Dolarización de facto o acuerdo patriótico

Julián Blejmar (Especial para sitio IADE-RE) | A la poco probable nueva narración que inspire confianza en el peso, se presenta la posible dolarización de facto.

Existen las reglas monetarias en materia de emisión, esterilización, base monetaria, tipo de cambio o tasa de interés, por solo citar algunas. Pero resulta evidente que, como todo en la sociedad, el valor de una moneda no solo se basa en los instrumentos técnicos que la administran, sino también en el relato que existe detrás de ella.

Recientemente, el historiador israelí Yuval Noah Harari señaló que “el dinero también es un artefacto cultural. Los billetes no son más que trozos de papel de colores. Lo que da valor al dinero son las historias que banqueros, ministros de finanzas y gurús de las criptomonedas nos cuentan sobre él”.

En efecto, es posible observar que en los últimos años el peso argentino se devaluó en la misma medida que se devaluó el relato de su clase dirigente. Y es que al abandono de la convertibilidad, aquel relato tanto verídico como económicamente insustentable de que solo se emitirían pesos por su equivalente en dólares, le siguió el lógico desborde institucional que depreció en un 400 por ciento el valor de la moneda nacional. Tras ello, inicialmente Duhalde y luego el kirchnerismo repuso la autoridad gubernamental y un nuevo y convincente relato para las mayorías, el cual fue reflejado, en el último caso, dos veces en las urnas.

Este nuevo relato, formulado sobre bases materiales, llevó incluso a la inicial apreciación del peso, aunque la imposibilidad del segundo acciones compensatorias para minimizar la desvalorización de los salarios. 

A partir de 2016, el relato del peso se desplomó en la misma medida de la confianza en la capacidad e intenciones de la dirigencia de Cambiemos. En una primera instancia, este gobierno llevó adelante medidas para devaluar el valor de nuestra moneda en cerca de un 35 por ciento, desvalorizando así también el salario de los trabajadores argentinos. Sólo un año y medio después, el fracaso de su gobierno, evidenciado en el pedido de salvataje al FMI, desplomó en otro 50 por ciento el valor del peso, mientras que la comprobación empírica de este fracaso, su estrepitosa caída en las Paso de agosto de 2019, llevó a la reanudación del “cepo” para evitar la compra masiva de dólares y a que la moneda nacional de la que era responsable aquel gobierno valiera, en el lapso de sus últimos meses, un 420 por menos que cuando comenzó a administrarla. Incluso, es posible que aquel peso no haya caído aún más debido a que Alberto Fernández, el muy probable nuevo presidente tras las Paso, señaló en medio de su relato del éxito en las urnas, que el valor del peso era adecuado para su gobierno.

Dicho valor se sostuvo también durante los primeros meses de su presidencia, también como correlato de la narración de un dirigente con autoridad para conducir la Argentina pandémica. Luego, cuando quedó a la vista las enromes limitaciones del Frente de Todos, la moneda nacional volvió a ser la representación de una dirigencia errática y de la que desconfiaban no solo gran parte de los argentinos, sino incluso desde el propio gobierno, devaluándose, hasta el momento, otro 900 por ciento.

Llegado a este punto, con la incertidumbre que generan opciones inéditas como la de los libertarios, pero también con el fracaso de las dos opciones políticas mayoritarias en su pasada administración del peso y la inflación… ¿Qué relato podría recrear el valor de la moneda nacional?

Posiblemente, el de un acuerdo nacional en el que la todo el arco dirigencial político, sindical, empresarial, y social exhiban una verdadera y patriótica disposición a recrear la confianza en las instituciones nacionales, una de las cuales es la moneda.

Tanto en reportajes televisivos como durante su discurso en Plaza de Mayo, la vicepresidente CFK afirmó que eran necesarios acuerdos mínimos sobre cómo se desata “el nudo gordiano” de la economía bimonetaria, “entre todos los partidos políticos que tengan expectativas de gobierno o que tengan representación parlamentaria en la República Argentina”, así como también frente a la necesidad de modificar el acuerdo con el FMI, donde también era “imprescindible unidad nacional frente a eso”. Pero su pedido de unidad para fortalecer las instituciones, en rigor, no era nuevo. Poco antes de asumir como Vicepresidenta, CFK solicitó la necesidad de “un contrato social de los argentinos y las argentinas”, añadiendo que “creo que si tuviera que ponerle un título le pondría ‘un contrato social de ciudadanía responsable’ porque cuando uno dice un contrato social de ciudadanía responsable involucra a todos. Desde el empresario, ciudadano en su ámbito y en su actividad y con su responsabilidad, por un dirigente sindical, por un dirigente intelectual por un ciudadano que trabaja de operario, o por aquellos también que hoy son cooperativistas o tienen un plan de trabajo porque no han podido conseguir un trabajo, pero es necesario que todos pongamos el esfuerzo”.

Sin embargo, los cuatro intentos llevados adelantes por el Frente de Todos fueron infructuosos, y sin los mismos, pareciera no existir medidas técnicas, o de aplicación de algún relato de teoría económica, que restituya la confianza en la dirigencia y en la moneda que administra.

Caso contrario, la dolarización de facto, es decir el gradual uso de una moneda basada en otras narraciones, y con otros intereses, se usará para transacciones que excedan a las inmobiliarias. Sería el corolario de la desconfianza en la capacidad dirigente para administrar una nueva crisis iniciada pero relativamente administrada durante el segundo gobierno de CFK, enormemente profundizada por el macrismo, y sin capacidad de reversión por el Frente de Todos.

 

10 de agosto de 2023

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