Marcha del Orgullo Antifascista y Antirracista: nace un consenso y se anima una resistencia
Miles de personas en todo el país conformaron la segunda gran movilización contra Milei. Un nuevo sujeto político emerge sin miedo de nombrarse a partir de términos que antes usaba con pudor.
La convocatoria de la Marcha del Orgullo Federal Antifascista Antirracista LGBTIQNB+, que se organizó en menos de dos semanas en respuesta a los dichos de Milei en el Foro de Davos, fue masiva. La segunda gran movilización en contra del Gobierno trae una novedad: emerge un sujeto social que estaba dormido –desorganizado después de la conquista de la Ley del Aborto, con una fuerte sensación de derrota luego de las elecciones y húerfano de figuras políticas convocantes opositoras–. Este pueblo que salió a la calle es feminista y pertenece a la comunidad LGBT+, pero también es un varón cis heterosexual que se sintió convocado frente a una nueva identidad que define a todes: un pueblo antifascista. La definición, también, es por oposición.
Facho
La tendencia es evidente. Si bien cada cartel, pintada o remera fueron confeccionados por individuos independientes, hay una coincidencia interesante: la palabra fascismo para identificar al presidente–y antifascismo para autodefinir a la oposición–. Funciona desde aquel discurso de Milei en Suiza como elemento clave en la organización de una resistencia, que no parece tener liderazgo político claro (por lo menos desde el punto de vista partidario). Su efecto es visible, despierta a esa fuerza social transversal que es el feminismo, aquel que logró convocar a una sociedad que era desorganizada en su lucha por el aborto legal y en el reclamo de #NiUnaMenos. La Libertad Avanza, a pesar de expresar ideas que van abiertamente contra estas poblaciones (mujeres y comunidad LGBT+), no se siente cómodo en el término y busca negar o discutir las bases y condiciones para ser ubicados en ese lugar.
Foto: Gilda Izurieta.
Milei pudo decir ante el mundo que la homosexualidad está directamente emparentada con la pedofilia, entonces la circunstancia habilitó algo que hasta ahora había sido reprimido, suavizado, matizado: vincular al presidente, ministros y a los referentes mundiales anti-woke (como Donald Trump o Elon Musk) con símbolos, palabras y estéticas fascistas. Parece una radicalización en espejo, que de un lado tiene el monopolio de la violencia y decisión –el Poder Ejecutivo– y del otro una sociedad que históricamente se atrevió a discutir con sus administradores a través de la militancia y la participación política.
Que el antifascismo y el antirracismo aparecieran en la carátula de un movimiento –no olvidemos– organizado por la comunidad LGBT+ agregó espectros en los que encontrar una identificación. Se puede ser heterosexual y no ser fascista, se puede ser cis y no ser fascista, se puede ser peronista sin ser fascista, se puede ser del PRO sin ser fascista –Horacio Rodríguez Larreta festejó en X–, se puede ser varón sin ser fascista, se puede votar a Milei y después asistir como autoconvocado a una manifestación antifascista.
Crédito: @gonzaensuspenso
Nacen un sujeto político y un consenso
De este modo, la asistencia fue realmente diversa tanto en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires como en varias ciudades de todo el país e incluso en el extranjero. “No puedo explicar lo que me emocionan estos tipos que estuvieron en Malvinas y que ahora 40 años después salen a marchar para que yo pueda tener novio”, publicó un usuario de X para destacar la participación del Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas (CECIM) La Plata.
Al mismo tiempo, hubo furor en la calle y luego en las redes sociales por la presencia de la enemiga número uno del Gobierno, Lali Espósito, junto a otra de las cantantes más famosas del país (y por qué no del mundo) –y de quien no habíamos tenido grandes manifestaciones políticas hasta el momento– María Becerra. También fueron los jubilados que vienen protestando casi en soledad y con consecuencias brutales, las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, las travestis y trans que reciben de su presidente los insultos más denigrantes, sindicatos de todos los sectores, y muchos más. Fue una marcha de orgullo, el arcoíris estaba en todos lados, pero con un fuerte carácter político y la misma alegría de cada noviembre. El clima, como en aquella gran manifestación en defensa de la educación pública, fue de pura transversalidad, el nacimiento de un consenso.
Y la recuperación, tal vez definitiva, de la organización y el espacio público. Eso que pareció perderse después de la victoria de Milei, que implicó un fuerte agotamiento y el resquebrajamiento interno de muchos espacios de activismo, ayer se vio convocado al trabajo conjunto de nuevo. La amenaza es muy grande, tal vez la vida. Y en esa convocatoria, a diferencia de todas las anteriores que hizo la comunidad LGBT+ y los feminismos, la inclusión de los términos “antifascista y antirracista” invitaron a participar a una masa de varones cis heterosexuales que no tienen representación ni espacio organizado de oposición al Gobierno.
Es la creación de esta identidad antifascista y antirracista, más plural aún y abarcativa, la que puede generar un quiebre en las dinámicas sociales que se proponen desde el Gobierno. La calle, por ahora, se ve activa, con los reflejos rápidos para la reacción de defensa. Dependerá de la política tradicional aprovechar este suceso y transformarlo en representación formal antes de que empiecen a sentirse de nuevo las ganas de “que se vayan todos”, pero esa ya es otra canción.
Fuente: Cenital - Febrero 2025