Edwards, El Mercurio y el golpe
Entre los no uniformados que formaron parte de diversas conspiraciones golpistas, un actor destacado fue el aún dueño de El Mercurio, Agustín Edwards Eastman. Como se sabe, un gran poder económico no va necesariamente de la mano de un gran poder político. El poder político no es una simple transferencia de recursos económicos, pues la compra de voluntades o la influencia pueden ser tan buenos recursos como un fajo de billetes. En este esquema, la influencia de los Edwards en Chile es innegable. Y es que además de controlar la mitad del mercado periodístico, controlan un amplio número de radios, lo que sumado a aceitadas relaciones con distintos personeros del ámbito de los negocios y la política, convierten al holding El Mercurio en uno de los tradicionales y más importantes centros de poder.
Representando a agrupaciones de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Ejecutados Políticos, el abogado Eduardo Contreras procedió a interrogar a Edwards el pasado jueves 26 de septiembre en el marco de la investigación que lleva adelante el juez Mario Carroza respecto de los instigadores del golpe de Estado que terminó con la vida de Salvador Allende y el gobierno de la Unidad Popular. La estrategia del dueño de El Mercurio corrió por dos líneas paralelas: aceptar que estuvo en las fechas aludidas en Estados Unidos y que se reunió con Nixon, Kissinger y Helms (director de la CIA) para conversar sobre la situación en Chile, pero negar cualquier conexión con el golpe o haber recibido dineros de la CIA.
Sin embargo, el abogado Contreras destacó que “se terminan las mentiras. No es que el golpe haya sido por el caos, la economía, el desorden. El golpe fue dado de antemano por la CIA norteamericana, es un golpe ‘Made in USA’ y es bueno que los autores reales lo reconozcan alguna vez para que conozcamos la verdad”. Después del testimonio de Edwards, los próximos civiles interrogados serán Sergio Onofre Jarpa, ex presidente del Partido Nacional; Pablo Rodríguez Grez, fundador del movimiento fascista Patria y Libertad, y Patricio Aylwin, ex presidente de la DC al momento del golpe.
En concreto, las declaraciones de Edwards confirman lo que ya es ampliamente sabido. Él estuvo con aquellos que ya venían tramando el golpe y les transmitió sus impresiones (que, dados sus antecedentes, no pudieron haber sido muy halagadoras). Eso sí, en sus palabras, dichas impresiones no fueron más que eso: una conversación entre socios, amigos o compañeros en las aventuras del capital transnacional. Dijo: “Reitero que tuve una reunión en Washington con Kissinger y con Helms. Además esta reunión se efectuó días después de la elección de Salvador Allende, oportunidad donde se comentaron las circunstancias de haber salido un presidente comunista en un país democrático, pero en ningún caso se pensaba en un golpe de Estado o algo parecido, ni menos de un financiamiento hacia el diario El Mercurio”.
Sin embargo, y gracias a las investigaciones de Peter Kornbluh, quien es considerado el mayor experto en archivos secretos de la CIA y el gobierno estadounidense sobre Chile y director del Proyecto de Documentación sobre Chile, en el National Security Archive, se sabe que la reconstrucción de los hechos que hace Edwards es simple y llanamente una mentira. O una forma de decir todo y declarar, sin decir nada.
Por ejemplo, en el libro de Kornbluh Pinochet: los archivos secretos se citan las memorias de Kissinger, donde éste identificaba a Edwards “como la persona que llevó a Richard Nixon a ordenar, el 15 de septiembre de 1970, la realización de un golpe de Estado en Chile. Por entonces, Nixon había asumido una postura personal hacia el problema chileno”. Esta situación de cercanía del presidente de Estados Unidos con un conflicto tan particular como los métodos de acción para derribar un gobierno son considerados una excepción por diversos investigadores de esta materia, como Gregorio Selser, quien en el libro De cómo Nixinger desestabilizó a Chile muestra los complejos entramados del poder “detrás del poder” de la Casa Blanca. En aquel tiempo funcionaba el Comité 40, un órgano donde concurrían los más cercanos asesores del presidente, y donde se decidían los cursos de acción en materia de seguridad internacional. De dicho comité se hicieron parte Kissinger y Richard Helms. Como recuerda Selser, “el 24 de julio de 1970, Kissinger ordenó a su personal regular la preparación de un Memorándum de Estudio de Seguridad Nacional sobre Chile. Conocido como NSSM-97, este documento secreto bosquejó las alternativas que podría tomar la administración Nixon, en el caso de que ganara Allende”. Así, las condiciones ya estaban siendo creadas antes del arribo de Edwards a Estados Unidos. Entonces, ¿Cuál fue el rol jugado por el dueño de El Mercurio en la conspiración?
Como recuerda Kornbluh, la responsabilidad de Edwards no pasó tanto por la toma de decisión, sino más bien por la creación de un clima de necesidad. En términos concretos, atrajo la atención de Nixon hacia la situación chilena, “contribuyó a transformar la atención del presidente norteamericano en odio hacia Allende y el gobierno de la Unidad Popular (…), sugirió a Nixon el curso de acción golpista y trabajó activamente, por medio de su diario, en la creación de las precondiciones políticas del golpe”, sabiendo extraerles al menos dos millones de dólares al gobierno estadounidense para mantener a El Mercurio. Fue la correa de transmisión entre los organismos de seguridad de Estados Unidos que temían al gobierno socialista y democrático de la UP con los fascistas chilenos y aquellos que no veían con buenos ojos la ascensión de Allende al poder. Pero además, y más importante, creó el “clima” social necesario por medio de la prensa para la desestabilización del gobierno. En sus propias palabras, “no tenía contactos con la CIA en Chile, pero sí los tuve cuando estuve en Washington”.
Sin embargo y a pesar de la abundante evidencia desclasificada en Estados Unidos, Edwards sigue negando su participación en los hechos. Por ejemplo, en el testimonio recogido por el juez Carrosa comenta que “El Mercurio no recibió aportes de Estados Unidos ni hubo una relación estrecha entre El Mercurio y la CIA”. Pero además, declara que “yo no tenía control ni injerencia sobre la información que se daba en el diario”, dos declaraciones altamente contradictorias, pensando que si él no tenía conocimiento del estado del diario en el país, no podría afirmar si recibió dinero de un gobierno extranjero o no.
Además, varios “amigos” de la familia Edwards recuerdan el intenso lobby practicado por el patriarca en Estados Unidos para derrocar a Allende, como se desprende del libro de Kornbluh. Como rememora David Rockefeller en su autobiografía, “mi amigo Agustín Doonie (sic) Edwards advirtió que si Allende ganaba las elecciones de septiembre, Chile se transformaría en otra Cuba, en un satélite de la URSS”. Ya pasadas las elecciones y con el estrecho triunfo de Allende encima, el mismísimo embajador norteamericano en Santiago implicaba a Edwards, recordando la pregunta que le hizo respecto a si fallaba el “plan Alessandri”: “¿Hará algo Estados Unidos, directa o indirectamente?”. Así, debido a que la memoria le falla al patriarca del clan Edwards, los propios testimonios de sus amigos estadounidenses no ayudan a recordar su papel en el golpe de Estado que terminó con un gobierno elegido democráticamente y refrendado por la constitución y el parlamento de Chile.
Página/12 - 13 de octubre de 2013