“La versión económica ortodoxa no cierra”

Raúl Dellatorre
La presentación de un libro de contenido político suele convertirse en un acto político en sí mismo. Pero cuando el panel está integrado por algunas de las personalidades más destacadas en su materia, el acontecimiento puede ser, a la vez, una clase magistral, un laboratorio de análisis e interpretación política, una mesa de amigos en la que, hablando sobre un mismo tema –un libro–, cada uno rescata y comparte lo que más le interesó, le llamó la atención, le pareció más trascendente o le despertó una reflexión, pero con aportes brillantes. Todo ello ofrecieron ayer Aldo Ferrer, Eduardo Basualdo, Horacio Verbitsky y Alfredo Zaiat, reunidos con el propósito de la presentación del nuevo libro de este último: Amenazados, el miedo en la economía.

Aldo Ferrer, para muchos el economista argentino contemporáneo con mayor prestigio, puso como eje de su lúcida exposición la búsqueda de desestructurar un discurso de la economía ortodoxa que intenta, a su criterio, convencer a los argentinos de que el país no tiene ninguna posibilidad de cuestionar las reglas que fija el mercado mundial. “Nos quieren convencer, desde los libros que tratan sobre los problemas de la balanza de pagos, que Argentina debe estudiarse como una pequeña economía abierta, tomadora de precios internacionales; que tiene una insuficiencia de ahorro que la hace dependiente del crédito internacional y la inversión externa, con lo cual la única buena política de inversiones es la que atrae capitales del exterior, como si siempre fuera bueno que vengan; nos quieren hacer creer que tenemos un mercado interno chico, por lo tanto es imposible pensar un modelo desarrollo basado en el mercado interno. Esta es la idea de la globalización que nos quieren vender, según la cual el poder de decisión fue transferido al mercado mundial y un país como el nuestro sólo puede tomar ese modelo dado y buscar su nicho, lo que siempre lleva a concentrarse en la explotación de los recursos naturales y especializarse en materias primas.”

Dicho esto, Ferrer, un meticuloso analista de las políticas de desarrollo nacional, se preguntó “cómo va a tener una economía chica un país que es el octavo del mundo en extensión territorial, que tiene un mercado interno que ya era importante en el siglo anterior, y una tasa de ahorro interno cercana al 30 por ciento del PBI. El problema no es la falta de ahorro, el problema de Argentina es la fuga”. Luego comentó que esta interpretación que hace la ortodoxia “no cierra por ningún lado, aunque hace décadas que se viene repitiendo”, y elogió el trabajo hecho por Zaiat para demostrar cómo opera “el miedo en la economía” para impedir el desarrollo de propuestas alternativas, y su demostración de que “las conclusiones a las que llega la ortodoxia no tienen nada que ver con la realidad”.

Eduardo Basualdo eligió concentrarse en las críticas que en su libro el autor formula a los economistas del establishment, como un “mundo de expertos ajenos a las interpretaciones sociales”. Y comparó esa aseveración con las expresiones del profesor Julio H. G. Olivera, a quien mencionó como “uno de los exponentes insoslayables de la economía argentina”. En un trabajo publicado en 1994, Olivera describió el estudio de la economía como “una tarea interpretativa, y por la naturaleza de su objeto de estudio, la ciencia económica es una hermenéutica social”.

Luego Basualdo hizo una detallada referencia al problema de la fuga de capitales. Del caso del HSBC y las cuentas en Suiza no declaradas, refirió que “no es un cisne negro, no es un caso de una entidad aislada, sino una expresión del sistema financiero, y más bien una expresión marginal”. Explicó, inmediatamente, que el listado de cuentas del HSBC “no refleja algunas de las características propias de la fuga en Argentina”, que en cambio habrían quedado señaladas en el estudio sobre la fuga de capitales en Argentina en el año 2001. “Allí se demuestra que los principales fugadores de divisas son las empresas oligopólicas, no las personas físicas como aparecen mayoritariamente en el listado del HSBC; en Argentina la fuga no se explica por movimientos de corto plazo que entran, se valorizan y después se van, sino que es un fenómeno estructural (una salida permanente y creciente de divisas de residentes locales); la cantidad de personas que fuga divisas, decenas de miles, muestra que hay una alta burguesía local notablemente financiarizada, y por la plataforma de salida utilizada, se ve que el 75 por ciento de la fuga fue facilitada por los bancos extranjeros.” Elogió, en este sentido, que el tema de la fuga de divisas “esté muy presente en el libro de Zaiat.

Horacio Verbitsky, en su exposición, compartió con el autor del libro la observación de que haya gurúes económicos que “se la pasan pronosticando catástrofes y nunca aciertan, pero es notable que alguien que fracase tan sistemáticamente logre que vuelvan a consultarlo”. Subrayó otros aspectos de Amenazados, que consideró aportes valiosos para comprender “el carácter estructural de fenómenos del sistema financiero internacional que se presentan como anomalías o casos particulares”. “Vemos ahora cómo algunos medios publican que los tres candidatos presidenciales con chances envían a sus representantes a Estados Unidos, buscando encontrar la forma de llegar a un acuerdo con los que esos medios llaman los holdouts, y nosotros los fondos buitre. Y anticipan que habrá un gesto de Estados Unidos. Ya podemos imaginar cuál puede ser ese gesto”, sugirió.

En tono más severo, Verbitsky advirtió que “el dispositivo (de presión de estos sectores) está preparado”. Recordó que este gobierno soportó y resistió nueve corridas, pero hubo otros dos desde la recuperación de la democracia (Alfonsín en 1989, De la Rúa en 2001) que “terminaron víctimas de corridas en el sistema financiero pero que tuvieron origen político”. Recordó el viaje de Domingo Cavallo (entonces diputado del delasotismo) a Estados Unidos en septiembre de 1988 para pedir que le corten el financiamiento al gobierno argentino; poco después, en febrero de 1989, se lanzó la corrida”. También recordó el golpe del 76 como una acción de los sectores dominantes “contra el grado de maduración que había alcanzado la economía, con una densidad nacional y la posibilidad de dar un salto; el golpe cortó esa posibilidad impactando sobre las bases materiales de ese desarrollo”.

Luego repasó la etapa actual, en la que por primera vez se logró reconstituir el nivel de desarrollo que destruyó el golpe del ’76, aunque “con una industria menos integrada, menos autónoma, pero hay que celebrar lo realizado”.

Cerró el encuentro Alfredo Zaiat, quien hizo un breve repaso sobre las razones que lo llevaron a escribir este libro –elogiado efusivamente por los tres oradores anteriores–, que resumió en la intención de “hacer comprensible los fenómenos económicos”, e “intervenir en el debate político, confrontando con esa lectura ortodoxa de la realidad” a la que aludieron las exposiciones anteriores. “La economía –dijo Zaiat– es un espacio de disputa de poder, en la que participan sujetos con intereses contrapuestos, con tensiones que siempre están presentes. Pretender presentar a los economistas como dueños de una sabiduría capaz de predecir lo que va a pasar es un mecanismo para crear el miedo, generar angustia, un discurso perverso que busca que los sectores vulnerables, atrapados por el miedo, terminen legitimando medidas o ajustes en contra de sus propios intereses.”

Página/12 - 20 de septiembre de 2015

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