La nueva opción de derecha en la Argentina

Alberto Wiñazky * (Especial para sitio IADE-RE) | Este artículo busca abordar la situación actual del capitalismo en la Argentina, que si bien contiene similitudes con lo que sucede en otros países de la región, encierra algunas características distintivas. Despliega un proceso que incluye una transición muy acelerada desde posiciones reformistas, dominantes durante los 12 años de gobiernos kirchneristas, hacia formas neoliberales que tienen como objetivo restaurar plenamente la autoridad del capital más concentrado.

Los distintos sectores políticos que desde principios del siglo XXI llevaron adelante en algunos países de América Latina el llamado giro a la izquierda, no han podido prever la existencia de conglomerados de la derecha más concentrada, que contaban con posibilidades de acceder a los gobiernos por medios electorales.[1] En la Argentina el reformismo eludió, o no pudo realizar este análisis, tanto por sus restricciones ideológicas como por los conflictos internos que dividen a esa fuerza política.

Cambiemos (PRO – UCR – ARI) se ha constituido en la nueva derecha, que ganó la subjetividad de un sector importante de la ciudadanía a través de una intensa tarea que incluyó un acercamiento personal con los ciudadanos, el apoyo total de los medios de comunicación hegemónicos más el agotamiento de la versión reformista. Estos factores se constituyeron en los elementos decisivos que llevaron a que CAMBIEMOS obtuviera un importante apoyo electoral. Captaron adecuadamente de esta forma los cambios que se habían producido en el seno de la sociedad. Una vez en el gobierno, iniciaron un proceso que incluyó una profunda reestructuración de las relaciones laborales y sociales, buscando que emerja el ciudadano individualmente laborioso, que progrese socialmente con su propio esfuerzo. Las políticas reformistas no habían interrumpido el relato del esfuerzo individual. Pero los trabajadores tuvieron importantes mejoras en el ingreso al restablecerse las negociaciones paritarias, donde el gobierno apoyó las acciones distributivas, de manera que una parte de la población trabajadora se convirtió en beneficiaria pasiva de las políticas estatales.

De manera que Cambiemos ha dejado atrás el decadente neoliberalismo noventista, inaugurando un tiempo político, que luego de la victoria electoral de octubre de 2017, le ha permitido acelerar la implementación de políticas neoliberales que han cerrado el largo ciclo abierto en 2001. Este ciclo se había caracterizado por la existencia de una correlación de fuerzas entre las clases que dificultaba, pero no impedía, una ofensiva masiva del capital hacia los sectores subalternos. CAMBIEMOS, como una fuerza de derecha perfectamente definida (más allá de las diferencias internas), logró escapar a la posibilidad de diluirse dentro de las estructuras políticas existentes con anterioridad al inicio de este proceso.  

Propone esencialmente la inmutabilidad de las relaciones de mercado y la sacralización de las condiciones contractuales emanadas de dicho régimen. Hace hincapié en la desregulación de los mercados, el achicamiento del Estado, la flexibilización laboral (que lleva a empleos degradados), la liberación de la cuenta de capitales y la apertura importadora. Todas estas medidas se han convertido en su accionar privilegiado, encaminado a la restauración total del poder de clase del capital. Asimismo, el arribo de esta fuerza al gobierno fue muy bien recibida por los centros del capitalismo mundial, dado que sus políticas mantienen fuertes articulaciones con los sectores más concentrados del mundo político y económico global.

Los dirigentes

La asunción como presidente y vice de la Unión Industrial Argentina (UIA) de conspicuos representantes que integran la Asociación Empresarial Argentina (AEA), creada en 2002, donde prevalecen Techint, Arcor, Acindar, Unilever y Clarín, parece querer agrupar en una sola organización a la totalidad de los gremios empresariales, que proveyeron políticas llave en mano y cuadros técnicos a Cambiemos. Es necesario señalar que “el peso de los socios individuales ha ido creciendo dentro de la UIA en las últimas décadas, hecho que fortaleció el poder de los grandes grupos industriales en los órganos decisionales. Actualmente estos socios [representan] a empresas tanto nacionales como transnacionales. [2]

Precisamente, un hecho significativo lo constituyó la pléyade de dirigentes que ha incluido Cambiemos en el gobierno. Entre otros se encuentran los CEO’S Aranguren (Shell), Caputo (ejecutivo para América Latina del JP Morgan), Etchevhere (SRA), Lopetegui y Quintana. Estos dos últimos provienen de la Consultora Mc. Kinsey, tal vez la más importante e influyente consultora a nivel global. De esta forma han ido dotando de la ideología neoliberal al conjunto de la conducción política. Esta unidad de acción se ha visto en parte dificultada, ya que las políticas implementadas no han podido satisfacer, en la misma medida, los intereses de todos los sectores de la burguesía.

En este sentido, hay que señalar que en la Argentina el bloque en el poder está conformado desde 1976, por los bancos transnacionales y locales, el sector extractivista (tanto rural como minero), más las empresas extranjeras industriales y de servicios. Es decir, que desde hace largos años se ha constituido un bloque en el poder que al acceder plenamente al gobierno con el grupo Cambiemos, logró imponer las políticas neoliberales que favorecen los intereses del capitalismo internacional y de los grupos locales más concentrados. Este variopinto grupo de sectores dominantes, agudizó la competencia entre las corporaciones que forjaron proyectos divergentes y que en definitiva resulta ser un reflejo de la competencia entre los Estados y entre las empresas transnacionales a nivel mundial. Es notoria la inexistencia en la Argentina de una fracción burguesa hegemónica, situación que ha profundizado la crisis de representatividad de los partidos tradicionales. De tal forma se puede señalar lo manifestado por Manzanelli, Gonzalez y Basualdo: “…sin embargo, además de la puja distributiva entre capital y trabajo, y la disputa por el excedente entre el capital concentrado interno y las pequeñas y medianas empresas, se desplegaron significativas contradicciones secundarias en el propio seno del poder económico doméstico que tiene relación con la conformación específica del bloque dominante y las fracciones hegemónica que conducen la reconfiguración del proceso de acumulación de capital en la economía argentina”.[3]

Así, el gobierno de Cambiemos logró la instauración de un régimen concentrado y autoritario laboriosamente constituido, relativamente disciplinado y totalmente favorable a los intereses de los sectores más concentrados. El desmantelamiento de los marcos normativos que fueron elaborados para proteger a la fuerza de trabajo, si bien contenían enormes desniveles, ha entrañado una pérdida neta de derechos para los sectores subalternos. El gobierno intenta desmantelar esos derechos, pero al no poder hacerlo legislativamente, procura hacerlo ahora implementando negociaciones parciales con la “oposición”, contando además con el apoyo de organizaciones sindicales con conducciones burocráticas a fin de lograr flexibilizar los convenios que regulan las actividades laborales. Precisamente, la fragmentación del trabajo asalariado y la disminución de la protección social, acentuó el proceso de marginalidad urbana, produciendo una rápida redistribución regresiva del ingreso a través de la variación de los precios relativos y de profundos cambios en el sistema impositivo. De esta forma buscan eliminar los clivajes reformistas que habían dominado la escena económica y política durante los doce años que transcurrieron entre 2003 y 2015, cuando al producirse el crecimiento del empleo más la recuperación de las negociaciones paritarias, ampliaron los márgenes de la fuerza de trabajo para negociar distintas mejoras en sus condiciones laborales[4].

El poder mediático

Asimismo, Cambiemos ha logrado establecer una fuerte y decisiva alianza con el poder mediático, que cuenta con medios escritos y diversas frecuencias radiales y televisivas que permiten manipular la opinión pública. Los portales de internet, especializados en propalar informaciones que distorsionan la realidad, también cumplen esa función. Más del 60% de las personas se informan actualmente por estos medios electrónicos, que han jugado intensamente a favor de las políticas del macrismo. Los medios construyen acontecimientos que pueden no haber ocurrido nunca, dado que, al trabajar con una retórica de ruptura en lo formal, han percibido la fragmentación de la sociedad local. Ordenan el relato a partir de la combinación de determinados tipos de esquemas fijos, incorporando de una forma ya estructurada elementos ajenos al mismo, en donde cabe la represión en un sentido literal: represión policial, represión política, represión sindical y represión sexual. Actúan además como un gran constructor de modelos de conducta, ya que ponen en juego las relaciones entre la vida privada y la esfera pública, entre las experiencias individuales y las experiencias sociales, dado que el mundo social actúa también sobre la vida íntima de los sujetos. Acentúan de esta forma la contraposición abstracta entre individuo y sociedad, evitando que cada uno de los dos elementos se convierta en una unidad para el desarrollo pleno del conjunto. En este sentido, el poder corporativo alienta la restauración absoluta del poder de clase de la burguesía, que conlleva el incremento de las restricciones a las libertades individuales. Tratan de ocultar también la quiebra de la democracia representativa que se encuentra si no totalmente desaparecida, sí al menos totalmente corrompida por el poder de las corporaciones y la prepotencia política del poder ejecutivo. Es en el capitalismo, a nivel mundial, inmerso en una profunda crisis estructural no resuelta[5] donde la representación política parlamentaria (la acción delegativa), se encuentra atravesada por los poderes económicos, convirtiéndose en un poder formal, facilitando el accionar corrupto de los gobiernos de turno. La “preocupación” neoliberal por el individuo (derechos individuales) sobrepasa y elimina cualquier preocupación por la igualdad, el desempleo, la democracia y los vínculos de solidaridad social. De esta forma se han llegado a materializar un conjunto de elementos típicos del capitalismo periférico,[6] que para los trabajadores se presentan como un horizonte infranqueable dentro del sistema.

El macrismo ha aumentado asimismo su influencia sobre el llamado Partido Judicial. En él se han ido criminalizado los movimientos de protesta social. Sus ejecutores cuentan con total impunidad en sus resoluciones y han embestido contra las protestas sociales, judicializando la acción política. Buscan imponer un mecanismo que permita lograr un nuevo marco jurídico donde dirimir las relaciones laborales, tratando de disciplinar a la clase trabajadora.

Desde este ángulo, puede afirmarse que Cambiemos ha constituido un formato político diferente a lo sucedido en los años noventa y su nacimiento se produjo al calor de la deslegitimación generalizada de la dirigencia de los partidos tradicionales, desde 2001. El triunfo electoral de octubre de 2017, logrando el 42% de los votos, reconfirmó la política neoliberal que permitió encarar las reformas previsionales, (ya concretada), tributaria y laboral, recibiendo la decisiva colaboración de distintos sectores otrora reformistas, que le dieron su apoyo en ambas cámaras del Congreso. Pero las sesiones del Congreso que consumaron la reforma previsional, estuvieron enmarcadas por dos grandes movilizaciones que preanunciaron el incremento de la resistencia de los sectores subalternos a la política de Cambiemos. En la primera de ellas impidieron el funcionamiento de la Cámara de Diputados, donde los representantes del gobierno y los partidos aliados, querían aprobar el retrógrado dictamen de Comisión sobre la reforma previsional. En la segunda, el gobierno desplegó, ante la gigantesca movilización popular, una impresionante represión, tratando de evitar que las columnas de los trabajadores lleguen hasta las cercanías del Congreso, causando graves heridas a manifestantes y a periodistas, realizando además la policía y la gendarmería, detenciones indiscriminadas y sin fundamento.

Con todo este bagaje a cuestas Cambiemos ha logrado, por primera vez en la historia moderna de la Argentina, que una postura alineada netamente a la derecha llegue a protagonizar una acción electoral de gran magnitud, imponiéndose sobre todo en un baluarte del reformismo como sucedió en la provincia de Buenos Aires. De manera que el neoliberalismo, persiste como el principal sostenedor de las concepciones capitalistas de derecha, tanto en el mundo[7] como en la Argentina. Los sectores patronales locales, se amoldaron a esta nueva situación y reafirmaron su alianza con la burguesía más concentrada, (ver declaraciones de CAME). De esta forma fueron abandonando viejas posiciones de conciliación de clases. Los sectores nacionales con producción esencialmente territorial, ya no existen como tales en forma independiente y no tienen como objetivo el desarrollo de la Argentina. Predominan los conglomerados multinacionales, que no están ligados tampoco al posible desarrollo de la Argentina sino a su saqueo, y este proceso avanza a través de la apertura importadora, la especulación financiera, la intermediación parasitaria más la obtención de súper ganancias cuyo saldo normalmente es fugado al exterior, generalmente a las guaridas fiscales.

Los sectores subalternos

La Argentina es un país en el que los mecanismos de integración y recomposición de los consensos hegemónicos de la burguesía se han revelado como muy eficaces, si bien el peso de los aparatos burgueses es poco significativo. Por lo tanto, la lucha por la reconstrucción del consenso hegemónico de los sectores subalternos, tiene que girar alrededor de la discusión sobre la inviabilidad de los proyectos reformistas, asociarla a la lucha por demostrar la falsa neutralidad del Estado y develar su carácter de clase. En tal sentido, los planes destinados a “los pobres”, (Plan Trabajar, Plan Argentina Trabaja, Plan Progresar) son una ayuda que se constituye en un beneficio personal, condicionado a la aceptación de trabajos muy mal remunerados. Deberán dejar de tener la centralidad actual, ya que están en contraste con el welfare, que es un derecho incuestionable a la asistencia social[8]. El enfrentamiento contra el consenso neoliberal debe incluir la lucha contra la caída del salario, la desocupación, la precarización laboral, la reducción de la protección social, la estigmatización territorial y la crisis ambiental y ecológica. La represión de la actividad sindical es un objetivo del poder del capital que, sumado a la acción de la burocracia sindical, potencian la individualización del trabajador dejándolo solo y aislado ante los embates del capitalismo.

Las contradicciones no resueltas en las relaciones entre partidos políticos de izquierda y movimientos sociales contestatarios, deberían tender a superarse con una acción en la cual las masas puedan llevar adelante sus demandas y al mismo tiempo desarrollar en las calles su experiencia política y social. La concreción de esta actividad en común, donde pesan presiones difusas y estratégicas y equilibrios de poder que no siempre son explícitos, requiere, ante la actual crisis de consenso de los sectores subalternos, concebir un tipo de acumulación política que no entre en contradicción con el desarrollo del poder popular.

Los movimientos sociales contestatarios, cuya aparición tuvo su origen en el desempleo, el retroceso de la legislación laboral, la represión policial y la precariedad e informalidad del trabajo, han reforzado los vínculos sociales, mientras cumplen un rol positivo en el proceso de reagrupamiento de las nuevas camadas militantes surgidas en los últimos años. Pero, su accionar político suele ser vago e inconsistente, acercándose a las concepciones del positivismo progresista ya caduco y se las debe considerar como formas políticas transicionales, que permitan preparar nuevas opciones políticas con un grado superior de politización y organización.

Por otro lado, la crítica de las igualdades abstractas debe incorporar una crítica al capital y al Estado, que es el propietario político de la homogeneización de las relaciones humanas. De manera que aquellos que pretenden regular las abstracciones, ya sean del capital o del funcionamiento de los mercados, para lograr hacerlos más eficaces y dominantes, se encuentren con la férrea oposición de los sectores subalternos.

Las propuestas anticapitalistas significan manifestar la crítica al neoliberalismo y al nacionalismo, que en la etapa actual se desarrolla dentro de un escenario donde el capitalismo ya se encuentra carente de toda proyección en el tiempo. No habrá entonces opciones verdaderas para los sectores subalternos, sin la voluntad de superar los límites de la producción socio-espacial capitalista. La dominación burguesa y la enorme complejidad del mundo, no pueden abarcarse y abordarse con las armas del empirismo, que pueden llevar a conformarse con los objetivos transitorios o parcialmente realizables en los marcos del sistema. De esta manera, cesará la contraposición abstracta entre individuo y sociedad y cada uno de estos dos elementos se convertirá en condición indispensable para el desarrollo pleno del otro. La construcción de una nueva sociedad será el resultado del esfuerzo colectivo que permitirá la transformación paradigmática de la fuerza social en fuerza política.

Finalmente, “con el desarrollo de la conciencia crítica de los asalariados, más el crecimiento de los instrumentos políticos que permitan abrir las posibilidades emancipadoras de los sectores subalternos, se podrá sostener una lucha estratégica con un contenido clasista y antiimperialista. Si bien esta lucha no tiene un final anunciado, ya que como decía Gramsci solo se puede prever la lucha y no sus resultados, es imprescindible que la creatividad de las masas pueda acometer su propia emancipación con los pueblos gobernando y decidiendo sobre su destino. En definitiva, el futuro dependerá de las luchas que lleven adelante los sectores subalternos para lograr su liberación, más allá del capitalismo.”[9]

 

* Economista.

 

BIBLIOGRAFÍA

V.I. Lenin – El Estado y la Revolución – Lenguas Extranjeras – Moscú – 1956
Nicos Poulantzas – Poder Político y Clases Sociales en el Estado Capitalista – SIGLO XXI – México – 1970
Maristella Svampa – Del Cambio de Época al Fin de Ciclo – Edhasa – 2017
Eduardo Basualdo –Editor – Endeudar y Fugar – SIGLOXXI – 2017
Alberto Wiñazky – La Crisis Mundial Capitalista y el Capital Ficticio – Herramienta Ediciones  - 2017


[1] “…los progresismos latinoamericanos aceptaron el proceso de globalización asimétrica y con ello las limitaciones propias de las reglas de juego; lo cual además terminó por colocar cepos a cualquier política de redistribución de la riqueza y cualquier intento de cambio de la matriz productiva” Maristella Svampa –  Del Cambio de Época al fin de Ciclo – Edhasa 2017 – Pág. 168

[2] Alejandro Gaggero y Andrés Wainer: Crisis de la Convertibilidad. El rol de la UIA y su estrategia para el (tipo) de cambio en REALIDAD ECONÓMICA 204 de junio 2004, Pág. 17

[3] Eduardo Basualdo Editor – Endeudar y Fugar – Pág. 206 – SIGLO XXI - Editores

[4] Lenin señaló muy vagamente a la “república democrática” como “el mejor régimen posible para los trabajadores en una formación capitalista” pero insistió que esto no significa hacerse ilusiones sobre sus posibilidades, ya que la socialdemocracia, en algunos casos, y el reformismo en otros, demuestran los límites de estos sectores en los gobiernos de turno.

[5] “El mundo está plagado de problemas prácticamente insolubles. La desigualdad está en aumento, especialmente en las economías avanzadas” – Joseph Stiglitz Clarín Económico – 18/02/18

[6] No había sido posible implementar esta política en experiencias anteriores de gobiernos de derecha, donde se destacaron: Alsogaray en el frondicismo, Krieger Vasena en el onganiato y Martínez de Hoz en la última dictadura. Un capítulo aparte lo constituyó el gobierno de Menem, ya que gobernó en nombre del peronismo, superó las dos hiperinflaciones, una de finales del gobierno de Alfonsín y la segunda durante el inicio de su gobierno y logró frenar el proceso inflacionario e imponer las políticas de derecha, con un plan económico que llevó finalmente al desastre de 2001.

[7] Los partidos de extrema derecha, en Alemania, están atrayendo electores de las filas laborales. El AfD (Alternativa para Alemania) se ha convertido en el segundo partido más votado en las elecciones estatales en la región que en gran parte formaba antes la Alemania Oriental. Lo mismo sucede en la región del Ruhr, que impulsó la revolución industrial y alguna vez fue el corazón de la Alemania Industrial y un bastión tradicional de la Social Democracia.

[8] Loíc Wacquant – Marginalidad, Etnicidad y Penalidad en la Ciudad Neoliberal: una cartografía analítica en Tiempos Violentos Barbarie y Decadencia Civilizatoria – Ediciones Herramienta - 2014

[9] Alberto Wiñazky – La Crisis Mundial y el Capital Ficticio – Herramienta Ediciones – 2017 – Pág. 152

 

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