David Harvey, el intelectual “anticapitalista” que vino a remover las cabezas de los chilenos
En Valparaíso, donde dictó la charla El poder de lo urbano en un mundo desigual, repletó todos los niveles del Teatro de la Escuela de Derecho de la Universidad de Valparaíso con capacidad para unas 800 personas. En la explanada del ex convento Montecarmelo, en Providencia, lugar en que ofreció la conferencia Las contradicciones del capitalismo, se congregaron más de mil asistentes.
¿Qué hace que la presencia en Chile del geógrafo británico David Harvey, uno de los intelectuales y académicos de mayor peso de las universidades de categoría mundial, provoque tanto revuelo? ¿Su anticapitalismo? ¿Su lucidez a la hora de analizar el impacto urbano producto de la especulación financiera? ¿Su perspicacia cuando se trata de observar los cambios culturales del mundo moderno? Sin duda. Pero, ante todo, lo más importante son claramente sus ideas.
El Mostrador Cultura+Ciudad conversó con este geógrafo radical, autor de una de las obras centrales del pensamiento contemporáneo, The Condition of Postmodernity (La condición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del cambio cultural), en que trata una de sus teorías centrales, que sindica al boom inmobiliario como el artífice de una economía desigual, del endeudamiento de por vida por la falacia de la casa propia y, también, donde aborda las protestas de los movimientos sociales en el mundo, que han nacido como alternativa a la izquierda clásica.
EL RADICAL ROJO
¿De dónde viene el anticapitalismo de Harvey? Ciertamente no viene –ironiza el pensador– de “una supuesta inmoralidad de los capitalistas”, o de una postura política fundada en la creencia de que “en la izquierda están los buenos y en la derecha los malos”. Tampoco, de modo alguno, proviene de su cercanía con las teorías de Marx, cuestión que quedó meridianamente clara en los 80 cuando sacó el libro The limits to capital, una obra especialmente crítica con la tradición marxista por haber descuidado el impacto que tendría el capitalismo en lo urbano.
Su anticapitalismo –aclara– emana “del propio capitalismo”, de su funcionalidad y de cómo este impacta profundamente en el medio ambiente, en las ciudades y en la calidad de vida de la gran mayoría de las personas que no se encuentran entre el 10 % de los más ricos del planeta.
Con la certeza de que, por sus ideas, sus detractores suelen tildarlo de “comunista come guaguas”, cosa que le causa gracia por la estrechez intelectual de quienes las emiten, Harvey da sentido a su planteamiento a partir de las crisis que ha experimentado la economía mundial, a fines del siglo pasado y a comienzos de este, cuya causa y salvación se origina en el mercado de propiedades.
BOOMS INMOBILIARIOS
“En 1930 la crisis se gatilló en el mercado de las propiedades y solo recientemente fue reconocido en Estados Unidos”, afirma. Un año antes de que cayera la Bolsa –explica–, que fue seguida por la gran depresión de 1929, se “generó un enorme desempleo en el área de la construcción y el desarrollo urbano prácticamente se congeló”.
Para salir de esta crisis –relata– Estados Unidos resolvió comenzar a construir casas “y a proveerlas de todo tipo de cosas”. Y prosigue: “Pero ocurrió que las casas era difícil venderlas, así que en esos años se crearon instituciones financieras que permitieran un mercado hipotecario a futuro”.
Esto significó –de acuerdo a sus análisis– que las personas pudieron acceder a comprar viviendas y, de algún modo, se democratizó el acceso a la casa propia, “cuestión que resultó muy valiosa a nivel político”. Una de las claves para entender esto –precisa– es que el deudor resultó ser una persona que no protesta, entonces “tener viviendas pasó a ser la respuesta económica para salir de la depresión y también una respuesta política para bajar los niveles de descontento en la población”.
Esto no tomó cuerpo como política económica –sostiene– sino hasta 1945, cuando se dieron cuenta de que no bastaba sólo con construir casas, sino que se necesitaban autopistas, comenzó la preponderancia del automóvil y, así, la economía mundial, sostenida por Estados Unidos, emprendió la carrera hacia el gran crecimiento, a través de la urbanización del país, lo que trajo consigo la explosión del consumo. “Las casas había que equiparlas, equipar los estacionamientos y, para ello, se inventaron nuevas herramientas financieras de crédito”.
ROTACIÓN DEL DINERO
Una de las máximas de nuestro sistema económico, es la necesidad de acelerar el crecimiento de capital. Harvey explica que para darle mayor rentabilidad al capital, el dinero debía moverse más rápido. Hoy en día –argumenta– esta celeridad se aprecia en la tecnología, donde todo rápidamente queda obsoleto, de tal manera que para las empresas no es negocio hacer artículos que duren 150 años porque, de esa manera, se anula el mercado. En los años 70 y 80 –continúa su análisis– se produjo una nueva crisis inmobiliaria, de modo que el capital debía reinventar su inversión y se orientó a las empresas de tecnología: Microsoft, Apple, Amazon, etc.
La consecuencia fue que aumentó de manera sorprendente el capital circulante. “Los capitalistas se llenaron de dinero metálico, se produjo un exceso de liquidez, pero su afán ya no era invertir en producción, lo que podía ser muy riesgoso, sino que la solución vendría de la inversión en activos, entonces volvieron a meterles mano a las inmobiliarias”, asevera.
“Ya en los 2000 se volvieron a crear nuevas instituciones financieras, como la securitización de las hipotecas”. ¿Que pasó? “Pasó que la gente comenzó a hipotecar por segunda vez su propio inmueble, de modo que si la hipoteca era de 200 mil dólares y ahora el avalúo era de 300 mil, se hipotecó el inmueble por esa cantidad. El excedente se usó para pagar los estudios de los hijos, otra arista secuestrada por la especulación financiera, y al poco tiempo, los deudores no pudieron pagar. Más de 7 millones de personas perdieron sus casas, las instituciones financieras quebraron”, precisa.
¿Cómo salir de la crisis? Nuevamente lo mismo, señala Harvey: “Del propio mercado de capitales”.
EL 10 POR CIENTO MÁS RICO
La diferencia –sostiene el académico– con las experiencias anteriores fue que el boom inmobiliario se concentró en inmuebles para los más ricos. “Comenzaron a construirse condominios solo para millonarios. La paradoja es que los millonarios las compraban no para vivir, sino como activos”. ”
“Hoy, si caminas por la noche en Manhattan, verás edificios completos que no tienen una luz prendida”, detalla.
¿Pero eso pasa en Estados Unidos o en Europa? En lo absoluto, dice. “Basta con mirar qué pasa en Quito y en Santiago de Chile, desde luego”.
Mientras la economía encuentra su estabilización en la urbanización para el 10 por ciento más rico –explica el geógrafo radical– la consecuencia nefasta la sufren las personas pobres, que por medio de la especulación financiera se ven obligadas a endeudarse de por vida y, si eso fuera poco –recalca–, “son expulsadas de los lugares que tienen un alto valor, por lo que tienen que vivir muy lejos de los centros urbanos, que es donde está el trabajo, con la consecuente disminución de la calidad de vida”.
MOVIMIENTOS SOCIALES
Por esta razón –concluye Harvey–, se está generando una enorme insatisfacción en las personas que viven en centros urbanos y “esa es la causa de las protestas de los últimos 15 años. La gente ha salido a la calle en España, en Chile, en Londres. Y lo ha hecho por la calidad de vida, lo que se suma al impacto rotundo en el medio ambiente”.
“Hay una reacción frente a la situación de la gente que se siente encarcelada por todos los atropellos a sus derechos ciudadanos, pero tiene adentro un germen de otra política: hay un rechazo también al modelo neoliberal que se está expresando fuera de la izquierda clásica y creo que cada vez se está expresando más a través de movimientos que toman en cuenta la vida cotidiana, la vida social”, finaliza.
El Mostrador