Los cambios en las reservas internacionales

Carlos Heller
Como comenté en otras oportunidades, la restricción externa es un problema estructural que debe tenerse en cuenta, dado el impacto negativo que posee sobre las reservas internacionales, entre otras cuestiones financieras, como lo ponen en evidencia los datos del Balance Cambiario del Banco Central (BCRA), que registra las operaciones con el sector externo que efectivamente se pagaron y cobraron en un período.

En los nueve primeros meses de 2013, las reservas internacionales (RIs) disminuyeron U$S 7900 millones por efecto de una multiplicidad de operaciones. Trataré de elegir los ítems más representativos, dejando algunos fuera de consideración por razones de espacio y de claridad expositiva. Un rubro que explica gran parte de esta evolución de RIs es el saldo de bienes de esos nueve meses, que ingresó U$S 8000 millones menos comparado con igual período de 2012. Este marcado descenso se explica por dos efectos principales. Por un lado, un menor saldo de mercancías, por unos U$S 3600 millones; las exportaciones crecieron poco, un 2%, mientras que las importaciones aumentaron cerca del 10%, achicando el saldo comercial.

Este saldo es resultado de varios factores, pero deseo mencionar la conducta de un importante sector generador de divisas como el de oleaginosas y cereales; según el BCRA, "en el acumulado del año, la comercialización externa del sector se encuentra un 16% por debajo de lo observado en el mismo período de 2012, pese al crecimiento estimado de la producción total en la presente campaña, la cual se estima en torno a las 106 millones de toneladas, récord histórico de cosecha, y un 15% por encima del volumen alcanzado en la campaña previa". Esto indica que hay retención de productos del sector, y ello influye en el menor saldo comercial de este año.

El otro efecto, que justifica los U$S 4400 millones restantes, tiene que ver con la modalidad de pago, principalmente de las exportaciones. En estos meses, muchos exportadores dejaron de tomar fondos en el exterior para ingresarlos al país en concepto de adelantos y prefinanciación de exportaciones, y en la mayoría de los casos hicieron utilización del máximo plazo disponible para ingresar las divisas. De necesitar fondos, se financiaron en pesos a la espera del ingreso de divisas para cancelar esos préstamos, atraídos porque el ritmo de aumento de la cotización del dólar viene superando las tasas de interés que pagan por financiarse en pesos, lo que derivó en un menor ingreso de divisas. De la misma forma, algunos importadores adelantaron el pago de sus compras externas, generando un drenaje adicional de RIs.

Este es un efecto financiero, que con el tiempo debería tender a equilibrarse, pero que, hasta que se reordene, genera menores ingresos de divisas o mayor salida de las mismas. Pueden tomarse medidas para que los operadores ingresen dólares, como lo es la decisión del Banco Central de limitar significativamente el financiamiento en pesos a los grandes exportadores, para que vuelvan a financiarse en dólares e ingresar anticipadamente las divisas, como lo hacían anteriormente; o la letra del BCRA ofrecida para liquidar la cosecha.

Otra fuente principal de salida de divisas la constituyen los pagos netos por viajes, turismo y pasajes, que en los nueve primeros meses de este año generaron una reducción de RIs por U$S 6400 millones, debido a los mayores gastos de los argentinos en el exterior por este concepto, y menores gastos de los turistas extranjeros en nuestro país.

Un efecto positivo sobre la evolución de las RIs lo tuvo la administración de divisas, en especial la suspensión de la compra de dólares para atesoramiento. Mientras que en los nueve primeros meses de 2012, se produjo una salida de U$S 3600 millones por este concepto, en igual período de este año hubo un ingreso de U$S 400 millones. Queda claro que, sin las normas de administración de divisas, se hubieran perdido adicionalmente varios miles de millones de dólares de RIs en los primeros nueve meses de este año.

Creo que son datos importantes y que indican por dónde hay que ir aplicando la sintonía fina; en algunos casos, el actual Gabinete ya ha avanzado, en otros aún resta tomar resoluciones.

OBAMA NO QUIERE QUE SU PAÍS SE LATINOAMERICANICE.

Alertado por la creciente desigualdad que está viviendo Estados Unidos, su presidente expresó que la misma ha puesto en riesgo el fundamento social de la clase media, de que "si trabajas duro tienes la oportunidad de salir adelante". Agregó también que ese concepto, sobre el que se basa el progreso de aquel país, se desplaza por el temor de que "unos pocos se beneficien del trabajo de todos y se queden con lo que es de todos" (La Nación, 5/12/13).

En la citada alocución, Barack Obama se mostró preocupado: "Hoy, nuestros niveles de desigualdad se están aproximando a los de países como la Argentina o como Jamaica", sostuvo.

Alguna prensa quitó de contexto estas observaciones, y tituló “Obama alertó contra el ejemplo de la Argentina en desigualdad” (Infobae, 5/12/13); otros comentaron que “fue una frase al pasar. Pero bastó para que Obama dejara en claro que considera que el gobierno argentino no es creíble cuando afirma que la desigualdad en nuestro país ha disminuido” (Clarín, 5/12/13). Nada más alejado de la realidad.

Esta cuestión puede resolverse fácilmente utilizando el índice Gini, que es un indicador de desigualdad: cuanto más alto, más desigual es la distribución de los ingresos en el país.

Según el Banco Mundial, en los últimos años nuestro país ha mejorado la distribución del ingreso, con un Gini de 44, e integra, junto con Uruguay y Venezuela (ambos con 55 puntos) y Jamaica (46), el podio de los países de América Latina y el Caribe más equitativos, aunque aún falte mucho por profundizar en este tema.

Podría decirse que nosotros nos acercamos a la distribución de un país desarrollado, a la vez que Estados Unidos se acerca a los mejores guarismos de los países en desarrollo. Es una visión que creo resulta bastante acertada.

Estados Unidos posee un Gini que oscila entre 40 y 43, muy alejado de otros países desarrollados como Alemania (28) y Francia o Canadá, ambos con 33 puntos. En realidad, para Obama la gran vergüenza norteamericana sería acercarse a los mejores de Latinoamérica, dado que está mas allá de toda consideración de su parte compararse con la desigualdad de Chile (52), Brasil (55) o Colombia (56).

Estas preocupaciones del presidente Obama por mejorar la distribución del ingreso han reforzado su mote de “marxista”, aplicado por los miembros más radicalizados del Partido Republicano, reunidos en el Tea Party. Estos se han horrorizado aún más cuando Obama, en el mismo discurso de esta semana en que se refirió a la Argentina, recordó que el Papa Francisco "habló de manera elocuente sobre la pobreza".

Luego de la reciente Exhortación Apostólica de Francisco, el ultraconservador comentarista Rush Limbaugh, referente por excelencia del Tea Party, expresó por radio a una audiencia de 16 millones de personas: "Es una pena, pero estamos ante un Papa marxista, que defiende las ideas comunistas" (La Nación, 5/12/13).

Las diferentes opiniones y manipulaciones se dan en todas partes. En el norte, la gente del Tea Party intenta poner un baldón sobre los que critican, más débilmente o con mayor intensidad, la extrema libertad de los mercados y todo lo que ella trae consigo, en especial la desigualdad y la exclusión.

De la misma forma, en este país del sur varios opinólogos intentan en vano transformar la vergüenza de Obama en una supuesta situación vergonzosa para el gobierno argentino, cuando en realidad se trata de cifras que generan orgullo, como la mejora en la equidad en el ingreso de la población, aunque aún quede mucho por superar.

Info News - 8 de diciembre de 2013

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