El sinsentido de la austeridad europea
La crisis financiera europea no terminó, acaba de comenzar. En el largo plazo, la tragedia griega aparecerá como un episodio menor. No es difícil para los argentinos comprender el origen de la crisis, aunque es sorpresivo por qué una de las regiones más ricas del mundo y una referencia global para el crecimiento con equidad social se está suicidando al adoptar medidas de austeridad que profundizan la crisis.
La Unión Monetaria Europea (EMU, por sus siglas en inglés) nació de un diseño político francés que pretendía atar para siempre el destino de la Alemania post-unificación a Europa occidental. De otro modo, la nueva Alemania hubiera mirado hacia el este, como lo hizo de todas formas al convertirse en el eje manufacturero de Europa del este, hacia donde descentralizó sus producciones de menor valor agregado. Al participar de la EMU, Italia y otros países apuntaron a importar la disciplina fiscal, monetaria y laboral alemana.
Los economistas de Estados Unidos alertaron a los europeos que la EMU no era un “área monetaria óptima”, ya que era muy heterogénea en términos económicos, culturales y lingüísticos. Las elites europeas lo vieron como una conspiración norteamericana para impedir el nacimiento de una nueva divisa internacional. Sea lo que fuera, lo que sucedió entre 1999 y 2008 es una historia conocida para los argentinos. La liberalización financiera y la fijación del tipo de cambio generaron enormes flujos financieros desde el “núcleo” europeo –Alemania, Holanda, Austria y Finlandia– hacia la “periferia” –fundamentalmente, España, Grecia e Irlanda–. Estrictamente, Francia e Italia no pertenecen a ninguno de los grupos, la industria manufacturera italiana se ubica segunda sólo por detrás de Alemania y esto evidencia las diferencias entre Italia y España. Los flujos de capitales condujeron a un boom de la construcción en Irlanda y España e impulsaron el despilfarro del gobierno en Grecia. Esto condujo a un efímero crecimiento en esos países, acompañado por una inflación relativamente elevada y la consecuente pérdida de competitividad. Las cuentas externas se volvieron negativas y acumularon un enorme caudal de deuda, principalmente con Alemania.
Asimétricamente, desde fines de la década del 90, bajo el gobierno social- demócrata del canciller Schroeder, Alemania adoptó una política mercantilista de moderación salarial y fiscal junto con flexibilización laboral. Por un lado, comprimía la demanda doméstica y la inflación y, por el otro lado, financiaba la demanda agregada en la periferia. Esto se convirtió en la desembocadura del modelo de crecimiento alemán basado en las exportaciones.
El único problema es que la periferia acumuló enormes cantidades de deuda externa sin tener la capacidad para, eventualmente, terminar con los desbalances devaluando sus monedas, como hizo Argentina en 2002 o Italia en 1992, luego de los desequilibrios creados por el Sistema Monetario Europeo en los 80. A fines de 2009, los mercados financieros comenzaron a dudar de la solvencia de las economías periféricas. La crisis golpeó a Grecia, Irlanda, Portugal en 2010 y a la tercera y cuarta economía de la EMU, España e Italia en 2011. Como consecuencia de la caída en los ingresos fiscales y el rescate público del sector bancario en países como Irlanda y España, los problemas de deuda privada se convirtieron en un problema de deuda pública.
La respuesta europea ha sido caracterizada históricamente por ser sistemáticamente “muy chica, muy tarde”. Los fondos de emergencia europeos fueron concebidos para evitar el default de los gobiernos periféricos. Sin embargo, hay un inconveniente: una parte significativa de esos recursos viene de los mismos países que necesitan el financiamiento, un círculo vicioso. Contra el deseo de Alemania, el Banco Central Europeo (BCE) tuvo una tímida intervención para sostener las deudas soberanas periféricas, pero sólo lo suficiente para evitar el colapso de la EMU y no para mantener en niveles sostenibles las tasas de interés sobre esas deudas (los dos miembros alemanes del directorio del BCE renunciaron en protesta durante 2011).
Los alemanes se oponen a que el BCE actúe como prestamista de última instancia para los países y bancos, la principal razón por la cual fueron creados los bancos centrales. La idea de un banco central que coopere democráticamente con la política fiscal fue parte de la reciente reforma del Banco Central argentino. Pero los líderes alemanes, los gobernantes demócratascristianos y la oposición socialdemocrata, comparten, consciente o inconscientemente, un diagnóstico errado de la crisis europea. En nombre de un inexistente peligro inflacionario, rechazan el accionar firme del BCE para calmar a los mercados al actuar como el máximo garante/protector de las deudas periféricas. Es más, Alemania impuso medidas de austeridad fiscal sobre la periferia argumentando que el derroche fiscal es el responsable de la crisis.
El resultado es una situación económica y social en deterioro. Alemania espera sobrevivir, a pesar de la caída de los mercados periféricos europeos, mirando hacia las economías emergentes. La única acción efectiva fue tomada en diciembre pasado por el titular del BCE, Mario Draghi, nuevamente con la oposición alemana, al prestarle a los bancos europeos un billón de euros por tres años a una tasa de uno por ciento con la expectativa de que una parte se utilice para sostener las deudas soberanas. Esa operación sirvió como alivio de corto plazo, pero ahora los bancos tienen más bonos de deuda, una situación nada tranquilizadora dado que las causas que generaron la crisis siguen presentes.
Los países europeos están en un escenario kafkiano: locos si se quedan, locos si se van. Por un lado, el quiebre de la Eurozona devastará al sistema financiero global, dado que cualquier país endeudado entrará en default al mismo tiempo. Por otro lado, Alemania se opone a la solución más razonable: permitir que el BCE sostenga la deuda europea, impulsar la demanda interna alemana permitiendo que los salarios y el gasto fiscal aumenten, implementar un enorme Plan Marshall europeo para la periferia emitiendo eurobonos.
Este es el triste final de una linda historia europea de construcción de una sociedad justa y eficiente. Tal vez, cuando las cosas empeoren, incluso para los alemanes, el fracaso de la austeridad lleve a medidas más progresivas. Sin embargo, eso no compensará el sufrimiento innecesario que imponen las políticas vigentes sobre millones de europeos. La presión de Estados Unidos y las economías emergentes para que Alemania asuma un liderazgo regional y global y no se comporte como Suiza serían de gran ayuda.
Lapavitsas en Buenos Aires
El ministro de Economía, Hernán Lorenzino, se reunió ayer con el economista griego Costas Lapavitsas, para analizar la crítica situación económica que vive hoy el país heleno. “La experiencia argentina en la resolución de su crisis de deuda en el 2001 es para nosotros siempre una referencia, debido a las similitudes que existen con nuestro país”, señaló Lapavitsas, quien es académico en política económica marxista y decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales en Londres. “Nos dijeron que había que tomar el rescate del Fondo Monetario para no caer en una situación como la argentina. Nosotros dijimos lo contrario: si tomamos esto, seremos como Argentina”, concluyó el especialista.
Página/12 - 19 de julio de 2012
A continuación, reeditamos una entrevista al economista reproducida el 15 de abril del corriente.
Costas Lapavitsas, economista marxista y profesor de la Universidad de Londres, dialogó con Cash sobre la crisis europea, en especial sobre la griega. Elogió la negociación argentina de la deuda en default al compararla con la griega, que calcula de una quita de apenas el 10 por ciento. Afirma que en Grecia el problema es la deuda pública; en Irlanda, la deuda de los bancos; en Portugal, los créditos privados y las hipotecas. Advierte que la crisis europea, que nació como crisis de la periferia, ahora se está moviendo hacia los países centrales europeos. Lapavitsas dice que la economía griega ya está en depresión y profundizará esa depresión y concluye que si los griegos “aceptan ser un rincón de Europa para vacacionar, entonces se pueden quedar en la Unión; si no aceptan eso deben irse del euro”.
La cruel agonía griega
"Todo esfuerzo mío es una condena escrita"
Constantino Cavafis.
La ciudad. POEMAS CANÓNICOS (1895-1915).
Asistimos a un auténtico sacrificio en Europa. La lenta agonía a la que se está sometiendo cruelmente a los ciudadanos griegos no tiene otra razón que salvar los balances de la banca europea para iniciar después una nueva fase de conquista del capital privado en toda Europa.
Como es lógico y era de esperar, el sacrificio se disfraza de buenas palabras y argumentos para hacer creer que lo que en realidad se lleva a cabo es el "rescate" de Grecia para evitar su hundimiento inevitable. Pero no hay nada más lejos de la realidad.
Por si no había estado claro antes, el llamado segundo rescate griego ha puesto de relieve una vez más la verdadera intención de las autoridades europeas. Las mentiras se difunden con objeto de confundir, pero los datos contradicen la propaganda oficial. Ninguna de las medidas de ajuste puestas en marcha hace ya más de dos años por el gobierno griego a instancias de las autoridades europeas e internacionales ha funcionado. Como era predecible, porque en realidad no buscaban su recuperación ni podían conseguirla de ningún modo, la economía griega se ha seguido viniendo abajo, aunque ahora incluso más estrepitosamente: la actividad ha decrecido un 14% en lo que llevamos de crisis, lo que ha demostrado que los ajustes no son un remedio ante una recesión económica.
Y es lógico. Es verdad que Grecia traía de antes un mayor problema de deuda pública (entre otras razones por la corrupción de la dictadura de los coroneles, de las empresas que se lucraron con las Olimpiadas y por las trampas de Goldman Sachs liderado entonces en Europa por el actual gobernador del Banco Central Europeo), que hizo que la incidencia extraordinaria de la crisis financiera causada por la banca internacional fuese aún más grave en aquel país. Como ocurrió en otros países, el gobierno griego tuvo que afrontar una gran cantidad de gasto público suplementario a la vez que disminuían sus ingresos públicos como efecto del parón de la actividad económica, lo que originó la reciente espiral de endeudamiento.
La situación se podría haber resuelto fácilmente en los primeros momentos: se trataba de una deuda entre 40.000 y 50.000 millones de euros, unas veinte veces menor que la cantidad que los gobiernos de Alemania y Francia habían dedicado a salvar a sus bancos privados. Y unas cien veces menor de total gastado en Europa en ese menester. Es decir, muy pequeña en relación con la que se ha estado dedicando al salvamento de los intereses privados (con la diferencia, además, de que éstos eran quienes habían provocado el daño y el pueblo griego quien lo sufría, por mucho que ahora se quiera culpa de la deuda a la corrupción "minorista" que es cierto que se practica bastante en Grecia).
Para afrontar con éxito el problema de la deuda (otra cosa es acabar con los factores estructurales que lo provocan) casi con toda seguridad hubiera bastado que el Banco Central Europeo se hubiera hecho cargo de ella, negociando su pago en plazos razonables con el gobierno griego, después de haber determinado qué parte de ella es odiosa, es decir, impuesta al pueblo griego sin su consentimiento. Y que, al mismo tiempo, se hubiera puesto en marcha, también con el apoyo del BCE y de Bruselas, un plan de apoyo a la actividad económica para reconducir el modelo de crecimiento y regenerar las capacidad de creación de ingresos en la economía helena.
Es cierto que este cambio de dirección hubiera requerido reconfigurar todo el modelo de crecimiento europeo, caracterizado por la existencia de fuertes desequilibrios comerciales internos y por un espectacular incremento de la desigualdad nacional en todos los países, así como poner en marcha planes de estímulo público que requerirían un nuevo sistema fiscal más justo y progresivo en la línea de lo que hemos apuntado junto a Vicenç Navarro en HAY ALTWERNATIVAS. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España. Pero es que esa era justamente la precondición para salvar también al resto de las economías afectadas por la crisis y a la europea en su conjunto.
El problema naturalmente consistía en que un cambio de esa naturaleza no era neutro desde el punto de vista del reparto de la renta y del poder, porque suponía afectar muy seriamente a los privilegios y a las ganancias de la banca y de las grandes empresas europeas y muy particularmente de la banca alemana. Incapaces de enfrentarse a estas últimas, y a pesar de que era evidente que cualquier otra actuación iba a conducir al hundimiento definitivo de Grecia, en primer lugar, y de los demás país después, las autoridades europeas decidieron intervenir en Grecia con un único principio moral y con una sola estrategia económica: la banca primero.
Eso fue lo que llevó a dejar la financiación de la deuda griega en manos de los bancos. Así, y gracias a los rumores lanzados por ellos mismos y a veces por las propias autoridades para hacer subir artificialmente la prima de riesgo griega, la deuda se ha ido encareciéndola progresiva y escandalosamente, hasta llegar a la situación actual, y proporcionando paralelamente suculentos beneficios a bancos y especuladores de todo tipo. Una espiral irracional y cuasi diabólica: la banca provoca la crisis y genera la deuda y la propia banca se encarga, con más deuda, de imponer el pago cada vez más oneroso a costa de destruir la generación de ingresos que puedan pagarla.
Para evidenciar el principio de que las deudas hay que pagarlas por encima de todo, aunque sea con independencia de su forma de nacer y de la responsabilidad de quien las haya provocado, las autoridades europeas no han dudado en estos últimos años en imponer a Grecia medidas de ensañamiento tan brutal como inadecuadas incluso para el objetivo de pagar la deuda que decían persegui: recortes de sueldos y salarios y de gasto social o privatizaciones que han destruido el tejido empresarial y millones de puestos de trabajo, ocasionando la disminución de la actividad y de los ingresos, además de un incremento impresionante de la pobreza y el sufrimiento social de todo tipo. Eso sí, incluso aumentando las compras de armamento a Francia, Italia o Estados Unidos mientras que los gobiernos de estos países imponían al griego que bajara aún más el salario mínimo.
Al obligar a Grecia a endeudarse más en los mercados para refinanciar su deuda pública queda patente el diseño tan absurdo y oneroso de una unión monetaria que renuncia a disponer de un auténtico banco central con tal de conceder privilegios a la banca privada. Algo que no puede considerarse como un simple error sino como la consecuencia trágica de la complicidad entre las autoridades políticas y los poderes económicos y financieros que se viene dando en Europa.
Tan irracional es lo que está ocurriendo que, con tal de salvaguardar hasta el último euro de beneficio bancario, se llega incluso a perturbar el equilibrio financiero que la propia banca necesita para seguir ganando dinero.
Como sabemos, los bancos se encuentran hoy casi completamente descapitalizados como consecuencia de la quiebra que les produjo la acumulación masiva de basura financiera en los últimos años. De ahí que tenga que ser el Banco Central Europeo (convertido en financiero de la banca privada en lugar de serlo de los gobiernos, como es lo que debe hacer cualquier banco central) el que proporcione a los bancos privados todo el dinero que deseen. Así, es que tiene barra libre al 1% en el Banco Central Europeo para que financien a Grecia a tipos de interés mucho más elevados. Pero como consecuencia de las primas tan altas que provocan las presiones de la propia banca y las políticas que imponen las autoridades que la defienden, resulta que el riesgo de impago es cada vez más alto. Tan alto, que es seguro que la banca tendrá que renunciar a cobrar una buena parte de la deuda. Lo que lleva al Banco Central Europeo a intervenir, pero en lugar de salvando a Grecia, salvando de nuevo a la banca privada, ahora comprando títulos de alto riesgo en el llamado mercado secundario, es decir, trasladando de nuevo los riesgos desde los bancos privados hacia su propia entidad.
Así es como las autoridades europeas permiten que los bancos privados hagan el agosto a costa del pueblo griego. El objetivo no es otro que facilitarles que vayan saneando sus balances sin dejar de obtener pingües beneficios con el dinero del banco central, con la fuente inagotable de deuda que nace de Grecia (porque las autoridades le imponen que se endeude para pagar la deuda) y con las compras d Banco central Europeo. Un negocio redondo porque el banquete lo paga otro: el pueblo griego.
La operación es cruel en grado extremo. Para que plan funcione debe extraerse todo el beneficio que se pueda de la deuda de Grecia pero eso hay que hacerlo evitando que colapse el sistema financiero europeo (lo que podría ocurrir si la economía griega llega a la completa extenuación y deja por completo de pagar), para lo cual se precisa que Grecia agonice (haciendo subir al máximo su prima de riesgo) pero sin perder del todo la vida. El Banco Central Europeo y la Unión Europea son quienes se encargan de sostener el hilillo de vida hasta que se ejecute el acto final del plan que consistirá, muy probablemente, en un tercer rescate griego. Aunque entonces ya solo afectará a todos los títulos que el Banco Central Europeo ha comprando a las entidades financieras. Entonces Grecia quedaría liberada del peso de la deuda pero solo después de haber dejado extenuadas a su economía y a su sociedad, y ya podría empezar a librarse allí la batalla común a la de otros países europeos que le queda por ganar al capital privado europeo: desmantelar los sectores públicos y modificar profundamente la regulación económica.
No es cuestión de darle consejos a nadie, pero más les valdría a los griegos dar un definitivo golpe en la mesa y ser ellos los dispuestos a dejar la ruleta rusa en la que le obligan a estar, repudiando la deuda y saliendo del euro si hiciera falta. Pasarán años duros, pero quizá no peor que los que les esperan dentro. Y otro países, como el nuestro, deberían ir tomando nota. Grecia no va a padecer sola.
Grecia debe romper con la Troika y suspender el pago de la deuda
Es urgente que los movimientos sociales de Europa expresen una auténtica solidaridad activa con el pueblo griego y constituyan una plataforma común europea de resistencia a la austeridad con el fin de conseguir la anulación de las deudas ilegítimas.
Una gran parte de la población griega ha mostrado desde el primer memorándum de mayo de 2010 una oposición creciente a las medidas de austeridad impuestas por las autoridades griegas y la Troika: huelgas generales, ocupación de las plazas públicas, manifestaciones en las calles, movimientos de resistencia a los aumentos de las tarifas de los servicios y los transportes, sin olvidar el relanzamiento de la actividad de algunos servicios como el del hospital de Kilkis en Macedonia o la recuperación de la actividad, el 15 de febrero de 2012, del periódico Eleftherotypia conducido por los trabajadores.
La sumisión y el compromiso del gobierno griego con la Troika agravan la situación económica del país y violan los derechos económicos y sociales de la población. El último plan, falazmente llamado «de salvamento», constituye una etapa más del abandono de la soberanía griega a favor de la Unión Europea y los acreedores: el total de los nuevos créditos irá a reembolsar una deuda ampliamente ilegítima y será gestionado directamente por los acreedores.
Los pueblos de los países del sur del planeta han estado sometidos durante dos decenios (desde 1982 a principios de los años 2000) a ese tipo de política que utiliza el pretexto del reembolso de la deuda como arma para destruir una serie de conquistas sociales que constituyen los derechos fundamentales de la sociedad. Argentina es un caso emblemático. Después de 25 años de políticas neoliberales (1976-2001) y una sucesión de planes de austeridad llevados a cabo por el FMI, en diciembre de 2001 estalló una rebelión popular que llevó a la caída del gobierno. Las nuevas autoridades decretaron unilateralmente la suspensión del reembolso de la deuda pública en forma de títulos vendidos en los mercados financieros por un montante de 90.000 millones de dólares. Hasta hoy es la suspensión de pago más importante de la historia. Después de tres años de suspensión de pago durante los cuales el gobierno, en medio de una crisis pre-revolucionaria (Diciembre 2001- inicio 2003), estableció una política de relanzamiento económico y se negó a seguir las recomendaciones del FMI, Argentina impuso a los acreedores una reducción del 65% de la deuda. A finales de diciembre de 2001 Argentina suspendió también el reembolso de su deuda bilateral (por un montante de 6.500 millones de dólares) con respecto a países como España, Francia, Alemania, Italia, Gran Bretaña… agrupados en el Club de París. Esta suspensión de pagos dura desde hace diez años y Argentina va muy bien. Entre 2003 y 2012, su tasa media de crecimiento anual ha llegado al 8%. Si Argentina no hubiera suspendido el reembolso de la deuda y no hubiese rechazado los dictados del FMI y los demás acreedores, habría sido incapaz de beneficiarse a partir de 2004-2005 del aumento de los precios de los productos que exporta al mercado mundial. Todos los beneficios habrían sido engullidos por el reembolso de la deuda. Bajo la presión popular, las autoridades argentinas han rechazado los aumentos de las tarifas eléctricas, del agua, de las telecomunicaciones, etc. que querían imponer las multinacionales extranjeras y el FMI. Las condiciones de vida de los argentinos han mejorado notablemente y en la actualidad los ciudadanos europeos toman el camino de ese país para intentar conseguir un trabajo digno.
El ejemplo de Argentina demuestra que rechazando someterse a los acreedores y al FMI para pagar una deuda ampliamente ilegítima se puede levantar la cabeza y mejorar las condiciones de vida de la población.
Como señalé al principio de este artículo, es necesario que el combate de los griegos no se quede aislado, hay que construir un amplio movimiento de solidaridad con él y que el conjunto de los pueblos europeos construya un frente de resistencia para la anulación de la deuda ilegítima y la total refundación de una Europa de los pueblos por medio de un proceso constituyente auténticamente democrático.
(Traducido para Rebelión por Caty R.) Este articulo ha sido publicado por Eleftherotypia , diario griego
Reino de España: bienvenidos al cuatrienio negro
Tres meses después de la derrota electoral del PSOE -un descalabro sin precedentes en esta segunda restauración borbónica, y transcurridos ya dos meses desde la formación del gobierno de “concentración marianista” (según la certera y divertida calificación del periodista Enric Juliana), empiezan a dibujarse las grandes líneas de contrarreforma que la derecha política en el gobierno pretende desarrollar, a fin de alterar substancialmente (a su favor) una relación general de fuerzas cada vez más desfavorable para las clases populares.
El contexto se le presenta bifronte al gobierno del PP. Una herencia de Zapatero que provoca tal rechazo en el electorado, se–aladamente en la izquierda, que el PSOE sigue cayendo en las encuestas de opinión tres meses después de la derrota electoral de Rubalcaba. Eso a babor.
La gran perversión
Para resolver la crisis económico-financiera de Grecia y de Italia se han formado, por exigencia del Banco Central europeo, gobiernos solo de técnicos sin participación de ningún político. Se partía de la ilusión de que se trata de un problema económico que debe resolverse económicamente. Quien solo entiende de economía, acaba no entendiendo ni siquiera la economía. La crisis no es de economía mal manejada, sino de ética y de humanidad. Ambas muy relacionadas con la política. Por eso la primera lección de un marxismo básico es entender que la economía no es parte de la matemática y de la estadística sino un capítulo de la política. Gran parte de la obra de Marx está dedicada a desmontar la economía política del capital. Cuando en Inglaterra ocurrió una crisis semejante a la actual y se creó un gobierno de técnicos, Marx hizo duras críticas mofándose con ironía, pues preveía un fracaso total, como efectivamente ocurrió. No se puede usar el veneno que creó la crisis como remedio para curarla.
Para dirigir los respectivos gobiernos de Grecia y de Italia han llamado a gente que pertenece a los altos niveles bancarios. Los bancos y las bolsas han sido los que han provocado la presente crisis que casi hundió todo el sistema económico. Estos señores son como talibanes fundamentalistas: creen de buena fe en los dogmas del mercado libre y en el juego de las bolsas. ¿En que lugar del universo se proclama el ideal de greed is good, la codicia es buena? ¿Cómo hacer de un vicio (y, digámoslo también, de un pecado) una virtud? Están sentados en Wall Street de Nueva York y en la City de Londres.
Los griegos, entre el abismo y la esperanza de la "salida argentina"
El modelo argentino no sólo inspira a los manifestantes griegos que se oponen al nuevo programa de ajuste que reclaman la Unión Europea (UE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El espectro del default de 2001 sobrevuela también las reuniones de funcionarios europeos e incluso determina los brainstormings que organizan dirigentes de bancos y fondos especulativos en las grandes capitales financieras para estudiar las hipótesis que se abren si Grecia no puede (o no quiere) ser rescatada y cae en cesación de pagos.
No hay ninguna duda: los griegos no son alemanes. Desde hace 27 siglos que el pueblo que le dio la democracia al mundo piensa que el ciudadano tiene derecho a dar su opinión en la gestión del Estado.
Por esa razón, los 12 millones de griegos se niegan a aceptar el nuevo plan de rescate exigido por la UE y el FMI. Por una abrumadora mayoría del 80 por ciento, han decidido oponerse al nuevo programa de ajustes, privatizaciones y austeridad que propone el primer ministro Giorgios Papandreu.
Como en el ágora de hace 2700 años, centenares de atenienses se reunieron en la noche de ayer en la plaza Syntagma, frente al Parlamento, para escuchar con calma y pasión los discursos de los oradores improvisados que repiten una y otra vez que "no pasarán" y, francamente, "que se vayan todos".
En el fondo, los griegos comienzan a preguntarse si no habrá otra forma más fácil y menos dolorosa de salir de este atolladero. E, inevitablemente, la experiencia argentina de hace diez años está cada vez más presente en la reflexión.
"Después de los terribles años del default durante los cuales la economía argentina se hundió en forma dramática, el país consiguió recuperarse fácilmente. No es lo que nos prometen nuestros socios de la UE y el FMI", proclamó a través de un megáfono Kostas Vatzisis, un sociólogo que desde hace 20 días -como su ancestro Diógenes en el barril- acampa en la plaza Syntagma. "Entre miseria sin salida y default con esperanza, ¿qué es mejor?", reflexionó.
A la luz de las previsiones del FMI, Vatzisis podría tener razón. Según el organismo internacional, la economía griega se habrá contraído el 9,3 por ciento desde 2008 a fines de este año. Y si bien el Fondo afirma que Grecia comenzará a salir del pozo el año que viene, las proyecciones anuncian un crecimiento anémico de alrededor del 2 por ciento anual. A ese ritmo, a fines de 2016, la economía griega habrá recuperado apenas los niveles de 2008.
La solución argentina
Ante esa perspectiva, los griegos bien podrían decidir que la solución argentina es la única posible. En otras palabras: salir del euro, declararse en default y devaluar. Y, a juzgar por la multiplicación de declaraciones alarmistas que formulan numerosos representantes del sector financiero, esa posibilidad parece ser tomada muy en serio por expertos y mercados.
Los expertos y analistas argumentan que ningún sector de la sociedad griega parece haber comprendido exactamente la gravedad de la situación. "La gente común no entiende lo que esto significa. No sólo para Grecia, sino para la economía mundial", afirmó Jan Randolph, director de Sovereing Risk Analysis de IHS Global Insight.
En Grecia -afirman los especialistas de Londres, Nueva York y Fráncfort-, el gobierno y la oposición se acusan mutuamente de obstaculizar una solución; los asalariados del sector privado responsabilizan a los empleados públicos, y éstos a los evasores fiscales, mientras que la mayoría de los griegos afirma que el verdadero problema son los políticos corruptos.
"Es difícil de creer que los griegos están haciendo todo este escándalo con la cantidad de dinero que les estamos ofreciendo", afirmó un agobiado responsable de un banco central europeo.
En un año, el gobierno redujo en un 20 por ciento los empleos públicos, elevó la edad de la jubilación de las mujeres, recortó las jubilaciones en más del 10 por ciento y congeló las contrataciones.
A pesar de todo, los problemas persisten. Según el Ministerio de Trabajo, el 25 por ciento de la economía del país opera en negro y las empresas públicas deficitarias le costaron al Estado 18.000 millones de dólares entre 2004 y 2009.
"El gran peligro para el nuevo plan de rescate son los mismos griegos", afirmó esta semana en una nota el banco J.P. Morgan.
Para los griegos, la cuestión se plantea exactamente al revés. "El gran peligro que acecha a Grecia y al resto del mundo es el control absoluto del mundo financiero sobre todas las actividades humanas", señaló a La Nacion Nikolai Pappas, doctorante de Ciencias Políticas en la Universidad de Atenas.
Con tres diplomas universitarios, Nikolai es uno de los miles de jóvenes que se han visto obligados a aceptar un trabajo de mozo de café para poder sobrevivir. "Cobro 500 euros por mes y pago 350 de alquiler. ¿Alguien me puede explicar cuál será la ventaja de seguir haciendo más sacrificios? ¿Que los bancos y fondos de inversión puedan seguir ganando fortunas?", se preguntó.
71.000 millones de dólares
Debe recaudar Grecia, a través de privatizaciones de empresas, para poder pagar la deuda.
170.000 millones de dólares
Se estima que necesita el país para evitar la bancarrota del Estado y el default de sus obligaciones externas.
130.000 millones de dólares
Recibirá, por lo menos, Grecia en un segundo rescate financiero preparado por la UE y el FMI.
Tragedia griega
Los planes de ajuste en los países periféricos de la eurozona son presentados como las medidas necesarias para una economía desequilibrada fruto de la irresponsabilidad de gobernantes. El supuesto despilfarro en las cuentas públicas busca ser saneado con fuertes recortes en sueldos de empleados públicos y jubilaciones y con recursos adicionales originados de aumentos de impuestos y ventas de activos estatales. La raíz de ese déficit se encuentra en el sistema de moneda única europeo, que ha arrastrado a un desequilibrio estructural en la competitividad entre naciones centrales, Alemania y Francia, y las periféricas. Con el euro, las potencias europeas han mejorado su competitividad relativa. Esto tuvo como resultado un incremento del déficit de cuenta corriente de los países atrasados, que durante el período de bonanza han podido equilibrar con financiamiento de bancos alemanes y franceses. Esos créditos estuvieron orientados hacia el sector público y también al privado, que alimentó una burbuja de consumo. Esa inmensa deuda se encuentra hoy en los balances de esos bancos. Los brutales planes de ajuste, que sólo encuentran límites cuando la población alcanza su máximo nivel de tolerancia al despojo, están al servicio de cuidar las cuentas de los bancos. Se sabe que las sucesivas medidas de recortes del gasto público son recesivas y, por lo tanto, no permiten recuperar solvencia fiscal para pagar esa deuda. Los ajustes que vienen acompañados de rescates financieros del FMI y la Unión Europea son una estrategia para salvar a los bancos, a la vez de ganar todo el tiempo posible antes de declarar el inevitable default, abierto o maquillado con la denominación de reestructuración voluntaria de deuda. En ese lapso, los bancos tuvieron la oportunidad de ir disminuyendo su exposición crediticia a esos países en crisis, cobrando al vencimiento con el dinero aportado por el FMI y la UE, que pasan a ocupar el lugar de principales acreedores.
“Situación financiera de Estados Unidos es peor que la de Grecia”
El cofundador y gestor del fondo de inversión Pacific Investment Management (PIMCO), Bill Gross, afirmó ayer que la situación financiera de Estados Unidos es peor que la de Grecia u otros países europeos afectados por la crisis de deuda. «Cuando se suman todos los fondos que debe EE.UU. para cubrir futuros pasivos de los programas de ayuda social, está en peor situación financiera que Grecia y otros países europeos», afirmó Gross en una entrevista con la cadena de televisión CNBC.
El administrador del mayor fondo de bonos del mundo dijo que las miradas apuntan a la deuda pública estadounidense, que supera los 14,3 billones de dólares, pero no se habla de los programas federales como Medicare (subsidios para el cuidado de la salud de ancianos), Medicaid (cobertura médica para pobres) y el Seguro Social (jubilaciones), que elevan la cifra a 50 billones de dólares. Señaló, además, que el Gobierno federal también está en apuros por otras deudas relacionadas con el rescate del sistema financiero aprobado por la Casa Blanca tras la crisis de 2008 y 2009. Gross calcula que sumados todos los frentes, la deuda real de EE.UU. «se acerca a los 100 billones de dólares», y aunque acepta que esa cifra puede ser tirando a lo alto, sitúa al país en una posición fiscal «altamente inviable» que llevará tiempo resolver.
Duro cruce entre Berlín y París por el rescate de la economía griega
Europa no tiene buenas opciones para sacar a Grecia del pozo de la deuda. El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, adelantó ayer la opción de un canje. En una carta enviada a sus homólogos europeos, al Banco Central Europeo (BCE) y al FMI, aboga por una reestructuración a través de un canje de bonos, otro plan de rescate y más dureza en los planes de ajuste. Pero su propuesta chocó de frente contra Francia, la Unión Europea y las agencias de calificación.
París fue tajante en su negativa. La posición de Francia es “el rechazo a la reestructuración de la deuda griega. No nos desviamos” de esa línea, advirtió el portavoz del gobierno y ministro de Presupuesto francés, Francois Baroin. Una simple razón: La banca privada francesa es acreedora de 60 mil millones de euros de los 320 mil millones de euros de la deuda griega.