Dios tumba a la presidenta de Brasil
Los diputados defendieron la destitución de Rousseff por las razones más diversas: “por mi esposa Paula”, “por mi hija que va a nacer y mi sobrina Helena”, “por mi nieto Gabriel”, "por la tía que me cuidó de pequeño", “por mi familia y mi Estado”, “por Dios”, “por los militares del [golpe del] 64”, “por los evangélicos”, “por el aniversario de mi ciudad”, “por la defensa del petróleo”, “por los agricultores”, "por el café" e incluso “por los vendedores de seguros de Brasil”.
Atrás quedaron las maniobras fiscales, verdadero motivo para abrir el proceso, completamente olvidadas por los nobles diputados. Exaltados ante el micrófono, exprimieron hasta el último segundo de gloria que, a muchos, el pleno les ofreció por primera y, quién sabe, última vez. Los parlamentarios recordaban a los telespectadores de Xuxa, que aprovechaban su participación en directo en el programa para saludar eternamente a su madre, a su marido, a su amante, al primo, al nieto, a su vecino, a sus amigos y al portero.
La defensa de la familia, de la propiedad, de Dios y del orden en manos de los militares mostraron la verdadera foto del Congreso más conservador desde 1985 y sugirieron, de paso, que nadie se leyó el informe con los fundamentos jurídicos que justificarían el delito de responsabilidad, necesario para la caída de Rousseff -o, al menos, nadie se esforzó en demostrarlo-. Fue raro escuchar un voto dedicado a la calidad de la educación, a la salud, a los desempleados o a las minorías. Algunos tenían anhelos más abstractos y votaron “sí” para “reencontrarse con la historia”, otros, mucho más personales, al justificar el impeachment por la hija que va a nacer, por la sobrina Helena y por todos los agentes de seguros de Brasil. Por su parte, el exmilitar Jair Bolsonaro, siempre sobrepasando límites, dedicó su voto a favor al Coronel Ustra, reconocido por la Justicia como un torturador durante la disctadura brasileña (1964-1985).
Los votos, por lo visto, también tuvieron la intención de impedir causas mayores. Los diputados expresaron su defensa del proceso de destitución para evitar que “los niños aprendan sexo en las escuelas”, para “acabar con la Central Única de los Trabajadores y sus marginales”, “para que se les deje de dar dinero a los desocupados” y, sobre todo, por el fin de los robos y la corrupción, olvidándose, así, de que alrededor de un 60% de los presentes en el pleno, incluido su presidente Eduardo Cunha, tienen casos pendientes en los tribunales.
Dios, omnipresente en una votación que no tenía nada que ver con las enseñanzas bíblicas, fue nombrado hasta para que asumiese el mando una vez que Dilma cayese. Y las familias de los parlamentarios parecieron haber sido más motivadoras para derribar a la presidenta que cualquier negociación a contrarreloj. No es de extrañar en una Cámara de los Diputados llena de fundamentalistas religiosos y que tiene el mayor porcentaje de diputados con familiares políticos desde las elecciones de 2002. El nepotismo en la Cámara se revela al ver que el 49% de los diputados federales tienen hijos, padres, abuelos, madres, esposas o hermanos en la política, según un estudio realizado por la Universidad de Brasilia. Es el índice más elevado de las últimas cuatro elecciones.
Tras casi cinco horas de votación, Dios y los nietos de los diputados derribaron a la presidenta de Brasil.
El País - 18 de abril de 2016