Tipo de cambio competitivo
Pero este cauto optimismo no supone ignorar la evidencia de señales como la desaceleración de la industria en el cuarto trimestre del año y la importancia a mediano plazo que tienen factores como la pérdida de los superávit gemelos o la menor disponibilidad de reservas de libre disponibilidad. Adicionalmente, como es sabido, la adversidad del contexto externo ya se ha convertido en un virtual parámetro cualquiera sea el modelo económico que se adopte. Estas son todas señales amarillas que, razonablemente, no pueden soslayarse.
La meta oficial de 5 por ciento de aumento del PIB juzgamos que es alcanzable, si bien requiere de políticas más sofisticadas que las empleadas hasta el presente, así como una decisión explícita de proteger el mercado interno y convencer a los países de la región de que acompañen tal movida estratégica. Para ganar en virtuosidad, convirtiendo la crisis mundial en una oportunidad para nuestro desarrollo, la transición 2012 debería servir, entre otros objetivos, para encarar inversiones en sectores críticos, con prioridad el petrolero; resolver cuestiones pendientes en el ámbito de las finanzas globales, como el acuerdo con el Club de París; registrar nuevos progresos en materia redistributiva y avanzar hacia una creciente integración del mercado latinoamericano, superando las asimetrías y preservándolo de las turbulencias originadas en la crisis externa.
Las perturbaciones en las finanzas globales han llegado para quedarse, y en el mediano plazo Argentina deberá desenvolverse en un contexto de menor crecimiento mundial y soportando la perturbación que suponen ciertos cuellos de botella en la oferta interna de insumos básicos, entre los cuales se destaca el ya mencionado caso del petróleo así como ciertos bienes intermedios (tal como las autopartes o los componentes electrónicos) que ya ejercen una notable presión alcista sobre el nivel de las importaciones. Si estos desajustes no se corrigen, se pondrían en peligro dos ejes centrales, en materia de cuentas externas y fiscales, de la política desenvuelta hasta el presente: 1) Contar con un superávit comercial suficiente para disponer de las reservas excedentes necesarias para atender los compromisos externos sin acudir a los mercados financieros internacionales, y 2) seguir disponiendo de los ingresos fiscales originados en los impuestos al comercio exterior. Esto es, suponiendo que no se introduzcan reformas en las normas tributarias vigentes que incorporen nuevos gravámenes y/o nuevas eliminaciones de subsidios y exenciones.
La inercia de 2011, por sí sola, le garantiza a la economía nacional la posibilidad de iniciar el año con un piso de crecimiento para el PIB no inferior al 2 o 3 por ciento. Es probable que ello coincida con la liquidación de saldos exportables superiores a los habituales, originados en las dos campañas anteriores, y tal circunstancia favorable le sube el piso a un saldo comercial no menor a 8000 millones de dólares. De ser así, tendríamos un verano tranquilo, con el BCRA recuperando las reservas que perdió con la frustrada corrida cambiaria. El Gobierno puede aprovechar esos meses para avanzar con nuevas medidas dirigidas a sostener el crecimiento. Una condición de borde pasa por lograr una baja sustantiva en las tasas de interés.
Habida cuenta del marco externo, lo esperable es que el Gobierno aspire a dinamizar los factores internos de crecimiento –consumo más inversión– con el objetivo de preservar los niveles de actividad. Se trataría de una versión actualizada de las decisiones tácticas tomadas en 2009. En igual sentido, la propuesta de elevar las barreras del Mercosur se adelanta al previsible comportamiento de las naciones desarrolladas que no se recuperan. En una situación de recesión internacional, con altos márgenes de capacidades ociosas en los países industrializados, es de esperar que estos decidan estímulos fiscales que doten de mayor agresividad a sus exportaciones manufactureras. de exportación. A ello se sumaría la previsible avalancha de productos asiáticos.
Más allá de que estos parámetros puedan modificarse en los próximos meses, ponen de manifiesto uno de los puntos débiles de la situación en el balance de pagos y determinan, de modo casi obvio, cuáles deberían ser algunas de nuestras prioridades: garantizar la competitividad del tipo de cambio, cerrar la economía y sustituir la importación de petróleo y gas, así como la de otros insumos intermedios. Y hacerlo antes que el cuello de botella en la oferta interna de estos rubros ponga en peligro la situación de las cuentas externas y el crecimiento global de la economía.
Página/12 - 2 de enero de 2012