La década ’00

Alfredo Zaiat
La década ’00 fue la mejor de las últimas tres para América latina y el Caribe. La del ’80 fue considerada pérdida, la del ’90 estuvo dominada por la inestabilidad financiera y la primera del nuevo siglo ha sido apreciada como ganada en términos de disminución de la pobreza e indigencia y en mejoras en la distribución del ingreso. Así se desprende del más reciente documento de la Cepal presentado el miércoles pasado en Santiago de Chile, sede del organismo dependiente de las Naciones Unidas. Los meses previos a elecciones no es el período para esperar análisis desapasionados sobre tendencias estructurales de la economía debido a la exacerbación del discurso político. El caso argentino es particular debido a que la disputa mediática-política ha configurado un escenario de tensión permanente, lo que ha derivado en la agudización de esa característica de procesos electorales.

Este rasgo del debate desordena la evaluación de ciclos económicos y su comprensión para precisar la dimensión de los avances como también de la agenda pendiente. Ante la prédica abrumadora y constante acerca de que poco y nada se ha mejorado en términos sociales, e incluso de equiparar la actual situación a la vigente en décadas anteriores, el informe de la Cepal es un aporte para contrarrestar la soberbia de los promotores de la ignorancia, nostálgicos de los noventa que pretenden el olvido de su pasado. El documento se ocupa de América latina y el Caribe en su conjunto, pero en ese análisis se filtra que el recorrido de Argentina en cuestiones sociales, reparto de la riqueza y tasa de crecimiento económico ha sido uno de los más destacados en la región durante la última década.

La edición número 65 del Estudio Económico de América Latina y el Caribe del bienio 2012-2013 tiene como subtítulo “Tres décadas de crecimiento desigual e inestable”. En la primera parte se ocupa de las perspectivas de crecimiento de la región estimando que crecerá 3 por ciento este año, tasa similar a la registrada en el anterior. La Cepal señala que el retroceso en el crecimiento con respecto a la última proyección (3,5 por ciento en abril pasado) se debe a la baja expansión de Brasil y de México, y a que varios países que venían creciendo a tasas elevadas, como Chile, Panamá y Perú, muestran una desaceleración de su actividad económica en los últimos meses. El documento anual preparado por la División de Desarrollo Económico de la Cepal dirigido por Juan Alberto Fuentes tiene una segunda parte que aborda las políticas macroeconómicas vinculadas con el crecimiento entre 1980 y 2012. Concluye que la iniciada a partir de 2000 es ganada porque “en el entorno externo de la región se produjeron cambios muy pronunciados que se tradujeron en períodos sostenidos de crecimiento”. El informe destaca que el crecimiento del PIB de la Argentina a una tasa del 8,5 por ciento ha sido el más alto de la región entre 2003 y 2008.

En la cuestión social, la Cepal señala que “la desigualdad de ingresos dentro de los países –medida a través del coeficiente de Gini–, así como la pobreza, aumentaron y luego comenzaron a reducirse en la mayor parte de ellos en la última década”. El informe dice que las décadas de 1980 y 1990 fueron adversas en términos distributivos, pues la concentración del ingreso aumentó en doce países, incluidas las tres mayores economías (Brasil, Argentina y México). Lo define como un período de crisis, crecimiento inestable e inflación y desempleo elevados. A partir de 1998, y con mayor fuerza en la década que siguió, la concentración del ingreso comenzó a ceder, de tal modo que entre 2000 y 2011 el coeficiente de Gini se redujo en trece países. Menciona que dos de los países preferidos por la ortodoxia, Colombia y Chile, que también fueron beneficiados por ganancias de sus términos de intercambio, crecieron a tasas significativas y tuvieron tasas de inflación inferiores a un dígito, pero “no exhibieron tendencias claras a una menor concentración del ingreso en esos años”.

La Cepal menciona que la dinámica de la distribución del ingreso y la reducción de la pobreza en el período que va de 2003 a 2011 estuvo marcada por avances en el mercado de trabajo, transferencias hacia los hogares y cambios institucionales. Contribuyeron a la mejora de la distribución del ingreso el aumento del empleo de calidad y el incremento de las remuneraciones medias, que beneficiaron proporcionalmente más a los miembros de hogares de menores ingresos. También la sustancial recuperación del mercado laboral asociado al importante crecimiento económico, y además las políticas de transferencias a los hogares de menores ingresos, de salario mínimo y de fomento de la formalización laboral.

Pese a estos avances, la región continúa siendo altamente desigual en términos de la distribución del ingreso: el 10 por ciento más rico de la población concentra el 32 por ciento de los ingresos totales, mientras que el 40 por ciento más pobre sólo percibe el 15 por ciento.

Las mejoras distributivas contribuyeron a uno de los logros recientes más relevantes de América latina y el Caribe: la reducción de la incidencia de la pobreza, que fue generalizada entre los países, aunque de magnitud desigual, apunta la Cepal. “La década de 1980 fue la década perdida en la región no solamente en términos económicos, sino también en cuanto a la evolución de la pobreza”, recuerda el informe. Al final de la década, la tasa de pobreza en América latina había pasado del 40,5 al 48,4 por ciento, casi uno de cada dos latinoamericanos era pobre, al mismo tiempo que el porcentaje de indigentes se había incrementado del 18,6 al 22,6 por ciento. En términos absolutos, esto significó que en 1990 la cantidad de pobres alcanzara los 200 millones y de indigentes, los 93 millones. “En un contexto de deterioro del bienestar, la política de restricciones fiscales para enfrentar la crisis de la deuda agravó la situación social”, explica.

Para panegiristas de la década del noventa, la Cepal observa que el período comprendido entre 1990 y 2002 se caracterizó por una disminución parcial de la incidencia de la pobreza como resultado de un crecimiento económico levemente más alto que en la década anterior, pero inestable y afectado por fuertes crisis en los países de la región de mayor tamaño relativo. En cambio, en la década siguiente, marcado por el auge del ingreso nacional disponible en un contexto externo favorable en los términos del intercambio, la mayoría de los países de la región experimentaron una reducción de los niveles de pobreza e indigencia. “La expansión económica se tradujo en un significativo aumento de los niveles de empleo, lo que, junto con un moderado crecimiento de los ingresos laborales reales, redundó en un incremento de los ingresos medios de los hogares. Esto a su vez contribuyó a la reducción de la pobreza y la indigencia, en conjunto con políticas de transferencias a los hogares más pobres”, destaca la Cepal.

Esas políticas se reflejaron en una caída de la tasa de pobreza de América latina de casi un 25 por ciento y de la tasa de indigencia de un 33 por ciento. En ambos casos, las tasas de 2008 fueron inferiores a las registradas en 1980. La reducción de la pobreza y la indigencia en ese período se concentró principalmente en las áreas urbanas, revirtiendo el proceso de aumento en estas zonas que se había producido en períodos anteriores. La Cepal no ignora que la crisis financiera mundial de 2008 y 2009 afectó el crecimiento económico, pero pondera que gracias a varios factores, entre los que menciona el aumento de los salarios reales, las políticas contracíclicas aplicadas en muchos países y la rápida recuperación del crecimiento, la pobreza no aumentó en la región y en los años posteriores su trayectoria decreciente se mantuvo, “de tal modo que su incidencia alcanzó un nivel estimado del 28,8 por ciento en 2012”. Es el valor más bajo de toda la serie desde 1980. En línea con esa tendencia en lo que va de la década ’10 del nuevo siglo, el desafío es su continuidad y profundización. La Cepal destaca a la Argentina junto a Ecuador, Venezuela, Honduras, Nicaragua, Colombia y México como los países que alcanzaron las mayores reducciones de las tasas de pobreza e indigencia.

En materia de reparto de la riqueza y de la cuestión social puede decirse que falta mucho o que se pudo haber hecho mucho más, pero que la situación es igual o peor que en las décadas del ’80 y ’90 y, por lo tanto, definir a la última como “desperdiciada” o “malograda” es un reflejo de desprecio a quienes pudieron dejar atrás la pobreza y la indigencia.

Página/12 - 27 de julio de 2013

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