“Puede ser el peor escenario”
–¿Puede un país exportador de materias primas agropecuarias como Argentina tener una estrategia de industrialización exitosa, que permita reducir la desigualdad en la distribución del ingreso?
–Un proceso de desarrollo sostenible e inclusivo en Argentina requiere de una estructura productiva más diversificada. Esto es sano para la economía y sano para la democracia. No quiere decir que la exportación de commodities no deba jugar un rol importante. Por el contrario, debe tenerlo, pero no puede ser lo único. La estructura económica y demográfica argentina requiere de industria, que es el único sector que puede absorber a la gran masa de trabajadores. Y finalmente, se debe estimular el cambio tecnológico, para eso son necesarias intervenciones estatales activas que promuevan sectores más dinámicos.
–¿Qué herramientas existen para lograr esos objetivos?
–El instrumento clave para esta estrategia es el tipo de cambio real, que debe ayudar a que los sectores que generan empleo y cambio tecnológico puedan también competir. Los impuestos a las exportaciones de commodities tienen sentido en este esquema, pues no hay por qué darle una ventaja adicional a un sector que naturalmente tiene esa ventaja y que es no es el que más derrames positivos le genera al país. Claro que con esto solo no alcanza. Las políticas industriales, la inversión en educación, en ciencia, tecnología e innovación, y la inversión en infraestructura deben ser pilares de este proceso. Argentina siguió luego de la crisis de 2001-2002 este esquema de políticas, especialmente en el período 2003-2008. La falta de coordinación con las otras políticas macro condujo a una aceleración inflacionaria que terminó apreciando el tipo de cambio real, deteniendo este proceso.
–Entonces, ¿considera que se debe devaluar para recuperar competitividad, como señalan los economistas ortodoxos?
–La forma de resolver el problema no es con una megadevaluación. La probabilidad de que una gran devaluación tenga consecuencias sociales nefastas y afecte negativamente al funcionamiento de la economía es altísima. Hay cambios que son malos. Una devaluación tiene ganadores y perdedores y la forma en que decida intervenir el Estado determinará cómo se distribuyen los costos sociales que genera. Si para lograr restaurar el equilibrio externo se sigue el camino de una gran devaluación, lo primordial es evitar que los costos recaigan sobre los sectores de menores ingresos.
–¿Es posible evitar esos costos con un importante salto cambiario?
–En el caso de que se decida implementar una fuerte devaluación, veo tres escenarios posibles. La primera posibilidad es que haya una variación de precios y salarios proporcional a la devaluación, no habiendo efectos distributivos ni reactivación de la oferta de bienes exportables. Es un escenario muy poco probable. El segundo es el clásico escenario de devaluación en Argentina: cae el salario en dólares, lo que tiende a generar efectos expansivos sobre la oferta de bienes exportables. Pero al mismo tiempo, el traspaso de la devaluación a los precios de los bienes y servicios es alto, lo que deprime el poder adquisitivo del salario, haciendo que la demanda interna se desplome. Es un escenario recesivo con consecuencias distributivas nefastas. Permite restaurar el equilibrio externo a un costo alto para la sociedad. Esto es lo que ocurriría si el próximo gobierno decidiese liberar el mercado cambiario. El tercer escenario es aquel en que cae el salario en dólares pero se evita un traspaso a los precios, evitando una caída grande en el salario real. En ese caso se expandiría la oferta de bienes exportables, restaurando el equilibrio externo, y se evitaría una depresión de la demanda doméstica.
–¿Qué probabilidad hay de alcanzar este tercer escenario?
–Este escenario favorable es muy difícil de lograr en una economía de alta inflación, en donde el tipo de cambio es una referencia central para la fijación de precios. En Argentina, lo esperable es que la proporción de la devaluación que se transfiere a precios no se limite al componente transable de la cadena de producción, sino que sea mayor, conduciendo al segundo de los escenarios descriptos, al peor de todos. Si se sigue el camino de la devaluación, para evitar que esto ocurra será necesario que el Estado tome las riendas de la situación, mostrando capacidad y voluntad de intervenir en el mercado cambiario, haciendo políticas de ingresos y compensando a los sectores más vulnerables por eventuales pérdidas del poder adquisitivo mediante una expansión de las políticas sociales.
Página/12 - 22 de noviembre de 2015