El rol de la deuda externa
Horacio Rovelli analiza en este artículo los ciclos históricos del endeudamiento externo argentino, que tuvo su origen en el empréstito firmado por Bernardino Rivadavia con la banca inglesa Baring Brothers. Afirma Rovelli que así como se produjo la crisis de 1890 debido a que se importaba todo y se pagaban los intereses de una deuda cada vez mayor, hoy nos encaminamos a una nueva crisis generada por el reinicio del endeudamiento que propicia el gobierno de Mauricio Macri.
En 1824 el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Martín Rodríguez, por propuesta de su ministro Bernardino Rivadavia, solicitó un crédito a la banca inglesa Baring Brothers por un millón de libras esterlinas. El argumento para pedir el préstamo fue el supuesto propósito de construir un puerto, fundar ciudades y dar aguas corrientes a Buenos Aires, obras que finalmente no fueron realizadas con ese empréstito. El país se comprometió por una deuda de 1.000.000 de Libras al 6 % de interés anual, y dio como garantía los ingresos fiscales y la tierra pública (La pampa húmeda y hasta las sierras de Famatina en la Provincia de La Rioja). Del millón de Libras se descontó la comisión, intereses y servicios por adelantado, quedando en definitiva un saldo de 560.000 Libras, sin embargo la banca Baring remite 2.000 libras en monedas de oro, 62.000 libras en letras de cambio (para comprar productos ingleses) y propone por “prudencia de mandar dinero a tanta distancia”, dejar depositado en su banco las 500.000 libras restantes, pagando 3 % de interés anual. (Por el crédito total se paga el 6 % anual y depositar la mitad en el mismo banco paga el 3%). La deuda fue abonada en forma intermitente hasta llegar a cancelarla en su totalidad en el año 1.904, presidencia de Manuel Quintana (quién antes y después de ser Presidente de la República fue abogado principal del Banco de Londres en el Río de la Plata), con intereses y costas se pagó en esos 80 años el equivalente a 11.500.000 libras, esto es más de 20 veces el capital efectivo recibido.
Igual podemos aducir de los préstamos solicitados a la banca inglesa por las administraciones de Avellaneda, Mitre, Roca y toda la pléyade conservadora que presidió el país hasta 1916 en que asumió Hipólito Yrigoyen, deuda que se pagó en sobre medida y se usó para comprar los rifles Martini-Henry y Remington con que se persiguió y diezmó a la población autóctona, a la montonera gaucha, y en la guerra del Paraguay. Por ejemplo en este caso, el Ministro Plenipotenciario ante el gobierno de S. M. Británica de Mitre, Norberto de la Riestra, logró endeudar al país en otros 2.500.000 libras. Deuda acumulada cuyos intereses eran mayor al superávit comercial, de manera tal que se acrecentaba cada año y le llevó a decir al Presidente Nicolás Avellaneda: “Si es necesario, pagaremos la deuda con la sangre, el sudor y las lágrimas de los argentinos… pero pagaremos”, por supuesto que no dijo, como pasa con toda deuda, que la paga el pueblo.
El modelo conservador estaba basado en las exportaciones de bajo valor agregado (carne y trigo fundamentalmente), mientras las importaciones eran cada vez de mayor valor (y sustituían la precaria producción nacional). Las inversiones directas (ferrocarriles, obras públicas portuarias y sanitarias, construcción de viviendas, etc.) generaron deuda y aumento de las importaciones, que produjeron déficit en la balanza de pagos. La situación estalló con la “Crisis de 1890” Default (en cesación de pagos), porque las importaciones y el pago de la deuda eran mucho mayor que el ingreso por exportaciones.
El mismo objetivo tuvo la política de endeudamiento de la dictadura militar, que se hizo para importar mercaderías del extranjero que antes se producían acá (como el casimir inglés que reemplazó al poncho criollo con Rivadavia), de esa forma destruían la industria nacional (que era el objetivo máximo de la dictadura dado que las grandes fábricas implicaban gran concentración de trabajadores que habían realizado el “Cordobazo” y que cuestionaban al modelo económico y social) y quedamos debiéndole a la banca extranjera más de 43.500 millones de dólares, cuando la deuda externa antes del golpe militar del 24 de marzo de 1976, no alcanzaba los 7.800 millones de esa moneda.
La deuda ha sido uno de los mecanismos constantes y persistentes para hipotecar al país y subordinarlo al capital internacional y a sus políticas clásicas de ajuste, esto es, reducir los salarios y el gasto público, para que al haber una menor demanda interna se obtenga un mayor saldo exportable, dado que consumimos básicamente los mismos bienes que exportamos: Alimentos y energía.
La eclosión de la deuda se produce en la crisis del año 2001, cuando el por ese entonces ministro Domingo Cavallo al no poder cumplir con los vencimientos hizo un canje de títulos por otros nuevos para ganar 5 – cinco- años de plazo, reconociendo tasas del 18 al 22% anual en dólares, con lo que dejaba al descubierto la frágil situación financiera del país. Ese hecho provocó la corrida de los depósitos y su conversión al dólar, lo que impuso el “corralito” para restringir las extracciones de los bancos, el descontento fue tomando una magnitud tal que primero se llamó al estado de sitio, segundo la gente sale a la calle y es reprimida violentamente, de manera tal que en el país entre el 18 y el 19 de diciembre de 2001 fueron asesinados por las fuerzas de seguridad, 38 –treinta y ocho- personas; el Presidente De la Rua huye en un helicóptero de la casa rosada y la población se convocó en las calles al grito de que se vayan todos.
El modelo perverso pergeñado por la deuda de sustituir producción local por importaciones y financiarse con nuevos endeudamientos colapsó en abril del año 2002, el tipo de cambio oficial estaba a 1,40 pesos por un dólar, pero en el mercado paralelo se daba hasta 4 pesos por un dólar, eso hace que caiga fuertemente el poder adquisitivo de los trabajadores (relación inversamente proporcional entre el poder adquisitivo del salario y el valor de la divisa norteamericana), empujando a la mayoría de la población a la pobreza y a una parte considerable de ella a la indigencia.
En ese contexto se siguió reprimiendo las manifestaciones de reclamo y disconformidad, produciéndose la muerte de los jóvenes Kosteki y Santillán el 26 de junio de 2002 en la localidad de Avellaneda; su sangre generosa obligó al gobierno de Duhalde a llamar a elecciones donde ganó en la segunda vuelta Néstor Kirchner.
Fue Kirchner el que ideó y ejecutó el canje de los títulos de la deuda con una quita de un 65%, y reescalonar los plazos que habiéndose realizado en los años 2005 y 2010, alcanzan al año 2028.
Cuando asumió Néstor Kirchner el 25 de mayo de 2003, la deuda representaba el 160% de lo que producíamos; al 31 de diciembre de 2015, la misma ascendía a un total de 222.703 millones de dólares, que era el 40,5% del PIB, pero además, de esa suma, 132.421 millones de dólares estaba en poder del mismo sector público nacional (BCRA; Banco de la Nación Argentina, ANSeS, BICE, etc.), por ende la deuda externa en poder de los privados y organismos de créditos internacionales era de 90.282 millones de dólares, que representaba solo el 16,5 % del PIB. Más allá de la patraña de los fondos buitres avalado por la justicia norteamericana, lo cierto es que la deuda dejaba de ser un condicionante del país. Una deuda externa que por su monto y sus vencimientos era totalmente administrable y hacía que se destine menos del 1% de lo que producimos para cumplir con ella.
Lo dice el mismo Roberto Lavagna: “El Kirchnerismo para resolver 90 mil millones de dólares, emitió 35 mil; el gobierno de Macri para resolver menos de 5 mil millones, emite 12.500 millones”.
Fuimos abrazados a la angustia de un presagio por la noche de un camino sin salidas
El Proyecto de ley de presupuesto de la Administración Nacional de Macri para el año 2017 afirma que en toda su gestión (2016-2019) las importaciones (y ya sabemos que se importan bienes finales para sustituir producción local, jamón de Dinamarca, lata de choclo desgranado de Francia, champagne chileno, naranjas de Israel, frutilla de Polonia, muebles de China o Vietnam etc.) superan a nuestra exportaciones, con un déficit comercial previsto de U$s 646 millones en el año 2016, de U$s 1.866 millones en el año 2017, U$s 3.800 millones para el 2018, y de U$s 4.929 millones en el año 2019, acumulando un déficit de U$s 11.241 millones para el período.
También dice que va a operar con déficit fiscal, en el año 2016, por $ 396.188,6 millones, que convertido al tipo de cambio promedio (siempre con datos del gobierno de Macri) de $ 14.99 por dólar, es el equivalente a U$s 26.430 millones, y para el año 2017 el déficit fiscal estimado en el proyecto de ley de presupuesto nacional es de $ 480.801,4 millones, al tipo de cambio esperado para ese año (por Macri) de $ 17,92, significan unos U$s 27.953 millones, cuando en el peor año del kirchnerismo, el 2015, el déficit fiscal fue de $ 240.000 millones al tipo de cambio de $ 9,70, implicó U$s 25.000 millones pero se emplearon en su totalidad para subsidiar la energía y el transporte (de no haberse subsidiado la energía y el transporte las cuentas públicas hubieran sido equilibradas).
Observando el presupuesto de Macri lo que vemos claramente es que aumenta el déficit y aumenta fuertemente las tarifas.
En consecuencia, Macri se ve obligado a endeudar al país para financiar el déficit fiscal y el déficit comercial, por lo que recomienza el camino de la deuda, tanto en pesos como en divisas, pero no para incrementar el patrimonio público y llevar adelante la ampliación y modernización de nuestra infraestructura, sino, básicamente para financiar el déficit fiscal provocado principalmente por la baja de los ingresos (eliminación y reducción de las retenciones, disminución de la recaudación del IVA y de otros impuestos ligados al menor nivel de actividad) y acrecentar el gasto, al mantener los montos de los subsidios pese al fuerte aumento de las tarifas duplicando las ganancias de las empresas energéticas y de transporte, y el mayor pago de los intereses al ir incrementándose la deuda.
Macri toma deuda externa en divisas para cubrir el déficit comercial, y toma deuda en pesos para cubrir el déficit fiscal, con lo que la deuda aumenta con ambas sumas. Pero a la vez, para hacer creíble el valor del dinero, esteriliza el mismo mediante la colocación de LEBAC (Letras del BCRA) que es el pasivo (deuda) del BCRA, que al 17 de octubre 2016 asciende a $ 658.960 millones, convertido al tipo de cambio promedio de $ 15,20 son U$s 43.352 millones (superan los U$s 39.331 millones de reservas internacionales de esa fecha), y que pagaron intereses desde el 1 y hasta el 17 del año 2016, por $ 164.000 millones, el equivalente a U$s 11.000 millones.
Paralelamente, las provincias y el sector privado tomaron en los primeros 10 –diez- meses de gobierno de Macri, deuda externa por unos U$s 13.300 millones.
En síntesis, el gobierno de Macri solamente puede superar la restricción externa y las inconsecuencias del modelo que aplica, endeudándose y ofreciendo pingues negocios al capital más concentrado. En ese marco, no pueden existir proyectos de inversión productiva, se prioriza lo financiero, a costa de un mercado interno que se achica, se concentra y se extranjeriza, y se condena a amplias franjas de la población a la desocupación y a la pobreza, con un efecto anestésico por el ingreso de dólares para un sector de la población, pero insustentable en el tiempo.
El modelo macrista está agotado, los empresarios lo aplauden, pero ninguno invierte, tratan de sacarle todo lo que pueden: desgravaciones impositivas, que no los fiscalicen, que puedan seguir importando lo que quieren y sustituir producción por productos extranjeros (desde un alimento a un auto), que le dejen seguir fijando libremente los precios con las altas tasas de ganancia (por ejemplo la leche, le pagan al tambero $ 4 o en el mejor de los casos $ 5.- por litro y lo venden a no menos de $ 16.- 400% de ganancia). EEUU y el FMI lo aplauden pero para colocar los productos excedentes que no venden por la recesión mundial.
Sin inversión, con caída del consumo y de las exportaciones, el gobierno entra en la vorágine de depender del ingreso de capitales, ingreso de capitales que a su vez fija atrasando el tipo de cambio. Deslegitimado por las medidas antipopulares y a la deriva, se encamina a un rotundo fracaso electoral, sobre todo en la Provincia de Buenos Aires, y de allí, dos años subordinados a lo que Macri llama “El Círculo Rojo” y al FMI.
Así como se produjo la crisis de 1890 por que se importaba todo y se pagaban los intereses de una deuda cada vez mayor, nos encaminamos a una nueva crisis generada por el Juárez Celman de la actualidad, Mauricio Macri. Pero la crisis de 1890 dio lugar a la llamada Revolución del Parque, y con ello el germen de lo que fue el primer gobierno nacional y popular, cuando asume Hipólito Yrigoyen el 12 de octubre de 2016, hace 100 años.
*Economista especializado en temas fiscales y monetarios. Profesor de Política Económica en la Universidad de Buenos Aires. Ex Director de Políticas Macroeconómicas del Ministerio de Economía. Miembro de EPPA (Economía Política para la Argentina)
La Tecl@ Eñe - 26 de octubre de 2016