Como funciona la economía barrani

Eduardo Crespo, Ariel García, Javier Ghibaudi


Endeudamiento externo, caída de las reservas, inflación, sequía, salarios estancados. Todos los índices de la economía argentina anticipan una crisis de grandes proporciones. Pero que no se asemeja a ninguna crisis reciente. Los bares y restaurantes están llenos, las entradas de cine y recitales se agotan en horas y el turismo interno bate récords. ¿Cómo se explican fenómenos en apariencia tan contradictorios? Claves para entender la economía informal y los límites del Estado.

Los problemas de la economía argentina son conocidos: crecimiento per cápita negativo desde 2012, abultado endeudamiento externo, inflación del 116% interanual en junio de 2023, proporciones significativas (y crecientes) de empleos informales con ingresos mayoritariamente estancados, deterioro de la infraestructura económica y social. Estos indicios permiten pensar que se avecina una crisis de grandes proporciones. La aceleración inflacionaria e incluso una hiperinflación podrían combinarse con eventos políticos imprevisibles. Aun así,  un breve paseo por cualquier ciudad del país alcanza para comprobar que estamos ante una crisis sui generis, que entremezcla fenómenos inéditos y fotografías que contrastan con los signos característicos de un derrumbe económico. Las mesas en restaurantes deben reservarse con anticipación, las entradas a los recitales se agotan en horas, las canchas de fútbol explotan, el turismo interno bate récords, las calles de comercio popular repletas, 60 mil argentinos acompañaron a la Selección en Qatar el año pasado. Nada parecido se veía, por ejemplo, durante la hiperinflación de 1989-1990 o en la debacle deflacionaria de 2001-2002. Al mismo tiempo que el Banco Central se queda sin reservas y una sequía insospechada derrumba las exportaciones, las estadísticas oficiales indican que el consumo se sigue recuperando a paso firme y que la inversión continúa en ascenso. ¿Cómo explicar fenómenos en apariencia tan contradictorios?

Apuntes para una dialéctica formal-informal en la historia económica

Para el pensamiento económico latinoamericano de la segunda mitad del siglo XX, las actividades informales abarcan una multiplicidad variopinta de empleos precarios de baja productividad donde a diario multitudes de buscavidas luchan por su reproducción más elemental. La dinámica formalidad-informalidad era sencilla y estilizada: en las etapas expansivas del ciclo económico el sector formal crece y absorbe trabajadores de los sectores informales, y viceversa, cuando llega la etapa contractiva, el sector formal se achica y expulsa trabajadores a la informalidad.

Aunque este tipo de informalidad sigue siendo relevante, en el mundo contemporáneo, y especialmente en la Argentina de la actualidad, asume formas novedosas que no se pueden comprender como simples contracaras de la formalidad. Las transformaciones de la economía mundial durante las últimas décadas, combinadas con las restricciones cambiarias argentinas -el denominado "cepo"- sumadas a la inflación persistente y los efectos aceleradores de la pandemia para la adopción de tecnologías de comunicación están volcando a la informalidad actividades de productividad media o incluso elevada, así como a numerosos sectores de medianos y elevados ingresos que en el pasado eran integrantes inconfundibles de los sectores formales. ¿Es una singularidad argentina o debemos pensar en tendencias globales?

En la posguerra, las teorías de  la modernización partían del precepto de que la informalidad y el subdesarrollo eran resabios de lo arcaico, algo que podía ser superado con el desarrollo de las fuerzas productivas. Aunque este supuesto aún pueda tener fundamentos, no resulta lógico considerar que en toda época histórica aquello que clasificamos como 'informal' y ajeno a la circunscripción estatal era parte de un pasado condenado a desaparecer. Al contrario, a lo largo de la historia la relación entre lo público y lo privado, los vínculos entre Estados y particulares, pasaron por ciclos de unidad y de ruptura, de coincidencias y rebeliones, de entradas y salidas. Aunque no se encontraron evidencias de que alguna sociedad compleja -en resumen y a grandes rasgos, aquellas sociedades que superan los 10 mil habitantes- haya funcionado por mucho tiempo sin contar con tecnologías sociales como Estados y Mercados, la relación entre ambos se fue modificando (y aún lo sigue haciendo) a lo largo del tiempo.

En ciertas coyunturas los gobernantes no tienen más alternativa que hacer un uso inteligente de sus poderes infraestructurales, si no desean quedar prisioneros de redes de poder económico privado. Cuando los gobiernos apelan únicamente a la coerción, los particulares suelen ser incentivados a buscar salidas. Algunos autores describen estos comportamientos como 'rebeliones' contra los Estados1. También se las puede interpretar como salidas (o 'fugas') de la circunscripción económica estatal. 

La economía “en negro”, el vasto universo que en Argentina algunos denominan “barrani”, puede pensarse como una rebelión silenciosa, como un indicador de debilidad de la densidad estatal, o como lo que efectivamente es, ambas cosas al mismo tiempo. La presencia de otros Estados y monedas nacionales, como en el pasado los metales preciosos de elevada liquidez internacional, sigue brindando oportunidades de salida (o de fuga). En la edad media, según Peter Spufford, la práctica de envilecer monedas para obtener réditos de señoreaje en tiempos de guerra alimentó el desarrollo de redes internacionales privadas, como casas comerciales y financieras extraterritoriales que lucraban en el mercado internacional de monedas.

Estas redes privadas estaban vinculadas a diásporas mercantiles ligadas por lazos de parentesco y habituadas a funcionar en modo 'barrani', es decir, operaban al margen de los Estados territoriales, en intersticios independientes y cosmopolitas como ferias medievales, ciudades-Estado, puertos autónomos. El capitalismo moderno nació de la fusión de algunas de aquellas redes con ciertos Estados territoriales. La Revolución Gloriosa de 1688 en Inglaterra, por ejemplo, consolidó a dichos actores al mando de un Estado hasta entonces liderado por intereses agrarios. Las restricciones financieras de reinos involucrados en guerras permanentes (como nuestra presente restricción externa), los fue sometiendo a las redes internacionales que controlaban las finanzas europeas. Nacía el Estado como "Comité de la burguesía" (financiera). 

Desde una perspectiva histórica y de largo plazo no puede concluirse que siempre lo informal estuvo integrado por aquellas actividades más atrasadas y condenadas a ser reemplazadas por la formalidad. El Estado capitalista europeo pudo haber nacido del fracaso de las tentativas por mantener subordinados a los intereses comerciales y financieros. En otras palabras, no podemos pensar a los Estados como entidades monolíticas y siempre eficaces su acción moderna y homogeneizadora, ya que los Estados son relaciones sociales sujetas a comportamientos humanos, arenas institucionales donde se dirimen disputas entre diferentes coaliciones y proyectos. Y es este el motivo de que al interior de estos aparatos se registren con regularidad disímiles y hasta contrapuestas formas de concebir al objeto sobre el que se busca intervenir.

Argentina y las transformaciones económicas recientes

El contexto argentino es diferente al prevaleciente durante el auge del estructuralismo latinoamericano. Primero, el cepo (junto a prácticas sociales cristalizadas por décadas) fue llevando a la Argentina a funcionar como "República Barrani". Mantenerse en negro tiene costos mínimos, en parte debido a los cambios tecnológicos, en mayor medida a causa de la ausencia de formas de fiscalización estatal disuasivas e inclusivas. En las actividades vinculadas al comercio exterior el cepo promueve el abultamiento artificial de las importaciones, ya que comprar dólares a la cotización oficial con ese pretexto es el más rentable de los negocios.

Segundo, en el mundo 'posfordista' la heterogeneidad estructural es mucho mayor que en la posguerra. El ámbito laboral ya no se divide en una dualidad simple entre el trabajador formal, sindicalizado, con obra social y overol, que vacaciona en Mar del Plata frente al vendedor ambulante desamparado. Desde principios de siglo XXI, estamos en el mundo de la terciarización, las cadenas globales de valor, las maquilas, las plataformas, las cuentas off-shore y los nómades digitales. Por ejemplo, si la dualidad "cuentapropista o campesino versus empleado de SOMISA" del pasado no lograba captar la especificidad de las profesiones liberales, en la actualidad argentina se tornó completamente inoperante para pensar la creciente heterogeneidad del mundo del trabajo y sus repercusiones en la subjetividad. Seguir pensando la dinámica formal-informal con las premisas del pasado puede conducir a serios errores de diagnóstico.

Tercero, la pandemia aceleró tendencias que se podían vislumbrar desde hace décadas. Todo aquello que se hacía en el hogar para un determinado empleador ahora se puede hacer para y desde cualquier lugar del mundo con mucha mayor facilidad que antes. Aunque a la flexibilización laboral (de facto) la impulsaron las coaliciones políticas que promueven el neoliberalismo, también es el resultado (¿irreversible?) del curso que tomó el cambio tecnológico en las últimas décadas, especialmente en países emergentes. En casi todo el planeta los sectores sindicalizados y cubiertos por las regulaciones y protecciones de los Estados tienden a reducirse asintóticamente. En Argentina, las leyes laborales tienden a reducir su cobertura en la población económicamente activa, en parte porque nuestra macroeconomía combina incentivos tan irresistibles como el cepo, la inflación y la inestabilidad de los precios relativos.

Partiendo de las transformaciones de la economía mundial durante las últimas décadas, en especial la creciente globalización de los procesos productivos, algunos intérpretes se aventuran a calificar a los Estados como anacronismos. Las mayores oportunidades para obtener beneficios en actividades que atraviesan (con garrocha) las fronteras nacionales, sumadas a la desterritorialización de los ingresos (especialmente los del capital) y las cada vez más reducidas capacidades de fiscalización sobre estos flujos, se supone, debilitan a los Estados como agentes de transformación económica. Entendemos que esta conclusión es equivocada. De la observación según la cual las relaciones entre los Estados y los Mercados se están modificando, no se concluye que los Estados como aparatos complejos consolidados en la modernidad están en vías de extinción. Por el contrario, como ocurrió en el siglo XIX, bajo ciertas condiciones la globalización puede fortalecer a los aparatos estatales, puesto que insertándose a la llamada "división internacional del trabajo" pueden hacerse de recursos fiscales y tecnologías inalcanzables fuera de ella. 

Entonces, lo que debería comprenderse, especialmente en Argentina, es que el capitalismo contemporáneo ya no se organiza bajo el paraguas monetario y financiero de Bretton Woods y las condiciones de desglobalización comercial forzada que cobijaron a los viejos regímenes de industrialización por sustitución de importaciones. En términos prácticos, Bretton Woods operaba como un cepo a escala mundial. ¿Acaso es imaginable que pueda funcionar un Bretton Woods limitado a un país periférico como Argentina en el contexto de una economía mundial cada vez más abierta a los flujos internacionales de capital en el actual contexto tecnológico? Remar anacrónicamente contra la corriente, en este caso, debilita al Estado. Nuestro bimonetarismo y la eventual pérdida de nuestra moneda soberana son testimonio de ello. Pero de aquí no se concluye que el actual escenario no ofrezca oportunidades para que los Estados aprovechen en su favor estas tendencias e incluso las consigan regular con eficacia si responden con flexibilidad a las transformaciones adoptando medidas adecuadas a los tiempos históricos. Las mejoras de los indicadores de vida en la mayoría de las economías emergentes es prueba de ello. 

La denominada "informalidad próspera"

Aunque la mayor parte de las actividades que operan en la informalidad siguen sumergidas en la pobreza, la baja productividad e incluso en la subsistencia, las reglas de juego imperantes en el país favorecen el fortalecimiento, también cabría llamarlo "el ocultamiento", de un conjunto de actividades más opulentas que bajo otras condiciones podrían integrar la formalidad. Diariamente en Argentina millares de residentes venden servicios al exterior apelando a formas de pago 'barranis'. Un vasto universo de empresas de software, programadores freelance, profesionales de las ciencias exactas, psicoanalistas, auditores, etc., cobran servicios utilizando canales digitales, empleando cryptos y un largo etcétera. Estas tecnologías ofrecen insospechadas opciones para desterritorializar ingresos y ponerlos fuera de la órbita regulatoria (y sobre todo impositiva) de los Estados Nacionales, especialmente si éstos son periféricos. 

En 2022 la exportación oficial, registrada, de servicios del conocimiento superó los 8 mil millones de dólares. Si pudiéramos agregar las exportaciones informales, ¿a cuánto ascenderían? Las estadísticas oficiales tienen crecientes dificultades para captar está economía silenciosa que crece a sus espaldas. La mayoría de sus miembros, monotributistas de las categorías más bajas, computa en estas estadísticas como 'pobre'. El cepo unido al atraso de las de tarifas de servicios públicos introduce distorsiones de precios relativos. Mientras ciertos bienes como alimentos y servicios no transables, como restaurantes y espectáculos, mantienen sus precios conectados mayormente a los vaivenes del dólar oficial, en otros rubros, como electrodomésticos o automóviles, los precios tienden a ajustarse en función de las cotizaciones paralelas. Esta circunstancia crea un incentivo en los primeros (incluso aprovechado por residentes de países vecinos en las fronteras) y mantiene relativamente rezagadas las ventas en los segundos. Estos fenómenos quizás ayuden a explicar algunas evidencias estadísticas contradictorias de los últimos años, como la coincidencia del crecimiento con aumento de la pobreza y hasta reducción de la desigualdad.

No es la primera vez que en América Latina la economía informal se torna relevante. Varias evidencias indican, a modo de ejemplo, que las exportaciones oriundas del narcotráfico mantuvieron a flote a la economía colombiana durante los años aciagos de la crisis de la deuda externa de la década de 19802. La irrupción de estos sectores dinámicos en Argentina, por su parte, no ocurre gracias a las políticas de los gobiernos, sino a pesar de las mismas. Sin ir más lejos, en los últimos meses vivimos en un país "anti-Diamand", donde el dólar que se paga a quien exporta soja y otros derivados del complejo agropecuario es mayor que el equivalente para exportar servicios del conocimiento3.

En resumen, a la luz de estas transformaciones globales, tanto económicas como tecnológicas, sumadas a los incentivos macroeconómicos que imperan en Argentina y a modo de hipótesis, entendemos que en estos años: 1) la economía es mayor de lo que se piensa; 2) estamos subestimando el valor absoluto de las exportaciones y 3) sobreestimando el porcentaje de pobreza. Esto no es una predicción sobre lo que pueda ocurrir en los próximos meses ni pretende cuestionar la existencia de una crisis, especialmente monetaria y financiera. De lo que se trata es de comprender la coexistencia de observaciones inconsistentes con los marcos teóricos tradicionales construidos en otro momento histórico. 

Crisis y aumento del consumo: ¿Cómo se explican fenómenos en apariencia contradictorios? Claves para entender la economía informal.

- Eduardo Crespo, es doctor en Economía. Profesor de la Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ) y de la Universidad Nacional de Moreno (UNM).

- Ariel García, es doctor en Geografía (UBA), investigador independiente del CONICET en el Centro de Estudios Urbanos y Regionales y docente en la Universidad de Buenos Aires.

- Javier Ghibaudi, es doctor en Planificación Urbana y Regional por la Universidad Federal de Río de Janeiro y Licenciado en Economía por la Universidad de Buenos Aires. Investigador de postdoctorado del Centro de Estudios Urbanos y Regionales (CEUR/CONICET).

 

Revista Anfibia - 7 de agosto de 2023

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