Capitales en fuga en América Latina
La fuga de capitales de residentes conforma una nueva forma de dependencia externa para las economías latinoamericanas. En estos países, la fuga de divisas representa un fenómeno estructural que obstaculiza su desarrollo económico y profundiza su subordinación política y económica, aunque su naturaleza varía ante los cambios que se producen en los regímenes de acumulación.
Hasta principios del siglo XIX, el subdesarrollo de los países periféricos era explicado fundamentalmente por el atraso y el estancamiento. Con la independencia política de los países de América Latina, se hizo evidente que las experiencias de desarrollo quedaban truncas debido a la profundidad de su dependencia económica y política en relación con la economía internacional. Theotonio Dos Santos (1978) explica que las estructuras internas de estas sociedades se conformaron condicionadas por una situación de dependencia, y constituyen economías condicionadas por el desarrollo y expansión de las economías a las cuales se someten. Las formas históricas de la dependencia están condicionadas por las formas de la economía mundial, el tipo de relaciones económicas dominantes en los centros capitalistas y los modos en que se expanden al exterior, así como por los tipos de relaciones económicas en el interior de estos países que se articularon en la condición dependiente.
La dependencia financiera
Con la llegada del capitalismo financiero internacional, la dependencia externa tiene una nueva faz, la financiera. Antes de la salida del sistema de Bretton Woods, el dólar estadounidense estaba sometido a un esquema de convertibilidad en oro. Es decir, la Reserva Federal debía tener respaldo de su moneda en oro. Cuando Estados Unidos logra salirse del patrón oro bajo la presidencia de Nixon en 1971, se deshace de una de sus mayores limitaciones, que se originaba en la necesidad de tener respaldo en oro. En el sistema post Bretton Woods, Estados Unidos, por un lado, tiene la habilidad de modificar de manera unilateral el valor del dólar frente a otras monedas y, por otro, posee la capacidad de tener recurrentes déficits de cuenta corriente. Este proceso fue acompañado por la desregulación e integración de los sistemas financieros nacionales, que logra imponer predominantemente en la región el paradigma de libre movilidad de capitales mediante políticas de desregulación de la cuenta financiera y apertura cambiaria.
Así, el fenómeno de la fuga se consolida con el proceso de mundialización financiera, presentándose, a partir de allí, de manera persistente. La acumulación de riqueza offshore de las élites latinoamericanas no se detiene ni en épocas de prosperidad ni de crisis. En el auge, aprovecha la generación del excedente. En épocas de inestabilidad es aún más intensa.
A contramano de la postura que asevera que la fuga de capitales es causada por factores coyunturales, tales como la incertidumbre económica y la inestabilidad política, la fuga de capitales de América Latina resulta una problemática de índole estructural. A pesar del comportamiento heterogéneo en los distintos países de la región, se manifiesta de manera constante y no mediada, en lo fundamental, por incertidumbres políticas o económicas de carácter coyuntural. Este fenómeno se relaciona esencialmente con la estructura económica de estos países, su carácter dependiente, el modo de acumulación de riqueza de las élites latinoamericanas y su relación con el patrón de acumulación dominante a escala local e internacional.
Ocho de las principales economías de América Latina (Argentina, Brasil, Chile, Venezuela, México, Colombia, Perú y Uruguay) acumulan un stock de 2,1 billones de dólares de activos offshore de residentes, entre 1980 y 2017, que representan más de tres veces las reservas internacionales de estos países. En los últimos dieciséis años (entre 2002 y 2017), la fuga de capitales de residentes se ha acelerado significativamente, alcanzando un monto acumulado de 1,74 billones de dólares, el 82% sobre el stock desde 1980.
Estrangulamiento y escasez
Teniendo en cuenta tal magnitud, la fuga de divisas produce un efecto muy perjudicial para las economías de la región, que sufren recurrentemente de estrangulamientos en el sector externo. La fuga de divisas causa un efecto extremadamente negativo sobre la escasez de moneda extranjera, cuya perseverante salida consume gran parte de los flujos externos, ya sean comerciales o financieros. Así, la fuga de capitales presiona de manera persistente sobre los ingresos de divisas del balance de pagos, conformándose en una de las variables más perniciosas en momentos de escasez de divisas, además de configurarse como un elemento crucial que induce a provocar la restricción externa.
Para las economías latinoamericanas, la fuga de divisas constituye, luego de las importaciones, la salida más relevante de moneda extranjera de la balanza de pagos, representando, entre 2002 y 2017, un promedio del 44% de los ingresos financieros y comerciales de Argentina, 37% de los de Brasil, 93% de los de México, 98% de los de Venezuela, 50% de los de Chile, 64% de los de Colombia, 24% de los de Perú y 33% de los de Uruguay.
Adicionalmente impacta sobre la estructura productiva, ya que representa una salida de ingreso nacional que no se vuelca a inversión doméstica. La enorme entrada de flujos comerciales originados durante el boom de los precios de los commodities y la masiva entrada de flujos financieros a los países latinoamericanos en los años posteriores a la crisis internacional fueron destinados a financiar fuga de capitales y pagos de rentas de la inversión extranjera (intereses, utilidades y dividendos), impidiendo modificar notoriamente los niveles de inversión en capital fijo.
Los flujos financieros externos que se demandan para sostener la fuga de divisas (deuda externa e inversión extranjera) no contribuyen al mejor desempeño económico de estos países. Por el contrario, obstaculizan su camino hacia el desarrollo. La deuda externa condiciona la independencia política y económica de los países periféricos, ya que demanda continuos ingresos de divisas. Tanto la inversión extranjera como el endeudamiento involucran la salida periódica de rentas al exterior, lo que impacta fuertemente sobre la balanza de pago de estos países. Así, los flujos financieros externos generan cada vez mayores salidas de divisas, reproduciendo en gran medida la situación actual de dependencia.
A ello debe agregarse que las entradas masivas de flujos financieros se hacen efectivas en un contexto desregulatorio que permite la aceleración de la fuga de capitales de residentes al exterior, además de habilitar las rápidas salidas de capitales especulativos frente a cambios en el contexto internacional (“sudden stops”), que provocan vulnerabilidad externa y volatilidad y desembocan en sucesivas crisis.
En términos generales, a pesar del fuerte impulso de los términos de intercambio favorables en el período 2003-2012, que motivaron un fuerte crecimiento de las exportaciones y de los saldos superavitarios de las balanzas comerciales de bienes, América Latina en su conjunto no ha logrado interrumpir la relación entre el endeudamiento externo y la fuga de capitales durante esta última etapa. Este aspecto se relaciona con que, a pesar de la mejora de los términos de intercambio, gran parte de los países de la región tuvieron cuentas corrientes mayoritariamente deficitarias, a raíz de los saldos negativos que provocaron las importaciones de servicios y los pagos por rentas de la inversión extranjera (utilidades, dividendos e intereses de títulos de deuda). Por ello, en términos agregados, América Latina ha recurrido al endeudamiento externo como principal medio de financiamiento de estas salidas de divisas.
En ciertos países la mejora de los términos de intercambio contribuyó a mejorar los saldos de cuenta corriente y a generar excedentes, que fueron acumulados como parte de las reservas internacionales y como activos externos de propiedad de residentes locales. Especialmente en los casos de Argentina y Venezuela, durante los años en que los saldos positivos de las balanzas comerciales fueron más relevantes, la fuga de capitales se nutrió principalmente de las divisas generadas por el superávit comercial.
Desde los primeros indicios de la crisis financiera internacional, la emergencia de los desequilibrios en el sector externo y la agudización de la entrada de flujos especulativos de corto plazo en los países de América Latina –relacionado con un aumento de la liquidez internacional—, la fuga de divisas experimentó un crecimiento todavía más pronunciado.
Desde 2007 se advirtió un cambio en la composición y en la evolución de los flujos financieros hacia los países en desarrollo. En este sentido, un rasgo homogéneo en los países de América Latina fue que, dentro los flujos financieros del exterior, se registró un aumento significativo de la participación de la deuda externa originada fundamentalmente en inversión de portafolio (o cartera). En términos generales, desde 2007 se identifica el comienzo de un ciclo de endeudamiento y fuga de capitales en la región, asociado a una mayor preponderancia de los títulos de deuda de corto plazo en la composición de las inversiones extranjeras hacia los países de América Latina, que alojan flujos financieros especulativos de gran volatilidad, fenómeno que aumenta la vulnerabilidad de los países latinoamericanos ante shocks externos.
Por ello, esa relación estrecha existente entre la deuda externa y la fuga de capitales, que se había comprobado en la economía argentina en el período 1976-2001, se advierte en forma agregada para el conjunto de las economías latinoamericanas estudiadas desde 2002. Esto es especialmente así por la influencia de Brasil, México, Chile y la Argentina de los últimos años, en donde se observa no solo un aumento considerable de la fuga, sino que este fenómeno se correlaciona con un incremento del proceso de endeudamiento y elevados rendimientos de sus activos financieros. Esto contrasta con los casos, especialmente, de Venezuela y la Argentina entre 2002 y 2015, donde la elevada fuga de capitales del período analizado fue contemporánea a un bajo nivel de endeudamiento. Se trata de dos economías que impulsaron (aun con insuficiencias y diferencias entre ellos) un régimen de acumulación distinto a la valorización financiera. De allí que la deuda externa no haya sido la variable central que jerarquizó el proceso de acumulación.
- Magdalena Rua, Magister en Economía Política (FLACSO), Doctoranda en Desarrollo Económico (UNQUI), ex Investigadora de CEFID-AR.
El Cohete a la Luna - 1 de diciembre de 2019