Crisis global
El efecto sería el contrario de lo visto en el período 2003-2012, que generó un mundo de dos velocidades: las economías ricas altamente endeudadas no crecían y estaban en deflación mientras las economías emergentes crecían aceleradamente empujadas por los precios en auge de las materias primas, los diferenciales de tasas de interés y el alza en los índices de capitalización de las bolsas de valores emergentes.
La inyección de flujos de los ricos a los emergentes llevaba a una acumulación de reservas internacionales y a una apreciación de las monedas con el efecto consecuente de empujar al sector importador y el consumo en el exterior.
En esta etapa, que duró más o menos una década, los analistas miraron a China, principal consumidor de materias primas, buscando la explicación. Cuando el crecimiento chino comenzó a decaer en 2007 y los precios siguieron al alza, siguieron diciendo lo mismo. Era más fácil que decir que estábamos viviendo el efecto de la política monetaria expansiva de Estados Unidos, Gran Bretaña, Europa y Japón. Mucho más sencillo que explicar que los bancos de inversión no estaban prestando dinero para producir sino que estaban guardándolo en reservas en la forma de inversiones en commodities, e inversiones en los mercados emergentes.
Ahora, que culminó ese programa de expansión monetaria, se puede apreciar que los flujos estaban revirtiendo, los tipos de cambio estaban ajustándose a la baja y dejando de estar sobrevaluados, y los ingresos por exportaciones primarias bajaron aceleradamente. Combinando el proceso de recuperación lentísimo e incierto de la economía de Estados Unidos con el estancamiento con deflación de Europa y Japón, la demanda global de materias primas ha bajado. El precio del cobre cayó 25 por ciento en dos años, el oro bajó alrededor de 37 por ciento de su pico y la plata retrocedió 61 por ciento. La caída del petróleo fue mucho más estrepitosa y el descenso continúa. Contrario a la prédica del equilibrio general, si hay ciclos de materias primas, nomás y no basta tener a China creciendo para eliminar el ciclo.
En la América latina de la Alianza del Pacífico esto es un problema porque exportamos mano de obra barata o materias primas. Una baja del tipo de cambio significa menos importaciones y menos consumo, ergo, menos crecimiento económico. Para los países del Mercosur podría significar un alza de sus exportaciones industriales fuera del bloque regional.
Los períodos de alza de la tasa de interés con baja en los precios de las materias primas siempre son los que anteceden a las crisis de balanza de pagos y de endeudamiento externo, por razones evidentes. Solo que esta vez no son los Estados los endeudados sino las empresas grandes que resultarán, como es habitual, garantizadas por los Estados cuando los pagos no puedan ser cubiertos por ellos. Las grandes empresas nacionales y trasnacionales toman crédito internacional por ser más barato que el crédito en América latina. El proceso de nacionalización de la deuda tiene varios antecedentes en la región desde 1982.
Lo que estamos viendo podría ser, entonces, el inicio de la crisis global como tal. Hasta ahora había crisis en los países ricos altamente endeudados y bonanza en el resto del mundo. Ahora, los países primario-exportadores entran en recesión y los PRAE (países ricos altamente endeudados) no salen del sopor de su estancamiento. Los países asiáticos, mientras tanto, seguirán creciendo sin lograr compensar la caída de los precios de las materias primas, como en los últimos tres años.
El Financial Times del 8 de diciembre de 2014 se interrogaba sobre el futuro de Chile, que parece estar cambiando de rumbo luego de casi 40 años de liberalismo radical en su versión más cercana al mercado perfecto –ya alejada del monetarismo–. Ninguna economía en América latina, salvo Colombia, ha logrado mantener su ritmo de crecimiento. Al igual que en los años ‘80 cuando ocurrió lo mismo, cabe preguntarse qué están haciendo de bien que el resto no hizo. De otro lado, las economías que estaban creciendo por el mercado interno como Brasil y Argentina igualmente están resintiendo la baja en sus ingresos exportadores que les ha restado el oxígeno para crecer aumentando la demanda interna vía salarios o transferencias sociales. Las tasas de inversión se han visto estancadas tanto del sector privado extranjero con nuevas inversiones verdes como las inversiones públicas y las privadas para comprar empresas nacionales en dificultades.
Lo que es distinto esta vez, en relación a 1979, su antecedente crítico gemelo más inmediato, es que las cuentas de capitales están perfectamente abiertas y que los mercados cambiarios en la era del dinero de crecimiento endógeno son gigantescos para las economías emergentes. Según el Banco de Pagos Internacionales el peso mexicano y el yuan chino están entre las diez monedas más transadas al día, estando el peso mexicano en el rango sobre los 130.000 millones de dólares en pesos transados al día entre los mercados spot, forward, swaps cambiarios y derivados. A diferencia de China, México tiene la quinta economía con menor crecimiento en América tras veinte años de reformas económicas y el tratado de libre comercio con Estados Unidos. Esto hace al peso un commodity particularmente frágil cuyo precio se mantendrá mientras los operadores cambiarios sigan haciendo negocios. Sin duda, una parte de esto proviene del narcotráfico. El problema con esta apertura perfecta es que podría dar lugar a estampidas cambiarias ante cualquier situación incómoda. La economía internacional está entrando en un período delicado.
* Oscar Ugarteche, economista peruano, coordinador del Observatorio Económico de América Latina (Obela).
Suplemento CASH de Página/12 - 11 de enero de 2015