente, comenzó hablando el público. El vice boliviano decidió que el encuentro se iniciará con una “ronda de preguntas”. En total, fueron seis o siete los primeros interrogantes planteados por los asistentes. Pero, uno sólo fue el denominador común. En líneas generales, la duda acercada a García Linera fue la siguiente: ¿Cómo entender que los pueblos originarios del Oriente boliviano se hayan alzado contra la revolución indígena que dice liderar el presidente Evo Morales en rechazo a la construcción de una ruta sobre un parque amazónico? Algo parecido, en cuanto a preguntarse si se había acabado la luna de miel entre Evo y el pueblo boliviano, planteó recientemente el reconocido escritor boliviano Fernando Molina –ganador del Premio Rey de España al Periodismo Iberoamericano en 2012– en un artículo publicado en la revista Nueva Sociedad y titulado “¿Por qué Evo Morales sigue siendo popular?”: “Luego de seis años de gobierno, el oficialismo carece de la excitante aura de novedad que lo rodeaba al principio del llamado ‘proceso de cambio’. En líneas gruesas, el cambio ya ha sucedido y cambiar ha dejado de ser la pulsión dominante del país, como lo fuera entre 2002 y 2009. El aporte principal del MAS a la innovación boliviana ya está hecho; el futuro de este partido depende ahora de su posibilidad de representar la continuidad de las leyes, las instituciones y las políticas que diseñó y aplicó durante estos años”.
Recapitulando, García Linera recogió el guante y argumentó por qué es necesario pavimentar un tramo asfáltico sobre una reserva natural que es territorio venerado por los pueblos originarios locales. Primero, como buen sociólogo, García Linera presentó el problema a tratar e hizo un poco de historia: “Ya sea por medio de la dominación fuerte del despotismo hacendal que controla los procesos de intermediación y semiindustrialización de los productos amazónicos o por la dominación suave de las ONG, las naciones indígenas amazónicas están económicamente desposeídas del territorio y políticamente subordinadas a discursos y poderes externos. En síntesis, el poder tanto económico como político en la Amazonía, no está ni en manos de los pueblos indígenas ni en manos del Estado. El poder en la Amazonía está en manos, por una parte, de una elite hacendal–empresarial; y por otra, de empresas y gobiernos extranjeros que negocian el cuidado de los bosques amazónicos a cambio de la reducción de impuestos y el control de la biodiversidad para su biotecnología”.
Luego, el vice boliviano explicó que la construcción de la ruta tenía una necesidad muy concreta porque “la carretera sutura una geografía nacional escindida en dos grandes bloques geográficos: Altiplano/ Amazonía. Además, permite el encuentro cara a cara de dos regiones de la patria que hasta hoy viven una de espaldas a la otra. La carretera nacionaliza un espacio territorial fundamental de Bolivia, en el cual, gobiernos y empresas extranjeras, ciudadanos extranjeros y terratenientes tenían más autoridad, conocimiento y poder que el propio Estado boliviano. Con la carretera, la geografía real y la geografía ideal del Estado tienden a coincidir”.
Recientemente, un compañero de ruta de García Linera –en términos políticos, claro está– como Raúl Prada, un ex ministro del evismo que hoy defiende la posición de las comunidades del Parque Tipnis enfrentadas a la carretera gubernamental publicó un ensayo titulado Miseria de la Geopolítica, en contraposición al libro de Linera titulado Geopolítica de la Amazonía, y advirtió que “ellos (por el gobierno nacional) dicen que la descolonización está en marcha porque se usan símbolos plurinacionales, porque se cambian nombres, porque se forma un viceministerio de descolonización, con poco presupuesto y limitados atributos en su labor. Cuando los alcances efectivos del ejercicio gubernamental es la mantención del Estado-nación, de su mapa institucional, de las normas y de la administración de normas liberal. Es decir, no se ha salido de las estructuras de dominación de la colonialidad. La descolonización no es la folclorización de lo indígena, al contrario, se trata que la institucionalidad indígena, sus matrices culturales, las formas de gobierno propias formen parte de las transformaciones estructurales del Estado”. Entonces, García Linera dedicó la última parte de su parlamento sobre este tópico para rebatir de forma contundente al sector medioambiental boliviano que, permanentemente, retruca los planes desarrollistas del gobierno: “¿Cómo esperar que un país pequeño se defienda de la contrarrevolución, organice la unificación de una sociedad fragmentada, lleve adelante la revolución política más importante de su historia, cambie la estructura de propiedad y distribución económica, y encima en sólo seis años cambie de forma aislada un modo de producción que tardó más de 500 años en instaurarse y que hoy todavía sigue expandiéndose?”. A esa altura, el titular del Afsca Martín Sabbatella y el diputado Carlos Heller, que seguían atentamente la exposición de García Linera, fueron los más entusiastas en aplaudir un concepto estratégico que, evidentemente, es defendido por la plana mayor de Nuevo Encuentro.
Ya sobre el cierre de la charla-encuentro-disertación, García Linera explicó por qué al gobierno boliviano no lo inquietan las demandas de las organizaciones sociales locales sino que “procesamos los reclamos como parte de las tensiones creativas que presentan cualquier movimiento revolucionario”. En ese sentido, el dos del Poder Ejecutivo del vecino país argumentó que “acabado el derrumbe del Estado neoliberal, ingresamos a la construcción de lo nuevo, del nuevo orden, del nuevo Estado. Las exigencias de las organizaciones populares –indígenas, obreras, campesinas– ya no son corporativas o gremiales. Transitamos lo que Antonio Gramsci denominó como la etapa política de la revolución. Ahora, hay que ponerse de acuerdo sobre qué tipo de sociedad queremos construir y eso, por supuesto, genera tensiones”.
En ese sentido, la contradicción del momento entre gobierno y campo popular en Bolivia tiene nombre y apellido y se denomina Central Obrera Boliviana, hegemonizada por el combativo sindicato de los mineros locales. Semanas atrás, la COB lideró masivas movilizaciones en La Paz donde la consigna principal fue contra los “exiguos” aumentos salariales de este año. “La COB debería entender también todo el cuadro general para moderar sus planes de lucha. Hemos modificado radicalmente el sistema de pensiones. Ahora, los mineros pueden jubilarse a los 55 años de edad. Yo entiendo sus exigencias como entiendo a las comunidades aymaras que reclaman más escuelas y hospitales rurales, al igual que comprendo a los sindicatos petroleros que no temen peticionar más inversión extranjera para profundizar la extracción de crudo. Ahora bien, ¿qué debe hacer el Estado boliviano: velar por el interés particular de cada sector o buscar la síntesis política superadora donde converjan todos los caminos y todos los reclamos?”, preguntó García Linera y el silencio de los presentes bien pudo traducirse como una respuesta.
Pasaba el tiempo y la charla continuaba. Afuera del CCC, un grupo de choferes, a cargo de una hilera de autos perfectamente acomodada para salir en fila india, aguardaba al vicepresidente boliviano para trasladarlo a la ciudad de La Plata donde iba a recibir el doctorado Honoris Causa por parte de las autoridades de la UNLP. Evidentemente, García Linera aceleró el fin del encuentro cuando parte de su comitiva le hacía señas de que ya era la hora de partir. Pero, antes de ponerle punto final a su charla, García Linera buscó remarcar lo dicho en el inicio de la actividad organizada por el CCC: “Será verdad que la carretera del Tipnis forma parte del tenebroso plan de los corredores interoceánicos que quieren depredar los bosques para someternos a la vorágine imperial brasileña, como lo afirma el recetario de algunas ONG. El Plan Iirsa fue diseñado para crear corredores bioceánicos que vinculen el este brasileño con el Océano Pacífico y los mercados de Asia. La carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos no vincula el eje trocal del país con ninguna carretera o eje vial brasileño. Trinidad está a 338,6 kilómetros de la frontera. ¡Sí, a 338,6 kilómetros de la carretera más cercana de Brasil! Ningún cargamento de soja o de madera brasileña llegará a ningún puerto con esta carretera, lo único que llegará a Trinidad o Cochabamba son personas y productos bolivianos que actualmente tardan dos o tres días para arribar de un lugar al otro, pero que con el nuevo camino lo harán en cuatro horas”. En ese momento, afuera de la sala, una señora se acercó al chofer del vicepresidente boliviano y le preguntó por qué tanto alboroto a esa hora de la mañana en la avenida Corrientes. “¿García Linera?”, repreguntó la mujer y, acto seguido, acotó: “¿Es el que acompaña a Darín en la obra”? Evidentemente, harán faltas más charlas y más visitas del número dos del Estado Plurinacional de Bolivia para que haya otro tipo de luminarias que llamen la atención en el centro porteño.
Miradas al Sur - 30 de junio de 2013