“No es casual que las inundaciones sucedan en el corazón sojero del país”
Como ustedes recordarán la imagen del campo argentino, hace treinta o cuarenta años, era muy diferente: campos donde habían cortinas forestales, incluso promocionadas, apoyadas y exigidas por el Estado; montes de reparo, que servían para proteger el ganado en épocas de altas temperaturas, donde el ganado buscaba refugio. Todo esto ha desaparecido, ha sido un prolijo y masivo desmonte, no solo del monte nativo, sino que además se ha talado prolija y sistemáticamente hasta el borde de los alambrados todo lo que fuera la cubierta forestal que no sean los propios cultivos.
A esto hay que sumarle que el suelo va perdiendo esponjosidad por la falta de rotación, por el uso masivo de agroquímicos y por la extenuación misma de los suelos por la extracción de nutrientes que estos monocultivos transgénicos suponen. Se pierde capacidad absorbente, al no haber más el efecto esponja. Los árboles a través de sus raíces infiltran y filtran el agua hasta las capas profundas del suelo y del subsuelo, cosa que ni el césped ni ningún cultivo agrícola pueden hacer. Se vio muy bien en el caso de las serranías cordobesas que han sido desforestadas e incendiadas, lo mismo sucede en la pampa sojera, en la parte cordobesa y el oeste santafesino. Es un mar de soja y agua.
APU: ¿Cómo le parece que esto se puede revertir en el futuro para evitar este tipo de catástrofes?
JC: La reversión de esto es muy costosa porque implica reforestar con especies nativas y obviamente el Estado deberá exigir la reimplantación de las cortinas forestales, los montes de reparo, porciones de bosques. Insisto: con especies nativas, no exóticas. En todo lo que es el enorme ecosistema agrícola que hoy hay en Argentina, calcule que hay 20 millones de hectáreas plantadas con soja, es una cantidad pavorosa de superficie que hay que entremezclar tratando de restaurar el ecosistema original. Y definitivamente no se va a hacer en la medida en que el Estado no intervenga exigiendo eso, en las zonas donde todavía se hacen desmontes hay que ver primero en cumplir con la ley de bosques, que no se está cumpliendo en las provincias. Reitero, habría que dejar porciones de bosques nativos entremezcladas con monocultivos; esto en beneficio de la propia producción.
No hablemos de la cantidad de pueblos inundados, rutas cortadas, infraestructura destruida que los ciudadanos de todo el país vamos a tener que pagar a través de nuestros impuestos. No hay ningún banco que nos mande plata para las catástrofes que nosotros supimos conseguir. Más allá del impacto social, del agravamiento de la emigración de las zonas rurales a los centros poblados, hacia los asentamientos carenciados que también se agudizan después de estos fenómenos donde la gente pierde trabajo, aumenta la desazón, aumenta la emigración.
APU: ¿Cómo analiza la situación de los productores sojeros y de otros monocultivos, qué se les puede llegar a pedir en estas circunstancias?
JC: Pedir nada, porque es una mentalidad cortoplacista, egoísta, no hay que pedir nada, hay que exigir y los ciudadanos deben exigir a quienes deben legislar. Y los medios de comunicación están para hacer llegar información a la gente para que la opinión pública pueda presionar a través de los mecanismos democráticos a quienes deben legislar.
El sector productivo está completamente enceguecido por un afán productivista, cortoplacista y egoísta como nunca se ha visto en la historia del campo ni el agro en Argentina. Uno no tiene nada contra la gente del campo, sabemos de su dedicación al trabajo, de su interés por producir, de agregar valor a la tierra. Pero están en un camino totalmente equivocado donde ellos mismos van a ser víctimas en el momento en que esta extenuación de los suelos y estas catástrofes se repitan y se pierda definitivamente la rentabilidad. Después nadie sabe lo que va a pasar, después de este esquema que se conoce en el mundo que es de boom y colapso.
Falta agregar en la fórmula del desastre soja, desmonte, monocultivo, falta de planificación, población pobre que se asienta en los lugares que la propiedad inmobiliaria vale menos, que también son las primeras víctimas; el cambio climático. Porque todo esto obviamente tiene vinculación con el cambio global del clima donde estos fenómenos van a dejar de ser excepcionales para volverse más frecuentes y, sobre todo, imprevisibles. Hay que readecuar toda la mentalidad de la planificación urbana, de cómo se van a hacer las obras de infraestructura. Y hay que mirar cuando inevitablemente este boom de los monocultivos pase y tengamos que volver a pensar un modelo agrario sustentable, en favor de la gente, capaz de distribuir las ganancias y de evitar estos desastres que estamos pagando hoy todos los argentinos.
Agencia Paco Urondo - 4 de marzo de 2015