Corea del Sur: el golpe que no fue

Sarah Son

El intento de autogolpe del presidente surcoreano Yoon Suk-yeol fue detenido por miles de manifestantes que salieron a las calles a defender la democracia. La movilización social mostró el cambio de mentalidad de la ciudadanía, acostumbrada durante buena parte del siglo XX a vivir entre dictadores y golpes militares.

Hace apenas un año, el presidente de Corea del Sur, Yoon Suk-yeol, se dirigió al Parlamento británico con un discurso en el que elogió al país como cuna de la democracia liberal y afirmó que Corea se sumaría a los esfuerzos para promover la libertad, la paz y la prosperidad dentro de la comunidad internacional.

Esta semana, Yoon dio un aparente giro de 180 grados en su admiración por la democracia, al sumir al país en la agitación al pedir la ley marcial de emergencia. En un discurso televisado a la nación, afirmó que era necesario proteger al país de fuerzas «desvergonzadas, pro-norcoreanas y antiestatales». También dijo que era hora de «reconstruir y proteger» a Corea del Sur para que no «cayera en la ruina».

En pocas horas, tanto los legisladores que se dieron cita en la Asamblea Nacional como los ciudadanos que salieron a las calles revirtieron rápida y decisivamente la decisión de Yoon y lo obligaron a dar marcha atrás. Fue una sólida demostración de la democracia surcoreana en acción.

Y fue un recordatorio de que esta es una Corea muy diferente de la que emergió de las garras de las persistentes dictaduras militares y la frecuente imposición de la ley marcial a fines de la década de 1980.

Los miembros de la Asamblea Nacional, algunos de los cuales debieron trepar a vallas y atravesar las barricadas militares para entrar en el recinto, votaron unánimemente en contra del abrupto decreto de Yoon y lo declararon ilegal. Miembros del propio partido de Yoon, el Partido del Poder Popular, dijeron que había ido demasiado lejos. Después de la votación, los legisladores permanecieron fuera del edificio de la Asamblea Nacional y, con calma pero con firmeza, describieron el llamado a la ley marcial como inconstitucional.

No es ningún secreto que Yoon se ha enfrentado a escollos cada vez mayores desde que se convirtió en presidente, debido a los aplastantes avances logrados por el opositor Partido Demócrata en las elecciones parlamentarias de abril de este año. Habiendo ganado la Presidencia en 2022 por un margen minúsculo, el índice de aprobación de Yoon se ha visto debilitado por escándalos persistentes.

Durante su primer año de mandato, las encuestas de opinión pública indicaban que seis de cada diez surcoreanos sentían que la democracia estaba en declive. En 2024, Yoon había impulsado políticas impopulares en cuestiones como la jornada laboral máxima y la política exterior hacia Japón. Esto dio como resultado que solo 32,7% de los surcoreanos declararan estar satisfechos con la calidad de su democracia.

Desde que perdió el control de la Asamblea Nacional, Yoon ha provocado la ira del público al hacer un uso discrecional del veto presidencial para bloquear proyectos de ley aprobados por la oposición. Desde que se inició el proceso de democratización del país, Yoon ha sido el presidente que más se ha valido de esta herramienta. Vetó investigaciones independientes sobre la presunta participación de su esposa en la aceptación de regalos de lujo, pero también sobre la manipulación de acciones. Además, ha intentado interferir en la nominación de candidatos electorales.

El punto de inflexión fueron los esfuerzos de esta semana por parte de la mayoría opositora de recortar el presupuesto de su gobierno, algo que queda fuera del alcance de un veto presidencial. Frustrado por no salirse con la suya en el presupuesto, Yoon recurrió a un recurso clásico de algunos sectores de la derecha coreana: acusó a la oposición progresista de actuar en connivencia con Corea del Norte para socavar su liderazgo.

Se trata de afirmaciones peligrosas, sin ninguna base en la política surcoreana actual. En 1980, afirmaciones similares sobre la implicación de Corea del Norte en los asuntos internos del Sur llevaron al ejército a masacrar a ciudadanos en la ciudad suroccidental de Gwangju. Los manifestantes pedían el fin de la ley marcial impuesta por el entonces presidente, Chun Doo-hwan.

Fe en la democracia

Aunque la dictadura se encuentra firmemente en el pasado de Corea del Sur, los temores de un posible retroceso democrático suelen aflorar entre la población surcoreana. En 2017, millones de manifestantes salieron a las calles para derrocar a la entonces presidenta, Park Geun-hye, tras acusaciones de corrupción y restricciones a la libertad de expresión. La inclusión, por motivos políticos, de miles de artistas e intérpretes en la lista negra de su gobierno para recibir financiación pública había sido especialmente impopular.

A pesar de este tipo de episodios, 80% de los surcoreanos dicen hoy sentirse orgullosos de la contribución de los movimientos democráticos al progreso de la sociedad. Es un indicio de la fe de Corea del Sur en el poder del pueblo para exigir a sus dirigentes que rindan cuentas de sus acciones.

Aunque el propio presidente del partido de Yoon condenó inmediatamente sus medidas, los miembros de su círculo íntimo deben haber sabido lo que iba a pasar. Por lo tanto, abundan las especulaciones de que quienes rodearon a Yoon y aprobaron la decisión están lamentablemente desconectados de los sentimientos de la ciudadanía, a la luz de la inmediata reacción masiva.

Al pedir la ley marcial en una Corea del siglo XXI muy diferente de la del pasado, es probable que Yoon haya acelerado su propia ruina política. Al recurrir a una medida tan extrema, ha puesto en peligro la estabilidad económica y política de Corea del Sur y de la región.

De haber persistido y tenido éxito, el estado de ley marcial habría causado estragos en los avances logrados con tanto esfuerzo y que han hecho de Corea un espacio atractivo y privilegiado para la inversión extranjera, el desarrollo de alta tecnología, el turismo y la cultura popular.

Yoon tendrá mucho de lo que responder en los próximos días y semanas. La oposición progresista ya ha iniciado el procedimiento de destitución. Es poco probable que su carrera política sobreviva a las consecuencias de este grave error.

 

Fuente: Nueva Sociedad - Diciembre 2024

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