El futuro ya empezó
No fuimos la Patria Grande que Simón Bolívar y otros patriotas soñaron forjar cuando en 1826 convocaron al Congreso Anfictiónico de Panamá en recuerdo de la Liga Anfictiónica de Grecia antigua, con el objeto de buscar la unión de los Estados de América Hispana sobre la base de los anteriores virreinatos. En cambio, fuimos conformados por las potencias dominantes (sobre todo Inglaterra y su estrategia de dividir para reinar) y moldeados a partir de intereses locales, instrumentos y partes de esa dominación económica y cultural. En 1826, de las Provincias Unidas del Río de la Plata era presidente Bernardino Rivadavia, se hizo una Constitución Nacional unitaria (a favor del puerto de Buenos Aires) que todo el interior repudió, y acordó una vergonzosa paz con el Imperio de Brasil (después que las fuerzas nacionales comandadas por el oriental Manuel Oribe las habían derrotado en Ituzaingó al grito de “Muera el imperio”), que lo obligaron a renunciar a fines de ese año, por supuesto que no envió delegados al Congreso de Panamá.
América latina como África y Asia fueron terrenos de colonización política y económica, con mucho esfuerzo y sobre todo aprovechando las guerras mundiales, se logró cierto grado de independencia y autonomía que hace que en pleno siglo XXI podamos insertarnos al mundo como proveedores de materias primas, y en los casos en que llegamos a tener industrias, como en nuestro país, lo es porque son empresas transnacionales que operan en la Argentina (caso Ford, Monsanto, Bayer, Siemens etc.) o porque se lograron, con fuerte e indispensable apoyo estatal, niveles de eficiencia y productividad en algunos rubros (caños para oleoductos y gasoductos, trépanos para perforación de pozos, alimentos) que permitieron la existencia de empresas como las del grupo Techint, Pescarmona, Arcor, Molinos Río de la Plata, Aceitera Gral. Deheza, etc., que pueden competir a nivel local e internacional.
La competitividad nace de la productividad, y en el largo plazo la productividad es la que determina cuál es el tipo de cambio. Nuestra productividad industrial en promedio es menor a la internacional, pero la brecha es muy variable según sean las ramas y empresas de que se trate, pero todos fijan sus tasas de ganancia en dólares.
Si las tasa de ganancia se determina en moneda dura, ante el crecimiento de los precios internos por encima del tipo de cambio, se va generando un proceso de retraso cambiario que favorece a la obtención de una mayor tasa de ganancia (de allí la importancia del “cepo” cambiario de no dejarles convertir su rentabilidad de pesos a divisas) y a las importaciones (y perjudica a las exportaciones), paralelamente genera expectativas de próximas correcciones cambiarias produciéndose un círculo vicioso que apuntala la compra de dólares y la fuga de capitales.
A eso debemos sumarle los graves problemas de infraestructura que tienen nuestros países que requieren de fuertes inversiones para conformar un sistema integral para favorecer el crecimiento y la productividad.
En ese marco, se da la aparición de China y los demás países del Brics (Brasil, Rusia, India y Sudáfrica), por un lado, que con su creciente demanda de alimentos (y materias primas) provocó y provoca una sostenida suba de los precios del cual nuestro país (y la gran mayoría de las ex colonias) obtuvo réditos (inclusive generando un favorable término de intercambio en todos estos años), y por otra parte, esos países (sobre todo China) que han acumulado un fuerte superávit comercial, cuentan con fuertes reservas internacionales, y esas reservas son las que le permiten sostener al presidente de esa nación, Xi Jinping, en la reunión de la Celac en diciembre de 2014, que el comercio de su país con América latina se duplicará en los próximos 10 años (de US$ 250.000 a US$ 500.000 millones) y que la inversión directa del gobierno y las empresas chinas sumará US$ 250.000 millones en la próxima década.
No pudimos ser los Estados Unidos del Sur, pero sí podemos ser una región que se defiende a sí misma, con una estrategia de interrelación y complementación como la que propone la Celac, de quien el presidente Evo Morales sostiene: “La Celac también es una forma de liberarnos del dominio del imperio norteamericano”, y nos permitimos agregar de toda dominación extranjera (como sostiene la Declaración de la Independencia), que es la que hace el gran capital en nuestras tierras.
Entonces, es imprescindible para cada país latinoamericano y para nosotros fundamentalmente, tener un organismo de planificación que contemple el profundo cambio de escenario, que permita transitar hacia al futuro, que a la vez de ponderar los riesgos estime predicciones en distintas situaciones alternativas, que contemple el costo y el impacto ecológico de los procesos económicos, e instrumente las medidas necesarias porque el desarrollo económico mismo, como proceso diacrónico que genera relaciones internacionales de poder, también debe ser planificado, porque no se le puede dejar en manos del mercado (con el peso específico que tienen las grandes empresas y nuestra burguesía rentista y fugadora de capital) la trayectoria deseable de crecimiento e incremento del bienestar colectivo.
Pensemos por un momento en lo desaprensiva que es nuestra burguesía con la población y su futuro, se busca su súper explotación, se contamina el agua, el aire y la tierra y no les importa nada solo su fin de lucro, incapaces de pensar en un destino mediato y común.
La otra Argentina, la de antes del “Rodrigazo” y de la dictadura militar, que crecía en base al mercado interno y la sustitución de importaciones, tuvo una vasta experiencia en planificación que se debe recordar y seguir, fijando objetivos y caminos en base a las posibilidades reales del país. El Conade (Consejo Nacional de Desarrollo) de 1965, presidido por Roque Carranza, en la presidencia de don Arturo Illia, por ejemplo, afirmaba: “El crecimiento constante de una economía depende de que la inversión en los sectores público y privado guarde un equilibrio acorde con la tasa de desarrollo que se quiere alcanzar; si la inversión de algún sector es menor que la requerida, el crecimiento se frena y la inversión resulta mal aprovechada. El instrumento técnico para cuantificar los montos de inversión necesarios son las proyecciones, mediante las cuales es posible determinar, con una aproximación suficiente, la composición sectorial de la producción; esto, más el conocimiento de los recursos existentes, permite determinar las necesidades de inversión de cada sector”, con lo que queda clara la necesidad del plan y de interrelación público y privado, nacional, regional e internacional.
Se debe trabajar en consensos básicos acerca de la orientación a seguir, el desafío que significan los nuevos parámetros de la economía mundial debe ser tomado como una oportunidad de desarrollo sustentable y autónomo.
Este gobierno avanzó a ciegas, sin contar con una matriz insumo-producto que relacione todos los sectores, la ordenó hacer, se tomó como base el año 2005, pero se hizo mal, deficientemente, el Estado había sido desmantelado y el conocimiento técnico fue insuficiente, también la falta de aportes de datos fue el otro factor desequilibrante.
Primero el equipo dirigido por Guillermo Moreno con voluntad y tenacidad, tratando de controlar los precios y el tipo de cambio, subordinando todo al plan general que era el crecimiento y la mejora en la distribución del ingreso, que tuvo sus buenos resultados cuando la economía crecía a tasas chinas, se generaban puestos de trabajo, y los salarios aumentaban más que los precios. Ahora, en otro marco, con menor poder político pero tratando de acordar con las empresas controlar stock para que los problemas logísticos y de planificación interna no afecten el abastecimiento, a la par que se les pide información de sus compras y de sus ventas para generar la previsibilidad necesaria.
Con la misma voluntad la delegación presidencial emprende el viaje a China conformada por una comitiva de aproximadamente cien empresas, más de la mitad son pymes de los rubros farmacéutico, alimentario, pesca, bebidas, forestal y agropecuario entre otros, en busca de mercados para alimentos envasados, como también en ropa y calzado de muy buen diseño y calidad y otros bienes y servicios que somos capaces de elaborar.
Este gobierno, sin un plan general explícito, pero sí fijando los grandes parámetros, con voluntad y decisión fue encarando los problemas y dándoles soluciones, pero es necesario, y lo peor es que este gobierno deja de serlo el 10 de diciembre de 2015 y no sabemos si los que lo remplazan van a seguir en esa tesitura, prepararnos para el mundo que está cambiando, en que deja de ser únicamente la lógica financiera y rentística del capitalismo salvaje de los EE.UU. y los demás países capitalista centrales, para armar una estructura de producción y de trabajo. La pregunta obligada es cómo nos insertamos en él y que ello, en primer lugar, dependa de nosotros.
Maquiavelo en El Príncipe sostenía que un Estado como en la guerra debía tener grandes objetivos y un plan de batalla, una estrategia, que la misma debía presentar y dar respuesta a distintas alternativas. Sun Tzu, cinco siglos antes de Cristo, afirmaba en El arte de la guerra: “Conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo y librarás cien batallas sin sufrir derrota”.
El futuro ya comenzó, o nos subordinamos a que otros decidan por nosotros, o discutimos y pensamos, y con ello planificamos qué rumbo seguir y qué pasos se deben dar, de otra forma, se va a repetir la política económica de Martínez de Hoz, de Cavallo, de Alsogaray, de todos los que son funcionales a los intereses de unos pocos, en lugar de conformar un país para todos. Los negocios de Rivadavia y de sus mandantes defensores del puerto agroexportador en desmedro de la industria, del trabajo y la producción de toda la Nación.
Se deben conocer y socializar a toda la población los puntos fuertes de la economía y de la sociedad argentinas, su capacidad real y potencial, y en base a ello plantear un programa de gobierno.
El Convenio de Cooperación con la República Popular China es un paso, pero se debe planificar qué es lo que podemos venderle, a qué nos podemos dedicar, cuánto valor agregado en horas hombres y tecnología sumamos al comercio con dicho país.
Ésta es la verdadera discusión, en lo que deberían centrarse y plantear alternativas todas las fuerzas políticas que se crean capaces de conducir esta nación, y no subestimar la inteligencia de la sociedad, inventar patrañas, no trepidar en nada para perjudicar la gobernabilidad y hacer que nos subordinemos a la lógica de la renta y del interés compuesto.
Ya lo dijo José Martí: “Lo que no hizo Bolívar no está hecho todavía”, pero el primer peldaño para algún día alcanzar el sueño de Nuestra América es ser un país soberano en lo económico, en lo social y en lo político, porque la unidad de la región solo se logra y garantiza partiendo de Estados que conduzcan su presente y su futuro, y con ello se podrá elaborar una propuesta común que nos beneficie a todos nosotros.
Miradas al Sur - 1 de febrero de 2015