Un rival para el dólar
El mismo Martín Redrado dice ahora que el nuevo swap por montos y plazos similares que ambos bancos suscribieron el viernes pasado durante la visita de la comitiva encabezada por el presidente Xi Jinping “no permite incrementar el nivel de reservas, porque para eso debería realizarse una operación financiera para hacerlos convertibles. Es decir, que permita transformar yuanes por moneda de reserva en el mercado internacional, dado que el yuan es una moneda inconvertible a nivel global y, por lo tanto, no puede ser contabilizada como reserva”.
Distinto es lo que sostienen las actuales autoridades del Banco Central. En el comunicado del viernes pasado anunciando “un nuevo acuerdo de monedas locales por un monto equivalente a 11.000 millones de dólares y por tres años de plazo”, según el cual “el BCRA podrá solicitar al Banco Central de China desembolsos por hasta 70.000 millones de yuanes y depositar el equivalente en pesos, con un plazo de reintegro de hasta 12 meses”, se informa que entre los usos principales de los fondos figura el de “fortalecer el nivel de reservas internacionales de la parte que solicite el desembolso”, y se afirma que “el yuan puede ser convertido libremente en dólares, euros o cualquier otra moneda en plazas internacionales como Hong Kong, Londres o Singapur”, y se agrega que “esta condición ha llevado a que diversos bancos centrales ya hayan decidido invertir una porción de sus reservas en la moneda china”.
En resumen, el sólo acuerdo no aumenta automáticamente las reservas, pero deja abierta a la Argentina la alternativa de obtener yuanes contra la entrega de pesos. La discusión es si la moneda china debe ser considerada como reserva de divisas. Según el Manual de Balanza de Pagos y Posición de Inversión Internacional elaborado por el FMI, “se considera reserva internacional aquellos activos externos que están disponibles y en control de la autoridad monetaria para cubrir las necesidades financieras de la balanza de pagos, para intervenir en el mercado de cambio, para afectar el tipo de cambio, y para otros fines relacionados tales como mantener la confianza en la moneda y en la economía, y servir de base para endeudarse externamente”. Y el manual agrega que para que una moneda sea considerada como parte de esos activos tiene que ser líquida y convertible, es decir, “utilizable libremente para realizar transacciones internacionales”.
Si bien ningún manual especifica cuáles son las monedas convertibles, hasta ahora la convención sostiene que en esa lista figuran el dólar, el euro, la libra, el yen, es decir las cuatro monedas que integran la canasta con que se conforman los Derechos Especiales de Giro, que son la unidad de cuenta del FMI, a la que se suma el franco suizo.
Un argumento para negar que la moneda china sea convertible, y que por ende no deba ser contada como reserva, se encuentra en los dos acuerdos de financiamiento de megaobras de infraestructura que se firmaron el viernes pasado: tanto el referido a la construcción de las dos centrales hidroeléctricas (que surge de una licitación internacional con cotización en dólares) como el de la provisión de trenes y construcción para el Belgrano Cargas (que fue por contratación directa) están nominados en dólares estadounidenses.
Pero también hay argumentos de peso para considerar que el yuan es moneda convertible, más allá de los convencionalismos y algunos usos y costumbres. El primero es que China ha venido haciendo lo posible para que lo sea. Ya en 2009 el consejo de asesores políticos del entonces presidente Hu Jintao recomendó “apurar las reformas al sistema financiero para posibilitar que el yuan sea una moneda internacional. Esto significa usar la moneda china en los pagos de comercio internacional, permitiendo que el yuan sea libremente convertible y de esa manera transformarlo en moneda de reserva”.
Y vaya que han apurado las reformas. El pasado 10 de julio el banco HSBC publicó un informe titulado Five Reasons to Start Using the Renminbi (es la real denominación de la moneda de esa país; el yuan es la unidad de cuenta), que describe cómo el RMB (la abreviación de la moneda) ha escalado posiciones en el comercio internacional, al punto que mientras cuatro años atrás sólo el 3 por ciento del comercio exterior chino se liquidaba en esa moneda, ahora el 22 por ciento de las empresas que realizan negocios con China usa su moneda. Una de las razones es que operar directamente con la moneda china implica ahorros de entre un 3 y un 5 por ciento, derivados de menores costos de intermediación. El HSBC pronostica que “si el RMB continúa por este camino se convertirá en la divisa del comercio mundial; y, más adelante, puede llegar incluso a ser la moneda de inversión y reserva predominante”.
En ese camino, acaban de suceder dos hechos trascendentales que aquí han pasado casi inadvertidos. El 18 de junio el China Construction Bank, el segundo más grande de ese país, fue designado como la entidad de clearing oficial de RMB para Londres, y al día siguiente la filial de Frankfurt del Bank of China, el principal banco comercial, recibió la responsabilidad para realizar el clearing de la moneda china para toda la eurozona. El ministro de Hacienda inglés George Osborne dijo que se trata de hecho de “enorme importancia para el futuro financiero de la city de Londres”, y Joachim Nagel, uno de los directores del Bundesbank, calificó al hecho como “un hito fundacional en la creación de un centro para trading de renminbi en Frankfurt”.
Al respecto, Barry Eichengreen, un ex directivo del FMI que actualmente enseña en Berkeley, explicó la semana pasada en una nota publicada en el portal Project Syndicate que “la decisión de designar bancos encargados de realizar clearing de renminbi en Londres y Frankfurt es un paso más dado por China para impulsar la instalación de un sistema monetario internacional con varias monedas globales. Es un paso hacia la creación de una mejor conjunción entre una economía global multipolar con su sistema monetario y financiero, y en consecuencia es un paso que acerca al final de la dependencia económica al dólar, algo de lo que europeos y los chinos se vienen quejando desde la crisis de 2008”.
Es indiscutible que, aunque no sean contabilizados como reservas, la disponibilidad de yuanes por el equivalente a 11.000 millones de dólares agranda el margen de maniobra del Banco Central y aleja un poco la restricción externa que volvió a sofocar a la economía argentina, como consecuencia de serios errores cometidos por el Gobierno.
Pero también es cierto que la posibilidad de recurrir a esos fondos es una manera de tomar préstamos que, obviamente, habría que devolver en un plazo de hasta doce meses utilizando dólares para obtener yuanes. No es lo mismo que engrosar las reservas con excedentes de comercio exterior, con ingreso de divisas para financiar inversiones productivas, o con préstamos a largo plazo, como sucedía hasta hace cuatro años.
Revista Veintitres - 23 de julio de 2014