José Antonio Kast, el líder de la extrema derecha chilena que sueña con llegar a la Moneda
El candidato del Partido Republicano, que perdió el balotaje con Gabriel Boric en 2021, ha aumentado sus posibilidades de llegar a la Presidencia en 2025. Proveniente de la Unión Demócrata Independiente (UDI), hoy forma parte de la familia de la derecha radical global y las encuestas lo ubican por encima de la candidata conservadora Evelyn Matthei.
El referente de la derecha radical chilena y candidato a las elecciones presidenciales por el Partido Republicano, José Antonio Kast, no es un outsider ni un líder ajeno a la política tradicional. De hecho, su historia personal está atada a la cultura política de la Unión Demócrata Independiente (UDI), una entidad que nació en plena dictadura como fiel expresión del pinochetismo y defensora del modelo neoliberal. De alguna manera, la construcción de un liderazgo propio por fuera de la UDI, luego de renunciar a ella en 2016, se enmarca en dos elementos que lo definen: por un lado, un discurso de recuperación de los valores e ideas fundacionales de su antiguo partido -supuestamente perdidos-, y por otro, la identificación con discursos y lógicas de acción de la emergente derecha radical global y sus referentes, como Donald Trump, Santiago Abascal, Giorgia Meloni, Jair Bolsonaro y Javier Milei. Hoy las encuestas parecen sonreírle, sobre todo para el balotaje. La última del CADEM para la primera vuelta lo ubica en 30%, contra 27% de la candidata de la centroizquierda Jeannette Jara, y aunque otras colocan a Jara al frente, Kast tiene más posibilidades de atraer a los votantes de Evelyn Matthei (12% en el mismo sondeo) en la segunda vuelta.
Los estrechos vínculos de Kast con la UDI provienen de su familia, un clan numeroso cuyo padre y patriarca Michael Kast -empresario y ex-soldado alemán- emigró a Chile en 1950. Su hermano, Miguel Kast (nacido en Alemania en 1948), participó en el Movimiento Gremial, agrupación estudiantil contra la Reforma Universitaria surgida en la década de 1960 en la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC).
Los «gremialistas» proponían despolitizar la universidad y rechazaban los discursos transformadores propios de la izquierda y la Democracia Cristiana desde una perspectiva corporativista muy influenciada por el franquismo español. Para ellos, la política estaba transformando cuestiones esenciales a la dignidad espiritual del hombre, como la propiedad privada y la familia, de modo que una sociedad sana debía despolitizarse, mientras que la política debía tecnificarse.
El líder de ese movimiento, Jaime Guzmán, se convirtió en el principal asesor del dictador Augusto Pinochet tras el golpe de Estado de 1973: fue redactor de todos los documentos fundacionales y doctrinarios del régimen, así como el cerebro de la Constitución de 1980 y de su ideal de democracia autoritaria con pluralismo limitado.
Desde el primer minuto, Guzmán articuló una red que operó, en la práctica, como partido hegemónico de la dictadura. En ella reunió al grupo de los «gremialistas» obsesionados con la necesidad de una nueva Constitución, pero también a los cuadros que, siendo seguidores de Guzmán, tenían como principal motivación una transformación económica basada en las ideas que habían traído de sus estudios de posgrado en la Universidad de Chicago. En los años 70, el líder de estos economistas jóvenes o Chicago boys era el joven Miguel Kast, quien participó de la red política que construyó Guzmán y colaboró con la dictadura como ministro (1978-1982) y director del Banco Central (1982). Su carrera ascendente quedó truncada cuando se enfermó y murió tempranamente en 1983, el mismo año en que Guzmán fundaba la UDI.
Nacido en 1966, José Antonio Kast tenía 17 años en el momento de la fundación de la UDI. Ingresó a la carrera de derecho de la PUC, cuna del gremialismo, donde Jaime Guzmán fue su profesor y mentor político en el Movimiento Gremial. A diferencia de quienes militaron en esta agrupación durante la segunda mitad de los años 70, Kast arribó a una universidad, en las postrimerías de la dictadura, donde la representación estudiantil se estaba democratizando mediante elecciones universales y directas, por lo que su sector iba perdiendo el monopolio de las designaciones tan característico de las intervenciones de los rectores militares. Siendo el principal referente de los alumnos pinochetistas y guzmanianos, nunca pudo sin embargo ganar una elección de federación universitaria, aunque sí llegó a ser representante estudiantil en el Consejo Superior de la universidad.
En 1988, en el marco del plebiscito del 5 de octubre en que se votó la continuidad del dictador por ocho años más, Kast apareció en la franja televisiva en favor del «Sí». En 1991, ya en democracia, cuando Kast era uno de los principales líderes de la juventud de la UDI, una fracción del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) que continuaba desarrollando acciones armadas asesinó a Jaime Guzmán, quien era en ese entonces senador. Tras la muerte de su líder, la dirección del partido permaneció en manos de un grupo de dirigentes cercanos a Guzmán y algo mayores que Kast, que era uno de los últimos dirigentes formados directamente por el histórico líder.
El salto de Kast a la política parlamentaria se produjo en 2002, cuando fue electo diputado. Desde su banca, tomó como bandera de lucha valores del conservadurismo católico, como la defensa del derecho preferente de los padres en la educación de los hijos (lo que se traducía en resistencia a la educación sexual en las escuelas), el rechazo al matrimonio y las uniones civiles entre personas del mismo sexo, así como la oposición al aborto y a los métodos anticonceptivos de emergencia.
En esta línea, en marzo de 2007 lideró la presentación de un recurso al Tribunal Constitucional en el que demandaba que se dictara la inconstitucionalidad de una normativa sanitaria que autorizaba la posibilidad de recibir asesoramiento médico en materia de anticonceptivos a partir de los 14 años y sin necesidad de consentimiento de los padres, así como la circulación del método anticonceptivo conocido como «pastilla del día después».
Mientras buena parte de la derecha se fue desmarcando de esta iniciativa, dada su impopularidad en amplios sectores de la población, Kast insistió en ella y se transformó en vocero de todas las causas morales de derecha. Él mismo, en su vida personal, se mostraba como un católico conservador, reconociendo que en su matrimonio no usaba métodos anticonceptivos salvo «el natural», lo que se evidenciaba en su numerosa familia de nueve hijos.
De todos modos, no era solo la obsesión moral lo que distinguía el liderazgo de Kast de una derecha que, por pragmatismo, evitaba dar ciertas batallas que le habían sido propias en el pasado. Kast fue representando, también, a la derecha más rígida en la defensa de los principios neoliberales y de la herencia pinochetista, sosteniendo la tesis de que cualquier «exceso» de agentes del Estado en las violaciones de los derechos humanos no podía empañar la radical transformación económica bajo el gobierno militar. Por otro lado, mientras algunos de sus compañeros de partido asumían posiciones de una «derecha social», más dispuesta a discutir temas tributarios y de gasto fiscal con relativa independencia de las recetas neoliberales, Kast apelaba a los principios del partido anclados a las viejas perspectivas de los Chicago boys.
Paralelamente, en la interna del partido, el liderazgo de Kast en la primera década del siglo XXI representó, fundamentalmente, la renovación generacional de la conducción. En 2008 y 2011 se realizaron elecciones para integrar la directiva de una UDI que hasta entonces solía renovar su conducción por acuerdos cupulares y no vía procesos electorales competitivos. Kast se presentó las dos veces y las preferencias se dividieron fundamentalmente por una cuestión generacional: los menores de 40 años votaron mayoritariamente por él, mientras los viejos militantes lo hicieron abrumadoramente por su contrincante en ambas oportunidades, Juan Antonio Coloma, quien resultó vencedor. Si bien en las dos elecciones internas nadie podía afirmar que Kast fuera un joven (tenía 42 en la primera y 44 en la segunda), él hizo campaña apelando a la renovación generacional. Aunque derrotado, la competición le sirvió para diferenciarse del resto de los dirigentes de la UDI. Proponía volver a los orígenes guzmanianos, rechazando lo que interpretaba como una claudicación ideológica en nombre del pragmatismo electoral.
Su fracaso en imponer su visión en el partido lo llevó a abandonarlo en 2016: «no podía permanecer indiferente cuando sentí que la UDI a la que yo entré comenzó a alejarse de su proyecto fundador, de su base fundamental, y que lentamente se transformó en algo muy distinto, dominada por un afán de ser el partido más grande a cualquier costo», declaró entonces.
Tras su renuncia a la UDI, Kast compitió por la Presidencia como independiente en 2017 y consiguió 8% de los votos. En 2018, lanzó el Movimiento Acción Republicana y en 2019 fundó el Partido Republicano. La Declaración de Principios de este último no distaba mucho de la redactada por la UDI de 1983. Al igual que en aquel documento fundacional escrito por Guzmán, se menciona como núcleo básico de la sociedad a «la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer»; se plantea la defensa de la vida desde la concepción, se manifiesta el apego a la verdad y el bien en tanto elementos objetivos «que responden al orden natural de las cosas»; se declara la «defensa de la libre iniciativa privada en materia económica», así como la búsqueda de la justicia social en los marcos de un Estado subsidiario respecto del mercado. Como una idea fuerza que se repetirá en las campañas presidenciales, se sostiene que «[n]uestra acción política está encaminada a hablar con la verdad y el sentido común».
En su segunda candidatura presidencial en 2021, Kast se presentó como restaurador del orden subvertido durante el estallido social de octubre de 2019, evento que el candidato republicano denunció como mera violencia izquierdista y delincuencial. Por otro lado, tras los años de pandemia y la subsiguiente crisis económica, su mensaje se orientó al crecimiento económico, la estabilidad, la «mano dura» contra la delincuencia y lo que llamó el «freno a la inmigración descontrolada». Pasó a la segunda vuelta superando al candidato de la alianza de la derecha tradicional y en el balotaje obtuvo 44% de los votos, pero fue derrotado por el candidato de la izquierda emergente Gabriel Boric.
Tras la derrota de 2021, el Partido Republicano se consolidó con una importante presencia parlamentaria y un inusitado apoyo en las elecciones de consejeros constitucionales en 2023, durante el segundo proceso constituyente abierto tras el triunfo del Rechazo en septiembre de 2022. Este último éxito, sin embargo, no le bastó para imponer su propuesta de Constitución que también fue rechazada, cerrándose el debate constitucional que había abierto el estallido de 2019.
La candidatura de Kast para las elecciones de 2025 lo tiene hoy en día como uno de los favoritos en las encuestas, ya que estaría superando a la candidata de la derecha tradicional, Evelyn Matthei. De mantenerse esta tendencia, podría enfrentar en segunda vuelta a la ganadora de la primaria del oficialismo, la militante comunista Jeannette Jara, quien en julio pasado ha recibido también el apoyo de la Democracia Cristiana, agrupación que, a diferencia del Partido Socialista, no forma parte del gobierno de Gabriel Boric.
El Kast de 2025 no es muy diferente del de 2021: su discurso sigue apelando a un conservadurismo que llama de «sentido común», la «mano dura», el control migratorio y el predominio del libre mercado en todas las áreas de la economía y los servicios.
Si bien la defensa del pinochetismo no es recurrente en su retórica, jamás ha renegado de la dictadura y mantiene la valoración positiva del golpe de Estado de 1973 y del régimen dictatorial. Hoy lo favorecen dos cuestiones en su disputa dentro de las derechas. Primero, que Matthei ha tendido a buscar al votante duro más que al moderado, y llegó a decir que las muertes durante la primera etapa de la dictadura habían sido «inevitables» por una situación de guerra y urgencia ante la amenaza comunista. Segundo, que hoy Kast no es percibido como el candidato más extremo.
El diputado y ex-youtuber Johannes Kaiser, que fue electo por el Partido Republicano y renunció más tarde para formar el Partido Nacional Libertario, ha declarado la intención de mantener su candidatura presidencial. Reconocido por un largo historial de declaraciones machistas y reivindicación del terrorismo de Estado entre 1973 y 1989 -llegó a afirmar que apoyaría un nuevo golpe de Estado en caso de ser necesario-, Kaiser deja a Kast como un líder menos estridente y ultra. Su hermano, Axel Kaiser, es un referente de la extrema derecha regional. En su último libro, afirma que conceptos como la justicia social, la equidad y la inclusión actúan como «parásitos mentales» en la cabeza de los progresistas. Directivo de la Fundación Faro que lidera el argentino Agustín Laje, Axel Kaiser ha estrechado los vínculos con el gobierno de Milei.
El Kast de 2025 ya no es una irrupción novedosa y tiene garantizado el apoyo del resto de la derecha en caso de pasar al balotaje, tal como ocurrió en 2021. En ese entonces moderó muy poco su discurso, renunciando solo a las medidas que hacían más ruido en la derecha tradicional, como su intención de eliminar el Ministerio de la Mujer. Desde entonces hasta la fecha, la derecha tradicional se ha distinguido poco de los Republicanos, valorando, en general, a sus mismos referentes internacionales, y con ello, reproduciendo buena parte de su discursividad.
En general, la derecha radical de Kast ha combinado los elementos fundacionales de la derecha inspirada en los Chicago boys y en las ideas de Guzmán, con algunos de los contenidos más comunes de las derechas radicales globales. En ese sentido, mantiene un nacionalismo crítico del multilateralismo, apela al populismo penal, propone medidas efectistas para el control migratorio (construir una zanja en la frontera), rechaza los feminismos y la agenda de derechos de la diversidad sexual que señala como «ideología de género» o wokismo, retorna al discurso anticomunista de la Guerra Fría y apela a cierto discurso antiintelectual como retórica antielite, que apunta a la supuesta izquierda mundial (como candidato, en 2021, propuso cerrar la sede chilena de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO).
Sin la estridencia de Milei, pero con un estilo pasivo-agresivo en el debate público, se apoya en una red de seguidores virtuales que celebran sus intervenciones como combates. Esto ha generado molestia en la derecha tradicional, que resiente las formas de guerra digital desplegadas por sus centenares de cuentas de X, Instagram y TikTok. En lo que se ha visto como un error de campaña, la candidata Evelyn Matthei ha emplazado a los seguidores del republicano acusándolos de esparcir noticias falsas y videos editados para cuestionar sus facultades mentales, en el marco de lo que denominó una «campaña asquerosa». En una de sus últimas declaraciones en ese sentido, reclamó que «dejen de decir que tengo Alzheimer», en referencia a un video alterado. Kast se ha desentendido y Matthei ha puesto en duda su respaldo personal al republicano en caso de que sea él quien pase a segunda vuelta. El resto de los dirigentes de derecha se han apurado a decir que, si la alternativa es la ex-ministra de Trabajo Jeannette Jara, harán lo posible porque no gobierne una militante del Partido Comunista (PC). Las eleciones de noviembre podrían oponer, en efecto, a un candidato de derecha radical con una militante del PC, aunque enfrentada a la dirección de su partido.
Hoy Kast tiene amplias probabilidades de ser elegido en una segunda vuelta si suma, como es probable, el apoyo de la derecha más moderada. Su invitación al electorado es similar a la que hizo en 2021, cuando con música juvenil lo convocaba a «atreverse» votando por él, pero dejando en claro que ese atrevimiento no era riesgoso, sino, por el contrario, la vía para tener paz, certidumbre, crecimiento y el retorno a las certezas de todo lo «verdadero», del «sentido común». Joven y viejo a la vez, nuevo y antiguo, como la derecha radical chilena que hoy sigue a Trump para reivindicar a Pinochet.
Fuente: Nueva Sociedad - Julio 2025