Oligopolios e inflación

Claudio Scaletta
Cuando se dice que la causa principal de la inflación es la puja distributiva, se hace referencia a que la suba de salarios se traslada a precios, a que es un problema de estructura de costos. Ello no quiere decir que no deben aumentarse salarios o, bien, que no existan formas de mejorarlos sin provocar un descalabro inflacionario. En todo caso, es una cuestión de ritmos. No obstante, es necesario separar los momentos analíticos. Una cosa es dar cuenta de un fenómeno económico y otra abordar las políticas redistributivas. El punto de síntesis es que sólo el diagnóstico correcto del fenómeno permitirá brindar la respuesta correcta.

El tema de la puja distributiva ya fue tratado en este espacio y no se insistirá en él. Importan algunas ideas derivadas de este razonamiento, que gozan de corrección política y aceptación entre algunos economistas cercanos al Gobierno, pero que son erróneas. Si la inflación es por puja distributiva, sostienen, significa también que alguien remarca los precios: los empresarios. Con ello ya se tiene un malo: el empresario remarcador. Puede agregarse otra cualidad negativa. El actor central de los mercados concentrados: el empresario oligopólico. Con él aparece un estadio superior de maldad: el malo entre los malos. Podría sumarse una categoría aun peor, el empresario oligopólico que no invierte, pero significaría apartarse del punto central.

El tema de los mayores precios en mercados oligopólicos fue muy estudiado por la ortodoxia, siempre concentrada en el momento de la circulación. Se trata de una de esas imperfecciones de mercado que tanto la obsesionan. La conclusión conocida, sencilla y verdadera, es que en mercados oligopólicos los precios son más altos. Sin embargo, un precio más alto que el existente bajo el supuesto de competencia perfecta sólo explica la renta oligopólica. Puede explicar algún aumento instantáneo, pero nada dice sobre los aumentos de precios constantes en períodos más largos, es decir sobre la inflación. Es claro que un actor con poder de mercado, como el empresario monopolista, tiene más capacidad instantánea para aumentar precios. Lo que no está demostrado es que esa capacidad dé lugar a un proceso de “inflación oligopólica”.

El problema, que puede resultar abstruso para los no economistas, se observa mucho mejor si se le pone números. Si es cierto que los malos entre los malos, por su poder de mercado, se estarían beneficiando del actual proceso inflacionario, a la vez que generándolo; es decir, si existiese una cosa tal como la “inflación oligopólica”, sus márgenes de ganancia deberían estar aumentando contante o consistentemente. La tarea de obtener estos números exige muchas estimaciones, empezando por los precios y siguiendo por los costos. El último informe de Estudio Bein presenta una serie de indicadores aproximados (“proxi”) de los “márgenes unitarios” de la industria para los últimos diez años, los que fueron calculados sobre “la trayectoria que surge del relevamiento de precios minoristas del Estudio y una estructura de costos promedio estimada”. Su resultado puede ser sorprendente para quienes defienden la existencia de una inflación oligopólica. Lo que se observa es un crecimiento de los márgenes en 2003, una caída constante hasta 2007, luego una leve recuperación, con altibajos, hasta 2010 y una caía posterior hasta 2012, precisamente en años de alta inflación. La caída punta a punta, entre 2002 y 2012, fue de alrededor del diez por ciento. La conclusión es que no fueron los malos los causantes de la inflación, sino que éstos perdieron en la puja distributiva; aunque no todos hayan perdido por igual.

Esto puede compararse con lo sucedido con los salarios. También de acuerdo con cálculos de Estudio Bein, tomando a diciembre de 2001 como base cien, en 2012 los salarios del sector privado registrado se encontraban en 141,5, los del sector privado informal en 123, lo que habla de quiénes fueron los ganadores del modelo. Sin embargo, los salarios del sector público se encuentran en 68; 32 puntos abajo que en el ya deteriorado último año de la Convertibilidad.

Regresando a la “inflación oligopólica”, la pregunta es cómo puede haber ocurrido que sectores con poder de mercado pierdan márgenes unitarios. Una interpretación posible es que los acuerdos de precios, más allá de sus efectos en el mediano y largo plazo, efectivamente funcionaron en el corto. La pregunta hacia adelante es si la tasa de ganancia puede seguir contrayéndose, los salarios creciendo y el consumo expandiéndose.

Una lectura posible es que con menores tasas de ganancia, lo que los empresarios no obtenían por margen lo obtenían por cantidades, con el crecimiento del PIB. Si el crecimiento, como ocurrió en 2012, continúa moderado, la posibilidad de compensar ya no existirá. Esto se enfrenta con la demanda de aumentos de salarios de la dirigencia sindical y de sostenimiento del consumo para sostener la demanda. Si todo esto ocurre aparece una incompatibilidad: no es posible, al mismo tiempo, estimular el consumo y moderar la inflación. Más si existen restricciones de divisas para aumentar importaciones.

En este contexto, la apuesta oficial se concentra en un delicado equilibrio: moderar las demandas salariales lo suficiente para contener la inflación, pero no tanto como para que se frene la economía en un año electoral.

Esta necesidad de concentrarse en la problemática salarial descuida sin embargo otros estímulos pasibles que servirían para incentivar la demanda por fuera de las decisiones privadas: más inversión pública, la que hoy sólo representa alrededor de cuatro puntos del Producto, y la recuperación de los salarios públicos, muy retrasados respecto de los privados. La primera porque impacta en la demanda como cualquier otro de sus componentes, pero resulta fundamental para el desarrollo de infraestructura y para la provisión de bienes extrasalariales, y la segunda porque además de no impactar en los costos privados es clave para un gobierno que reivindica la intervención del Estado y, por lo tanto, debe estimular a sus cuadros.

Suplemento de economía de Página/12 CASH - 3 de marzo de 2013

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