Exportaciones industriales
Suiza, Estados Unidos y Canadá se llevan el 18,7 por ciento de las exportaciones fabriles comprando bienes que figuran como manufacturas, aunque esencialmente se trata de commodities, como oro y plata, biodiésel y aluminio en bruto. No hay allí mayor valor agregado. Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay, en tanto, reciben el 53,7 por ciento de las ventas y en esos casos sí hay mayor variedad de productos despachados.
Este primer paneo de la composición de las exportaciones de la industria nacional permite dimensionar la trascendencia del mercado brasileño para el sector fabril. Como se mencionó, las ventas hacia allí en los primeros ocho meses del año totalizaron 5418 millones de dólares. Del segundo al séptimo –Suiza, Estados Unidos, Canadá, Chile, Uruguay y Paraguay– las compras ascendieron a 3842 millones, 1576 millones menos, un 30,1 por ciento de participación en conjunto frente al 42,3 solo de Brasil. La diferencia incluso era mayor en 2014, cuando el mercado brasileño representaba el 47,0 por ciento de los envíos de las plantas fabriles nacionales. La fuerte caída se explica por la recesión que sufre el país vecino, donde el consumo muestra indicadores en picada. Los patentamientos de vehículos cero kilómetro, por ejemplo, se desplomaron un 32,5 por ciento en agosto, agudizando un deterioro que en los primeros ocho meses del año promedia el 22,7 por ciento. Mes a mes, a medida que el gobierno de Dilma Rousseff profundiza el ajuste fiscal de su ministro de Hacienda, el ex banquero, ex FMI y doctorado en Chicago, Joaquim Levy, el mercado interno se contrae un poco más.
La última estimación de consultores brasileños es que la economía caerá 2,8 por ciento este año y 1,0 por ciento en 2016, en tanto que el Fondo Monetario proyectó esta semana que el PIB bajará 3 puntos en 2015 y 1,0 el año siguiente. La desocupación, a su vez, escaló al 8,6 por ciento, la más alta en tres años. Se llegó a ese escenario luego de una devaluación que llevó el dólar de 2,65 reales a principios de año a cerca de 4 en este momento, la mayor depreciación desde 2004. La recesión golpeó la demanda interna y repercutió en las importaciones. Entre enero y agosto de 2014, la industria argentina había exportado a Brasil por 7330 millones de dólares, contra los 5418 millones de este año. La baja fue de 1912 millones de dólares o 26,1 por ciento. Esa situación difícilmente se corregiría con una devaluación del peso, como postulan economistas neoliberales en el país, porque el mayor problema del socio regional es de demanda. La debilidad del consumo no variaría por más que aquí se produjera una modificación brusca del tipo de cambio. En ese caso, se cargaría con los costos de una devaluación sin alterar de modo significativo el amperímetro de las exportaciones, el supuesto objetivo buscado. Algunos sectores podrían recomponer márgenes de ganancia –dependiendo de la incidencia de los insumos importados, que se pagan en dólares, en la integración de sus productos–, pero ocasionando un daño al poder de compra de la mayoría de la ciudadanía que afectaría mucho más al conjunto del entramado industrial, que depende de ese consumo. Son contados con una mano, además, los sectores que monopolizan las exportaciones industriales. El primero es el bloque automotriz.
Las ventas de “material de transporte terrestre” (automotrices y autopartistas) entre enero y agosto sumaron 4558 millones de dólares, el 35 por ciento del total, que en el período ascendió a 12.812 millones. Este último dato computa los envíos industriales a todos los destinos, no solo Brasil. “Productos químicos” ocupa el segundo lugar, con 2237 millones, el 17 por ciento. Terceras están las mineras: el capítulo “piedras, metales preciosos y sus manufacturas” registra exportaciones por 1796 millones de dólares, el 14 por ciento. Es básicamente oro sin procesar. Suiza es el principal destinatario, quien asume esa tarea. De ahí su ubicación como segunda plaza para las ventas industriales argentinas. “Máquinas y aparatos” aparece cuarto con 1010 millones de dólares, el 8 por ciento. Y el quinto puesto es para “metales comunes y sus manufacturas”, básicamente aluminio y laminados de hierro y acero, con 1003 millones, el 8 por ciento. Esos cinco rubros económicos representan el 82 por ciento de los despachos de la industria a otros países.
El 18 por ciento restante queda para los demás sectores fabriles: materias plásticas, caucho, manufacturas de cuero y marroquinería, papel, cartón, publicaciones, textiles y confecciones, calzados, manufacturas de vidrio, yeso y piedra, vehículos de navegación aérea, marítima y fluvial y otros. Son en su mayoría actividades con fuerte participación de las pymes y mano de obra intensivas. Al interior de la industria, entonces, una devaluación podría resultar atractiva para las multinacionales que acaparan las exportaciones, mientras que para los productores más chicos el impacto sería recesivo, a raíz del deterioro del mercado interno, que compone la base de su negocio. Eso se vio el año pasado, cuando el dólar se encareció 31 por ciento. El Estimador Mensual Industrial del Indec registró un descenso del 2,5 por ciento en 2014. Además, lejos de crecer, las exportaciones fabriles también bajaron. Lo hicieron 14,7 por ciento contra 2013, desde 28.044 millones de dólares a 23.932 millones. Eso confirma que el mayor inconveniente es de demanda, y esa crisis se agravó este año especialmente en Brasil, el mayor socio comercial. El 69 por ciento de la caída de las exportaciones fabriles entre enero y agosto contra igual lapso de 2014 obedece a menores compras desde allí. La devaluación es presentada por economistas ortodoxos como inevitable. Lo único que les falta explicar son las consecuencias.
En el caso de la industria, las posibilidades de dinamizar las exportaciones son escasas por la delicada situación del principal comprador. En cambio, es palpable que se afectaría el mercado interno, el único motor en marcha que sostiene el crecimiento en este momento. Argentina, con la estrategia de impulso de la demanda agregada, es el único país de Sudamérica que tendrá un mejor desempeño este año respecto de lo esperado cuando comenzó. La confesión la publicó esta semana el propio FMI, aunque, paradójicamente, al mismo tiempo sugirió terminar con ella para pasar al único esquema que conocen y que hay que evitar: la devaluación y el ajuste fiscal.
Página/12 - 10 de octubre de 2015