¿Y si la depresión llegó para quedarse?

Paul Krugman
“Una economía de EE.UU. cuyo estado normal es la demanda inadecuada, que sólo se acerca al pleno empleo cuando la empuja alguna burbuja” ¿Y si lo que estamos viviendo es la nueva normalidad? ¿Y si esta situación similar a la depresión perdura no por un año sino por décadas? Lo planteó Larry Summers en la última conferencia de investigación del FMI: la evidencia sugiere que EE.UU. se ha convertido en una economía cuyo estado normal es una depresión moderada, cuyos breves episodios de prosperidad ocurren sólo gracias a las burbujas y al endeudamiento insostenible.

Hay una palabra que los funcionarios monetarios repiten mucho últimamente: “normalización”. La mayoría de ellos, no todos, dicen que no es momento de cerrar la mano, que por ahora el crédito debe ser fácil y las tasas de interés, bajas. Sin embargo, los hombres de traje negro aguardan ansiosamente el día en que puedan volver a su trabajo habitual, llevándose el bol de ponche en medio de la fiesta.

¿Y si el mundo en que vivimos desde hace cinco años es la nueva normalidad? ¿Y si esta situación similar a la depresión perdura no por un año o dos sino por décadas?

Podríamos imaginar que esta clase de especulaciones pertenecen al territorio de algún grupo marginal radical. Y realmente son radicales, pero marginales… no tanto. Un grupo de economistas les está dando vueltas a estas ideas desde hace un tiempo, y ahora ya han instalado el tema. De hecho, la cuestión del “estancamiento secular –un estado persistente en que la economía deprimida es la norma, con episodios esporádicos de pleno empleo– se abordó a la fuerza en el más ultrarrespetable de los ámbitos: la conferencia anual de investigación del Fondo Monetario Internacional. Y la persona que habló del tema fue nada menos que Larry Summers. Sí, ese Larry Summers.

Y si Summers está en lo cierto, todas esas cosas respetables que se vienen diciendo sobre política económica está mal, y seguirán mal por mucho tiempo.

Summers empezó hablando de algo que debería ser obvio pero a menudo se pasa por alto: la crisis financiera que inició la Gran Recesión ahora ha quedado muy atrás. A decir verdad, según la mayoría de los parámetros, terminó hace más de cuatro años; sin embargo, la economía sigue deprimida.

Luego tocó un tema relacionado: antes de la crisis teníamos una enorme burbuja inmobiliaria y de deuda. Pero aun con esta burbuja gigantesca que estimulaba el gasto, la economía en su conjunto andaba más o menos: el mercado laboral andaba bien pero no muy bien, y el boom nunca fue lo suficientemente poderoso para generar una presión inflacionaria significativa.

Summers entonces extrajo una notable moraleja: tenemos, sugirió, una economía estadounidense cuyo estado normal es uno de demanda inadecuada –de depresión moderada, como mínimo– y que sólo se acerca un poco al pleno empleo cuando la impulsa alguna burbuja.

Voy a contribuir con más evidencia. Tomemos la deuda de los hogares. Esa relación fue bastante estable desde 1960 hasta 1985, pero subió rápida e inexorablemente desde 1985 hasta 2007, cuando se desató la crisis. Sin embargo, aun con los hogares hundiéndose en deudas, la performance de la economía en el conjunto del período fue mediocre en el mejor de los casos, y la demanda no mostró signos de correr delante de la oferta. Mirando hacia adelante, obviamente no podemos volver a los días de la deuda en constante aumento. Pero eso significa una menor demanda de los consumidores. Y sin esa demanda, ¿cómo se supone que volveremos al pleno empleo?

Una vez más, la evidencia sugiere que Estados Unidos se ha convertido en una economía cuyo estado normal es uno de depresión moderada, cuyos breves episodios de prosperidad ocurren sólo gracias a las burbujas y al endeudamiento insostenible.

¿Por qué ocurre esto? Una respuesta podría ser el menor crecimiento de la población. Una población en aumento crea una demanda de nuevas viviendas, nuevos edificios de oficinas, y demás; cuando el crecimiento se desacelera, la demanda disminuye. La población en edad de trabajar creció rápidamente en las décadas del 60 y el 70, cuando los baby boomers llegaron a adultos, y su fuerza laboral se incrementó aún más rápido cuando las mujeres ingresaron en el mercado del trabajo. Todo eso es pasado. Y podemos ver los efectos: aun en el pico de la burbuja inmobiliaria, no construíamos la misma cantidad de casas que en los años 70.

Otro factor importante pueden ser los déficits comerciales persistentes, que emergieron en los 80 y desde entonces han fluctuado pero nunca se fueron.

¿Por qué importa todo esto? Una respuesta es que los bancos centrales deben dejar de hablar de “estrategias de salida”. El dinero fácil debería seguir –y probablemente lo haga– durante largo tiempo. Esto, a su vez, significa que podemos olvidar todas esas historias de terror sobre deuda pública, que siguen la línea de “Quizás no sea un problema ahora, pero espere a que suban las tasas de interés”.

En términos generales, si nuestra economía tiene una tendencia persistente hacia la depresión, vamos a vivir por largo tiempo con las reglas especulares de la economía de la depresión, en la cual la virtud es un vicio y la prudencia, una locura; en la cual los intentos de ahorrar más (y de reducir los déficits presupuestarios) empeoran la situación de todos.

Sé que muchos odian esta clase de comentarios. Ofenden su sentido de la rectitud; o mejor, su sentido de la moral. La economía supuestamente tiene que ver con tomar decisiones difíciles (y a expensas de otras personas, naturalmente). No se supone que se trate de persuadir a la gente de que gaste más.

Pero como dijo el señor Summers, la crisis “no termina hasta que termina”, y la realidad económica es lo que es. Y en este momento esa realidad incluye reglas de la depresión que se aplicarán por mucho tiempo.

iEco - 24 de noviembre de 2013

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