“No hay para todos”
¿Cómo decide el mercado cuáles son las cabezas sobrevivientes para los insuficientes sombreros? Por la acción mágica, sabihonda y equilibrada de su mano oculta.
Así, sobrevivirán las cabezas mejor calificadas por la inevitable ley de la oferta y la demanda. Malthusianamente. Para la gloria de los sacrosantos equilibrios macroeconómicos.
¿Y si, violando esas normas, se produjeran más sombreros para atender la demanda de todas las cabezas?
¡No, no y no! Por Dios, ni pensar en los disturbios macroeconómicos que se producirían, con la tenebrosa venganza del mercado, que enviaría rayos y centellas sobre las cabezas de todos, como castigo por no haber obedecido las leyes de la oferta y la demanda. Cualquier cosa menos eso.
La inflación se dispararía a cifras de no sé cuantos dígitos. Los capitales huirían a cualquier agencia del HSBC todavía abierta o buscarían refugio, atraídos por la ley de atracción universal, si no hay ningún obstáculo que los desvíe, hacia el dulce y justo reposo de los paraísos fiscales. El Fondo Monetario Internacional encenderá todas sus luces rojas y nos considerará un caso execrable, infradotado de los criterios mínimos de confianza para recibir un céntimo siquiera de préstamos o de capitales. ¿Vale la pena todo eso simplemente para satisfacer algunas cabezas, cuya insistencia en sobrevivir nos puede exponer a todos los fuegos del infierno? ¿Para ser declarados países no confiables frente a los confiables organismos internacionales de la finanza y del poder?
Quedarán menos cabezas, pero mejores, porque saben que tienen que meter sus cabezas en los pocos sombreros que van quedando. Que de eso se trata para países, gobiernos, partidos serios: si no hay para todos, tiene que haber para algunos, que sean los que el mercado dice que son los que merecen tener sus cabezas cubiertas.
Esa es la filosofía del neoliberalismo, de la austeridad: “No hay para todos”.
Página/12 - 16 de mayo de 2015