Violencia y petróleo en Ecuador

Eduardo Gudynas


Es inminente la votación en Ecuador, que tendrá lugar el domingo 20 de agosto, y no puede escapar a nadie que la espiral de violencia recibe todas las atenciones.  Los asesinatos de varios políticos, incluido un candidato a la presidencia, conmocionó al país. Tampoco puede sorprender que se aproveche esa dramática situación para insistir en que la consulta sobre dejar sin explotar el crudo en la amazonia de Yasuní, sería una cuestión secundaria para la grave inseguridad que se padece (1).  Las urgencias del país serían otras y no es el momento de dedicarse a discutir, e incluso pensar, si vale la pena preservar un área de selva amazónica; es lo que insisten algunos.

Esto es, en buena medida, comprensible. Una reciente encuesta nacional encontró que el 27 % de las respuestas indicaban que el principal problema del país era la inseguridad y la violencia, seguido por la corrupción (21 %) y otros problemas, mientras que solo un 2 % señalaban el deterioro ambiental.

Ante esa postura es necesario volver a insistir, una y otra vez, que es de la mayor importancia votar por preservar el crudo bajo tierra para asegurar la sobrevivencia de los humanos, plantas y animales que están encima de ese suelo. No sólo eso, sino que aquellos que colocan como primer problema sus exigencias en acabar con la violencia en las calles, deberían tener presente que esa problemática está muy relacionada con la suerte de los extractivismos petroleros.

Es posible que para muchos esto no sea sencillo porque al impacto por los recientes asesinatos políticos, se suman los slogans que insisten en que extraer el crudo amazónico permitiría resolver los problemas de Ecuador, e incluso reducir la pobreza, y con ello se asume que desaparecería la violencia actual. Los defensores de la petrolización apelan de ese modo a lanzar la idea que más petróleo llevaría a menos violencia.

Ese encadenamiento de ideas es muy equivocado. De hecho, insistir en la petrolización de un país se convierte en uno de los factores que alimenta la pobreza y al mismo tiempo la violencia.

Adictos

Al contrario de los eslógans y publicidades convencionales, la explotación petrolera como el extractivismo minero, acentúan la primarización de las economías nacionales y la dependencia en exportar materias primas. Las miradas convencionales, de empresarios, políticos y académicos, las justifican prometiendo que generarán recursos financieros que permitirían un “despegue” en el desarrollo nacional. A partir de esas ideas básicas, en unos casos se las aplica a agentes económicos privados y transnacionales (como lo hace el gobierno Lasso) o con mayor presencia estatal (como intentaron las administraciones Correa con los hidrocarburos). Pero más allá de las diferencias en cómo organizar cada sector, persiste la dependencia en exportar materias primas, esos imaginados despegues nunca ocurrieron. Las áreas de explotación siguen inmersas en la pobreza y los impactos ambientales.

Esto es bien sabido, porque desde hace años se prometen paraísos con cada próximo ciclo de explotación de la Naturaleza, fuese el cacao o el banano en el pasado, o el crudo o el oro en la actualidad, pero que en realidad nunca se concretaron.

Es que los extractivismos operan en sentido inverso, haciendo a las economías nacionales más simples, anulando una posible diversificación industrial, haciéndolas más dependientes de importar bienes e incluso alimentos. Eso hace que necesiten más y más extractivismos para seguir siendo financieramente viables. Los extractivismos son adictivos.

La evidencia está ante los ojos de todos los ecuatorianos, ya que ahora se agrega el flagelo de la minería de oro aluvial. Los viejos extractivismos atrajeron a este nuevo, aún más intenso, paradojalmente anclados en la pobreza y muy violentos. Esa minería se aprovecha de quienes no encuentran opciones laborales o educativas, y se expande apoyada en redes de contrabando, tráfico de insumos, se intercala con otras prácticas ilegales, y se protege apelando a la corrupción y la violencia.

Una mirada a los vecinos sudamericanos, muestra que los países petroleros no resolvieron los problemas de violencia. El Indice Global de la Paz, en su evaluación de 2022, muestra que entre las naciones sudamericanas, los peores indicadores se encuentran en Venezuela, Colombia y Brasil, todos países extractivistas en general, y con fuertes sectores petroleros. Le siguen con indicadores “amarillos” otros petroleros como Bolivia, y a su lado, Ecuador (2).

Por lo tanto, votar por continuar explotando el petróleo significaría alimentar procesos que, a sus maneras, replican las condiciones de pobreza y desigualdad, y con ello, se refuerza la violencia.

Los saberes ciudadanos

Los efectos negativos de la explotación petrolera en Ecuador han sido muchas veces documentados, y una proporción muy significativa de la población los conoce. Es así que, en una muy reciente consulta de opinión, se encuentra que poco mas de un tercio de los consultados, indican que la actividad petrolera en Ecuador ha arrojado pocos o ningún beneficio (alcanzando el 43 % en la Amazonia) (3). Es aún más expresivo que un 80 % entienden que esa actividad afecta a la Naturaleza (un 63 % responden que ese impacto es “mucho”); solo un 10 % entienden que sus consecuencias son poco o nada. Estos indicadores son reveladores porque muestran que la población comprendió son infundados discursos como los del correismo de que sea posible una petrolización sin impactos o con minúsculos efectos. También se tiene en claro la responsabilidad de las empresas (así lo indica casi  40% de los encuestados).

Mas de la mitad de los encuestados está al tanto de la consulta sobre la explotación petrolera en el Yasuní. Un 35 % votaría a favor de dejarlo bajo el suelo, por encima de un 25 % que prefiere explotarlo. Esas respuestas son auspiciosas frente a la próxima votación, aunque la proporción de indecisos, si bien descendió a favor del Sí, sigue siendo alta (24,5 %). 

Al mismo tiempo, en cuanto a la consulta que sólo tendrá lugar en Pichincha sobre la explotación minera en el Chocó andino, un 60 % indica que votará por la prohibición. Otra indicación que se desea dejar atrás los extractivismos.

De regreso a la violencia

Se podrá rebatir que la violencia se debe a varios factores, de muy diverso tipo, y no necesariamente asociados con la petrolización. Eso es cierto. Pero lo que no puede ignorarse es que el tipo de economía que sostiene ese extractivismo genera múltiples factores que, cada uno a su modo, contribuyen a la violencia.

Eso hace que la preocupación ante la inseguridad y la criminalidad en Ecuador signifique redoblar la atención y el compromiso a favor de mantener el crudo bajo tierra. Eso implica, por supuesto, proteger la riqueza humana y ecológica del Yasuní, pero también sirve para detener la violencia. Votar por Sí al Yasuní es también votar por Sí a pacificar el país.

Notas

1. Dejar el petróleo bajo Tierra: Yasuní como ejemplo y como aprendizaje en transiciones postextractivistas, E. Gudynas, Cartas en Ecología Política, No 7 – https://ecologiapolitica.substack.com/p/carta07yasuni

2. Global Peace Index 2022. Institute for Economics & Peace, Sidney.

3. Encuesta nacional de Comunicaliza, asl 12 agosto 2023, sobre 3 641 entrevistados, Quito.

Eduardo Gudynas es investigador en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES).

 

Rebelión - 17 de agosto de 2023

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