China, Estados Unidos, Brasil y Argentina

Alejandro Marcó del Pont


La disputa entre Estados Unidos y China es mucho más que una simple controversia comercial, por eso la firma de una tregua temporal entre ambas naciones trae la buena noticia de haber detenido momentáneamente la probabilidad de una recesión de la economía mundial o, en su defecto, retrasar del colapso de los mercados bursátiles. La mala noticia para los optimistas es que la rivalidad es estratégica, ya que gira en torno a la hegemónica mundial, lo que sugiere que cualquier acuerdo será pasajero.

En medio de las políticas estratégicas para la defensa o la supremacía de áreas vitales que ambos países protegen y que detallaremos posteriormente, se encuentra el impeachment (el juicio político) al presidente norteamericano, y su futura debilidad o fortaleza, dependiendo del impacto que en la opinión publica produzca el dictamen. De estas circunstancias tendrá que surgir el posicionamiento de Brasil y Argentina ante diferentes escenarios, sean estos de victoria o pérdida de poder del mandatario. Cualquiera de las opciones modificaría el curso de las políticas americanas hacia Sudamérica y de esta con respecto a Estados Unidos y China. 

Entonces, al menos tendremos que aclarar dos cosas. La disputa en el juicio a Donald Trump, por una parte, y los puntos relevantes de la guerra estratégica entre China y EEUU, por la otra. En varios pasajes de la disputa, donde Latinoamérica, y en especial Brasil, juega un papel relevante, y por carácter transitivo Argentina, en diferentes frentes. Se destacan el económico y político, que podría ampliar en la región la capacidad de realizar políticas diferenciales, con mayores grados de libertad interna o regionalmente. 

La acusación formal al Presidente Donald Trump por parte de la Cámara de Representantes, con mayoría demócrata, por abuso de poder y obstrucción al Congreso derivó en la realización del juicio político o proceso de destitución (impeachment) en la cámara de Senadores, con mayoría republicana. La presidenta de la Cámara de Diputados, Nancy Pelosi, aún no ha trasladado los cargos a la Cámara alta para el juicio.

Algunos sucesos deben quedar en claro. La Cámara acusadora es la de Diputados, con mayoría demócrata, y quien juzga es la Senadores, con mayoría republicana. Como la absolución presidencial parece descontada, los demócratas pretenden que la batalla se centre en las garantías y fiabilidad del procedimiento. O sea, en el circo mediático que pude montarse en el juicio y que infrinja el mayor impacto de descredito presidencial, amparado en los testigos.

Esto se logra con un acuerdo que se negocia en los términos del juicio. Como la Cámara de Diputados deja de tener injerencia una vez que se lo pasa a la de Senadores, el procedimiento se acuerda con anterioridad. En 1999, ante el juicio de Bill Clinton, se pactaron dos semanas de presentaciones y un número reducido de declaraciones. ¿Por qué? El escándalo Lewinsky, que llevó a la acusación de Clinton por perjurio y obstrucción a la justicia, había sido investigado previamente por un fiscal independiente, por lo que la mayoría de los testigos, preguntas, interrogatorios, entre otros aspectos, estaban en el expediente. Aquí no, los demócratas intentan que las investigaciones se lleven a cabo durante el juicio, de modo público, al igual que los interrogatorios, debates, acusaciones, repreguntas, etc.

Esta idea de desgastar al presidente con anterioridad a la campaña, a sabiendas de su exculpación tendría el efecto de desacreditar al mandatario de manera que perdiera las elecciones el martes 3 de noviembre del 2020. Otros creen que es solo un llamado de atención del Deep State que entiende que una competencia estratégica gestionada con China y un trabajo estrecho con sus aliados y socios es más rentable que las peleas constantes con ellos sin tener su propia casa en orden. Lo cierto es que dependiendo del desenlace del juicio, los países tomaran diferentes caminos.

Debe tenerse en cuenta, para la mirada latinoamericana, que la administración actual de los Estados Unidos carece de tal visión estratégica. Un Trump proteccionista, unilateralista, aparentemente prefiere enemistarse con amigos y aliados de Estados Unidos, dejando a Occidente dividido y mal equipado para defender y reformar el orden mundial. Los chinos probablemente prefieran que Trump sea reelegido en 2020, los rusos no creo que tengan ninguna duda y para la Latinoamérica la carga sería intolerable. 

Como resultado de la disputa, el desacoplamiento sino-estadounidense se intensificará con el tiempo e insistirá por la disputa en la supremacía de al menos cinco puntos centrales: comercio, tecnología, inversiones, moneda y geopolítica. Veamos a qué nos referimos en cada una y la relevancia sudamericana en algunas de ellas.

La disputa comercial liderada por el estadounidense Donald Trump contra China comenzó a tomar cuerpo en Brasil, que nunca ha sido tan dependiente de las exportaciones al país asiático como el año anterior. El 28% de las exportaciones de Brasil durante el 2018 fueron a China y gran parte del crecimiento tiene base en la disputa sino-americana, aunque no es un aumento sólido, solo una desviación de comercio, ya que lo que China no le compró a los Estados Unidos se lo adquirió a Brasil. Este desarrollo de los acontecimientos genera un escenario fantástico ya que las exportaciones a China aumentaron en el 2018 un 30.2%, mucho más que el 9.8% de las exportaciones totales.

Por su parte el gigante asiático entiende que el presidente Bolsonaro se encuentra ante un dilema mercantil más allá de sus ideales pro americanos. Brasil exportó a China por más de U$S 67 MM. Las ventas de soja a China representan el 81% de sus ventas totales de legumbres, y según Estados Unidos, Brasil constituye el 66% de las importaciones de soja del gigante asiático. El 64% del total de las ventas de petróleo van a China, aumento que refleja en parte una serie de acuerdos que Petrobras ha hecho en los últimos años con compañías chinas a cambio de financiamiento. Materiales ferrosos el 58% de las ventas van a china; el 43% de las ventas de celulosa; la carne pasó del 13% al 19%, lo que generó el incremento interno de precios en Brasil.

En síntesis, la dependencia brasileña con el gigante asiático se ha convertido en un problema. EE.UU. representa solo el 12% de las ventas externas de Brasil y Argentina únicamente el 6%, mientras que nuestro país exporta el 18% de sus productos al Brasil y 7% a China. De aquí se deduce el carácter transitivo de la toma de decisiones, tanto de Brasil con China, con sus consecuencias para la Argentina.

La tecnología será una de las cartas en disputa por parte de China, sobre todo después de plantearlo con claridad en el Plan quinquenal XII y los nuevos objetivos del programa Made in China 2025. Primero la autonomía y luego la supremacía tecnológica, un camino lógico que transitará esta disputa y que incluye: inteligencia artificial, 5G, robótica, automatización, biotecnología, vehículos autónomos y fuga transfronteriza de datos.

Gran parte de los avances tecnológico demandan inversión, lo que se llaman flujos bidireccionales o la calle de doble sentido, otro punto en discrepancia con resultados nefastos. La Inversión Extranjera Directa (IED) bidireccional completada entre China y los Estados Unidos en 2018 representó una disminución del 60% en comparación con 2017 y una reducción del 70% con respecto al 2016. La mayor parte de esta caída fue atribuible a una disminución de más del 80% en la IED china en los EE. UU.

Nos quedan las monedas, en las cuales la supremacía juega un papel de aniquilación, tan importante por cierto, que es sostén del financiamiento, del mercado y movimiento de capitales y comercio, y en el caso de Latinoamérica, además, para el pago de deuda. Los acuerdos comerciales en moneda de los países firmantes será una de las disputas.

En el mismo juego, China, por su parte, buscará evadir cada vez más el sistema financiero internacional controlado por Estados Unidos y proponer una alternativa al sistema de pagos transfronterizos de la Sociedad Mundial de Telecomunicaciones Financieras Interbancarias (SWIFT) controlado por Occidente. También puede intentar internacionalizar el papel de Alipay y WeChat Pay, sofisticadas plataformas de pagos digitales que ya han reemplazado la mayoría de las transacciones en efectivo dentro de China.

Este esquema político que se moverá en el mundo, deberá contar con una decisión en los mayores países de Sudamérica. Inversiones para el desarrollo, movimientos financieros, comercio y tecnología juegan un papel central en la definición de los grados de libertad que tanto Brasil como Argentina pueden logran dependiendo del menú de opciones que puedan tomar en cuanto a su desarrollo. Esta carta dependerá del diagnóstico, las posibilidades y osadía que generen el impeachment, las elecciones americanas y las necesidades latinas.

 

El tabano economista - 2 de enero de 2020

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