Una herida abierta

José Giavedoni


El neoliberalismo se ha propuesto interrumpir las filiaciones de las luchas presentes con las luchas pasadas y así obturar cualquier posibilidad de potenciar las luchas por venir. Pretende construir la idea que nuestras luchas de ahora, así como emergen sin pasado, se agotan y se apagan sin dejar rastro y huella. Sólo serían un accidente en la calma normalidad del orden de dominación que sostienen y no lo que realmente son, una parte del torrente profundo que socava con silencio pero con constancia el orden hasta hacerlo estallar por los aires.

El conflicto universitario que tuvo en vilo a la sociedad en su conjunto en los últimos meses no escapó a esta mecánica del orden. Así, las operaciones con ánimo de deslegitimar la lucha de docentes y estudiantes se encaminaban en esa dirección. Estas operaciones construyeron nuestras luchas como contiendas sin historia,  por lo tanto, sin contenido ni política que les de sentido,  desórdenes que sólo expresaban ruido, oportunismo, vagancia, aprovechamiento y partidismo, éste último en el sentido vulgar que ellos mismos pretenden instalar con su retórica de la antipolítica. Sin embargo, la fuerza de los hechos y las condiciones que recrearon no dieron lugar a que estas operetas proliferaran y se expandieran, quedando recluidas a un minúsculo círculo de reaccionarios nostálgicos del orden.

Demostramos que nuestra lucha, la que llevamos adelante docentes y estudiantes, recoge las luchas de nuestros 30.000, de lxs compañerxs que participaron en las resistencias del '50, ' 60 y '70, de quienes nos manifestamos contra la ley Federal y la ley de educación superior en los' 90, de la resistencia del 2001; porque se marchó a 100 años de la Reforma Universitaria y levantamos sus banderas,  también las banderas del ingreso irrestricto y de la gratuidad; porque en nuestras palabras también se expresaron las y los despedidos de Telam, de Fabricaciones Militares y lxs trabajadorxs del Astillero Río Santiago reprimidxs, las luchas de Aceiteros, del sector salud, docentes provinciales y lxs compañerxs que a lo largo y ancho del país defienden sus puestos de trabajo, su salario, sus derechos. Reconstruimos esas filiaciones en las clases públicas, a lo largo de la grandiosa experiencia de la Universidad itinerante y, sobretodo, en la praxis misma del conflicto, en las movilizaciones del 23 de agosto a Sede del Rectorado con 20.000 personas,  del 29 de agosto con 50.000 al Monumento a la Bandera junto a varios Sindicatos, movimientos sociales, agrupaciones estudiantiles y partidos políticos, y la masiva y contundente movilización a CABA con 350.000 compañerxs en defensa de la Universidad Pública en condiciones climáticas extremadamente hostiles; también en el esfuerzo por lograr un espacio Intersindical, en las asambleas, en la militancia de lxs cuerpos de delegadxs, etc.

Una mención especial merece, por un lado, el movimiento estudiantil que a través de sus instancias orgánicas, de su compromiso y constancia demostró estar a la altura de las circunstancias. Por otro, al conjunto de padres y madres de estudiantes de las escuelas medias de la UNR que lograron organizarse y expresar que la mejor forma de proteger la educación de sus hijxs es luchando por la educación pública.

La dirigencia nos ha traicionado con la firma de ese acuerdo, ha convalidado el recorte a nuestros salarios, ha planchado el conflicto nacional y le ha garantizado la gobernabilidad que tan desesperadamente estaba buscando Cambiemos. Sin embargo, tenemos las baldosas de las calles caminadas marcadas en la suela de nuestras zapatillas y, como dijimos, mantenemos grabada a fuego en nuestra piel las luchas de aquellxs compañerxs que dieron su vida. Porque sabemos como ellxs que quien muere peleando vive en cada compañerx. Porque nuestras luchas han sido cocinadas al lento fuego de las luchas populares del pasado y han guardado todos sus condimentos.

En la Universidad nada volverá a ser lo mismo después de lo que hicimos en las calles, en las movilizaciones masivas,  con los gestos de solidaridad, de la digna rabia por el entreguismo permanente de la dirigencia nacional, del esfuerzo y la militancia fundidos en un solo grito de defensa, de las tomas por parte de lxs estudiantes, de las discusiones acaloradas y del horizonte, herida, fisura y resquebrajamiento de sentidos que estas luchas abrieron. Ni lxs docentes podemos volver a clases sin más, ni lxs estudiantes tampoco deben volver a las aulas como si nada hubiese pasado. El reservorio de lucha lo llevamos en nuestras suelas, en nuestros cuerpos, en nuestra memoria y en nuestras organizaciones.

El desafío es mantener la rabia encendida, la inteligencia activa, la organización como premisa y la política como herramienta.  La herida en la rutinaria marcha de la historia ya la hemos abierto, ahora debemos pujar y procurar que su sutura sea por izquierda, por una universidad pública, estatal, irrestricta, laica y gratuita, crítica, popular y clasista. ¡Si el presente es de lucha, el futuro es nuestro!

- José Giavedoni, Docente de la UNR e investigador del CONICET. Secretario adjunto de Coad.

 

ROSARIO12 de Página/12 - 12 de septiembre de 2018

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