“La Iglesia latinoamericana no tendrá peso en la elección del nuevo Papa”
Frei Betto, que fue asesor especial del presidente Luiz Inácio Lula Da Silva en el inicio de su mandato y coordinador de Movilización Social del Programa Hambre Cero, no coincide con aquellos analistas que tienen expectativas puestas en la elección de un Papa Latinoamericano. Considera que no hay que hacerse ilusiones porque la Iglesia en América latina es dócil al Vaticano”.
En el tramo final de la charla con Miradas al Sur, Frei Betto reflexiona con cierto pesimismo sobre el rol de la cúpula eclesiástica católica en este momento del mundo: “La Iglesia, como institución, está en una suerte de impasse frente a la posmodernidad, sin saber cómo practicar el ecumenismo y el diálogo interreligioso, sobre todo con el mundo musulmán y los ateos. Además, se mantiene rehén del tabú en relación con la moral sexual. Y, sin duda, debería ser la hora de abrir el debate sobre el celibato obligatorio, el matrimonio de católicos divorciados, el uso del preservativo, el derecho de las mujeres al sacerdocio”.
–¿Por qué renunció, en definitiva, Benedicto XVI? ¿Quizás, porque, como usted afirmó, un hombre consagrado a las labores intelectuales de la Iglesia no congeniaba con la cuestión administrativa del poder? O, ¿Influyó el documento interno de los cardenales, divulgado por estos días, donde se revelaban conspiraciones políticas y reiterados abusos sexuales?
–Hay varios motivos concordantes que explican con claridad la renuncia del Papa. Todos hablan del declive moral de la cúpula eclesiástica y, paralelamente, todos los motivos son igual de relevantes. Se puede mencionar, en ese caso, los casos de pedofilia protagonizados por importantes obispos y la no tan divulgada red de ofertas de seminaristas sexuales en Roma; pero, también influyó en la decisión de Ratzinger la traición de su mayordomo cuando reveló información reservada; y, por supuesto, hay que recordar que la corrupción en el Banco del Vaticano se convirtió en un asunto inmanejable para el Sumo Pontífice. Por último, el destape de los informes cardenalicios donde se hablaba, incluso, de un posible asesinato del Papa, terminó de desgastar su papado. En definitiva, creo que Benedicto XVI se cansó de tanta falta de transferencia en la Curia Romana.
–¿Cómo calificaría su papado? ¿Llegó Joseph Ratzinger a dejar su huella en el Vaticano en tan poco tiempo?
–Sin duda, el suyo fue un papado de transición, mediocre, sin grandes marcas positivas. Principalmente, Benedicto XVI falló en el diálogo con otras religiones. Omitió denunciar los golpes de Estado de Honduras (contra Manuel Zelaya) y Paraguay (contra Fernando Lugo). Tampoco aplicó las decisiones del Concilio Vaticano II ni jerarquizó las Conferencias Episcopales, reforzando el carácter intervencionista de los nuncios apostólicos.
–¿Qué puede preverse de la futura decisión de los cardenales? ¿El Vaticano podría dar un giro político, territorial o cultural con la designación del próximo Pontífice?
–No creo que la cúpula eclesiástica del Vaticano realice ningún tipo de giro político. Pienso que será electo un Papa europeo porque la iglesia católica es demasiado eurocéntrica. Este será el séptimo cónclave cardenalicio al que asistiré y, en ese sentido, veo que, en cuanto Benedicto XVI siga viviendo en el Vaticano, tendremos una Iglesia de dos cabezas. El nuevo Sumo Pontífice no hará nada que desagrade al anterior. Sólo conoceremos, realmente, quién es de hecho el nuevo Papa después de que Ratzinger muera.
–En todo caso, ¿cómo está posicionada la Iglesia latinoamericana en dicho debate?
–Marginada, sin expresión ni fuerza para proponer un candidato. Los cardenales latinoamericanos perdieron el liderazgo que los caracterizó como sector entre los años 1970 y 1990.
–Pero, ¿por qué la Iglesia latinoamericana resignó la posición interna que usted menciona? ¿Por qué fueron apartados por la Curia Romana sus líderes más comprometidos con lo social? O, ¿por qué los Obispos locales decidieron aggiornarse al sector hegemónico del Vaticano?
–Porque Juan Pablo II emprendió, durante su pontificado, la vaticanización de la Iglesia latinoamericana, postergando varias diócesis gobernadas por cardenales progresistas, como hizo con el obispado de San Pablo bajo Don Paulo Evaristo Arns, presionando y sancionando a teólogos de la liberación. Así es como hoy tenemos en América latina una Iglesia dócil al Vaticano, con conferencias episcopales que tienen menos fuerza y representatividad que los nuncios. Y una fuerte influencia de movimientos fundamentalistas católicos como el Opus Dei.
–En líneas generales, ¿la Iglesia Católica, cómo institución global, qué etapa atraviesa: de crisis, de declive, de búsqueda de una nueva identidad?
–De un impasse frente a la posmodernidad, sin saber cómo practicar el ecumenismo y el diálogo interreligioso, sobre todo con el mundo musulmán y los ateos. Además, se mantiene rehén del tabú en relación a la moral sexual. Hay que abrir el debate sobre el celibato obligatorio, el matrimonio de católicos divorciados, el uso del preservativo, el derecho de las mujeres al sacerdocio.
–Usted escribió el suceso editorial Fidel y la religión y es un estudioso de la teología de la liberación. ¿Cómo observan los católicos más comprometidos con el cambio social los últimos sucesos del Vaticano?
–Con tristeza, porque los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI frenaron el Concilio Vaticano II y fueron muy condescendientes con los sectores conservadores fundamentalistas como los lefebvristas e intolerantes con los curas identificados con la Teología de la Liberación.
–Por último, una pregunta sobre Brasil. ¿Cómo se vive en su país la transición papal? ¿Qué dice y espera la comunidad católica? ¿Qué dice y espera el lulismo si es que tienen alguna expectativa puesta en la sucesión papal?
–Brasil es el país con mayor número de católicos en el mundo. Hay una gran expectativa en la elección del nuevo Papa. También un sentimiento de sorpresa y admiración por renunciar a un poder absoluto cuando, en nuestro país como en tantos otros, la dirigencia política se aferra ferozmente al poder que ostentan. Pero, eso nada tiene que ver con el lulismo sino con nuestra estructura macropolítica, que es poco adepta a los renunciamientos.
Miradas al Sur - 3 de marzo de 2013