Medio siglo apuntando al cielo
En la época de oro del tango, un tema interpretado por Carlos Gardel afirmaba que llegar a los cincuenta años significaba haber vivido un lapso más que suficiente para enfundar la mandolina en las lides amorosas. Los irónicos versos la emprendían contra un tal Cipriano, a quien invitaba a retirarse a cuarteles de invierno.
No fue Gardel sino la ortodoxia económica y las errantes políticas científicas y tecnológicas de los años noventa las que intentaron mandar a cuarteles de invierno al Centro de Experimentación de Lanzamiento de Proyectiles Autopropulsados, conocido como Celpa 1 o Celpa Chamical. Un centro que –desafiando los poéticos mandatos gardelianos y las más prosaicas políticas neoliberales de los noventa– llega a sus cincuenta años sin ninguna intención de enfundar la mandolina y, por el contrario, renueva actualmente su histórica vigencia de la mano de un creciente apoyo estatal a la actividad aeroespacial argentina.
UN CLUB PARA POCOS
Hace cincuenta abriles –tangueramente hablando– el juego de la Guerra Fría sacudía el tablero geopolítico mundial con periódicas escaramuzas de diferente tenor. Una de las movidas clave de ese riesgoso juego era el desarrollo de la actividad aeroespacial, un terreno en el que la Unión Soviética parecía perfilarse como la casi segura ganadora. El gigante comunista había tomado ventaja en la carrera espacial frente a los EE.UU. por medio de sucesivos golpes, como lo fueron la colocación en 1957 del primer satélite artificial en órbita, el Sputnik, y la proeza de Yuri Gargarin, el primer humano que realizó un viaje espacial en 1961.
Impacto y visibilidad de las Revistas Cientificas
Con el convencimiento de la necesidad de generar espacios de discusión y de intercambio a nivel regional e iberoamericano entre editores de publicaciones científicas, el Centro Argentino de Información Científica y Tecnológica (CAICYT-CONICET) y la Biblioteca Nacional organizaron el Segundo Encuentro Iberoamericano de Editores Científicos (EIDEC 2010), continuando el camino trazado por el primer Encuentro, desarrollado en el año 2005.
El conocimiento científico es un bien común a toda la sociedad y, en la actualidad, la necesidad de generar conocimiento está presente en la agenda pública. Con el firme convencimiento de que la única manera de avanzar y contribuir a esta tarea es facilitando el acceso al conocimiento ya generado, es que reafirmamos la importancia y relevancia de la comunicación de la producción científica. La planificación en ciencia y tecnología y la existencia de instituciones fuertes, rectoras en materia científica, se hacen necesarias para la coordinación, promoción, ejecución, apoyo y difusión del acervo de investigación que se produce.
Cluster eólico argentino
Entre múltiples actividades de promoción y fomento de la actividad de proyectos e ingeniería de bienes de capital, CIPIBIC viene trabajando desde tiempo atrás en las cuestiones vinculadas a la generación de energía eólica.
De esta manera acompañamos a las empresas del sector en un área de sostenido crecimiento y que ha sido una de las más dinámicas dentro de las energías renovables.
Dado el potencial de nuestras empresas y las proyecciones de crecimiento de la actividad hemos decidido formalizar el CLUSTER EÓLICO ARGENTINO.
De esta manera creamos un ámbito específico para que más empresas puedan integrarse y desarrollar las tareas en común para beneficio de todos.
Contamos con la masa crítica de empresas necesaria para sostener con éxito esta iniciativa. A través de su experiencia CIPIBIC podrá coordinar el trabajo basado en el conocimiento y desarrollo tecnológicos de las empresas integrantes. El objetivo principal será garantizar la máxima integración nacional posible en cada uno de los proyectos eólicos que se construyan en Argentina.
Lo irreparable contamina
Como ocurría en la notable película Blade Runner –inspirada en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? del visionario Philip K. Dick– en la que los replicantes (cybors dotados de una inmejorable apariencia humana) se rebelaban al tomar conciencia de que habían sido creados con una fecha de caducidad como cualquier frágil mortal, los productos electrónicos que consumimos también han sido diseñados para cesar.
A esa muerte precoz y no anunciada se la denomina “obsolescencia programada” y es una problemática que atañe a la calidad de los productos desde una perspectiva de ética empresarial –elegir entre componentes durables y aquellos que garanticen una vida útil breve y, por lo tanto, una necesidad de consumo anticipado. Pero, por sobre todo, la obsolescencia programada plantea el dilema de qué hacer con los residuos de una cultura que, cada vez más, prioriza el consumo y el descarte veloz y carente de criterio ecológico.
El ingeniero Mariano Fernández Soler ha investigado este tema en el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI): “La obsolescencia programada es una manera peligrosa en términos de sustentabilidad de acelerar el ciclo de consumo, a través de diversas estrategias que pueden ir desde el desgaste de los componentes y una ‘irreparabilidad’ calculada, hasta el cese del soporte técnico aduciendo obsolescencia. Por otra parte, la competencia entre distintas empresas puede acelerar esos tiempos de obsolescencia programada, a partir de publicidad e inducción a los consumidores para el reemplazo constante de equipos de uso cotidiano”, desliza. “De acuerdo con datos aportados por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, los celulares duran en promedio para el usuario unos 18 meses, siendo reemplazados y descartados luego de ese tiempo –señala Soler–. Solamente el uno por ciento son reutilizados. En la Argentina, la situación no es distinta”.
Fernández Soler no es tampoco benévolo con la industria informática, a la que le adjudica la misma lógica especulativa: “Las PC tienen un comportamiento similar, a partir de la renovación constante de sistemas operativos, software y hardware , al solicitarle al usuario cada vez más potencia de procesamiento”. Ejemplica: “Recientemente, Microsoft ha decidido dejar de dar soporte al sistema operativo Windows XP, que es más utilizado en todo el mundo, ya que acapara el cincuenta por ciento de los usuarios a nivel mundial”, detalla.
El problema de la contaminación generada por una sociedad que consume mucho y descarta rápido, es un punto neurálgico de la obsolescencia programada. Los investigadores del INTI estiman que en 2011 los argentinos desecharemos unas 120.000 toneladas de residuos electrónicos, lo que significan unos 3 kilos por habitante al año. Los datos locales son elocuentes: durante el 2010 se vendieron un millón de TV o LCD, unos 12 millones de teléfonos celulares, 1,2 millón de impresoras y cerca de 2,65 millones de computadoras (PCs, netbooks y notebooks). La chatarra electrónica derivada del “use y tire” contamina suelos, cursos de agua, ecosistemas y, dato no menor, seres humanos. Un reciente estudio realizado en EE.UU. estableció que la basura electrónica genera el setenta por ciento de la contaminación de metales pesados en basurales o rellenos sanitarios. Puntualmente, cada vez que se entierra una heladera o una computadora, se afectan recursos minerales no renovables.
“Toda la industria del software propietario –entiéndase Microsoft y firmas similares– trabaja con la obsolescencia programada, y esta política la aplican no sólo en la Argentina sino en toda Latinoamérica –afirma Vladimiro Di Fiore, experto en informática y miembro de la Asociación SOLAR (Software Libre Argentina)–, ya que en los países periféricos las multinacionales no producen sino sólo venden. Tal vez en los juegos para PC esto resulte más evidente: todo el tiempo se busca que la gente tenga sí o sí que consumir nuevos productos. Lanzan un juego y lo que los fabricantes exigen para poder usarlo es que, como requerimiento mínimo, tengas una máquina que no está en el mercado desde hace más de tres meses”. Di Fiore aporta otro ejemplo: “Los programas para chat o videoconferencia obligan a la gente a tener la última versión del sistema operativo que sólo funciona en una máquina de determinadas condiciones que, casualmente, no es la tuya”. Para eludir esta encerrona, el software libre ofrece, según Di Fiore, vías alternativas: “Hay proyectos en marcha que te permiten utilizar viejas terminales 486 en red, que funcionan perfectamente y no generan chatarra informática”.
Los profesionales del INTI también trabajan sobre este tema. La abogada Leila Devia explica la situación en la que se encuentra nuestro país: “Desde 2006 el INTI es huésped del Centro Basilea para América del Sur, que sirve a diez países de Latinoamérica y con el que hemos consolidado un proyecto para hacer un inventario de los e-waste (desperdicios electrónicos) en la región –explica. Pero en esta categoría no califican sólo computadoras y televisores, sino también otros aparatos que utilizan energía. Aplicamos las normativas de la Unión Europea (Wright y Ross) para ver cuál era el parque en nuestros países, pero hubo que circunscribirse a las computadoras porque el relevamiento era muy complejo”. Determinar qué destino tienen estos residuos y quiénes son sus generadores es la clave de la cuestión: “Otros tipos de residuos industriales tienen productores definidos, pero en el caso de los e-waste somos todos, porque todos consumimos heladeras, televisores y computadoras. Somos generadores de un residuo que podés calificar de sólido urbano pero que tampoco es basura”. De hecho, existen varios proyectos de ley en la región. En Brasil, por ejemplo, encuadran a los e-waste en la categoría “residuos sólidos urbanos”, pero casi todas las legislaciones le dan un rango especial. Devia precisa: “Son residuos que se generan en los domicilios, pero exigen tener un sistema de gestión especial. En la Argentina, desde 2008, hay un proyecto de ley presentado por Daniel Filmus, con media sanción del Senado, que apunta a acordar con todos los actores cómo será el sistema de gestión nacional”. Según la abogada, en América latina la estrategia más avanzada sobre qué hacer con la “chatarra electrónica” le pertenece a Colombia, y la Argentina intenta seguir esa línea. “El proyecto Filmus apunta a proteger el medioambiente de la contaminación generada por los residuos electrónicos, propone reciclarlos y categorizarlos de otra manera para generar productos que puedan ser más durables”.
El negocio de la novedad perpetua
Del lavarropas a la pc, toda cosa que compramos nace con una vida útil cada vez más breve. Detrás de esta “obsolescencia programada” hay razones económicas y consecuencias culturales.
Los romanos construyeron puentes que, dos mil años después, siguen ahí. Y en la localidad de Livermore (California) funciona una bombilla que ilumina un cuartel de bomberos desde 1901. Sin embargo, en general, el engranaje industrial desarrolla equipos de electrónica de consumo, celulares y otros aparatos con una vida tan fugaz que ni deja rastro en nuestra memoria. Se hacen perecederos al poco de nacer. Diseñados para tener una vida corta, frecuentemente ni siquiera tienen una segunda oportunidad tras estropearse. En la vida cotidiana, apenas se habla de reparar, reponer o reutilizar ante pautas que hacen que todo sea rápidamente viejo y fugaz. Pero acortar el ciclo de vida útil de un artefacto tiene efectos ambientales nocivos: comporta un agotamiento de recursos naturales, derroche de energía y una producción de desechos imparable.
La caducidad planificada caracteriza nuestro modelo económico. Ha sido históricamente la palanca que activó la compra y el crédito. “La obsolescencia programada surgió a la vez que la producción en serie y la sociedad de consumo”, sostiene Cosima Dannoritzer, directora del documental Comprar, arrojar, comprar, producido por Mediapro, que ya han visto dos millones y medio de telespectadores.
Una sociedad inteligente para el crecimiento con desarrollo social
Polo Científico y Tecnológico. La Presidenta inauguró las instalaciones del complejo construido en el predio de la ex bodega Giol. Allí, tendrán sus sedes una docena de institutos de investigación. La innovación productiva en el centro de la escena nacional.
Gestionar, producir y divulgar conocimientos. Ese es el objetivo del Polo Científico y Tecnológico que inauguró el jueves pasado la presidenta Cristina Kirchner. “¿Quién hubiera pensado que esto era posible?”, se preguntaba entre los asistentes Peter Grauss en alusión al estado de abandono que mostraba cuatro años atrás el predio de la ex bodega Giol. El presidente de la Sociedad Max Planck, un ámbito de origen alemán donde se desarrolla gran parte de la ciencia de más alto nivel a escala internacional y que cobija a diecisiete premios Nobel, era uno de los muchos asistentes que miraban con asombro la inauguración.
“El conocimiento ocupa un lugar central en nuestro proyecto. Pero no es un conocimiento aislado. Es un conocimiento que interactúa con la sociedad para agregar valor a nuestra producción. Se trata de dar un salto cualitativo”, señaló la presidenta acompañada por buena parte del Gabinete nacional.
NOTA: El artículo de Dvorkin citado en esta noticia, aparecido en Realidad Económica, puede consultarlo AQUI">http://www.iade.org.ar/modules/noticias/article.php?storyid=3511]AQUI[/u...
VI Jornadas latinoamericanas de estudios sociales de la Ciencia y la Tecnología (ESOCITE)
El objetivo de este trabajo es proponer un conjunto de conceptos socio-técnicos: resignificación de tecnologías, conocimientos genéricos, estilo socio-técnico, trayectoria socio-técnica, particularmente útiles para la comprensión de procesos de diseño, producción y utilización de tecnologías en América Latina.
La aplicación de esta serie de conceptos sobre un set de casos paradigmáticos (una selección de empresas latinoamericanas que desarrollaron actividades tecno-productivas entre 1960 y 2005, correspondientes a los sectores metalmecánico, biotecnológico, nuclear, aeroespacial) ha permitido tanto testear su potencial explicativo, como evaluar su competencia para la construcción de algunos significativos hechos estilizados.
“Sólo hay que librarse del intermediario”
El titular del centro líder en investigación multimedia, furioso defensor del software libre, advierte que, como ocurrió con Microsoft, Facebook o LinkedIn puedan convertirse en monopolios.
Corrían los años finales de los ochenta cuando Joichi Ito entró en el despacho del presidente de la televisión japonesa NHK y le enseñó un video que se acababa de descargar de la red.
Se inauguró la megamuestra Tecnópolis
Ayer, al caer la tarde, finalmente abrió sus puertas la megamuestra que invita a recorrer doscientos años de logros científicos e industriales, Tecnópolis.
"Tecnópolis es una muestra de nuestra potencia. De lo que fuimos y de lo que somos capaces los argentinos cuando avanzamos por el camino del conocimiento", anuncia uno de los carteles que flanquean la entrada. "Decir presente mirando el futuro", agrega otro.
Y basta con ingresar en el inmenso predio de 50 hectáreas donde se erigen decenas de stands y pabellones de organismos del sistema científico, reparticiones públicas e industrias privadas de alta tecnología, para encontrarse de lleno con un modelo del lanzador de satélites que está planeando la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, el Tronador II, un proyecto para el que hay que dominar una compleja tecnología que pocos países poseen.
La exhibición fue inaugurada ayer por la presidenta Cristina Kirchner mientras todavía se daban las última puntadas. Exigió desplazar 450m3 de tierra y 40.000 toneladas de escombros, tarea en la que trabajaron dos mil personas (para desmalezar el terreno) y 12.000 cooperativistas. Es recorrida bajo tierra por ocho kilómetros de fibra óptica y, sobre la superficie, por un tren interno con dos kilómetros de recorrido.
"Se trata de la feria tecnológica más grande que se haya hecho en la Argentina -se entusiasma Lino Barañao, ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, que participa con 14 stands-. Está centrada en la ciencia, la tecnología y el arte, e intenta mostrar que éstas aportan transversalmente a todas las disciplinas y también a la gestión pública."
Entre las innumerables atracciones que propone figuran un modelo de la "máquina de Dios", un túnel dedicado a la biodiversidad donde están representados los distintos ecosistemas de la Argentina, tanques y aviones que fueron producto de la industria nacional, una "experiencia antártica", un simulador de Fórmula 1 con pistas que fueron relevadas por satélite y permiten entrenar a pilotos... "Los chicos que lo usen van a tener la sensación de manejar en una verdadera pista de carrera", dice Barañao.
Hay también una exhibición del Observatorio Pierre Auger, de Malargüe, que explica cómo se detectan las partículas cósmicas de alta energía y tiene un planetario para ciegos donde muchos percibirán por primera vez una representación del firmamento.
"Fue una tarea faraónica: hace dos meses esto era un cañaveral y ahora es Disney -bromea Barañao-. Es una obra extremadamente compleja. Creo que es algo inédito, nunca se hizo un esfuerzo tan grande para dar a conocer lo que nuestro país produce en ciencia y tecnología."
Según el ministro, hay planes para que la muestra sea permanente y se convierta en un verdadero polo tecnológico. "Estamos trabajando sobre una estructura de cemento que tiene unos 30 años para instalar ahí la Fundación Sadosky y un complejo de empresas del software -afirma-. Queremos que esto integre una nueva área de difusión de la ciencia, junto con el Museo Nacional de Ciencias Naturales y el que estará en el edificio de las ex Bodegas Giol, con exposiciones itinerantes, elaborar material didáctico para recorrer el país. Ya tenemos propuestas del [Museo] Smithsonian, de Washington, del British Council y del Deutsches Museum, en Alemania, para recibir asesoramiento y hacer intercambio de muestras."
La exposición, donde habrá también espectáculos y otras actividades, estará abierta hasta el 22 de agosto, de martes a domingos de 12 a 20 hs. con entrada libre y gratuita. El programa diario podrá consultarse en www.tecnopolis.mincyt.gob.ar .
Bienvenida Tecnópolis
En la Argentina de hoy se están produciendo acontecimientos tan significativos en el ámbito científico, tan distintos de todos los que hemos vivido en las últimas décadas, que merecen una mirada diferente por parte nuestra también. Cualquiera que hubiera vivido en nuestro país durante los últimos 40 años (más o menos) entiende de lo que hablo. La ciencia fue siempre considerada algo exótico, de elite. No me refiero solamente a los presupuestos siempre miserables, sino que lo que cambió es la actitud, la disposición, el interés y por ende la valoración. Hoy hay vasos comunicantes. Hoy hay gente que escucha, pregunta, se interesa, opera y resuelve. Hace un mes fue el tema del satélite que mereció la tapa de este diario (y debió haber sido nota de “tapa” de cualquier medio de comunicación de nuestro país). Hoy es Tecnópolis, que también fue la nota de tapa de Página/12. Pero hay una disposición diferente. Al Poder Ejecutivo le interesa. Hay gente dentro de la clase política que pregunta. No sólo eso: pregunta y luego las respuestas son vinculantes.