Precios de transferencia

Alfredo Zaiat
El concepto precios de transferencia no está incluido en el debate económico habitual pese a que es una cuestión muy importante para comprender aspectos vinculados a la elusión y evasión impositiva, la fuga de capitales y a las dificultades de la industrialización por sustitución de importaciones. Es una noción que debería adquirir mayor densidad política para abordar la restricción externa, expresión de la fragilidad de la estructura económica argentina. Los protagonistas son las firmas multinacionales en una economía abierta con elevada concentración, extranjerización y con un marco legal para la inversión extranjera marcadamente liberal, herencia de la dictadura cívico-militar consolidada en la década del ’90. Precios de transferencia es un concepto contable relacionado con los balances presentados al fisco donde opera la filial, pero tiene un efecto que excede la cuestión impositiva, debido a que ha pasado a ser utilizado como vía de fuga de capitales, e indirectamente para resistir políticas públicas promotoras del desarrollo de proveedores locales o de producción de componentes nacionales de esas mismas firmas.

Una economía con una industria más amplia y compleja acotaría los márgenes de maniobra con los precios de transferencia.

Estados Unidos legisló sobre este tema en 1968 y los países europeos lo fueron haciendo en la década del ’70, mientras que en Argentina esta cuestión recién fue incorporada en diciembre de 1998 en la Ley 25.063 que reformó el Impuesto a las Ganancias.

Los precios de transferencia son los que se facturan en el comercio entre sí empresas subsidiarias de multinacionales. Al manipular esos valores –que incluyen intereses por préstamos o regalías por marcas y patentes, además de los precios de mercancías–, esas empresas pueden situar sus ganancias donde menos impuestos deban pagar por ellas. Permiten a las multinacionales transferir fondos de un país a otro utilizando valores más altos o más bajos en función de su conveniencia. Mediante la planificación fiscal internacional las multinacionales persiguen el objetivo de reducir la carga impositiva global del grupo. Como se sabe, el destino preferido de esas utilidades son los paraísos fiscales, alejadas así del radar del fisco local y el del país donde está radicada la casa matriz.

Las operaciones más usuales de manipuleo de precios de transferencia son cuando las filiales locales subfacturan sus exportaciones (cerealeras, mineras) y sobrefacturan importaciones (electrónicas, autopartes, bienes de capital) para hacer figurar así menores ingresos y mayores costos. Es la manera de disminuir utilidades o aparentar pérdidas, para evitarse así el pago del Impuesto a las Ganancias. Este “dibujo” de los precios en la contabilidad aumenta los beneficios de la subsidiaria de otro país, en la misma medida en que se reduce la de la argentina, maniobra que sólo le conviene a la multinacional si allí la renta estuviera menos gravada que aquí. Esta operatoria es más extendida en grandes trasnacionales distribuidas por todo el mundo, y cuyas filiales comercian entre sí intensamente.

Las características básicas de los precios de transferencia detalladas en el documento OECD transfer pricing guidelines for multinacional entreprises and tax administrations son:

- Es el precio que se pacta y realiza entre sociedades de diferentes países vinculadas económicamente de un grupo multinacional, por transacciones de bienes (físicos o intangibles) y servicios que pueden ser diferentes a los que se hubieran pactado entre empresas independientes.

- Se pactan entre firmas conducidas por el mismo poder de decisión, circunstancia que permite, a través de la fijación de precios convenidos entre ellas, transferir beneficios o pérdidas de unas a otras, situadas la mayoría de las veces en países distintos.

- En términos contables, el precio que carga un segmento de la organización (departamento, división) radicados en un país por un producto o servicio que proporciona a otro segmento de la misma ubicado en otro país.

- Por lo tanto, los dos elementos fundamentales que no deben faltar son la existencia de vinculación entre las empresas que efectúan las operaciones, y que estén ubicados en distintos países para realizar operaciones internacionales.

Como se mencionó, el flujo de esos fondos se canalizan en gran parte a través de firmas de multinacionales radicadas en paraísos fiscales, plazas que facilitan esos movimientos al brindar confidencialidad, lo que permite mantener datos en secreto ante requerimientos de autoridades del fisco. En el libro Las islas del tesoro. Los paraísos fiscales y los hombres que se robaron el mundo (Fondo de Cultura Económica), Nicholas Shaxson menciona que el entonces ministro de Finanzas francés, Dominique Strauss-Kahn (después número uno del FMI, y destituido de ese organismo por denuncias de acoso sexual), estimó que más de la mitad del comercio internacional pasa, al menos en los papeles, por los paraísos fiscales. Shaxson indica que la Auditoría General de Estados Unidos (GAO, por sus siglas en inglés) informó en 2008 que 83 de las 100 corporaciones más grandes de ese país tenían filiales en paraísos fiscales. En ese año, en Europa, 99 de las 100 empresas más grandes tenían subsidiaria en una plaza offshore, según la investigación de la organización Tax Justice Network.

Los fondos obtenidos por la manipulación de los precios de transferencia son el equivalente corporativo de las cuentas secretas que abren individuos en paraísos fiscales con capital fugado obtenido por la evasión u otras actividades ilícitas. Shaxson interpela el concepto fuga de capitales porque “coloca la responsabilidad en el país que pierde el dinero: es una forma más de culpar a la víctima”, para precisar que “cada fuga de capitales que sale (de un país) debe corresponderse con una afluencia en algún otro lugar”. Aquí irrumpe el sistema extraterritorial (guaridas fiscales) construido por las finanzas globales. Es la contracara de la fuga de capitales. Shaxson sentencia que esas plazas financieras donde se ocultan billones de dólares “es el modo de funcionamiento del poder en la actualidad”. Afirma que el mundo extraterritorial “es un proyecto de las elites ricas y poderosas con el solo propósito de aprovechar los beneficios de la sociedad sin pagar por ellos”. Por eso concluye que los paraísos fiscales no son un apéndice marginal de la economía mundial, “sino que se halla exactamente en su centro” y, por ese motivo, “el offshore goza de obscena salud... y crece a toda marcha”.

El periodista e investigador Shaxson, miembro del Instituto Real de Asuntos Internacionales (Chatham House), una organización no gubernamental sin fines de lucro con sede en Londres, señala que cerca de dos tercios del comercio mundial transfronterizo se desarrolla en el interior de las corporaciones multinacionales. “Los países en desarrollo pierden aproximadamente 160.000 millones de dólares anuales sólo en concepto de la manipulación de los precios corporativos.” La investigación publicada por el CefidAr mencionada la semana pasada en esta columna (Fuga de capitales III. Argentina (20022012), de Jorge Gaggero, Magdalena Rua y Alejandro Gaggero), asegura que “el impacto consolidado de todas las maniobras que se practican en relación con el comercio internacional de las firmas que operan en Argentina debe estimarse en alrededor del 10 por ciento del total de su comercio internacional”, aunque señalan que prefieren ubicarla en un rango conservador del 7 al 9 por ciento. Calculan entonces que el impacto total de la fuga de capitales por la aplicación de precios de transferencia representó 8194 millones de dólares en 2010 (7 por ciento sobre el valor total anual del comercio exterior de alrededor de 117.000 millones) y, para 2012, 13.218 millones de dólares (9 por ciento sobre 147.000 millones).

Con esas ganancias obtenidas por la manipulación de precios de transferencia, ¿cuál es el incentivo de sustituir importaciones de las multinacionales? Esas maniobras actúan como una restricción del proceso de industrialización no contemplada en el análisis económico convencional.

Página/12 - 19 de abril de 2014

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