Syriza debe ignorar las llamadas a la responsabilidad
Pero, ¿para qué ha servido hasta ahora esa pretendida responsabilidad?
Para entender el terremoto político en Grecia, ayuda echar una ojeada al "acuerdo stand-by" de mayo del 2010 entre Grecia y el Fondo Monetario Internacional , en virtud del cual la llamada troika - el FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea – hicieron préstamos al país a cambio de una combinación de austeridad y reformas. Es un documento notable, en el peor sentido de la palabra. La troika, que pretendía ser decidida y realista, iba vendiendo una fantasía económica. Y el pueblo griego ha venido pagando el precio de esos delirios de élite.
Suposiciones falsas
Las proyecciones económicas que acompañaron al "acuerdo stand-by" asumieron que Grecia podría imponer una dura austeridad que afectase poco al crecimiento y al empleo. Grecia estaba en recesión cuando se alcanzó el acuerdo, pero las proyecciones asumían que esa recesión terminaría pronto - que habría sólo una pequeña contracción en 2011, y que, para 2012, Grecia estaría recuperándose. El desempleo, asumían las proyecciones, aumentaría sustancialmente, del 9,4 por ciento en 2009 a casi el 15 por ciento en 2012, pero después disminuiría rápidamente.
Lo que realmente ocurrió fue una pesadilla económica y humana. Lejos de terminar en 2011, la recesión griega cobró impulso. Grecia no toco suelo hasta el año 2014 y, en ese momento, había experimentado una depresión en toda regla, con un desempleo total que llegaba al 28 por ciento y un paro juvenil que llegaba casi al 60 por ciento. Y la recuperación actual es apenas visible, y no ofrece ninguna perspectiva de recuperar los niveles de vida anteriores a la crisis.
¿Qué salió mal? Me encuentro bastante a menudo afirmaciones en el sentido de que Grecia no cumplió sus promesas, que no cumplió a la hora de llevar a cabo los recortes de gasto prometidos. Nada podría estar más lejos de la verdad. En realidad, Grecia llevó a cabo recortes salvajes en los servicios públicos, los salarios de los trabajadores públicos y las prestaciones sociales. El gasto público se redujo mucho más que lo previsto en el programa, y es alrededor de un 20 por ciento inferior al de 2010.
Sin embargo, los problemas de deuda de Grecia son peores que antes del programa. Una razón es que la crisis económica ha reducido los ingresos: el gobierno griego está recogiendo un porcentaje mucho más importante del producto interno bruto en impuestos, pero el PIB ha caído tan rápidamente que la recaudación tributaria general se ha reducido. Por otra parte, la caída del PIB ha hecho que un indicador fiscal clave, la ratio de la deuda en relación al PIB, siga subiendo a pesar de que el crecimiento de la deuda se ha ralentizado y Grecia obtuvo una modesta quita de la deuda en 2012.
¿Por qué fueron las proyecciones originales tan locamente optimistas? Como ya he dicho, porque los supuestamente decididos funcionarios vivían en realidad una fantasía económica. Tanto la Comisión Europea como el Banco Central Europeo decidieron creer en el hada de la confianza: es decir, pensar que los efectos directos de la destrucción del empleo causada por los recortes del gasto serían más que compensados por un aumento del optimismo del sector privado. El FMI fue más cauto, pero subestimó el daño que podía causar la austeridad.
Y aquí está la cosa: si la troika hubiera sido de verdad realista, habría reconocido que estaba exigiendo lo imposible. Dos años después del inicio del programa, el FMI buscó ejemplos históricos de programas como el griego, intentos de pagar la deuda mediante la austeridad sin quitas de deuda o inflación, que hubieran tenido éxito. No encontró ninguno.
Nada de dar lecciones
Así que ahora que Tsipras ha ganado, los funcionarios europeos harían bien en evitar dar lecciones exigiéndole que actúe responsablemente y continúe aplicando el programa. El hecho es que no tienen credibilidad; el programa que impusieron a Grecia nunca tuvo sentido. No tenía ninguna posibilidad de funcionar.
En todo caso, el problema con los planes de Syriza puede ser que no sean lo suficientemente radicales. Pero no está claro qué más puede hacer un gobierno griego, a menos que esté dispuesto a abandonar el euro, y el pueblo griego no está preparado para eso.
Aún así, al pedir un cambio importante, Tsipras es mucho más realista que los funcionarios que quieren continuar con los golpes hasta que aprendan la lección. El resto de Europa debe darle la oportunidad de poner fin a la pesadilla de su país.
Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de 2008
Sinpermiso - 1 de febrero de 2015