Una sociedad inteligente para el crecimiento con desarrollo social
El señalamiento no es ocioso. La historia demuestra que los procesos exitosos en materia de desarrollo han sido procesos masivos de adquisición de capacidades científicas y tecnológicas a nivel social. No fue otra cosa, en definitiva, lo que hicieron Japón tras la Segunda Guerra Mundial y, en forma más reciente, los Tigres asiáticos; países donde el desarrollo tecnológico no se limitó al aumentó del Producto Bruto Interno (PBI), sino que se tradujo en una mayor complejidad de sus procesos productivos y en la elevación del nivel de vida de sus habitantes.
Quienes conocen del tema subrayan que la innovación debería ser una preocupación permanente por sus implicancias sociales. En los hechos, los indicadores, como el construido por la Agencia de Desarrollo Industrial de las Naciones Unidas (Unido) señala que naciones como Corea del Sur, Japón, Canadá, o incluso España, aventajan largamente a la Argentina en la intensidad de la industrialización, en la calidad de sus exportaciones y en el valor agregado per cápita que registran las manufacturas que colocan en los mercados internacionales.
Los institutos.
Distribuidos en 45 mil metros cuadrados de superficie, el Polo albergará las sedes del Ministerio de Ciencia y Tecnología y de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (Anpcyt), organismo encargado de financiar las actividades de investigación y que registró entre 2005 y 2009 un fuerte incremento en su presupuesto, que ronda en la actualidad los 400 millones de pesos.
Pero también, y lo que es más significativo, en el complejo tendrán sus sedes una larga serie de laboratorios interdisciplinarios, como el Instituto de investigación en Biomedicina de Buenos Aires – partner de la Sociedad Max Planck– y la Unidad de Investigación y Capacitación del Centro Internacional de Ingeniería Genética y Biotecnología, en este último caso abocado a la bioseguridad, la bioética y los derechos de propiedad intelectual.
El acento puesto en la biotecnología tiene su fundamento. Según los especialistas, se trata de un área que, como la computación, trabaja en lo que suele denominarse “tecnología de punta”; es decir: un campo donde se maneja el mismo concepto de “innovación absoluta” que en la ciencia. La carrera espacial entre Washington y Moscú, además de la industria armamentística, son los ejemplos clásicos.
El proyecto, además, contempla una segunda etapa, que será finalizada durante el año próximo. Se trata de la construcción de unos 20 mil metros cuadrados adicionales, donde funcionará la nueva sede del Conicet, un museo interactivo de ciencias y un auditorio dedicado a la divulgación de científica. “Este es un día memorable no sólo para la ciencia, sino para todos los argentinos. Es cumplir un viejo sueño que parecía que nunca iba a llegar. Fue un hombre, el presidente Kirchner, el que imaginó este sueño, como tantos otros en la Argentina”, recordó Cristina Kirchner durante la inauguración.
Los objetivos.
Que la tecnología debe ser el núcleo básico de las estrategias de desarrollo es una verdad indiscutida. Así lo entienden los especialistas, quienes subrayan algo menos evidente: que sin dominio de la tecnología es posible el crecimiento, pero no el desarrollo. La cuestión no es menor y se torna clara cuando se analiza lo sucedido en América latina durante la última década. Saldos comerciales superavitarios y términos de intercambio favorables expandieron las economías de la región. Sin embargo, no alcanzaron para perforar los núcleos duros de pobreza.
“En un contexto internacional de fuerte incremento de la demanda de bienes intensivos en recursos naturales se produjo un efecto amplificador de las ventajas absolutas en países con recursos naturales abundantes. Sin embargo, estas condiciones no aseguran la construcción de ventajas absolutas a partir de la incorporación de tecnología y de nuevo conocimiento a la producción local”, señala la investigadora Carina Borrastero, del Instituto de Altos Estudios Sociales (Idaes) y del Conicet, en un trabajo presentado durante el último congreso de la Asociación de Economías para el Desarrollo Argentino (Aeda).
“No se trata sólo de la reconstrucción del sistema científico y tecnológico, sino de acoplar efectivamente la ciencia con la producción”, advierte el paper de Barañao. Visto desde el ángulo de la economía, y del perfil de la inserción internacional del país, la ponencia aporta pistas sobre los desafíos. “Los sectores con eficiencia schumpeteriuana (es decir: lo sectores de alta complejidad) no son los predominantes, la brecha de productividad respecto a Estados Unidos siguió aumentando incluso en los últimos años”, indica Borrastero.
En otras palabras, el fuerte impulso que registró la económica durante los últimos años se basó, esencialmente, en un fuerte y sostenido incremento en la recuperación del mercado interno y en una sostenida alza en la demanda de commodities y de sus precios. La ventana abre posibilidades, pero no alcanza para un cambio estructural. “La construcción de ventajas absolutas genuinas –señala la investigadora– depende, además, de la aplicación de políticas industriales y tecnológicas orientadas a generar esos incentivos y promover la construcción de capacidades y la articulación de las empresas con otros actores del espacio multidimensional en pos de constituir una masa crítica de empresas con eficiencia schumpeteriana y keynesiana.”
Eduardo Dvozkin, ingeniero doctorado en el Massachusetts Institute of Technology y académico titular de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, señala una deficiencia histórica sobre el tema. “El aumento de la oferta científica con la esperanza de permear hacia aplicaciones tecnológicas ha sido normalmente la política aplicada en nuestro país desde la recuperación de la democracia hasta 2003”, explica Dvorkin">http://www.iade.org.ar/modules/noticias/article.php?storyid=3511]Dvorkin en un artículo publicado por la revista Realidad Económica. “El resultado –señala el autor– es, en al mejor de los casos, el crecimiento de la producción científica, lo que es muy bueno, pero no satisface el objetivo de agregar valor a la producción argentina.”
La situación, sin embargo, ha comenzado a cambiar. El acelerado aumento de la población involucrada en el sector científico y tecnológico, como lo prueban los 800 científicos repatriados durante los últimos años, y el acelerado incremento de la inversión, son una demostración del norte asumido. El año próximo, según las proyecciones presupuestarias, el gasto en Ciencia y Tecnología alcanzará el 0,4% del PBI. Un nivel que dista de la meta del 1%, pero que se ubica sobre la media histórica, que oscila en el 0,25% del PBI.
• BIOTECNOLOGÍA. Otra apuesta fuerte al conocimiento
La del Polo Científico y Tecnológico no fue la única inauguración. En el mismo ámbito, pero en este caso mediante una videoconferencia, la presidenta Cristina Kirchner también inauguró la nueva sede del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas Rodolfo Ugalde, localizado en el interior del predio que ocupa la Universidad Nacional de San Martín. La iniciativa, tras dos años de trabajo y una inversión de 30 millones de pesos, permitirá el funcionamiento de 28 laboratorios y ocho salas de investigación. Las actividades del instituto se remontan a mediados de la década del ’90, cuando un pequeño grupo de científicos se abocaron a profundizar los trabajos que venían concretando con relación al Mal de Chagas. El grupo, liderado por el veterinario Rodolfo Ugalde, discípulo de Federico Leloir que falleció hace dos años, comenzó en galpones reciclados. Hoy, en las instalaciones trabajan un centenar y medio de personas, entre científicos, técnicos y personal de apoyo.
Miradas al Sur - 9 de octubre de 2011