Quieren volver a desmantelar la industria argentina
Como si se encontraran en un banquete de la era neoliberal, en el Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp) un grupo de representantes intelectuales de las grandes corporaciones realizó un ataque desembozado al proyecto de desarrollo nacional con inclusión social que llevó a potenciar la producción local y el empleo. Desde el Empresariado Nacional (ENac), representantes de más del 90 por ciento de las empresas existentes en el país, tenemos el deber de explicar a la población que cuando estos sectores atacan el “gasto público”, en verdad están arremetiendo contra el fomento del mercado interno, y cuando reniegan de la “limitación a las ganancias por exportación” en realidad están impugnado la defensa de la soberanía económica”, como lo han hecho históricamente.
Romper todo
El encuentro fue el pasado miércoles en el Hotel Alvear. La organización corrió por cuenta del Consejo Interamericano de Comercio y Producción, una entidad integrada por varias cámaras empresarias y presidida por Eduardo Eurnekian. Sus luminarias fueron Miguel Angel Broda, Carlos Melconian y el tosco José Luis Espert. A ninguno de los tres se lo conoce por sus aportes al pensamiento económico.
“La herencia para 2016”
Hace unos días, el diario La Nación publicó en su tapa un titular que señalaba: “La herencia para 2016: deudas por U$S 25.000 millones”. En la nota se indicaba que “desde las instancias más altas del poder se ha dicho muchísimas veces que el problema de la deuda externa estaba solucionado”, sin embargo “Cristina Kirchner termina su segundo mandato sin haber podido solucionar el conflicto con los holdouts y con vencimientos en 2016 que podrían ascender a 25.000 millones de dólares, que deberá afrontar el próximo gobierno”.
La derecha confiesa sus planes
Tras las brumas que tratan de instalar los principales medios hegemónicos, los candidatos de la oposición comienzan a definir sus planes con vistas a cerrar alianzas con el poder empresario y lograr su apoyo para llegar al gobierno. Como reflejo cabal de la sociedad que anhelan, sus apariciones se expresan en discursos poco sinceros y –en algunos casos– recurren a la famosa máxima de Menem: "Si decía lo que iba a hacer no me votaba nadie." La estrategia opositora contrasta con la gestión de un gobierno que ha ampliado notablemente los márgenes de soberanía nacional y el horizonte de derechos sociales y culturales.
Buenas políticas, malos instrumentos
La “calle”, como espacio de expresión de las luchas sociales, puede ser también una radiografía de cada época. “En los ’70 peléabamos contra la explotación patronal, hoy peleamos por ser explotados, por la inclusión”, refería un dirigente piquetero de fines de los ’90 e inicios del 2000, con ironía pero con verdad. Ayer la pelea fue por la incidencia del Impuesto a las Ganancias sobre salarios de 20 o 30 mil pesos. Es una etapa diferente, que también requiere la adaptación de los instrumentos de política.
El Impuesto a las Ganancias “de la cuarta categoría” es uno de esos instrumentos que quedaron desencuadrados, fuera de época y, a veces, con resultados perversos en su aplicación. Emparchado varias veces durante los ’90 con fines recaudatorios (la tablita de Machinea es sólo un ejemplo, Cavallo las hizo peores), los retoques con fines más loables de épocas recientes terminaron por deformarlo más, hasta hacerlo incomprensible. El desconocimiento sobre cómo opera no es un problema menor para la búsqueda de un encuentro entre quienes lo critican y los otros que defienden su “carácter progresivo”.
“El problema de Ganancias está en la desgravación de los ricos”
–¿Dónde debería estar el foco en la discusión de una potencial reforma tributaria?
–Desde cualquier punto de vista, debería ser una reforma estructural que apunte a un sistema con estabilidad en el tiempo, algo pendiente en todo el período democrático.
Ganancias: hace falta un debate serio
Como cada marzo en Argentina volvió a arrancar el “debate” sobre el impuesto a las ganancias a las personas físicas, punto principal del planteo del Paro Nacional del miércoles, en cuyo contexto Luis Barrionuevo se refirió tristemente a Axel Kicillof como “el rusito”. El “debate” vuelve a centrarse entre: la justicia distributiva del impuesto que plantea el Gobierno sin tratar de corregir los problemas de diseño del esquema actual y el planteo de los sindicatos que directamente pretende eliminar el impuesto, por considerarlo injusto, aduciendo que el “salario no es ganancia”.
Volvió el tren
El anuncio de creación de la empresa Ferrocarriles Argentinos Sociedad del Estado es un jalón simbólico de una cuarta etapa en la compleja historia del ferrocarril argentino.
Las tres anteriores fueron el período predominantemente privado “clásico” (que duró grosso modo 80 años, de 1870 a 1950), los 40 años de explotación totalmente estatal (1950-1990) y las dos décadas de concesión privada (y en menor medida provincialización). Fue así que pasamos de un ferrocarril diversificado y “grande”, con cerca de 43.000 kilómetros de líneas, a uno más “pequeño” y especializado en pasajeros urbanos y cargas masivas, con algo más de 25.000 kilómetros.
Rumbos y disputas
Carlos Heller, Jorge Taiana y Daniel Filmus reflexionaron sobre el escenario político actual y el camino recorrido por la Argentina en los últimos años. Un enfrentamiento entre proyectos antagónicos.
Debatir los alcances del proyecto político encabezado por la presidenta Cristina Fernández, sus transformaciones y limitaciones, así como las perspectivas electorales y los retos en el escenario nacional e internacional, fueron los ejes abordados en el acto que reunió al diputado Carlos Heller, al precandidato presidencial y legislador porteño Jorge Taiana y al secretario de Asuntos Relativos a las Islas Malvinas de la Cancillería, Daniel Filmus.
Notas sobre el Jacobinismo argentino
Resulta difícil tarea la de pensar la historia política argentina ignorando el nervio jacobino que impulsó sus capítulos más pasionales. Es sabido que, en la imaginación de sus primeros trazos nacionales, está el sello de esta impronta. ¿Pero es el jacobinismo, capaz de suscitar entusiasmos vindicadores u oposiciones tenaces, la forma adecuada para pensar el dilema de la representación política? ¿Cómo remendar sus tentaciones “sustitucionistas” de aquello percibido como “pueblo”, a la hora de pensar la distancia entre representantes y representados abierta por el liberalismo democrático?
Eduardo Rinesi emprende una labor tan delicada como imprescindible: pensar la persistencia del jacobinismo como problema inmanente a los acontecimientos ocurridos desde la “transición democrática” hasta el presente. La promesa de una democracia participativa, su oclusión en el pacto que da origen a la última reforma constitucional, la depredación de los bienes comunes y la esfera pública, y las más recientes conmociones sociales que abrieron un espacio para la formulación de políticas reparatorias, forman parte de una serie de sucesos que precisan de una nueva palabra política y de una organización popular capaz de sostener las transformaciones que esta época reclama.