Lebacostar caro
Sturzenegger, y la conducción económica en general están convencidos de que la inflación es básicamente un fenómeno monetario y que para combatirla hay que frenar la emisión de dinero. Pero resulta que para frenar la emisión de dinero habría que eliminar el déficit fiscal, y ocurre que la decisión política de la conducción económica, que Sturzenegger no comparte del todo, es no eliminar el déficit sino de manera gradual para no agravar la situación socioeconómica.
Por lo tanto, la manera de compatibilizar la idea de que a la inflación se la combate eliminando la emisión con el hecho de que seguirá habiendo emisión para cubrir el agujero presupuestario, es absorber el dinero que imprime el Banco Central mediante la colocación por parte del mismo Banco Central de las llamadas Letras del Banco Central (Lebac).
Pero para poder realizar lo que técnicamente se conoce como “esterilizar moneda”, Sturzenegger tiene que tentar al mercado con rendimientos de la Lebac muy atractivos. Y no ha titubeado en hacerlo: por una colocación a 35 días esa Letra paga un interés del 38 por ciento anual, y de algo más del 32 por ciento para las que vencen a los ocho meses. La licitación semanal de esa Letra que se realizó el martes confirmó la tasa del 38 por ciento para el plazo más corto, y en el correspondiente parte informativo la conducción del Bcra argumentó que “mientras la inflación supere los objetivos de esta institución, la tasa real se ubicará en niveles que continúen generando una inflación descendente”.
Por el momento, lejos de descender, la inflación sube. Sturzenegger lo atribuye a aumentos de precios que se dan por única vez (devaluación inicial y tarifazo), y a que la política monetaria tarda unos meses en ser efectiva. Él, lo mismo que Mauricio Macri y Alfonso Prat Gay, insisten en que hacia fin de año el alza de precios se aproximará al 1 por ciento mensual.
No es de extrañar que ante la posibilidad de colocar fondos al 38 por ciento anual los bancos se hayan volcado masivamente a destinar la liquidez sobrante a suscribir Lebac: con un simple pase de manos obtienen una diferencia de 10 o más puntos porcentuales respecto de lo que pagan por los depósitos. En febrero, por segundo mes consecutivo las Lebac fueron la principal aplicación de fondos por parte de los bancos, y esa colocación superó en un 150 por ciento el dinero destinado a préstamos al sector privado.
Ese enorme spread o diferencia es una de las causas de los excelentes resultados que están arrojando los balances de los bancos. Según información oficial, en febrero pasado obtuvieron la mayor ganancia de los últimos diez años, y los beneficios en proporción a los activos fueron los más altos de los últimos cinco años.
No es de extrañar, tampoco, que grandes ahorristas opten por esta alternativa de beneficio seguro y a corto plazo. Ni debería sorprender que a medida que esta operación se fue conociendo más allá de los avezados círculos especulativos, las Lebac hayan pasado a formar parte también del menú de inversión de algunos medianos ahorristas. Sólo es necesario abrir una cuenta comitente con un simple trámite en un banco o ante un agente de bolsa, para acceder a un activo que rinde 10 puntos porcentuales más que un buen plazo fijo.
Como si la tasa de interés no fuera de por sí un poderoso anzuelo, la rentabilidad se puede incrementar y dolarizar mediante una simple bicicleta financiera: en momentos en que se espera que el dólar se mantenga alrededor de la cotización actual durante algún tiempo, basta con comprar dólar futuro a tres meses de plazo y realizar en ese lapso una ganancia equivalente a más del 10 por ciento anual en dólares.
No se trata de un tema menor. Desde que asumió el gobierno el stock de Lebac se duplicó hasta superar los 500.000 millones de pesos, con buena parte de los vencimientos concentrados a los 35 días, que es el menor plazo disponible. Semejante stock de Lebac devengando una tasa de interés promedio de alrededor del 35 por ciento, implica que sólo para cubrir el rendimiento el Banco Central debería emitir 175.000 millones de pesos anuales o incrementar la colocación de letras en esa magnitud.
Si cubre con emisión anula el objetivo de neutralizar o esterilizar la emisión monetaria. Si apela a aumentar la colocación de Lebac alimenta una bola de nieve que ya es gigantesca.
Además de la hipoteca que le genera al propio Banco Central, la política monetaria tiene un claro impacto recesivo. Por un lado, debido a que la tasa de interés de las Lebac establece un piso muy alto para el costo de los créditos. En segundo lugar, porque un muy buen rendimiento financiero atenta contra la decisión de destinar dinero a inversión productiva. Un efecto que siempre es negativo, pero mucho más para un gobierno que apuesta a la inversión como único motor de demanda para impulsar una recuperación económica, habida cuenta de que el consumo se contrae, que el gasto público está en vías de ajuste y que el contexto internacional sopla de frente.
El efecto nocivo de una tasa de interés tan alta atrapa cada vez más atención en la medida que la recesión y la inflación se prolongan y agudizan, que la sociedad va de a poco perdiendo la paciencia, y que el Gobierno advierte una caída en el nivel de aprobación. El modesto paquete de medidas sociales que anunció Macri el sábado pasado, y el ruego que les imploró el lunes al establishment empresario para que inviertan, no despidan y sean más responsables con la fijación de precios, revela la preocupación del Gobierno.
El Presidente dijo semanas atrás que está “tratando de ir por el camino del medio, buscando la forma de equilibrar la pelea entre inflación y recesión”. Pero la tasa de interés por las nubes parece indicar que prioriza la inflación por sobre la recesión, aunque está perdiendo ambas peleas. Si no revierte esas derrotas, Lebacostar caro políticamente.
Revista Veintitrés - 21 de abril de 2016