“La sutura de la tierra,
la revalorización de la semilla, 
la reconexión con el alimento, 
la vuelta a las raíces con esperanza”.

Nos encontramos transitando una pandemia “eterna”, amplia y profunda, que ha transformado todos los aspectos de nuestra vida cotidiana – la familia, el trabajo, la comunidad y las relaciones sociales. Todo se ha visto trastocado desde la irrupción del COVID- 19 en nuestras vidas. El mundo entero se debate entre los graves impactos sanitarios, económicos, los efectos sociales y psicológicos del confinamiento prolongado y la multiplicidad de efectos negativos que este escenario conlleva. Las crisis, como la del COVID-19, son procesos de gran incertidumbre, cambio profundo y muchas veces tienen consecuencias inesperadas. Presentan contextos de grandes desafíos, pero también de oportunidades para pensar, reflexionar y movilizarse. Muchas preguntas surgen en este escenario particular: qué futuro queremos para la humanidad y para las futuras generaciones; qué modelos de desarrollo deseamos para nuestra sociedad; cómo construir un lugar más justo dónde habitar en armonía entre los seres humanos y con la naturaleza. 

A lo largo de los últimos meses hemos visto diferentes abordajes de la pandemia, donde se destaca por un lado la cuestión sanitaria dada la urgencia de salvar las vidas de la población y por otro la cuestión la socio-económica afrontando un escenario de fuerte recesión mundial y aumento de la desigualdad y la pobreza. Sin embargo, quedan relegados los análisis sobre los orígenes y las causas de esta pandemia de origen zoonótico y su estrecha vinculación con la forma en la cual los seres humanos nos vinculamos con la naturaleza y la crisis ambiental y climática en la que nos encontramos inmersos. 

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* Antropóloga, docente de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) y becaria postdoctoral en CONICET.
** Licenciado y profesor en Ciencias de la Educación, Maestro de Educación Primaria, pintor y dibujante.

Diciembre 2020