La austeridad es parte integral de la tragedia griega
Hay demasiada gente, y entre ella mucha gente de la troika, que consideran la lucha de Grecia como algo que sólo guarda relación con las transferencias de una nación deudora a muchas naciones acreedoras. Por esa razón acaso consideraron el referéndum griego como un movimiento que poco ayudaría, como algo que sólo inflamaría el sentimiento nacionalista. Tal como lo formula Dani Rodrik: “Lo que los griegos llaman democracia se entiende en muchos orros países – igualmente democráticos – como irresponsable unilateralismo”.
Yanis Varoufakis esta en la picota por hacer lo que había que hacer
Yanis Varoufakis tiene estos dias pocos amigos en los círculos oficiales. Al ex ministro de finanzas de Grecia hace mucho que le aborrecen sus antiguas contrapartes de la eurozona, a quienes puso en evidencia de manera contraproducente su mediocridad. Desde su cese por su primer ministro, Alexis Tsipras ha criticado la capitulación de Grecia a las exigencias de Alemania, y sus compañeros de Syriza están perdiendo también la paciencia con él. Se esta convirtiendo en el chivo expiatorio perfecto por haber ideado un audaz plan de escape en caso de que los acreedores de Grecia cerrasen su sistema bancario y cortaran sus lazos económicos internacionales, como hicieron finalmente.
Grecia: Sobre el famoso Plan B y las acusaciones de traición
Comunicado de la oficina de Yanis Varoufakis, exministro de Finanzas, diputado del Parlamento de la República Helena sobre el Grupo de Trabajo del Plan B del Ministerio de Finanzas y el sistema de pagos paralelo.
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Alemania como problema
El mayor problema de Europa no es Grecia. Es Alemania. Hace poco más de dos años (3 de mayo de 2013) publiqué un texto titulado “El Diktat alemán”, en el cual describía las justificaciones dadas por Alemania en el inicio de la Primera Guerra Mundial para las atrocidades que cometió contra un pequeño país, Bélgica, que se negaba a colaborar con sus designios bélicos. El modo destempladamente cruel como Alemania se está vengando de un acto de desobediencia de otro pequeño país, Grecia, nos obliga a examinar la historia reciente de Europa y, a partir de ella, pensar nuestro futuro común.
El coraje de la desesperanza
Giorgio Agamben dijo en una entrevista que “el pensamiento es el coraje de la desesperanza”, una visión que es especialmente pertinente para nuestro momento histórico, cuando como regla general aun el más pesimista de los diagnósticos termina con una insinuación optimista de alguna versión de la proverbial luz al final del túnel. El verdadero coraje no es imaginar una alternativa sino aceptar las consecuencias del hecho de que no hay una alternativa claramente discernible: el sueño de una alternativa es una señal de la cobardía teórica, sus funciones como un fetiche que evita que pensemos hasta el final de nuestro predicamento. En otras palabras, el verdadero coraje es admitir que la luz al final de túnel es la luz de otro tren que se nos acerca en la dirección opuesta.
No hay mejor ejemplo de la necesidad de tal valor que Grecia hoy.
“El gobierno alemán, incluida su ala socialdemócrata, ha dilapidado en una noche todo el capital político que una mejor Alemania había acumulado en medio siglo”.
Guardian: ¿Cuál es su veredicto sobre el acuerdo alcanzado el pasado lunes?
Habermas: El acuerdo sobre la deuda griega anunciado el lunes por la mañana es dañino, tanto en lo que hace a su resultado cuanto en lo tocante al modo en que ha sido logrado. Por lo pronto, el resultado de las conservaciones está mal concebido. Aun si se considerara que los asfioxiantes términos del acuerdo constituyen un curso correcto de acción, no es de esperar que esas reformas puedan ser llevadas a cabo por un gobierno que ha confesado no creer en los términos de lo acordado.
En segundo lugar, el resultado carece de sentido en términos económicos, habida cuenta de la tóxica mezcla observable en él de necesarias reformas estructurales del Estado y de la economía con ulteriores imposiciones neoliberales que que resultarán de todo punto desmoralizantes para una exhausta población griega y matarán cualquier ímpetu de crecimiento.
En tercer lugar, el resultado significa que un inerme Consejo Europeo se declara a sí mismo en total bancarrota: el relegar de facto a un Estado miembro a la condición de protectorado contradice abiertamente los principios democráticos de la Unión Europea. Finalmente, el resultado es desastroso, porque fuerza al gobierno griego a aceptar un fondo de privatizaciones económicamente cuestionable y predominantemente simbólico que no puede entenderse sino como un acto punitivo contra un gobierno de izquierda. Es difícil de imaginar que pueda infligirse un daño mayor.
Y, sin embargo, eso es lo que hizo el gobierno alemán cuando el ministro de finanzas Schäuble amenazó a Grecia con expulsarla del euro, mostrándose vergonzosamente como el disciplinador en jefe de Europa. Con ello, y por vez primera, el gobierno declaró manifiestamente su voluntad de imponer una hegemonía alemana a Europa: así, en cualquier caso, se ven las cosas en el resto de Europa, y esa percepción define la realidad que cuenta. Mucho me temo que el gobierno alemán, incluida su ala socialdemócrata, ha dilapidado en una noche todo el capital político que una mejor Alemania había acumulado en medio siglo. Y con “mejor” quiero decir una Alemania caracterizada por una mayor sensibilidad política y una mentalidad postnacional.
La cicuta de Merkel
El Fondo Monetario Internacional (FMI) actualizó en forma reciente su visión de la economía mundial, mostrando nuevamente una situación volátil que se está transformando en crónica. El informe registra un repunte muy lento en las economías desarrolladas y un peor desempeño en las emergentes en desarrollo, las que están afectadas por la caída de los precios de las materias primas, el menor crecimiento en China y el empeoramiento de las condiciones financieras externas.
Como es costumbre, el FMI ajustó otra vez a la baja sus pronósticos de actividad global (los últimos se dieron a conocer hace apenas tres meses), lo cual es un reconocimiento implícito del fracaso de la visión ultraconservadora que el Fondo sigue pregonando obstinadamente. Resulta preocupante la situación de nuestra región, en particular la de Brasil, el país más grande, cuyo Producto Bruto Interno se contraería en 2015 un 1,5%, es decir, 0,5 puntos porcentuales más de caída que en la estimación de abril de este año. La declinación brasileña seguirá afectando a nuestro país por vía del retroceso comercial.
En este contexto de menor crecimiento del bloque emergente, resulta necesario mencionar la ferocidad con la que están actuando las corporaciones mundiales y los políticos líderes del capitalismo neoliberal, dispuestos al disciplinamiento a escala planetaria ante el menor atisbo de autodeterminación popular con búsqueda de democracias que distribuyan riquezas y defiendan la soberanía de sus recursos naturales.
Grecia es por estas horas el ejemplo más palpable de la extorsión deliberada de las potencias europeas y el gran capital financiero, en particular de Alemania, que incluso endureció su postura tras el referendo en el que el pueblo rechazó mayoritariamente el nuevo ajuste. Angela Merkel y los banqueros privilegian el castigo ejemplificador al gobierno griego por haber convocado al plebiscito popular, en vez de allanarse en forma irrestricta a lo dispuesto por la troika, cuyo objetivo es evitar el contagio político hacia otros países de la vieja Europa, particularmente a los de su periferia.
Por ello, el saliente ministro de Economía de ese país, Yanis Varoufakis, afirmó que el comunicado de la cumbre de la Eurozona debe leerse "como un documento sobre los términos de la capitulación de Grecia", y que "no es más que la conclusión de un golpe de Estado de las potencias extranjeras que usaron los bancos en lugar de los carros armados". No es un dato trivial que, en el punto más álgido de las negociaciones, la Unión Europea le haya cerrado el grifo de liquidez de emergencia a las entidades financieras griegas, paralizando por completo el sistema de pagos y generando una situación de zozobra en la ciudadanía.
Si se imponen las políticas extorsivas de Alemania, Grecia no tendrá quita alguna de su impagable deuda, por el contrario tendrá que sufrir una mayor austeridad fiscal, privatizar sus empresas públicas, bajar aún más las jubilaciones, y flexibilizar el mercado laboral, particularmente restringir el derecho de huelga y las negociaciones colectivas. En suma, deberá ingerir mayores dosis de la medicina fracasada que los gobiernos de derecha liberal y socialdemócratas aceptaron incondicionalmente. La pócima ya se parece a la clásica cicuta; el fruto amargo de esas conductas políticas conciliadoras los llevó a perder más de un cuarto de su ingreso nacional y a incrementar el desempleo promedio a niveles mayores al 25%, superando el 50% en el segmento de los jóvenes.
El final de la historia nunca está escrito, aunque las perspectivas son desalentadoras, a tal punto que incluso el propio FMI llegó a decir, sin ningún tipo de autocrítica, que más allá del acuerdo, la deuda griega es insostenible. Un endeudamiento irresponsable que, según señalara recientemente Atilio Borón sobre la base de información provista por la Agencia Europea de Defensa, en una cuarta parte debe ser explicado por la compra de armamento. Grecia cuenta con el mayor número de submarinos de Europa, ocho contra siete del Reino Unido y seis de Alemania, y también posee la mayor flota de aviones de combate, 287 contra 274 de Francia y 230 del Reino Unido. Material bélico que jamás utilizará para la defensa de sus fronteras.
Los hechos comentados dejan al desnudo el trasfondo extraeconómico que subyace en la crisis. Al respecto, el ministro de Economía Axel Kicillof fue claro al señalar: "los buitres son un instrumento privatizado de presión sobre los países. Lo que no nos puede hacer el FMI, lo que la Embajada (estadounidense) (...), no quiere, no se atreve a hacer, queda en manos de los buitres". Fronteras adentro, la amplificación de estos temas queda en manos de los medios monopólicos de comunicación, aunque cada vez les resulta más difícil influir sobre el humor social y la opinión pública.
De hecho, a pesar de las dificultades que se observan en la región como consecuencia de la crisis capitalista, nuestro país ha comenzado a mostrar señales positivas que dan cuenta de una salida de la situación de amesetamiento del nivel de actividad económica, lo cual resulta esencial para sostener los altos niveles de empleo, de consumo y de producción. También se ha logrado una importante desaceleración de los precios, a la par que se sigue avanzando con las políticas sociales y de impulso de la demanda interna. Todos ellos son elementos clave para el sostenimiento de los objetivos rectores del actual modelo de inclusión y distribución de la riqueza.
Ciertamente los desafíos son ciclópeos, sin embargo, existe una percepción en la sociedad de certidumbre y de una perspectiva futura de bienestar, a pocos meses de la elección presidencial. Ante este panorama, es esperable que, desde los medios que expresan al bloque opositor, tratarán de anclarse en el consabido alarmismo, promoviendo subrepticiamente la dinámica del dólar ilegal y otras "catástrofes", tal como se observó en los últimos días. No obstante, no parece que resulte suficiente para coronar el anhelo de los intereses políticos que se nuclean en el Foro de Convergencia Empresarial, deseosos de que el gobierno llegue desgastado al final de este mandato presidencial, como aquel añorado pato rengo que nunca se presentó.
Las repercusiones del “acuerdo” entre Grecia y la troika
Luego de ganar un referéndum de forma abrumadora, el primer ministro Alexis Tsipras firmó un acuerdo humillante. Treinta y ocho de sus diputados no lo votaron, entre ellos el ex ministro de Finanzas Yanis Varoufakis, así como la presidenta del parlamento. Varios altos cargos renunciaron.
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¿Qué hay detrás del rechazo alemán a garantizar a Grecia un alivio de la deuda?
El drama financiero griego ha dominado durante cinco años las cabeceras de los periódicos por una razón: el terco rechazo de nuestros acreedores a ofrecer alivios substanciales a nuestra deuda. ¿Por qué, contra el sentido común, contra el veredicto del FMI y contra las prácticas cotidianas de los banqueros que tienen que lidiar con deudores asfixiados, se resisten a una reestructuración de la deuda? La respuesta no puede hallarse en la teoría económica, porque se halla profundamente anclada en la laberíntica política europea.
En 2010, el Estado griego llegó a la insolvencia. Dos opciones congruentes con la ulterior pertenencia a la eurozona estaban sobre la mesa. Una, la razonable, la que cualquier banquero decente habría recomendado, era la reestructuración de la deuda y la reforma de la economía. La otra, la opción tóxica, era ofrecer nuevos préstamos a una entidad quebrada en la pretensión de que seguía siendo solvente.
La Europa oficial eligió la segunda opción, poniendo el rescate de los bancos franceses y alemanes expuestos a la deuda pública griega por encima de la viabilidad socioeconómica de Grecia. Una reestructuración de la deuda habría implicado pérdidas para los banqueros tenedores de bonos de deuda pública griega.
Lección de democracia
Cuánta confusión en las noticias y comentarios sobre las convulsas jornadas que se viven entre Atenas y Bruselas para ocultar una evidencia: está en marcha un intento de golpear al gobierno Tsipras por ser subversivo respecto a la Europa de los mercados. Subversivo por haber recuperado en su país el primado de la política, recurriendo al voto popular. Angela Merkel y el complejo financiero alemán y europeo no lo soportan. Se le corta la respiración a Grecia negándole un recorte del reembolso de la modesta deuda griega, mientras que Alemania solicitó y consiguió la anulación de otra deuda bien distinta en 1953. Hoy condonar la deuda a los griegos representa no más del 2 % de la cuentas continentales, y hace falta mucha desfachatez para olvidar que este producto de las desventuradas cuentas griegas no es obra de Syriza sino de los “respetables” gobiernos que le han precedido, tipo Papandreu o Samarás. Habría sido y sigue siendo elemental conceder a Atenas el tiempo y el respiro necesarios para cerrar el agujero. Pero el objetivo principal de estos días estriba en hacer pagar a Tsipras la audacia de haberse dirigido – contra el parecer de los autodenominados líderes europeos – al voto popular.