Inflación polirrubro
Qué complicado nos resultó siempre a los economistas heterodoxos el tema de la inflación. La ortodoxia tiene el problema resuelto desde siempre con el viejo dogma de que la inflación es un fenómeno puramente monetario derivado de la compulsión de la autoridad monetaria para emitir dinero de más, casi siempre, según el dogma, para atender el déficit fiscal producido por el despilfarro del gasto público, todo ello bajo el rótulo de “inflación de demanda”. En las últimas ediciones de Cash surgió un debate interesante a partir de la propuesta de dos colegas de considerar un nuevo tipo de inflación: la denominada inflación oligopólica, que estaría originada en la fijación unilateral de precios más elevados que los que derivarían de una competencia transparente por parte de empresas que dominan mercados muy concentrados por el lado de la oferta. Después Cash publicó un artículo crítico producido por otros colegas, que pertenecen también al ancho espacio de la heterodoxia económica, cuestionando esa propuesta y considerando que el factor determinante del proceso inflacionario actual es la puja de los distintos sectores por la distribución del ingreso.
Me referiré a los aspectos conceptuales más que a apoyar o criticar alguna de las dos posturas. La idea no es “darle la razón” a nadie porque la razón absoluta no existe y por lo tanto no es propiedad de nadie, y menos en economía, donde la razón y los intereses suelen mezclarse tanto. La teoría microeconómica tradicional, la más ortodoxa de las ramas de la economía, efectivamente confirma que cuando hay oligopolios, es decir, pocos oferentes en un mercado, los precios emergentes terminan siendo más elevados que si hubiera competencia perfecta, generando una “renta oligopólica” que perjudica al consumidor. Para que eso se traduzca en inflación, es decir en un aumento sostenido de precios en el tiempo, la renta oligopólica tendría que incrementarse período a período durante un lapso importante, cosa que tendría como límite la elasticidad de la demanda de los productos que se ofrecen. No hay evidencia empírica, aparentemente, de que eso haya sucedido en los últimos años. En otras palabras, la oferta oligopolizada en un mercado puede explicar el nivel elevado de sus precios en comparación con lo que sucedería con competencia perfecta (estática comparativa), pero no puede explicar que los precios sigan creciendo por un período significativo (análisis dinámico), a menos que se pueda demostrar que la renta oligopólica también creció sostenidamente en ese período, cosa sólo posible en mercados con demanda totalmente inelástica a los precios.
Puede ser interesante analizar la influencia de este componente en un período inflacionario determinado investigando la evolución de los márgenes de ganancia de oferentes oligopólicos, pero en todo caso sería un efecto adicional a causas más profundas de ese proceso inflacionario. No hay dudas de que los oferentes oligopólicos están en mejores condiciones que los competitivos para trasladar incrementos de costos a sus precios, por ejemplo aumentos de salarios. Pero eso no significa que ese mayor poder sea el motivo o causa primaria del proceso inflacionario, sino que en este ejemplo dicha causa sería efectivamente la puja distributiva expresada a través de ese traslado de costos a los precios. Más aún, hasta podríamos decir que los oligopolios seguramente son los primeros, por su poder de mercado, en activar la espiral salarios-precios, pero una cosa es que sean el vehículo y otra muy distinta asegurar que sean la causa originaria de ese proceso.
Ahora bien, ¿es la puja distributiva “la” causa actual de inflación? Sí y no. Probablemente sea la causa principal, pero no la única. Si no estuviéramos tan cerca del pleno empleo después de tantos años de crecimiento sostenido, esa puja no tendría tanto impacto inflacionario. Dicho de otro modo, los heterodoxos no tenemos que cambiar el latiguillo ortodoxo de que la inflación de demanda es la única causa de inflación por el latiguillo de que la demanda exacerbada no tiene nunca ningún efecto inflacionario. Y cuando esto sucede, la laxitud de la política monetaria puede ser el lubricante que aceite el proceso.
Esta secuencia de puja distributiva-cuasi pleno empleo-demanda estimulada-laxitud monetaria debería dar la pista a los heterodoxos de cómo operar contra las presiones inflacionarias. La ortodoxia actúa de atrás para adelante: astringencia monetaria, suba de tasas de interés, reducción consecuente de la inversión, freno a la demanda, recesión y, con mayor desempleo, menos puja distributiva. La heterodoxia debería plantearse el camino inverso operando sobre la puja distributiva para que no caiga el nivel de empleo pero evitando exacerbar la demanda y prestando atención a la oferta y demanda monetaria para no borrar con el codo lo que se ejecuta con la mano. Y, vaya curiosidad, para operar sobre la puja distributiva la existencia de oligopolios puede ser una ventaja, porque con ellos es más fácil armar acuerdos transitorios de precios que tengan un efecto demostración sobre todos los mercados.
Fuera de este análisis quedó la política cambiaria que hoy se está utilizando también como ancla inflacionaria, con efectos secundarios adicionales nada desdeñables sobre la competitividad internacional de nuestros productos
Página/12 - 21 de abril de 2013