Argentina-China: buscando un mejor “win win”
Néstor Restivo * (Especial para sitio IADE-RE) | Un abordaje de las posturas sobre la “ganancia compartida” en la relación económica de la Argentina con China.
Cuando China habla de alianzas con otros países, como con la Argentina, dice “beneficio muto” o “ganancia compartida”. En inglés, win win. Si bien la Argentina tiene déficit comercial con el país asiático –creció desde 2008 hasta picos de 6 mil millones de dólares anuales–, para China el problema no es su propio dinamismo exportador, sino la débil oferta argentina a su mercado, y dice que con sus inversiones aquí (las chinas son, hace años, casi las únicas relevantes para la Argentina) o la llegada de sus turistas, eso podría compensarse. Pero algunas voces se alarman por una relación que en lo comercial observa, además, una asimetría cualitativa: materia prima versus tecnología. Ahí un desafío para atender.
En principio, ¿cuál es la etimología de “beneficio mutuo” en mandarín? Según la profesora Silvia Abollo, del Instituto Confucio de la Universidad Nacional de La Plata, shuang yíng es un concepto del marketing usado desde tan antiguamente como con Lao Tsé hasta la actual era del presidente Xi Jinping, y entró al pensamiento diplomático y oficial en la década de 1950 con los Cinco Principios de la Coexistencia Pacífica. La insistencia en “la cooperación y el beneficio mutuo entre países en vías de desarrollo” caracteriza el contenido de esos Principios, dice. A su vez, para la profesora Lucía Fernández, hay otra traducción posible: gong ying, más usada por Xi y el PCCh. Según la profesora e investigadora de la UBA, China busca evitar la llamada “trampa de Tucídides”, en alusión a lo que ocurriera entre Atenas y Esparta, donde una potencia vio que otra crecía mucho y la amenazaba, y entonces decidió atacarla. No caer en esa trampa (en este caso, la alusión obvia es la competencia con Estados Unidos), ejercer el mutuo respeto (xianghu zunzhong) o cooperar para ganar todos (hezuo gongying) son líneas muy presentes en el discurso actual del Estado chino, afirma.
Entre economistas y analistas de Relaciones Internacionales argentinos hay diversas opiniones. Unos ven en China una amenaza al desarrollo nacional, y aun regional; otros, una oportunidad para crecer y desarrollarse. Para los primeros, se replicaría un esquema de dependencia como con potencias del pasado. Para los segundos, el mundo actual es diferente y la Argentina no debe dejar pasar el tren. Tiene, dice, un gran desafío por delante.
Acaso entre los primeros haya quienes adeuden la actualización analítica. Y entre los segundos, quienes llevan su sinofilia hasta creer que el desarrollo argentino depende de la estrategia de otro, una idea quizá peor que la dependencia clásica: económica, financiera, política o cultural. En estas opiniones que siguen intentamos algunas aproximaciones para el debate.
Miradas muy a favor de la relación las hay en, por ejemplo, Jorge Castro, Fernando Vilella y otros analistas que estudian sistemáticamente la relación económica bilateral. Y otros balances son los de los economistas Matías Remes Lenicov, Gustavo Girado y Carlos Bianco.
Para Remes Lenicov, de la UCA La Plata y el Centro Latinoamericano de Estudios Políticos y Económicos de China (CLEPEC), “no hay que limitarse sólo a pensar esta relación como una meramente comercial. Existen muchas voces críticas desde nuestro país argumentando que sólo podemos venderle cereales, oleaginosas y otro tipo de productos a granel, como vino o miel, mientras que China nos vende manufacturas y bienes de capital”, lo cual ignora el “creciente poder adquisitivo chino y su necesidad de bienes más elaborados” tanto en agroalimentos como otros sectores, y sugiere agregar variables como inversiones estratégicas y “a largo plazo, distintas al patrón de otros inversiones occidentales”, en áreas “relevantes” (energía nuclear, trenes, energía renovable) y joint ventures entre firmas chinas y locales para “inyectarles dólares actualizar tecnología y ampliar capacidades nacionales, mejorando la competitividad y abriendo nuevos mercados”. También incorpora la dimensión cultural y educativa en cooperaciones académicas e institucionales. “Pensando esto como una relación de largo plazo y con una visión amplia de la situación (no meramente comercial) la relación termina siendo mutuamente beneficiosa”, concluye.
Para Carlos Bianco, ex secretario de Relaciones Económicas Internacionales en la Cancillería durante el último gobierno kirchnerista y profesor en la Universidad Nacional de Quilmes, primero debe recordarse lo obvio, el rol de China como líder mundial en crecimiento, PBI por paridad de poder adquisitivo, exportaciones o inversiones, por lo cual “para cualquier país del mundo es casi imposible y totalmente no recomendable no tener un vínculo económico aceitado con China”. Pero éste, aclara, “puede tomar diversas formas”.
En su opinión, hasta fines de 2015 “se profundizó la relación sobre la base de la firma de múltiples acuerdos bilaterales políticos y económicos y con el establecimiento de una Asociación Estratégica Integral entre ambos países. Ello permitió un crecimiento acelerado del comercio bilateral, que en nuestro caso se caracterizó por exportaciones superiores a los 5.000 millones de dólares en 2015, basadas fundamentalmente sobre productos primarios y alimentos con mayor valor agregado, dada la visible complementariedad de ambas economías y la alta competitividad china en productos industriales”. En tal caso, dice, se compensó el rojo comercial con “inversiones para el desarrollo, necesarias para el incremento de las reservas, el desarrollo productivo y la construcción de infraestructuras”. Pero desde 2016, opina Bianco, la relación política “se ha enfriado y el vínculo económico se ha visto perjudicado fuertemente, sobre todo para la Argentina”. Se frenaron algunas obras (aunque en general continuaron, con algunas modificaciones) y hubo, señala el ex funcionario, “un profundo debilitamiento del vínculo comercial bilateral en 2016, con una reducción tanto de las exportaciones (-13,5%) como de las importaciones (-11%) en el marco de la crisis económica auto-infligida por las políticas económicas del macrismo”, estima, lo cual hizo que en 2017 se retomaran algunas obras con financiación china. Pero “el vínculo comercial empeoró para Argentina: las exportaciones de los primeros 10 meses de 2017 continuaron en baja (-3%) y las importaciones se dispararon (+16%) como consecuencia de la apertura indiscriminada”.
Entre los críticos, militan el profesor de la Universidad Nacional de Rosario, Eduardo Oviedo o, entre otros, los economistas Ariel Slipak y Rubén Laufer, por citar algunos. Laufer, en un trabajo para la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, dice que, con China, Latinoamérica sufre “déficit comercial, reprimarización de sus exportaciones −y de sus economías en general−, creciente endeudamiento y un dramático proceso de ‘sustitución inversa’: productos industriales locales son sustituidos por manufacturas procedentes de China como contraparte de los acuerdos de inversión o de sus créditos o swaps −lo que ya sucede en la Argentina con la compra de bienes de alta tecnología (reactores para la industria nuclear y caños de acero para gasoductos), de transporte (ferrocarriles y trenes subterráneos), sistemas de irrigación, etc.−, desplazando no sólo a las industrias locales, sino también a las de los socios regionales, y constituyendo así un factor de erosión de los procesos de integración en curso”.
Desde la misma FCE/UBA, Damián Paikin y Federico Dulcich sostienen que “si en 2002-04, en las importaciones brasileñas, la Argentina duplicaba a China, en el período 2013-15 cambió y China ahora triplica a la Argentina, y en importaciones de nuestro país, en 2002-04 Brasil sextuplicaba a China y en 2013-15 esa ventaja se mantuvo pero reducida a apenas 30%”.
Maderas y muebles, tejidos y plásticos son algunos de los rubros donde se observa el desplazamiento de compras brasileñas a China (subieron 12% entre ambos períodos) en vez de a la Argentina (bajaron 8%).
También Slipak es escéptico y muestra datos sobre tradicionales intercambios de autopartes o textiles, por caso, de la Argentina a Brasil y viceversa, que cayeron gradualmente a la par que crecían las ventas chinas. Peor aún, según Slipak, los peligros chinos provienen de que el carácter de los acuerdos son “desintegracionistas” para el Cono Sur, pese a una “retórica” de “socio estratégico” o “Sur global”, afirma. Sobre OBOR (iniciativa “One Belt, One Road”), critica el impacto ambiental y asegura que forma parte de un “Consenso de Beijing” que perjudicaría a América latina.
Acaso una síntesis de los debates es la que ofrece Girado, autor del reciente libro “Cómo lo hicieron los chinos” (sobre la modernización tecnológica china) y director de la Especialización en Estudios de China Contemporánea en la Universidad Nacional de Lanús. Plantea, más que ver el vínculo en términos binarios, “buscar convergencia de intereses” y generar “un diálogo con nosotros mismos que aún nos debemos” para encarar los lazos con China, evaluando “capacidades propias” para con un socio con complementariedades con la Argentina muy poco frecuentes. “China hace de su poder político–ahora que puede, que le conviene–, un ariete importante de su política exterior para alcanzar objetivos que parece tener claros. Y ofrece un cierto menú de intercambio que, en sus términos, implican ganancia mutua. ¿Cómo mensurarla para nosotros, la contraparte? Es evidente que cada agente -gobierno, país, empresa- debe evaluar los efectos de sus decisiones de negociar con China, y qué grado de alcance se lograría si otro fuese el socio. ¿Podemos hacerlo sin el socio, China u otro? ¿Contamos con la libertad y conocimiento suficientes para alcanzar nuestras metas y objetivos sin la participación del socio mayor de Oriente? Ninguna relación es de iguales, y hay pocas que sean tan complementarias como la sino-argentina”, dijo para este artículo.
* Versión de una nota que publicará en febrero la revista “Dang Dai”, de la cual el autor es codirector periodístico. Restivo es también autor de “China, el aliado inesperado. Presente y futuro de las relaciones entre Argentina y la República Popular China” (Universidad de Villa María, Córdoba, 2015) y coautor, con Gustavo Ng, de “Todo lo que necesitás saber sobre China” (Editorial Paidós, Buenos Aires, 2016).