Nacional y popular
Se incrementó la participación de los asalariados en el ingreso por doble vía, una por la creación de 5.000.000 de puestos de trabajo, y otra por la mejora en términos reales de la remuneración, y todo eso lo hizo con una debilidad de origen que fuera el 22% de los votos, el enfrentamiento con “el campo”, con los grandes medios, y con el capital financiero internacional.
En esa epopeya se inmoló el presidente Néstor Kirchner, él sabía más que nadie, y los médicos se lo repitieron hasta el cansancio, que tenía las arterias tapadas con grasa, que el principal enemigo es el estrés, que tenía que dejar la actividad y retirarse a una vida tranquila, para quien jamás lo hizo y murió en su ley, convencido de que tenemos destino como Nación, que podemos ser un país independiente, que crece, que es capaz de capacitarse y aumentar su productividad, que aumenta intrínsecamente la demanda y con ello los empresarios invertirían en máquinas y en equipos ampliando la capacidad instalada, como él afirmaba: “...El crecimiento del consumo demanda una mayor inversión, ambos impulsan las exportaciones: el consumo te da mayor escala de producción, y la inversión mayor eficiencia, con lo que bajan los costos y permite competir a nivel internacional, así crecen el consumo, la inversión y las exportaciones, y la economía vuela”.
Y lo hizo, crecimos a tasas considerables y con mejora en la participación del trabajo, más una visión del país y del mundo que le permitió enfrentar al ALCA en Mar del Plata, y visualizar la complementariedad con los países de la región, los llamados emergentes en general y con China en particular.
En un marco adverso, donde la economía se había concentrado hasta lo indescriptible, donde la alianza entre empresas multinacionales, grandes corporaciones nacionales y el capital financiero internacional habían expoliado al país al máximo, llevando al desastre y a la expulsión de argentinos y regiones, donde sólo se concebían los espacios de rentas y fuga de capital.
Otro marco económico fue el del regreso de Perón y el Plan Gelbard en 1973, en primer lugar existía un "mundo" socialista que se complementaba con la producción y venta de la Argentina, que a cambio podía traer capitales para hacer las obras de infraestructura capaces de generar las condiciones para hacer un país independiente; y en segundo término, la existencia de la CGE (Confederación General Económica de la República Argentina) que nucleaba a miles y miles de pequeños productores (del campo y de la ciudad) y comerciantes, ligados en su más amplia mayoría al mercado interno, consolidado en más de cuarenta años de vida, y una central de trabajadores (CGT) que mientras vivió Perón se subordinaba al Plan Trienal que era el Proyecto Nacional y Popular argentino.
En esa época en la sombra, las multinacionales y la vieja oligarquía con el nieto del fundador de la Sociedad Rural Argentina a la cabeza, pergeñaron el desabastecimiento y el ahogo financiero como principales medidas de boicot y conspiración, para lo que se sirvieron de la CIA, del obsecuente mucamo y las bandas fascistas de la Triple A, luego sustituidas por las fuerzas armadas capitaneadas por Videla, Massera y Agosti.
Pero en ese período de la historia, de plena guerra fría, la batalla no era de soldados sino de espacios, y los EE.UU. temían el desembarco soviético en estas pampas (como temían del comunismo en la región), de allí que cuando el gobierno argentino obligó a las empresas automotrices de ese origen radicadas en nuestro país, a venderle vehículos a Cuba, rompiendo el bloqueo, los hechos se desencadenaron y se reemplazó al embajador Lodge por un ex jefe de la CIA, a quien le reportaba el mucamo.
Lo que se debe entender es que la vieja oligarquía y el capital financiero internacional coincidían en que la Argentina debía dedicarse a producir alimentos y materias primas, y que la industria que genera obreros era la fuente de conflicto permanente, razón por la cual se buscó su aniquilación, así como los Decretos firmados por María Estela de Perón e Ítalo Luder de "aniquilar el accionar de los elementos subversivos", so pretexto de la guerrilla, buscaban el disciplinamiento social ante la destrucción del trabajo y la producción nacional.
Se necesitaba que las naciones se endeudasen importando para sustituir la producción propia y de esa manera la banca internacional lograba colocar los excedentes financieros generados por la suba del precio del petróleo, y paralelamente se retornaba a la división internacional del trabajo propuesto por Adam Smith y David Ricardo.
Pero la dimensión de las medidas, la magnitud de destrucción de valor, el cierre de fábricas, el nivel de desocupación, hicieron insostenible el gobierno militar para un país como el nuestro que crece si crece su mercado interno basado en el consumo de los asalariados, sin embargo, salvo la honrosa excepción de la gestión del Dr. Bernardo Grinspún, que fue otro intento de soberanía nacional y popular, durante casi 30 años se continuó con la valorización financiera del capital, la priorización de las rentas del campo y de las industrias protegidas, de la patria contratista en faraónicas sobre facturaciones de gasto de la obra pública, todo en beneficio de una minoría parasitaria y en perjuicio del grueso de la población y de su futuro.
La eclosión del año 2001, al fin de la convertibilidad y del gobierno de De la Rúa se le sumó la brutal transferencia de recursos por la licuación de la deuda y la "pesificación" asimétrica de Duhalde y de su ministro de Producción, José Ignacio De Mendiguren. Maximiliano Kosteki y Darío Santillán regaron con su sangre el fin del "contubernio" del capital financiero y la oligarquía Argentina, quienes tuvieron que dar lugar a las elecciones nacionales, que aun así ganó Carlos Saúl Menem con el 26% de los votos, pero sabiendo que el por ese entonces gobernador de Santa Cruz se impondría ampliamente en la segunda vuelta, desistió de presentarse, con lo que Néstor Carlos Kirchner asume la administración generando el retorno a los gobiernos nacionales y populares de nuestra historia y de la región.
Por supuesto que doce años no logran revertir casi treinta de expoliación y concepción del mundo y de la sociedad, ni tampoco desterrar los bolsones de pobreza y de miseria, y menos derrotar definitivamente al capital más concentrado, con el que hubo necesidad de acordar, que incumplan los acuerdos y volver a armarlos para que no se repita la triste historia de conspiración y muerte, concediéndoles altas tasas de ganancia en mercados cautivos o semi cautivos, siempre con la remota esperanza de que la mejora en el nivel de vida de la población genere a su vez la consciencia de nuestra fuerza y de nuestra valía.
Así como la relación capital trabajo beneficia generosamente al primero, es a su vez el acicate para que se amplíe el proceso productivo, permitiendo generar más industrias y más trabajadores, base social de un país que crece y mejora la distribución del ingreso modificando así su estructura. Solo combinando inversión y trabajo, trabajo de calidad, de mayor valor agregado, se crece en forma sostenida y para siempre.
El gran capital lo sabe, pero también es consciente que no son tantas las naciones y los lugares donde puede desarrollarse y asegurarse un futuro, esa es la mayor ventaja comparativa de la Argentina, pero para ello debe determinar reglas de juego claras, limitando lo más posible las prácticas rentistas, prebendarías y parasitarias del capitalismo vernáculo.
Por lo antedicho y para reforzar el Proyecto Nacional y Popular se debe acordar un nuevo Pacto Social que regenere la producción en general e industrial en particular, salarios altos y apuntalamiento estatal, para lo que se debe afianzar al Estado y muñirlo de un plan estratégico, de otro modo se harán cada vez mayores concesiones en desmedro de nuestra población y de nuestro destino, y esa debe ser la verdadera discusión en este año eleccionario, o defendemos lo nuestro, o las minorías parasitarías se aprovecharán de la pasividad y la resignación del pueblo argentino.
Miradas al Sur - 11 de enero de 2015