Las calles de Baltimore y el racismo
Baltimore era la capital del comercio interior de trabajo esclavo. Las drogas y el alcohol ofrecían alivio. En 1842, Poe escribió The Pit and the Pendulum [El pozo y el péndulo]. (Toni Morrison nos enseñó a leer la literatura norteamericana blanca en sus conferencias “Playing in the Dark” [Jugando en la oscuridad]: la historia de Poe parece versar sobre la Inquisición española del siglo XIII, pero lo cierto es que su atmósfera aterradora surge del miasma moral de Baltimore.)
Empieza así: “Yo estaba enfermo, mortalmente enfermo con esa larga agonía. Y cuando entonces me quitaron las cadenas y me permitieron tomar asiento, sentí que los sentidos me abandonaban. La sentencia –la terrible sentencia de muerte— fue la última de las diversas entonaciones que llegaron a mis oídos”. Es verdad: Maryland ha abolido la pena de muerte, pero la muerte civil y económica siguen siendo terribles sentencias, aun cuando el Uno-Por-Ciento vuele por el globo en aviones privados y retoce lujosamente en sus yates de un millón de dólares.
Volviendo al tiempo de Poe, el clipper surcaba por siete mares. El buque de tres mástiles, casco estrecho y aparejo cruzado estaba diseñado para la velocidad, no para la carga. Originario del puerto de Baltimore, su diseño llegó a ser epítome de la elegancia, una elegancia puesta al servicio del capitalismo comercial entre Asia y América. Con una velocidad tan rápida como el viento y capaz de desplegar un enorme velamen, esos buques se convirtieron en las verdaderas alas del capitalismo global, reportando tremendos beneficios a los comerciantes émulos de Ahab. Baltimore fue tanto el centro del comercio nacional de esclavos como de la fiebre imperial por traer a la sociedad esclavista de los EEUU aquellas no-mercancías totales mal llamadas “bienes”: oro, opio y te. La cafeína levantaba a los comerciantes avariciosos, el opio tranquilizaba a los potenciales rebeldes y el oro… Bueno, el oro volvía cualquier cosa en su contrario, porque ¿no es acaso el dinero la fuente de todos los males?
Pero era un mal viento que nunca trae nada bueno; podían oírse voces de libertad, y podían verse hechos de emancipación. Frederick Douglass se libró de la esclavitud, y recibió ayuda en Baltimore de unos marinos irlandeses. (¿Habrían avistado estos navegantes un mástil de algún buque clipper?) Benjamin Lundy era el editor del primer periódico que abogaba por la abolición incondicional de la esclavitud. Entonces editaba en Baltimore de The Genius of Universal Emancipation [El genio de la emancipación]. Escuchó a los afroamericanos, a hombres como William Watkins y Jacob Greener, que se acercaban al local de la imprenta para charlar. Lundy enseñó a Lloyd Garrison cómo encajar los tipos de imprenta y cómo se escribe “abolición”.
The Pit and the Pendulum prosigue. Luego de esa “entonación” de la sentencia de muerte: “Después de eso, el sonido de las voces inquisitoriales pareció fundirse en un espantosamente indeterminado murmullo. Traía a mi alma la idea de revolución, tal vez a partir de su fantaseada asociación con el zumbido de una rueda de molino. Sólo por unos instantes; ahora, ya no oigo nada”.
¿Y ahora? ¿Qué traía ahora al alma, aparte de un espantoso murmullo? ¿Qué es revolución? ¿Es meramente el aburrido girar de la rueda? ¿O es el proceso abolicionista, el proceso de abolición de la esclavitud y de las estructuras sociales que son su causa? Esas estructuras permanecen –la policía está bien pagada para preservarlas— y su causa, el capitalismo, encarcela a los jóvenes, a los locos y a los osados en la esclavización presente del divide y vencerás.
Edward E. Baptist, cuyo libro The Half Has Never Been Told: Slavery and the Making of American Capitalism [La otra mitad jamás contada: la esclavitud y la formación del capitalismo norteamericano] se publicó el año pasado, muestra que “la expansión de la esclavitud (…) configuró toda la historia”. Además, los “afroamericanos esclavizados construyeron los EEUU modernos y, en verdad, el mundo entero”. El comerció esclavista transatlántico se terminó en 1807 con leyes aprobadas en el Congreso (EEUU) y en el Parlamento (Reino Unido). Desde entonces, la esclavitud se convirtió en un sistema autorreproducido, una ristra de cadenas extendida de este a oeste, y el látigo que producía para los patricios una fantástica riqueza arrancada de los verdugones en las espaldas de los recolectores de algodón.
Baptist, de nuevo: “Baltimore fue el mayor centro de comercio interior de esclavos en la Costa Este. Los afroamericanos abandonados a su suerte allí tendrían mucho que decir sobre el comercio que envolvió a tantos de sus allegados. Sus conversaciones con Lundy movieron a éste a la confrontación con los poderosos intereses proesclavistas. No tardó Lundy en acusar a todos los propietarios de esclavos, desde las páginas de The Genius, de ser “vergonzosos fornicarios” que criaban seres humanos para el mercado. Reservó su más acerada furia para los Woolfolks, describiendo a la familia como una banda de ‘piratas’ sin ley, cuyo ‘corazón rebosante de crueldad’ causaba ‘una fatal corrupción en el cuerpo político’.” La verdad de su acusación queda probada por el hecho de que, de los diez condados norteamericanos que compraban esclavos para la reventa en el Sur entre 1829 y 1831, cuatro se hallaban en Maryland.
Woolfolk era un empresario de esclavos radicado en Baltimore que creó condiciones eficientes de mercado entre los viejos estados y la frontera esclavista. Su organización empresarial controlaba barcazas en la Bahía de Chesapeake y oficinas en Nueva Orleáns. Empresa multiestatal con integración vertical, alquilaba buques que podían transportar centenares de esclavos para su venta. Sus principios de teoría económica todavía son loados por las escuelas de negocios, y pasan por neoliberalismo ortodoxo entre los devotos del egoísmo y de [la novela de Ayn Rand] La rebelión del Atlas [1957].
“El 9 de enero de 1827, Austin Woolfolk abordó a Lundy cuando éste, en su calidad de editor del periódico, estaba abriendo el local de su imprenta. Woolfolk derribó a Lundy y le golpeó con saña. Luego se fue. Lundy demandó por asalto a Woolfolk. Pero cuando el caso llegó a juicio, el juez declaró que el editor se merecía el ‘castigo’. Multó al comerciante de esclavos con un dólar, y se soltó un discurso de alabanza de los beneficios económicos reportados por el comercio de esclavos para el estado de Maryland. Y no se privó de añadir que Woolfolk también había quitado de en medio ‘a muchísimos granujas y vagabundos que resultaban una molestia para el estado’.”
¿Granujas y vagabundos? Vieja terminología –¡léxico de Shakespeare!— para hablar de desempleados que se remonta a los orígenes del capitalismo en el siglo XVI, cuando la clase trabajadora perdió sus ejidos y las tierras comunales que le permitían subsistir y fue criminalizada.
Edgar Allan Poe entendió la naturaleza de las fuerzas que estaban detrás de la violencia policial. Véase, si no, cómo prosigue: “Sin embargo, por un rato, logré ver. Mas ¡con qué terrible exageración! Vi los labios de los jueces con togas negras. Me parecían blancos, más blancos que la hoja sobre la que escribo estas palabras. Y finos hasta lo grotesco. Finos con la intensidad de su expresión de firmeza, de inamovible resolución, de severo regocijo en la tortura humana”. Se trata sin duda de una descripción, de un auténtico retrato, si no del funcionario Reid que disparó en la cara a Aura Rosser en Ann Arbor el pasado 10 de noviembre de 2014, sí del actual fiscal del condado, Brian Mackie, ese blanco regocijado de labios finos que se negó a acusarle de homicidio. ¡Verdaderamente grotesco! ¡Dejemos que los horrores del pozo y el péndulo caigan sobre él y los amiguetes a quienes sirve, a menos que –o hasta que— se haga justicia!
William Lloyd Garrison era el aprendiz de Lundy. Se fue de Baltimore trasladándose a la relativamente segura ciudad de Boston, en donde abrió un comercio cerca de David Walker. El Llamamiento a los ciudadanos de color de todo el mundo escrito por Walker apareció en 1829. “La libertad es vuestro derecho natural”, escribió. Así que “¡actuad como un ser humano!”. El suyo fue un destino alternativo al de Edgar Allan Poe en Baltimore: colectivo, internacional, en pie.
Peter Linebaugh es profesor de Historia en la Universidad de Toledo. The London Hanged y (con Marcus Rediker) La hidra de la Revolución: la historia oculta del Atlántico revolucionario (trad. castellana: Editorial Crítica, Barcelona, 2005). En Serpientes en el jardín se incluye su ensayo sobre la historia del Día de Mayo. Su último libro es el Manifiesto de la Carta Magna (California Univ. Press, Berkeley, 2009), del que hay buena traducción castellana publicada por la editorial madrileña Traficantes de Sueños.
CounterPunch, 1 de mayo de 2015
Diez datos espeluznantes sobre Baltimore
¿Está sorprendido por los disturbios de Baltimore? Lo que resulta más sorprendente es la vida cotidiana en Baltimore, una ciudad de 622.000 habitantes de los cuales el 63% son afroamericanos. Aquí ofrezco 10 datos que cuentan parte de la historia.
1. En Baltimore los negros tienen 5,6 más posibilidades de ser arrestados por posesión de marihuana que los blancos a pesar de que el consumo de esta droga entre unos y otros es similar. De hecho, el condado de Baltimore tiene la quinta mayor proporción de arrestos por marihuana de los EEUU.
2. Se han pagado por parte de Baltimore alrededor de 5,7 millones de dólares desde 2011 en más de 100 demandas judiciales por brutalidad policial. Las víctimas de la brutalidad policial han sido mayoritariamente personas de color incluida una mujer embarazada, un diácono de la iglesia de 65 años, niños y una abuela de 87 años.
3. Los niños nacidos en Baltimore tienen una esperanza de vida de seis años más que los niños afroamericanos de la misma ciudad.
4. Los afroamericanos en Baltimore tienen ocho veces más posibilidades de morir debido a las complicaciones derivadas del VIH/SIDA que los blancos, y dos veces más de morir de causas relacionadas con la diabetes que los blancos.
5. El desempleo es del 8,4% en la ciudad. La mayoría de las estimaciones sitúan el desempleo de la comunidad afroamericana en el doble de la comunidad blanca. La tasa nacional de desempleo para los blancos es del 4,7%, para los negros del 10,1%.
6. Los bebés afroamericanos en Baltimore tienen nueve veces más probabilidades de morir antes del año que los bebés blancos de la ciudad.
7. Hay una diferencia de 20 años en la esperanza de vida entre los que viven en los barrios más acomodados de Baltimore respecto a los que viven a seis millas en los barrios más empobrecidos.
8. 148.000 personas, es decir el 23,8% de la población de Baltimore, vive por debajo del umbral de la pobreza oficial.
9. El 56,4% de los estudiantes de Baltimore acaban la escuela secundaria. La proporción del conjunto nacional es del 80%.
10. El 92% de los arrestos por posesión de marihuana en Baltimore eran afroamericanos, una de las mayores desproporciones raciales de los EEUU.
Bill Quigley es professor en la Loyola University New Orleans, es director asociado en el Center for Constitutional Rights y colabora con el Institute for Justice and Democracy in Haiti. También contribuye en Hopeless: Barack Obama and the Politics of Illusion, proveniente de AK Press
Counterpunch, 29 de abril de 2015
Leña al fuego, donde el fuego está en un polvorín
John Crawford, Michael Brown, Eric Garner, Tamir Rice y Freddie Gray. En común tienen haber sido asesinados por la policía en 2014-2015 en Estados Unidos. En común tienen que si creemos vivir en una sociedad “sin color” y omitimos detalles en las noticias pueden parecer incidentes aislados de brutalidad policial. Y aquí está el problema, la brutalidad policial es “solo” un síntoma de dos cosas: (1) algo anda mal en las fuerzas opresoras del estado cuando pueden matar impunemente con pocas consecuencias; (2) un problema mayor de desigualdad estructural, donde una buena parte de la sociedad es sistemáticamente (mas) oprimida.
¿De dónde proviene esa desigualdad estructural? Este articulo da algunas ideas. Desde las esclavitud, pasando por los anos de “Jim Crow” (leyes discriminatorias explicitas), los anos de “Separate but Equal” (leyes que daban derechos similares pero forzaban a la segregación, haciendo que los derechos no fueran precisamente similares), hasta la época actual delas encarcelaciones masivas. No hay esclavitud, pero las condenas por posesión de crack son ordenes de magnitud mayores a las condenas por posesión de cocaína (adivinemos donde se centra el consumo de crack); no hay leyes discriminatorias explicitas pero un afroamericano puede esperar ser cacheado con mucha mayor probabilidad que un blanco (véase las prácticas de ‘Stop and Frisk’, parar y cachear, en Nueva York); no hay segregación legal pero en la practica la segregación es enorme.
Las agencias de crédito, constructores, ayuntamientos, compañías de abastecimiento de agua y electricidad, todas se aliaron en redes de segregación a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, marcando que partes de la ciudad iban para blancos, que partes se dejaban para negros. Por si esto no hubiera sido suficiente, lo que Jane Jacobs denomino la muerte de la gran ciudad americana, derivada de las políticas de urbanismo en los años 50, donde cada soldado de vuelta de la segunda guerra mundial tenia opciones de crédito prácticamente gratis para comprar una casa en el Suburbio (extrarradio de las ciudades) desde donde conducir su coche producido en Detroit. Por supuesto, estas políticas mantuvieron el espíritu de prácticas previas y solo se dieron en la práctica a soldados blancos, o si se daban a soldados negros era única y exclusivamente para su uso en zonas no-blancas. Esto creo el fenómeno conocido como la ‘huida blanca’ (White flight), o el abandono de las ciudades por la emergente ‘clase media’ blanca que obtenía los mejores trabajos en la creciente industria manufacturera. Mientras tanto, los centros de las ciudades se quedaban desabastecidos. Los flujos migratorios escapando del sur (un Apartheid virtual, o más bien completamente real) en busca de trabajos manufactureros del norte aumentaron la población afroamericana en las ciudades industriales (Baltimore, Cleveland, Detroit, etc.) , donde solo se les permitía instalarse en los centros de las ciudades (las denominadas ‘Inner Cities’).
En un país donde la principal fuente de ingresos de los ayuntamientos está en el impuesto de propiedad, las zonas que decaen generan pocos impuestos y por lo tanto poco interés. En un país donde las escuelas públicas son pagadas por los ayuntamientos, esa falta de ingresos lleva a que el sistema educativo público en los barrios desfavorecidos sea como mínimo nefasto. Añadido a una política de extracción de los mejores niños a “magnet schools”, lleva a que todo niño que destaca se vea extraído de su escuela, con la consecuente pérdida para todo el mundo (os suena? Bachillerato de excelencia?).
Por si todo esto no fuera suficiente, los años 70 fueron testigos del inicio de la “Guerra sobre las Drogas”, una política estricta de control policial sobre las drogas. Aumento de la presencia policial en barrios, aumento de las penas por tráfico de drogas y, más importante, establecimiento de penas mínimas por posesión de drogas. Es decir, varios años de cárcel por cualquier posesión de cualquier droga. Ahora bien, como decía antes, la pena es muy diferente si lo que llevas encima es cocaína, o si lo que llevas encima es crack o heroína. Además, la facilidad con la que la policía efectúa cacheos es diferente según el color de tu piel. Esto ha llevado a una “epidemia de encarcelaciones”, “encarcelaciones masivas”, etc. Es decir, una situación en la que un tercio de todos los jóvenes (18-30 años) afroamericanos en Baltimore están en prisión o en la condicional. Ni que decir que la situación en otros estados tiene todavía toques más perversos, con el establecimiento de cárceles privadas (buen resumen acá).
En un país donde el ser un convicto te elimina tus derechos de voto, tus derechos de acceso a ayudas sociales, a vivienda pública, donde en muchos estados uno está obligado a decir si ha estado en prisión previamente, etc., estas situaciones se vuelven no triviales. Cuando 1/3 de los jóvenes Afroamericanos de Baltimore están excluidos totalmente de cualquier oportunidad, la brutalidad policial es solo un síntoma más del problema.
Os dejo con un mapa muy sencillo. Esperanza de vida por barrio en Baltimore. La estrellita marca el lugar donde más concentraciones ha habido, al lado del barrio donde vivía Freddie Gray. Los números son las esperanzas de vida media en cada barrio. Sabemos que Madrid tiene diferencias de hasta 4 años en esperanza de vida entre el barrio más longevo (Salamanca) y el menos (Villa de Vallecas). Sabemos que en Londres, cuando uno va en la línea de metro Jubilee, se pierde 1 ano de esperanza de vida por parada entre Westmister y Canning Town, en total 5 años y medio. En Baltimore, los 5 kilómetros que separan Roland Park de Upton-Druid Heights suponen 20 años de esperanza de vida de diferencia. Estados Unidos tenía 20 años de esperanza de vida menos que ahora en 1938.
Javier Padilla es médico, miembro del colectivo Médico Crítico, que publica el blog del mismo nombre como espacio de reivindicación y toma de conciencia para hablar sobre medicina, sanidad, salud y sus determinantes sociales y económicos.
Sinpermiso - 3 de mayo de 2015