"La creación de Telesur demostró que podemos tener una mirada latinoamericana propia"
¿Por qué elegiste como figura simbólica "la guerra" para graficar "la guerra simbólica", "batalla ideológica" o los medios hegemónicos como "unidades militares"?
Primero, porque esta es la misma lucha: lo que han cambiado han sido las armas. Guerra convencional, guerra de guerrillas, guerra cultural: el enemigo es el mismo, la utopía sigue siendo la misma. Lo que cambia es el escenario, los fierros. El enemigo antes -hace cuatro décadas- usaba a las fuerzas armadas para imponer un modelo político, económico y social (con muertos, desaparecidos, torturados). Hoy no necesita bayonetas ni tanques; le basta el control de los medios masivos de comunicación. Y así nos bombardean con información, publicidad, entretenimiento (series de televisión, juegos cibernéticos, por ejemplo), las 24 horas del día, con su mensaje e imagen única, en la sala o en el dormitorio de nuestras propias casas.
Hoy el campo de batalla es simbólico. Estamos en plena batalla cultural: la guerra por imponer imaginarios colectivos se da a través de medios cibernéticos, audiovisuales, gráficos. Y para pelear esas batallas por la democratización de la palabra y de la imagen, de nuestra sociedades, hay que aprender a usar estas nuevas armas, las cámaras, internet, micrófonos...
Tanto en este libro, como en el anterior -"Vernos con nuestros propios ojos. Apuntes sobre comunicación y democracia"- planteás la necesidad de construir una cultura contrahegemónica en términos de Gramsci, aunque no subalterna, que pueda competir cualitativamente con la cultura hegemónica. En los referido a la construcción de nuevos medios, ¿es posible llevar adelante esos proyectos sin los presupuestos de las grandes empresas? ¿Puede ser el Estado una respuesta?
Me duele decirlo, pero desde los movimientos sociales, desde la prensa alternativa, hay una queja permanente por la falta de recursos... y muchas veces lo que falta son ideas, creatividad, trabajo colectivo, complementación.
Muchas veces, desde el campo popular, nos quejamos que no tenemos los recursos de las empresas trasnacionales... pero creo que en general los fracasos vienen por falta de ideas (y no de dinero), por falta de convencimiento en el proyecto colectivo (o ausencia de éste) y por la gran dificultad que tenemos para juntarnos: todos quieren ser protagonistas, aunque sea de un medio marginal, pero protagonistas. Con ideas, con creatividad, podemos conseguir los recursos y llevar adelante proyectos masivos; el dinero no produce ideas ni creatividad, y muchos menos en el camino de la democratización de comunicación y la información.
Debe ser deber de los Estados fomentar la recomposición de los espacios públicos, de la formación de comunicadores populares, del fomento (no hablo de financiamiento) de medios populares. Si no formamos a nuestra juventud en estos principios democráticos, difícilmente podamos mantener la esperanza en el futuro. Recuperar nuestra memoria histórica significa saber de dónde venimos, para saber hacia dónde vamos. Un pueblo que no sabe quién es, cuáles son sus raíces, difícilmente pueda cambiar su futuro, y éste le será impuesto siempre desde afuera. Recuperar la memoria nostálgicamente, es eminentemente retrógrado, es el anclaje en la denunciología, en la resistencia per se, en el lloriqueo.
Tu frase "vernos con nuestros propios ojos" hace referencia a que los latinoamericanos "siempre nos hemos visto con otros ojos, con ojos extranjeros". ¿La fundación de TeleSur en su momento fue una solución a esa problemática?
Eduardo Galeano decía que no hay ninguna fórmula para cambiar la realidad si no empieza uno a verla como es. Eso, para poder transformarla hay que comenzar por asumirla. Hemos estado por 520 años ciegos de nosotros mismos. Seguimos entrampados en que "ya está todo inventado" y, también por ello, seguimos copiando modelos extranjerizantes (demostrando que aún no hemos podido deslastrarnos del coloniaje cultural) y haciendo una comunicación reactiva (y no proactiva) a la agenda que nos imponen los medios hegemónicos.
No sabemos quiénes somos, cómo somos, qué queremos comunicar. Y así siempre vamos a ser reactivos, no nos vemos en nuestros propios espejos.
La creación, o más bien la puesta en marcha de Telesur, hace diez años, demostró que sí podemos tener una mirada latinoamericana, propia, que eso no estaba limitado a las grandes corporaciones trasnacionales. Y desde allí, comenzamos a tener una mirada contrahegemónica, alternativa al mensaje único. No es una solución, es un camino. Y hoy sabemos que de nada sirve tener cien, mil telesures más, si no tenemos nuevos contenidos, acordes con nuestra propia agenda informativa, cultural y política, porque si no estaremos condenados a ver El Chavo del Ocho por el resto de nuestra vida...
Teniendo en cuenta tu trabajo en la Fundación para la Integración Latinoamericana, ¿creés que la alianza entre medios contrahegemónicos puede ser uno de los pilares en la construcción de una nueva comunicación?
Ante todo hay que romper con el verso de que alternativo significa marginal: es totalmente lo contrario, porque para ser alternativo (al mensaje hegemónico) hay que pensar en lo masivo, con medios masivos o con redes de medios populares. Pero para eso es necesario tener un proyecto común, sobre principios comunes, que permita producir y compartir contenidos en cualquiera de las plataformas que lo programemos.
Las llamadas redes sociales, las nuevas tecnologías son solo herramientas, para por allí irradiar los mensajes en cualquier plataforma. En una primera evaluación, pareciera que va ganando la idea cultural capitalista del individualismo.
Creo que una de las bases de tener medios con público es fabricar nuevos contenidos, hacer bancos de contenidos –audiovisuales, sonoros, gráficos, juegos cibernéticos- que estén a disposición de los medios populares, para que éstos no se vean obligados a repetir los enlatados de la anticultura.
En ese libro, mencionás las "noticias virtuales" y el desfasaje del contraste con la realidad, que termina desmintiendo a esas noticias. ¿Es en ese desfasaje se construyen las operaciones mediáticas? ¿Cómo funciona en esos casos la dinámica de herramientas como Twitter, donde la información circula al instante, teniendo en cuenta lo que planteás al final de "La internacional del terrorismo mediático", cuando postulás que en las redes sociales no se utilizan las fuentes?
La única verdad es la realidad, decía Perón. Pero, la realidad ¿es lo que nos muestra la televisión, convertida en difusora de espectáculos –con su dosis de banalización y de farandulización- y no de información? Los medios quedaron en manos de conglomerados empresariales que manipulan la información, ajenos a todo concepto de ética, a su antojo en función de sus intereses corporativos (políticos, económicos, financieros, políticos, religiosos), en nuestro continente al menos en alianza con las más reaccionarias fuerzas políticas, muchas veces para desestabilizar a nuestros gobiernos populares con el fin de restaurar el viejo orden conservador y neoliberal.
Hoy pareciera que no nos interesa si una noticia es verdad, sino si "me gusta". La instanteneidad de la información y la falta de corroboración de la misma, la mentira, el montaje (caso guerra del Golfo 1 y bombardeo a Bagdad, por ejemplo) crea imaginarios colectivos, verdades virtuales que solo el tiempo y o el contraste personal con la realidad, logran desmontar. Democratizar la información y la comunicación es apostar por el pluralismo (no por el mensaje y la imagen únicos), la diversidad...
Con la masificación de Internet surgió una necesidad por la inmediatez informativa. ¿Un medio alternativo puede aspirar a satisfacer y cumplir con esa dinámica sin contar con una estructura económica? ¿Se puede competir con las agencias internacionales? ¿La construcción de medios para segmentos muy específicos es una solución a este problema?
Más que una necesidad surgió la posibilidad de la inmediatez, lo que muy pocas veces significa veracidad. Pero cuando esa realidad virtual se repite hasta el cansancio sin posibilidad de tener otra versión de los acontecimientos, es la demostración de la imposición de una mentira, lejana a la realidad-real. ¿Y cuánto dura una primicia? Cuando surgió Al Jazeera, hubo información alternativa a la que daban los medios occidentales, cartelizados, sobre Medio Oriente, cuando surgió Telesur, CNN en Español no pudo seguir invisibilizando y ocultando las realidades latinoamericanas.
Sí, tenemos otro problema: mucho más de la mitad de las imágenes que usan nuestras televisoras provienen de las trasnacionales de la información que, de ese modo, imponen su agenda y sus intereses. Y, todavía, en América latina la mayor parte de la información que circula sobre nuestra región, proviene también de agencias noticiosas trasnacionales o medios occidentales y algunos hasta cristianos. Por eso, la necesidad de vernos con nuestros propios ojos.
El principal rubro de exportación de EEUU no son las armas, sino los contenidos con los que nos bombardean –a través de la información, la publicidad y las llamadas industrias culturales (series, ficción)- 24 horas al día: la nueva arma mortal no esparce isótopos radiactivos, se llama medios de comunicación de masas, que imponen imaginarios colectivos, en eso que algunos quieren llamar guerra de cuarta (de) generación.
Siguiendo con el concepto del periodista Carlos Fazio, llamás "terrorismo mediático" a un "entramado de estrategias políticas, económicas, sociales y psicológicas que buscan crear realidades ficticias, miedos colectivos y convertir mentiras en verdades que permitan manipular a la sociedad de acuerdo al conflicto y al enemigo en cuestión". ¿Cuál es el rol del periodista, de los redactores y los editores en estos casos, teniendo en cuenta que hoy, cada periodista es su propio medio de alguna forma al tener sus propios seguidores de Twitter o blogs personales?
Nuestra academia, la latinoamericana (en general) está anclada en los años 70, cuando el pensamiento latinoamericano sobre comunicación e información era de los más avanzados. Hace más de 40 años de eso. Y no se ha producido nueva teoría y nuestras universidades siguen recitando los viejos textos, descontextualizados, obviando la nueva realidad latinoamericana y de cada uno de nuestros países, olvidando el pensamiento crítico, para devolvernos cada año miles, miles y miles de comunicadores y periodistas con un título universitario, sin conocimiento de la sociedad a la que deben prestar servicio y muchas veces sin la suficiente profesionalización en el uso de las herramientas disponibles hoy.
Para entender bien esto, debemos partir de la base que los propietarios de los medios son conglomerados económicos que los usan para imponer sus intereses. Que un periodista, en el mejor sentido de la palabra, es un trabajador, al igual que un carpintero o un médico: Que pocos entienden la función social del periodista, que tenemos que abatir viejos paradigmas como la objetividad, la imparcialidad, la neutralidad; ningún medio de comunicación (comercial, estatal, popular, público) es objetivo, sino que responde a una línea editorial. Lo que es inmoral es trasvestirse de objetivo para imponer sus intereses.
Se acerca el día del periodista, y en tu amplia trayectoria trabajaste con muchos que hoy son considerados próceres de esa profesión, y a la vez son reconocidos por su militancia política, y la forma de imbricar ambas cuestiones. Nos gustaría que nos digas algunas palabras sobre ellos, y sobre cómo es vista hoy la relación del periodismo con la militancia política.
Trabajé junto a periodistas de la talla de Carlos Quijano (Marcha), Eduardo Galeano y Carlos María Gutiérrez (Época, PL), Neiva Moreira (Cuadernos y Ahora) en Montevideo, Juan Gelman, Paco Urondo, Rodolfo Walsh, Jarito Walker, Quique Raab, Cogote Bonasso, Pablo Piacentini, Pablo Giusani, Zelmar Michelini… en Noticias e Informaciones: Tito Paoletti, Ernesto Ponsati, y tantos otros en La Voz, en Argentina, con Blankito en Colombia, con tantos compañeros enamorados del proceso bolivariano en Venezuela y con aquellos "locos" que se sumaron a la utopía de Telesur... lo que da la pauta de lo viejo que estoy. Desde aquellos primeros años 60 hasta hoy, la lucha sigue siendo la misma: la democratización de la información y la comunicación, para que todos tengan voz e imagen, por la construcción de esa nueva comunicación, desde abajo, hombro con hombro, ladrillo a ladrillo, consciente que lo único que se construye desde arriba... es un pozo.
Prensa Armenia - 6 de junio de 2015