Un sendero de desarrollo sustentable

Jorge Molinero, Elsa Cimillo


En su discurso del 27 de abril, Cristina Fernández de Kirchner expresó la necesidad de contar con un programa. Claramente se refería a un futuro gobierno, ya que el actual no llegó a planteárselo, concentrado en las urgencias del presente. Para avanzar en lo propuesto por la Vicepresidenta de la Nación, esbozaremos nuestra concepción sobre un sendero de desarrollo productivo sustentable, incluyendo la discusión respecto a los pasos previos a un programa que sea creíble y cumplible.

La sustentabilidad externa

Desde el golpe militar de 1976, una proporción importante del excedente económico (ganancias empresariales y ahorros particulares) se fugó del circuito productivo, ya sean los dólares que salieron del país o los guardados en colchones y cajas de seguridad. Ningún país tiene futuro con semejante drenaje.

La fuga de capitales aumenta por la alta inflación, ya que el peso no funciona como reserva de valor. Es absoluta prioridad reducirla a como dé lugar, no sólo para que el Frente de Todos llegue con posibilidades a las elecciones. La alta inflación genera angustia, enojo y desánimo en las mayorías populares. En ese caos crece la aceptación del mensaje deliberadamente irracional de insultos, odio, violencia y terrorismo económico de Javier Milei.

El desarrollo económico sólo se puede iniciar a partir de la sustentabilidad externa. Se deben poner todos los controles necesarios para evitar esa sangría permanente y recuperar fondos fugados para reducir el pago al FMI (proyecto del senador Oscar Parrilli). Pero aun con éxito en todo ello, no se anula la deuda con el organismo internacional ni con los acreedores extranjeros con los que nuestro gobierno tuvo que renegociar las deudas heredadas de Cambiemos.

La sustentabilidad provendrá –al menos por una década– del superávit comercial que genere la exportación del actual complejo agroindustrial, más el despliegue de la exportación de petróleo, gas y minería, aunque esos sectores no agotan la propuesta. El sector industrial actual –con pocos sectores competitivos internacionalmente– tiene un saldo exterior neto altamente negativo.

El complejo agroexportador pampeano –en especial, el sojero– es mucho más que la feracidad natural de la tierra. Está en la frontera mundial del nivel tecnológico y organizacional, pero sabedores de su posición estratégica, los productores rurales presionan a los gobiernos populares demorando la comercialización de las cosechas, sumado al contrabando y la subfacturación. En una primer etapa, el desarrollo de exportaciones no agrarias es la única forma efectiva de romper ese chantaje.

Un sendero de desarrollo sustentable siempre comienza por la utilización de los factores más abundantes. En los países latinoamericanos fue partir de la utilización (parcial) de la renta de los recursos naturales, pero quedarse en esa etapa no logró el adecuado desarrollo de las fuerzas productivas. En Asia fueron las enormes masas campesinas, que devenidas en obreros industriales baratos, permitieron el despegue con una acumulación de excedente, partiendo de la exportación de bienes simples para complejizarse más adelante.

Hasta el presente, el principal recurso de divisas proviene del complejo agroindustrial pampeano. La recuperación de YPF en 2012 nos agregó recursos energéticos en una dimensión hasta hace pocos años impensada, a lo que posteriormente se agregó el carbonato de litio. La explotación de Vaca Muerta y los yacimientos mar afuera del litoral bonaerense no son simple producción primaria. Implican tecnologías muy complejas y sobre todo grandes capitales. Tampoco la minería moderna es pico y pala. Los recaudos medioambientales son para mejorar la explotación de los recursos naturales, nunca para anularla o demorarla.

Salir de un modelo de financiarización especulativa y pasar a un programa de revitalización industrial no es simplemente volver a la etapa de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI), vigente en nuestro país desde mediados de los '30 hasta el golpe de Estado de 1976. La ISI no se había agotado. Fue deliberadamente abortada por José Alfredo Martínez de Hoz para jibarizar la industria buscando eliminar la combatividad política y sindical, que no le permitía al capital concentrado –cada vez más extranjerizado– una acumulación sin disputas.

Durante la ISI, la integración de partes y componentes nacionales de esas ramas maduras fue elevada. Los automóviles llegaron al 90%, electrodomésticos casi al 100%, al igual que textiles, confecciones, calzado y muchas otras ramas. Con economía cerrada por elevados aranceles (de hasta 170%), se tendía a una autarquía de baja productividad por limitada escala, poco avance tecnológico y oligopolización. En la etapa final de la ISI comenzaron las exportaciones industriales, en especial a países vecinos. Desde los '30 hasta el fin del siglo XX, los términos de intercambio fueron negativos para el país.

Después de 45 años del cierre abrupto del período ISI, el mundo productivo cambió radicalmente. El impulso a la producción industrial debe ser distinto. Desde los '80, la globalización ha logrado abaratar los bienes industriales por la producción asiática, mientras los bienes primarios se valorizan por la demanda oriental de alimentos y materias primas. No existe en esta etapa deterioro de los términos de intercambio. En estos 45 años se produjo la revolución de las tecnologías de información y computación (TIC´s), de la cual la Argentina apenas participa en el sector del software.

La Argentina adhirió a las reglas del GATT (siglas en inglés para General Agreement on Tariffs and Trade: Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio), hoy Organización Mundial de Comercio (OMC). Elevar unilateralmente los aranceles permite a los demás países hacer lo mismo con las exportaciones argentinas. Más allá de la OMC, impulsamos el Mercosur, que eliminó los derechos arancelarios entre los socios y fijó un arancel externo común entre 0% y un máximo de 35%. Cambiar este esquema unilateralmente es romper el Mercosur, del cual Brasil es el principal socio comercial.

Hace décadas que la tecnología industrial brasileña supera ampliamente a la nuestra en la mayoría de los sectores y que sus salarios industriales son menores que los nuestros. Su mano de obra industrial es más barata por la alta densidad de población rural que migra a las ciudades. Son rurales el 21% de sus 214 millones de habitantes, contra el % de 46 millones en la Argentina.

Con los acuerdos de reducción arancelaria, incluido el Mercosur, la industria bajó su integración nacional (y redujo trabajadores), al tiempo que abarataba los precios de los productos finales, además de mantenerlos actualizados. En el caso automotriz tenemos una eficiente industria montadora integrada con la de Brasil y controlada por multinacionales, pero su integración nacional se redujo del 90% al 20/30%, resultando su saldo externo altamente negativo por la importación de partes, componentes y equipos de producción. La diferencia es que los autos son mucho más baratos que los de la etapa ISI con alta integración nacional, y tienen avances tecnológicos (son computadoras con ruedas) que no podríamos reproducir a ningún costo nacional. Este ejemplo se repite en muchas ramas, desde los celulares y televisores sólo empacados en Tierra del Fuego, a los electrodomésticos de baja integración. Otras ramas han caído en forma absoluta por la importación barata de China, Brasil y otros: textil, calzado deportivo, indumentaria y muchas más.

La sustitución de importaciones se puede dar cuando lo sustituido es más barato que lo importado, y ello es posible sólo parcialmente con una importante devaluación real. No son sustituibles los insumos de la informática y las comunicaciones (TICs), de creciente participación en muchas ramas maduras, tanto en producto como en equipos de producción. La alternativa alta devaluación real/salarios muy bajos es políticamente reaccionaria, con un doloroso costo social, y además económicamente sin sentido.

El aumento del consumo es una buena política económica de corto plazo para reactivar capacidad ociosa y reducir el desempleo, pero siempre que haya divisas para atender el inevitable incremento de las importaciones. Sin divisas, el incremento de consumo se agota rápido en la restricción externa. Aquellos que siguen a Keynes no deben olvidar que definió la demanda efectiva como consumo, inversiones y saldo comercial externo, no sólo lo primero.

Especialización industrial

En la encrucijada actual, la única salida sustentable se encuentra en la combinación de las exportaciones agroindustriales, petróleo, gas y minería, sumada a la especialización en ramas con alta demanda de mano de obra especializada y talentos profesionales, que ya existen en distintos estadios de desarrollo. Para este cambio es necesaria una masiva educación de calidad, de la que carecemos, aunque tengamos importantes islas de conocimientos acumulados y tres premios Nobel en ciencias. Necesitamos millones de secundarios bien educados para tener cientos de miles de obreros y técnicos capacitados y los miles de profesionales excelentes que permitan avanzar en sectores complejos.

Algunas ramas son “diversificaciones relacionadas”, que arrancan de ventajas en otros sectores preexistentes:

Del sector agrícola-ganadero: “aguas arriba”, maquinarias de siembra y cosecha, fertilizantes, semillas transgénicas e híbridas, vacunas, herbicidas, agroquímicos con participación del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria), etc., y “aguas abajo”, complejo aceitero, alimentos elaborados como golosinas (Arcor, líder mundial), vinos, quesos, lácteos, etc. Es el único sector industrial con saldo positivo de divisas.

Del sector combustibles y minerales: “aguas arriba” insumos, componentes y bienes de capital para su operación, y “aguas abajo”, fertilizantes nitrogenados, hidrógeno, amoníaco, química y petroquímica, combustibles baratos para la industria en general.

En litio, el proceso será más lento por falta de experiencia minera e industrial nacional. Dos compañías de Estados Unidos y Australia (en proceso de fusión) exportan el carbonato (pasando de 185 millones de dólares en 2021 a 665 millones en 2022), mientras avanzan seis proyectos, incluidos dos de China. YPF Litio ha comenzado la experimentación en baterías de litio con una planta piloto. Es una seria limitación que por la Constitución de 1994 las riquezas del subsuelo pertenezcan a las provincias. Se impone ya declarar material estratégico al litio.

Otras ramas desarrolladas o con potencial de competencia externa son principalmente: tubos de acero (Techint), software, productos y servicios de medicina incluido farmacéuticos, energía nuclear (reactor Carem de la Comisión Nacional de Energía Atómica-CNEA) y satélites (ARSAT), casi todos con mano de obra especializada. Varios de estos requieren la participación activa del Estado en su promoción y/o como empresario para consolidar su desarrollo.

El superávit comercial de los actuales y estos nuevos sectores puede ayudar a controlar la inflación. La Convertibilidad logró que la competencia externa frenase los precios internos, pero al precio del remate de bienes públicos y endeudamiento. Con superávit comercial genuino, el resultado no debería ser el mismo. No es un tema fácil, pero mercados cerrados por falta de dólares eternizan la acción predatoria de los oligopolios.

No debemos esperar que sectores competitivos internacionalmente ocupen mucha mano de obra en forma directa, ya que su alta productividad deriva de sofisticados equipos y especialización laboral, no necesariamente de una masa de trabajadores simples. Es más, todo el sector industrial actual, incluidos el petrolero y la minería, ocupan menos del 20% de la población económicamente activa. Más del 80% son construcción y servicios, actividades no transables internacionalmente. Los trabajadores de todos los sectores serán beneficiados por un mercado laboral que demande en forma creciente personal especializado de buenos salarios para los sectores dinámicos.

Alternativas

La primera alternativa es el plan de negocios de la derecha, basado en la firma de acuerdos entreguistas con las empresas internacionales y sus socios locales que dominan la producción en esas ramas. Son proyectos que se agotan en la extracción y terminan en la fuga.

La segunda es usar la renta de los recursos agropecuarios, energéticos y mineros para la acumulación que nos permita un desarrollo sostenido, complejizando esos sectores y los otros aquí indicados, con el apoyo de la educación de calidad como generadora de los talentos imprescindibles para la etapa.

La alternativa nacional debe redefinir las condiciones de explotación de los recursos con los inversores privados, negociar la transferencia tecnológica, imponer mayores cánones, retenciones, cumplimiento de las condiciones medioambientales, etc. YPF tiene que mantenerse como empresa de mayoría estatal, línea roja que no se debe cruzar frente a la intención opositora de privatizarla.

Esa captación por el Estado de la renta de los recursos permitiría realizar inversiones en infraestructura, subsidiar sectores incipientes, incorporar empresas del Estado en sectores estratégicos, mejorar educación y salud, aumentar el consumo popular, y también reducir la deuda externa. La magnitud de estos proyectos va más allá del horizonte del repago de esa pesada carga, los que manejados en función del interés nacional pueden revertir los pesados condicionamientos del presente.

 

El Cohete a la Luna - 14 de mayo de 2023

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