Un año con el FMI

Martín Guzmán


Balance de errores y lecturas ideológicas que nos llevaron al acuerdo con el Fondo. Cómo seguimos de acá en adelante.

8 de mayo de 2018. El peso argentino en plena caída. Dos años y medio de gobierno de Macri ya transcurridos y las señales de aquel mentado despegue que sus reformas generarían brillan por su ausencia. La Reserva Federal de Estados Unidos había confirmado la suba de tasas que se esperaba y, como siempre ocurre en estos casos, los mercados ponen más atención en el rumbo que seguían las llamadas economías emergentes. Cuando la lupa se puso en Argentina los mercados dijeron basta. Esto no va para ningún lado, salgamos de aquí. Y agarraron al país con una bomba de tiempo: el stock de LEBACS que el Banco Central de la República Argentina (BCRA), religiosamente apegado a sus doctrinas monetaristas fundamentalistas, había inflado a un punto que, llegado el cambio de expectativas, generó una explosión que todavía tiene efectos expansivos. Un jugador grande que un martes decide no renovar su posición de LEBACS y el resto que lo sigue en una cuestión de días. Nadie quiere ya bonos en pesos a las tasas que venía ofreciendo el BCRA. Sobran los pesos, faltan los dólares. Toca hacerse cargo de uno de los peores temores de todo gobierno argentino: una corrida cambiaria, corrida que desmorona por los aires el plan económico de Macri. Cunde el pánico en el gobierno y Macri anuncia el regreso del FMI a la escena del día a día de la economía argentina, doce años después de que el país se despojase de aquella injerencia. 

20 de junio de 2018. El acuerdo se concreta. Argentina recibe un préstamo de 50 mil millones de dólares estadounidenses, un montón de dinero para el país y para el FMI. Como siempre, el préstamo viene con condicionalidades. Condicionalidades que en parte son auto-impuestas pues el plan fue diseñado conjuntamente entre el gobierno de Macri y el FMI. 

El anuncio procede a algunas semanas de trabajo conjunto entre una misión enviada por el gobierno argentino, con fuerte presencia de representantes del BCRA, y los equipos del FMI. La corrida fue culpa del 28D, aquella famosa conferencia de prensa en la que se anunció el cambio de las metas de inflación, convence la misión argentina al FMI. Fueron los políticos que se entrometieron en el armado brillante de los técnicos e hicieron volar por los aires la credibilidad del programa. Valga el recordatorio, se le había pifiado a la meta "solamente" por 15 y 7,8 puntos porcentuales en 2017 y 2018, respectivamente. El país se había encarecido, el tejido productivo se venía deteriorando, y las cuentas externas cada vez estaban más rojas. Pero profundicemos ese camino, se dijo. Y así se acordó más contracción monetaria y más austeridad fiscal. Un plan para estabilizar la economía, se anunciaba desde el FMI.

Pasan las semanas, van cambiando las autoridades, crecen los comportamientos erráticos y la falta de coordinación dentro del gobierno. Cada vez hay más confusión. Se termina agosto de 2018 y otra corrida golpea al peso. Macri anuncia cambios al acuerdo con el FMI. Eventualmente se confirma que el préstamo se extiende a 57 mil millones de dólares, el más grande del FMI en su historia. El dólar cotizaba a $20,70 al comenzar el año. Pasa la barrera de los $40 en septiembre. Algo hay que hacer. No se puede dejar que la corrida se torne una espiral de depreciación-inflación-depreciación. Una depreciación del peso más rápida significa que el traspaso a precios también será más alto, lo que lleva a una depreciación aún mayor. 

A esta altura a la nueva conducción del BCRA no le sobran los instrumentos para lidiar con la corrida. Misión bien complicada la que le toca a Sandleris y compañía. Se acuerda con el FMI un nuevo programa monetario, que es un mazazo: la base monetaria no podrá crecer dentro de una banda de no intervención. Los dos límites de la banda irán creciendo en el tiempo. El mazazo es efectivo para frenar la corrida. Se seca la plaza de pesos y el dólar frena su escalada. Pero el programa empieza a apuntar demasiado lejos. Se pasa a confundir un programa para frenar la corrida con un programa anti-inflacionario. No se acaba con la inflación. Y cuando los mercados ven que el tipo de cambio real se aprecia, se intensifican las presiones para salir de posiciones en pesos. Es así que eventualmente el dólar empieza a crecer de vuelta y finalmente el FMI le permite al gobierno usar reservas. 

Recapitulemos. Al principio se anunció que los dólares del FMI no se iban a usar para pagar deuda sino que iban a estar ahí, disponibles para el gobierno, por las dudas, como un reaseguro que restaurase la confianza de los acreedores en el país. Pero las aguas no se calmaron. Por el contrario, la irrupción del FMI en la escena en ciertos círculos señaló que la cosa venía fulera en serio. Se anunció luego que esos dólares se utilizarían para pagar deuda. Cuando se vio que eso no disipó las dudas terminó aceptándose que se puedan vender reservas. 

La Directora Ejecutiva del FMI, Christine Lagarde, declara en abril de 2019 que el programa está empezando a funcionar. Pero la realidad es otra. Nunca se restauró la confianza en que Argentina vaya a ser capaz de generar los dólares necesarios para sostener el pago de las deudas. El riesgo país creció y, más allá de una reciente baja, lo que abunda son las dudas. Las políticas contractivas agravaron la recesión y no resolvieron el problema de la inflación. Las perspectivas económicas vienen empeorando paso a paso. El programa no está funcionando. Ni va a funcionar, por una razón tan sencilla como poderosa: no hay estabilización posible, si el país no crece. Y no hay crecimiento posible con un programa que asfixia y que alimenta las dudas.

Para evitar que Argentina quede atrapada en una espiral recesiva hay que empezar por cambiar el programa macroeconómico. No va a ser trivial alcanzar eso pues el país ha perdido su autonomía. Para el gobierno actual no importó demasiado porque tiene una visión sobre la economía que no entró en conflicto con el FMI. El problema es que esa visión no funciona.  Y cuando haya un gobierno que quiera cambiarla, va a tener que lidiar con el FMI, lo que quiere decir lidiar con el poder financiero mundial. Un desafío peliagudo.

La historia que empezó hace un año tiene aún varios capítulos por delante en los años por venir. Serán los capítulos que determinen el futuro de Argentina en la próxima década.

 

Cenital - 21 de junio de 2019

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