Ser de izquierda en la era neoliberal
El marco latinoamericano es una desmentida concreta a los que han planteado el fin de la división entre derecha e izquierda. La diferencia entre gobiernos como los de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera y el de Hugo Chávez; la diferencia entre los gobiernos de Fernando Collor de Mello y de Fernando Henrique Cardoso y los de Lula y Dilma Rousseff; la diferencia entre los gobiernos de los partidos de derecha uruguayos y los gobiernos de Tabaré Vázquez y de Pepe Mujica; la diferencia entre los gobiernos previos a los de Evo Morales y de Rafael Correa y los gobiernos de éstos bastarían para demostrar que las contraposiciones siguen vigentes y definen el campo politico de los grandes enfrentamientos que vive América latina.
Nadie puede negar que esos países han cambiado mucho y han cambiado para mejor con los nuevos gobiernos. Así como nadie puede negar que esos gobiernos defienden tesis frontalmente contrapuestas a los programas neoliberales, así como a las defendidas por el gobierno de los Estados Unidos, por el FMI y por el Banco Mundial. Defienden la centralidad de las políticas sociales –más que justificada en el continente más desigual del mundo– y no de los ajustes fiscales. Defienden la prioridad de los proyectos de integración regional y no de los Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos. Defienden un rol activo en lo económico y lo social del Estado, en lugar del Estado mínimo y de la centralidad del mercado.
Son esos gobiernos los responsables de recuperar la expansión económica para nuestros países y hacer de América latina el continente que más contribuye a la disminución de la desigualdad y de la miseria en un mundo donde esos fenómenos se expanden.
Son esos gobiernos los que hacen de América latina la única región del mundo que tiene procesos de integración regional autónomos respecto de Estados Unidos –con el Mercosur, Unasur, el Consejo Sudamericano de Defensa, el Banco del Sur, la Celac, el Alba, Petrocaribe, entre otros procesos regionales de integración–. Además del privilegio de la integración regional, el del intercambio Sur-Sur, que han permitido que esos países resistan a la recesión del centro del capitalismo.
La lucha de resistencia al neoliberalismo y la construcción de alternativas posneoliberales es la más grande tarea contemporánea de la izquierda. Porque el neoliberalismo es el traje que viste el capitalismo en el período histórico actual.
El anticapitalismo, que siempre ha caracterizado a la izquierda, a lo largo del tiempo, fue asumiendo formas distintas, conforme el propio capitalismo se fue transformando, de un período histórico a otro, de un modelo hegemónico a otro. La izquierda fue antifascista, en los años 1920 y 1930, fue adepta al Estado de Bienestar social y al nacionalismo en la segunda posguerra, fue democrática en los países con dictaduras. Así como la derecha fue cambiando de traje, en la misma medida: fue liberal, fue fascista, fue adepta a la Doctrina de Seguridad Nacional, conforme a las configuraciones históricas que tuvo que enfrentar.
En la era neoliberal, impuesta tras inmensos retrocesos económicos, sociales, políticos e ideológicos, con reveses históricos en escala mundial, los ejes centrales de los debates y de las polarizaciones han cambiado, así como las configuraciones de los campos políticos.
La derecha logró imponer su modelo liberal renovado, marcado por la centralidad del mercado, del libre comercio, de la hegemonía del capital financiero, de la precarización de las relaciones de trabajo, del privilegio del consumidor sobre el ciudadano, de las relaciones mercantiles sobre los derechos. A la par de la descalificación de las funciones reguladoras del Estado, de las políticas redistributivas, de la política, de los partidos, de los derechos de ciudadanía.
Es en ese marco que América latina ha pasado de víctima privilegiada del neoliberalismo a única región del mundo con gobiernos y políticas posneoliberales, que se proponen concretamente la superación del neoliberalismo, con políticas como las mencionadas arriba, con el privilegio de las políticas sociales, de los procesos de integración regional, de rescate del rol del Estado. Esa contraposición define los campos de la izquierda y la derecha realmente existentes en la era neoliberal.
Los pueblos de esos países se han manifestado reiteradamente a favor de esas alternativas, eligiendo, reeligiendo a sus gobernantes, así como a sus sucesores, a lo largo de su primera década posneoliberal, después de rechazar, derrotar y aislar a los responsables por la maldita era neoliberal. Se han constituido nuevas mayorías políticas en nuestros países, apoyados en los nuevos derechos sociales que esos gobiernos han promovido.
En la era neoliberal, la línea divisoria fundamental está impuesta por el modelo neoliberal, que sigue vigente en escala mundial y mantiene todavía fuertes posiciones dentro de nuestros propios países. Lo nuevo da una dura pelea para afirmarse, mientras lo viejo lucha desesperadamente para sobrevivir. Es la lucha más grande de nuestro tiempo, entre neoliberalismo y posneoliberalismo.
En prácticamente todos los períodos históricos hubo una izquierda moderada y una izquierda radical. La socialdemocracia fue un ejemplo de la primera, mientras que los comunistas y las fuerzas de la izquierda radical, de la segunda.
En el período histórico actual hay, en América latina, gobiernos posneoliberales moderados –como los de Brasil, Argentina, Uruguay– y radicales –como los de Venezuela, de Bolivia, de Ecuador y además, está claro, el de Cuba. Unos y otros han roto con los tres principios estratégicos mencionados del neoliberalismo: centralidad del ajuste fiscal, de los TLCs, del mercado, y avanzan en su superación concreta.
El primer grupo de gobiernos es antineoliberal, mientras que el segundo, además de antineoliberal, se propone ser anticapitalista, articular la lucha contra el neoliberalismo con la lucha contra el capitalismo. La unidad férrea de los dos grupos de gobiernos es condición esencial para los avances de todos esos gobiernos.
Ser de izquierda hoy es luchar contra la modalidad asumida por el capitalismo en el período histórico contemporáneo, es ser antineoliberal, en cualquiera de las dos modalidades. La moderación o la radicalidad están en las formas de articulación –o no– entre antineoliberalismo y anticapitalismo. La comprensión de la naturaleza del período histórico contemporáneo, con todos sus rasgos nuevos –pasó del mundo bipolar al mundo unipolar, bajo hegemonía imperial norteamericana; pasó de un ciclo largo expansivo del capitalismo a un ciclo largo recesivo; pasó de la hegemonía de un modelo regulador, de bienestar social a un modelo liberal de mercado, con todos los retrocesos en la correlación de fuerzas que han traído–, es condición esencial para captar las condiciones de lucha para la izquierda contemporánea, la izquierda del siglo XXI.
Página/12 - 4 de noviembre de 2013