“Es difícil ir por el camino de la inclusión a través de la economía popular, pero parece ineludible”

Delfina Torres Cabreros


El economista Leopoldo Tornarolli asegura que, a diferencia de otros momentos, esta crisis encuentra al país con menos desempleo pero más trabajadores pobres. La latinoamericanización de la Argentina, la cristalización de los programas sociales y el riesgo de las medidas de alivio.

“Antes el mercado laboral te garantizaba que si tenías un empleo, no eras pobre. Después, que si tenías un empleo formal, no eras pobre. Hoy ves que hay hogares que tienen empleos formales y aun así están en la pobreza”, reconstruye Leopoldo Tornarolli, investigador del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (Cedlas) de la Universidad Nacional de La Plata. Es solo una de las cosas que cambiaron en la Argentina de los últimos años, que también “latinamericanizó” su mercado de trabajo y pasó de estar en el podio de los tres países menos pobres de la región a ubicarse varios escalones más abajo, detrás de Costa Rica y Panamá. 

A pocos días de la publicación de los datos oficiales que identificaron que el 40,6% de la población argentina es pobre y el 10,7% indigente, el economista anticipa que esta nueva crisis deja al país con un piso más alto de deterioro social y señala la contracara de las medidas oficiales, que buscaron aliviar los efectos de la pandemia pero generaron mayor inflación.

En el último año el indicador de pobreza se movió más que el de indigencia, que está prácticamente en el mismo desde inicios de 2020. ¿Eso nos dice algo? 

El indicador de indigencia es un poquito más inmóvil que el de pobreza porque la distribución tiene menos masa alrededor de la línea de indigencia. ¿Qué quiere decir? Que tenés menos hogares en los alrededores de la línea de indigencia y que en cambio tenés muchos hogares por arriba y por debajo de la línea de pobreza. 

Lo que suele llamarse la “clase media frágil”, siempre balanceándose sobre la línea de pobreza. 

Claro, tenés gente que está de los dos lados: si la economía mejora un poquito, sale por un período de la pobreza; si la economía empeora, entra. 

¿En qué situación estamos hoy? ¿Los datos muestran un deterioro circunstancial asociado a la pandemia o una tendencia más larga?

La visión de mediano plazo es súper negativa. Después de la salida de la convertibilidad habíamos quedado con niveles de pobreza artificialmente altos, que uno sabía que apenas hubiera una estabilización de la economía iban a caer. Hasta mediados 2004 tuviste una baja de pobreza muy asociada a esa estabilización, luego la economía sí creció y generó una reducción de la tasa que, hacia 2010, llegó a niveles menores a las anteriores a la salida de la convertibilidad. Pero ese modelo se agotó y en 2011 entramos en esta historia de “la maldición de los años pares”: en los años impares crecías y en los años pares caías, y con la pobreza pasaba lo mismo. Ese zigzag lo seguiste hasta 2017, momento desde el que la pobreza siempre fue hacia arriba. Primero subimos un escaloncito de 25% a 30% y luego otro otro de 30% a 35%, que es el nivel con que cerró el gobierno anterior, en 2019. Ahora con la pandemia se dio un salto de otros cinco, siete puntos. Si el año pasado me preguntabas mi visión te hubiera dicho que era mayormente un efecto coyuntural y que, si la situación sanitaria se recuperaba, para mediados de este año íbamos a haber recuperado el número previo. Pero dos aspectos jugaron en contra: la segunda ola y que las medidas que se tomaron en 2020 para mitigar los efectos de la pandemia (e implicaron un déficit fiscal alto y emisión) empezaron a tener sus efectos negativos más adelante con la aceleración de la inflación.

El año pasado hubiera dicho que la suba de la pobreza era un efecto coyuntural y que, si la situación sanitaria se recuperaba, para mediados de este año íbamos a haber recuperado el número previo

Recapitulo: ¿las medidas que aliviaron la situación coyunturalmente terminaron por generar, en un plazo más largo, el efecto contrario?

A la aceleración de la inflación uno no la puede desvincular de la emisión del año pasado, claramente. Si bien se recuperaron cinco de los nueve puntos de pobreza que se generaron entre el primer y el segundo trimestre de 2020 [los datos trimestrales no son publicados por el Indec, que presenta el promedio de dos trimestres en el dato semestral, pero se pueden estimar] todavía estamos cuatro puntos por encima del nivel de pobreza anterior a la pandemia. Yo creo que una parte se va a recuperar en lo que queda del año por la mejora en la situación sanitaria y considerando el gasto electoral, aunque eso va a tener su impacto inflacionario quizás en los primeros trimestres del año próximo. Además, más allá de las internas de la coalición, si el Gobierno arregla con el FMI seguramente se va a achicar el espacio fiscal para seguir asistiendo a los sectores más desfavorecido, salvo que decida ir hacia la reducción del déficit económico por el lado de los subsidios a la energía, que es una asistencia más bien para los sectores medios. Mi perspectiva es que para principios del año que viene quizás tengas una noticia “positiva” en términos de reducción de pobreza de dos o tres puntos por debajo de 40, pero por ahora no tengo claro que eso sea sostenible.

Es decir que esta crisis nos deja nuevamente con un piso más alto de pobreza, que no se retrotrae al 35% previo. 

Claro. Situarnos por debajo de 35% no parece claro si no se reduce la inflación y no se vuelve a generar empleo en forma más sostenible, si no nos embarcamos en un proceso de crecimiento no digo rápido pero al menos sostenido. 

¿Qué diferencia a esta crisis de otras? 

A diferencia, por ejemplo, de la crisis que hubo en los 90 o la crisis de la salida de la convertibilidad, no tiene una tasa de desempleo altísima. El sector informal de la economía está absorbiendo en empleos muy precarios y de bajos ingresos a muchos trabajadores. Pero lo que ocurre es que, a diferencia de otras crisis, tenés un porcentaje mayor de trabajadores pobres. Antes el mercado laboral te garantizaba que, si tenías un empleo, no eras pobre; después, que si tenías un empleo formal, no eras pobre. Y hoy ves que hay hogares que tienen empleos formales y aun así están en la pobreza. Lo que tenés ahora es una crisis donde lo que ha disminuido es el ingreso promedio de la sociedad. Se ha erosionado mucho el poder adquisitivo de los salarios y esto se asocia, obviamente, con la falta de crecimiento que tuvo Argentina en los últimos diez años. Cuando comparás con otros países de la región ves que hasta 2011 Argentina reducía su pobreza al mismo ritmo que los vecinos; desde entonces nosotros nos estancamos y ellos siguieron reduciéndola, más allá de que todos sufrieron las consecuencias ahora de la pandemia.

Hasta 2011 Argentina reducía su pobreza al mismo ritmo que los vecinos; desde entonces nosotros nos estancamos y ellos siguieron

Cuando pensamos en que para bajar la pobreza la actividad tiene que ir acompañada de una mejora en el empleo, ¿pensamos necesariamente en empleo asalariado formal o puede ser también una economía popular más organizada? 

Argentina siempre se distinguió en el contexto regional, quizás junto a Uruguay, por ser una economía que se organizaba alrededor del empleo asalariado formal. La gente todavía valora los beneficios laborales que disfrutaron históricamente los trabajadores argentinos, también por el rol que han tenido los sindicatos en el país, pero claramente nuestra realidad está cada vez más latinoamericanizada: el cuentapropismo, el empleo informal, las changas, representan cada vez una porción más grande del empleo en el país. Es difícil —al menos creo que ningún país lo ha mostrado claramente— ir por el camino de la inclusión a través de la economía popular, pero parece algo ineludible. Ahora mismo no vas a generar el empleo formal que necesitás porque no se generó ni siquiera durante la época de las tasas chinas. Creo que el empleo asalariado formal debería seguir siendo nuestro norte, pero con la economía popular algo tenés que hacer; no la podés dejar de lado. Parte de la inclusión, al menos para sectores muy rezagados, seguramente tenga que ver con una mejor organización de eso.

¿Cuánto juegan en la morigeración de los datos de pobreza e indigencia los programas sociales? 

Tienen su rol y lo han tenido en toda la región. No solo los programas de la pandemia; las transferencias monetarias similares a la AUH son una innovación de política social de los de los 2000 que se creó justamente en América Latina y se extendió al mundo. En los 80 o 90 la mayoría de la asistencia social era a través de la entrega de alimentos o cosas, en especie. Entregar dinero fue algo que empezó en América Latina y se generó una estructura bastante aceitada para llegar rápido a aquellos que lo necesitan, que ayudó mucho en pandemia. En Argentina el impacto en términos de reducción de pobreza no es tan fuerte, pero sí lo es en términos del bienestar de los hogares pobres. Para un hogar que recibe la transferencia, aún cuando la transferencia no lo saque de la situación de pobreza, lo ayuda a vivir mejor. Estimo que sin todos los programas sociales instrumentados, la tasa de pobreza hubiera sido quizás entre 3 y 5 puntos más alta.

Para las clases medias no hay mejor beneficio que reducir la inflación y generar una macroeconomía un poco más estable

¿Todas las personas que necesitan un plan lo tienen o hay parte de “la pobreza” fuera del radar del Estado?

El alcance es bueno; el Estado ha ido tratando de cubrir los agujeros. De hecho el problema principal de Argentina es que hemos tenido que sostener esta tan alta cobertura durante tantos años. En general estos programas funcionan como colchones de protección social durante situaciones de emergencia, pero luego se van achicando naturalmente cuando la economía crece. Bueno, en Argentina la economía no creció y te quedaste con la misma cantidad de beneficiarios o cada vez más y eso pasa a tener su costo. De todos modos, yo no considero a la AUH o el IFE  programas particularmente costosos, más si uno lo compara con los subsidios a la energía, por ejemplo. 

En el Gobierno están pensando herramientas para llegar a la clase media, que es la que quedó más desprotegida en la pandemia. ¿Cree que tiene sentido extender los programas sociales cada vez más hacia arriba en la pirámide?

No. Tendría que ver de qué se trata, pero las capacidades del Estado son cada vez más limitadas, tanto en términos de gestión como en términos fiscales. Para las clases medias lo que necesitás es volver a crecer; no hay mejor beneficio para esos grupos que reducir la inflación y generar una macroeconomía un poco más estable. 

Argentina fue tradicionalmente uno de los tres países de la región con menos pobreza. En los últimos años pasó de ese podio al quinto o sexto lugar

¿Qué lugar tiene la inflación en la dinámica de pobreza? ¿Es algo marginal o está en el centro?

Está claramente en el centro. Ahí también ves por qué durante este semestre la pobreza se redujo un poco y la indigencia no: los valores de la canasta básica alimentaria crecieron más que los de la canasta total. La inflación tiene un primer efecto macroeconómico, que es que todas las actividades económicas se hacen mucho más difíciles de planificar, se demoran en inversiones porque el panorama es claro y genera menos dinamismo, menos empleo. Y tiene un efecto particular para los hogares informales, que no tienen instancias de negociación de sus ingresos y tienen que correr contra la inflación. 

¿Cómo estamos a nivel regional? 

Argentina fue tradicionalmente uno de los tres países de la región con menos pobreza, junto con Uruguay y Chile. En los últimos años pasó de ese podio al quinto o sexto lugar; es un poquito más pobre que Costa Rica y que Panamá. Todavía está por delante de algunos otros países de la región que han tenido tasas de crecimientos muy altas como Paraguay, pero la diferencia se acotó mucho. En un ranking de la región, Argentina estaría entre el tercio de países menos pobres. 

 

elDiarioAR - 5 de octubre de 2021

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